La cuestión israelí

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Antonio Basallote Marín

La cuestión israelí Sionismo, identidad y sociedad Retos y desafíos hacia la paz


© de los textos y de la fotografía de la portada: Antonio Basallote Marín © del prólogo: Ignacio Álvarez Ossorio Maquetación y diseño: Martín Lucía (mediomartin@yahoo.es) Coordinador editorial: Ediciones En Huida ISBN: 978-84-941027-1-4 Depósito Legal: Está prohibida la reproducción total o parcial de este libro, al igual que su incorporación a un sistema informático, su transmisión en cualquier forma o por cualquier medio, sea éste electrónico, mecánico, reprográfico, gramofónico u otro, sin el permiso previo y por escrito de los editores. Contacte y haga su pedido (sin gastos de envío): ventas@edicionesenhuida.es


La cuestión israelí Sionismo, identidad y sociedad Retos y desafíos hacia la paz



A mis padres, Francisco y Mar铆a Dolores... y a mis hermanos, Paco y Juan Ram贸n.



Nota del autor A lo largo del siglo XIX y principios del XX se hablaba en Europa de la “cuestión judía” (primero fue Marx quien acuñara el término, en 1845; más tarde, el líder nazi Hitler). Los nacionalistas de toda Europa e incluso los judíos que se convertirían al nacionalismo secular planteaban a modo de problema el de la “cuestión judía”. La disyuntiva suscitada era la de aceptar (por parte de los nuevos Estados–Nación) e incrementar (por parte de la propia comunidad judía europea) la asimilación de los judíos en sus lugares de residencia en Europa o la de considerarlos como una Nación propia y diferente inasimilable por el Viejo Continente (como sostenían anti–semitas y judíos sionistas). En realidad, el “problema” o la “cuestión judía” era un debate que había surgido en el seno del nacionalismo y que, como tal, fue planteado y debatido, de acuerdo a los criterios del momento. El primer resultado de este debate fue el inicio del proyecto sionista de nacionalización y secularización del judaísmo mediante la colonización de Palestina, lo que conllevaría la creación del Estado israelí en 1948 sobre la antigua provincia otomana, entonces bajo Mandato Británico. El otro resultado, paralelamente, fue la dramática “solución final”, que acabaría con seis millones de judíos asesinados por el régimen nazi. 9


Paradójicamente, la “cuestión judía” y sus nefastas “soluciones” dieron lugar a la llamada “cuestión palestina”. La creación del Estado de Israel, si bien sirvió como refugio a parte de los supervivientes del Holocausto (la mayoría de los judíos que huyeron del antisemitismo europeo desde principios del siglo XX se había refugiado en otros países, hasta que algunos Estados, como los EE.UU desde 1924, les vetara el asilo), supuso también –al implantarse por la fuerza sobre un país habitado– expropiación de tierras, expulsiones y decenas de grandes matanzas, en lo que los palestinos conocen como Nakba (catástrofe) y algunos historiadores (incluido israelíes) demuestran como limpieza étnica. Al principio la “cuestión palestina” se trató principalmente como un problema de refugiados. Pero, a comienzos del decenio de 1970, la Asamblea General y el Consejo de Seguridad abordaron dicha cuestión y en sus resoluciones 242 (1967) y 338 (1973), sobre todo, el Consejo de Seguridad sentó los principios para una supuesta paz justa y duradera, exigiendo al Estado israelí la retirada de los Territorios Ocupados desde 1967 y la iniciación de unas “negociaciones de paz”. Casi medio siglo después, ninguna de las resoluciones del Consejo de Seguridad ha sido jamás cumplida por los sucesivos gobiernos de Israel, y las conversaciones de paz –desde Oslo hasta Annapolis– tan sólo han significado escenificaciones mediáticas sin más resultado que la expansión de las colonias (desde hace algunos años llamadas eufemísticamente “asentamientos”) israelíes sobre Cisjordania. Así que la “cuestión palestina” sigue también sin resolverse. Por eso con ella surge inevitablemente 10


la “cuestión israelí”, de la que intentaremos esbozar algunas reflexiones. Ambas “cuestiones” están conectadas, obviamente. Hay una relación dependiente y proporcional, pero no equilibrada. Esto nos lleva a recordar la asimetría existente entre las respectivas sociedades en términos de poder y, sobre todo, a las tremendas diferencias entre ambas partes en cuanto a su poder militar y en torno a sus responsabilidades históricas. Es la sociedad israelí la que, por fortuna o por desgracia para ella, sustenta la parte de la ecuación más poderosa, la que ocupa los Territorios Palestinos destinados a la creación de un Estado árabe soberano e independiente, desde 1967, y la que está en mejores condiciones ante cualquier eventual “proceso de paz”. Es por ello por lo que consideramos interesante abordar la “cuestión israelí”, entendiéndola como la parte de la ecuación del “conflicto palestino–israelí” con mayor fuerza en la relación de poderes en toda la región de Oriente Próximo y con la mayor responsabilidad histórica sobre “la cuestión palestina”. Además, tiene la responsabilidad jurídica (IV Convención de Ginebra) y la obligación de proteger a los palestinos. Por ello, y para comprender cómo tras cerca de 50 años la mayoría de los israelíes sigue apoyando una ideología racista y colonialista como el sionismo –que es a nuestro entender, la raíz del asimétrico conflicto actual entre israelíes sionistas y palestinos–, pretendemos aproximarnos a dicha sociedad, analizando y comprendiendo la ideología sionista y la identidad nacional de los ciudadanos israelíes en general.

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La cuestión israelí Sionismo, identidad y sociedad Retos y desafíos hacia la paz

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Prólogo En las últimas dos décadas, coincidiendo con el arranque del proceso de paz de Oriente Medio, politólogos, historiadores, sociólogos y, sobre todo, periodistas han intentado descrifrar, con mayor o menor acierto, un conflicto complejo, enrreversado y poliédrico. Con demasiada frecuencia, la atención ha solido gravitar sobre las negociaciones palestino-israelíes y sobre el alambicado proceso de paz quedando relegado a un segundo plano todo lo referido a los asuntos domésticos de la escena israelí, cruciales para desenrredar la madeja de la paz. Este libro, oportuno y necesario, parte precisamente de la necesidad de llenar dicho vacío. El desconocimiento de la sociedad y la política israelí en el Estado español es notable. Poco o nada se sabe sobre este pequeño país nacido en 1948, que cuenta con ocho millones de habitantes y cuya superficie no excede la de la Comunidad Valenciana, más allá de unos pocos lugares comunes y de un puñado de estereotipos mañidos. De ahí la relevancia de este ensayo que, de una manera concisa y sugerente, ofrece una visión crítica de la historia contemporánea de Israel desde su nacimiento hasta nuestros días prestando una especial atención a tres aspectos: la ideología sionista como vertebradora de la identidad nacional, los cimientos sobre los que se erige la identidad israelí y la crisis social que agita al país en los albores del siglo XXI.

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Como no podía ser de otra manera el libro arranca con un capítulo dedicado al sionismo, que no es, como muchos creen, una reliquia del pasado sino que sigue siendo considerado el principal vertebrador de una sociedad sumamente heterogénea desde el punto de vista étnico, religioso, lingüístico e ideológico. Como el propio autor resalta: “El sionista pretende identificar siempre los conceptos ‘judío’ y ‘judaísmo’ con ‘israelí’ y ‘Estado israelí’, y a su vez éstos, con ‘sionismo’”. Un siglo después de su nacimiento, el sionismo sigue condicionando la agenda política de los distintos gobiernos israelíes, independientemente de su signo. Los escasos elementos antisionistas que se atreven a contestar sus prácticas colonizadoras suelen ser marginados o excluidos del sistema. De hecho, el debate abierto tras los Acuerdos de Oslo en torno a la necesidad de adentrarse en una fase post-sionista, en la cual la colonización del territorio y la militarización del país dejasen de ser prioritarias, se cerró en falso una vez que se evidenció que podría poner en peligro la propia cohesión nacional y aflorar las diversas fracturas existentes en el seno de la sociedad israelí. Pese a los ingentes esfuerzos desplegados por el Estado israelí para establecer una identidad nacional común, lo cierto es que la diversidad aflora allá donde se mire. La israelí es una sociedad mosaico, con intereses contrapuestos y, en ocasiones, incompatibles. Ashkenazíes y mizrahíes, religiosos y laicos, derecha e izquierda, judíos y árabes difieren profundamente no sólo en su forma de entenderla vida, sino también en cuáles deben ser las prioridades nacionales en pleno siglo XXI. Con unas fallas cada vez más marcadas es comprensible que Israel requiera, de manera imperiosa, elementos cohesionadores que cimenten una identidad colectiva. De ahí la necesidad de erigir una mitología en torno al pasado del pueblo judío y a la costrucción nacional, escamente cuestionada y ampliamente difundida por las principa16


les instituciones sionistas, así como por el sistema educativo y los medios de comunicación. Para las élites sionistas, el mantenimiento del conflicto se ha convertido en una cuestión de supervivencia. De una parte preserva el status quo y, con ello, perpetúa su posición dominante, de otra parte garantiza la cohesión social frente a un enemigo que, según el relato oficial, pretende “arrojar a los judíos al mar” y provocar una nueva Shoah. Las transformaciones registradas en Oriente Próximo en las últimas décadas han provocado que las supuestas amenazas para la seguridad nacional israelí hayan ido mutando. Si en un primer momento fue el nacionalismo palestino el primer obstáculo para el establecimiento del Estado sionista, más tarde el enemigo a batirfue el movimiento panarabista. En la actualidad, el principal reto para la seguridad israelí lo representaría Irán y su programa nuclear, anque también el ascenso de los movimientos islamistas al poder inquieta a Israel. La colonización intensiva del territorio palestino desde 1967 representa el ejemplo más evidente de la vigencia del discurso sionista.Como advierte certeramente Antonio Basallote, “la expulsión de 1948 es el pecado original de Israel y la ocupación de 1967 es el elemento que explica la deriva ultranacionalista”. Ningún dirigente israelí, cualquiera que sea su adscripción política, ha considerado conveniente frenar la colonización porque sería interpretado como una traición al sionismopor amplios sectores de la población y, además, le colocaría en una situación incómodaante su propio electorado. Estas prácticas no sólo ponen en peligro la solución de los dos Estados y la viabilidad de un eventual Estado palestino sobre Cisjordania y Gaza con capital en Jerusalén Este. En último términoponen en tela de juicio el carácter judío de Israel, puesto que la población de la Palestina his17


tórica (o la denominada Tierra de Israel por los judíos) tiene, hoy en día, tantos palestinos como judíos. Según diferentes proyecciones demógraficas, los palestinos podrían suponer dos terceras partes de la población en 2050, lo que situaría a los judíos en clara desventaja numérica.Parece evidente que el cortoplacismo de los dirigentes conduce a Israel hacia un callejón sin salida. Bien un Estado segregacionista que practique el apartheid y confine a la población palestina en ghettos, tal y como sucedía en Sudáfrica; bienun Estado binacional en el que israelíes y palestinos dispongan de los mismos derechos y deberes, lo que es inaceptable para el proyecto sionista. La única alternativa valida sigue siendo, aunque no por mucho, la solución de los dos Estados que, paradójicamente, es la única que permitiría a Israel seguir siendo mayoritariamente judío. Por ello, todo parece indicar que la propia seguridad nacional israelí aconsejaría una retirada de los territorios ocupados desde 1967 antes de que la colonización intensiva haga inviable el surgimiento de una Palestina con continuidad territorial. Para ello es imprescindible, como el propio autor sugiere de manera acertada en sus conclusiones, un radical cambio de mentalidad: un cuestionamiento de los mitos fundacionales (entre los que se encuentra la victimización del pueblo judío y la deshumanización del palestino) yun amplio consenso nacional en torno al principio “territorios por paz”, algo que, hoy por hoy, no parece fácil de alcanzar dada la repartición de fuerzas existente sobre el terreno. Ignacio Álvarez-Ossorio

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Introducción El proceso de construcción del Estado en la modernidad suele ir parejo a la consolidación o a la generación de su correspondiente identidad nacional. El proceso de construcción nacional israelí y de la identidad de su sociedad en general, forjada y consolidada por la ideología sionista y mediante unas determinadas estrategias del Estado, es el tema central que trato en el presente trabajo. Cómo se forja y se mantiene esa identidad tan peculiar a nivel colectivo y el análisis de sus principales rasgos es otro de los propósitos, pues también influyen de forma especial en la relación de los israelíes con los palestinos. Además, presentaré las principales tensiones y fricciones que se dan en la sociedad israelí actual, los retos internos para superarlas y los desafíos que protagonizan, frente a cualquier atisbo de paz, ciertos sectores de dicha sociedad, en especial, el fundamentalista y el movimiento colono. Finalmente, esbozaré la hipótesis de que sólo con una ruptura de las barreras sociales y psicológicas mantenidas por esa identidad colectiva tan peculiar –es decir, superando la ideología sionista–, podrá llegarse a alguna solución pacífica y relativamente justa del conflicto que mantienen con la población nativa palestina en los Territorios Ocupados. Un proceso complejo y complicado, que, sin embargo, ya han vivido muchos israelíes (los llamados genéricamente como “post–sionistas” o “anti–sionistas”), y que, en cualquier caso, es necesario. 19


La creación de una identidad nacional muy férrea en el caso israelí es particularmente interesante por sus peculiaridades y por su reflejo y consecuencias en el vigente conflicto palestino–israelí y la expansión colonial sionista sobre la Cisjordania Ocupada. Para Guibernau “la identidad nacional la estructuran las siguientes dimensiones: psicológica, cultural, histórica, territorial y política, donde las élites cumplen una función importante en la construcción de la misma a través de estrategias implementadas por el Estado– nación”1*.En efecto, el Estado ha desempeñado un papel fundamental tras su creación en 1948 en la etnogénesis israelí, desde la generación de los Ulpán o Centros de Absorción de Inmigrantes, hasta la configuración de un ejército nacional “civil–militar”, pasando por la elaboración de una literatura oficial nacionalista basada en una amplia antología de mitos sobre el sionismo, el pueblo judío y el Estado de Israel. En ese sentido, una de las principales peculiaridades es cómo la religión judía y la judeidad, dos conceptos fundamentales de la identidad israelí, han sido manipulados e instrumentalizados por la ideología vertebradora de dicha identidad, el sionismo, mediante una serie de métodos e instrumentos a su servicio, que explicaremos más adelante y que principalmente serían los que siguen: –La invención de una nueva lengua nacional. –La configuración de una amplia mitología israelí sionista. –El sistema de enseñanza obligatoria. –Los medios de comunicación nacionales. –El fomento de la alter–identidad basada en la construcción de El Otro (especialmente, la Palestinofobia). –El racismo. –La identidad territorial. –La religión. –El servicio militar obligatorio. 1

Guibernau, Montserrat, La identidad de las naciones. Ariel: 2009, p. 23

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Estos elementos e instrumentos han servido al Estado para vertebrar en general una consolidada y férrea identidad israelí, muy chovinista, que ha permitido una gran cohesión social hasta la actualidad, como se verá, pese a que siempre hayan existido algunas tensiones entre distintas clases sociales y entre grupos étnicos diferentes. Además, dicha identidad es tan cerrada y tan férrea que, por lo general, resulta impermeable e inquebrantable frente a cualquier evidencia externa que pueda cuestionar ciertos aspectos de la historia nacional sionista, de la inmoralidad de la actuación militar o de la ilegalidad de la ocupación y la colonización israelí de los Territorios Palestinos. Más bien al contrario, es muy característica en estos casos una llamativa hiper–susceptibilidad e irascibilidad con la que el israelí en general suele reaccionar ante cualquier atisbo racional de duda o cuestionamiento exterior. En extremos diferentes de la sociedad se sitúan fundamentalistas sionistas (los llamados nacional–religiosos, que abanderan el proceso de colonización de Cisjordania y suponen el principal obstáculo para la paz) y activistas pacifistas y anti– sionistas (quienes en mi opinión son un grupo clave para una resolución relativamente justa del conflicto sionista–palestino). En este aspecto, destacaré al pequeño sector de la sociedad israelí que ha podido superar las grandes barreras psicológicas (forjadas por esa construcción identitaria por parte del Estado y de la ideología oficial, el sionismo) y sociales impuestas, en especial a los que se declaran como anti–sionistas.

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Primera parte La ideologĂ­a sionista como vertebradora de la identidad nacional israelĂ­

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El sionismo En primer lugar el sionismo es la ideología promotora de la colonización judía de Palestina desde el siglo XIX y de la expulsión de buena parte de su población nativa para la construcción del Estado israelí en 1948. Desde esa fecha es la doctrina ideológica oficial de Estado, aceptada por la mayor parte de los israelíes. Para la mayor parte de la sociedad israelí, el sionismo es un fuerte componente identitario, individual y colectivo, entendido como una suerte de patriotismo exacerbado que aúna y amalgama conceptos señeros como judaísmo (entendido como religión y/o como “civilización–cultura”), judeidad (entendida como etnia o como raza), pueblo judío (concebida como Nación con vínculos de sangre) e Israel (el Estado–Nación natural de los judíos y La Tierra Prometida). Al margen de ese sentimiento patriota quedan las minorías, en especial la generalidad de la comunidad palestina nativa (más de un 20% de la población israelí) y el sector anti–sionista, que reseñaremos más adelante. Hasta el siglo XVIII, las identidades colectivas en Europa estaban por lo general basadas en la religión y/o en la pertenencia a un mismo reino. Con la revolución francesa el término nacionalidad se empieza a aplicar al ciudadano, pues la nación deja de estar personificada en el monarca. (Una de las peculiaridades es que el Estado hebreo otorga la nacionalidad a todos los judíos del mundo, aunque no residan en el Estado y no tengan su ciudada25


nía, pues interpretan la judeidad como una comunidad de sangre, y el sionismo entiende que el nuevo Estado es “la verdadera patria de todos los judíos del mundo”2 . A lo largo del siglo XIX las ideas nacionalistas se expanden por Europa, y es entonces cuando toma forma el sionismo como conjunto de ideas nacionalistas de carácter étnico –el sionismo define la “nación” en términos de etnicidad–, romántico –refleja los ideales del romanticismo y se opone al racionalismo– y religioso3.** *

Es fundamental entender el contexto histórico–geográfico particular en el que se inserta y desarrolla el sionismo, pues de Precísamente este fue uno de los planteamientos inciales del pangermanismo en el siglo XIX, que insistía que cualquiera que tuviera “raza, sangre u origen alemán, vivieran donde vivieran o pertenecieran al Estado que pertenecieran, debían su lealtad primordial a Alemania y debían convertirse”. Khon, Hans “Zion and the Jewishn National Idea” citado en Finkelstein, Norman Imagen y realidad del conflicto palestino–israelí. Akal: Madrid, 2003. Nota 4, p. 60 3 La mayoría de los pioneros sionistas fueron manifiestamente ateos o agnósticos y laicos, aunque instrumentalizarían la religión de forma política. No obstante, cabe reseñar dos cuestiones en relación a este punto. En primer lugar, entre los protosionistas hubo rabinos destacados, como por ejemplo Zvi Hirsh Kalischer, quien, mucho antes que Herzl y otros sionistas laicos, ya había tanteado la idea de colonizar –sobre todo con colonias agrícolas– Palestina y de crear un Estado basado en la religión, contraviniendo la tradición judía. Lo que distinguía a este rabino askenazí y a sus seguidores era su flexibilidad en la interpretación del Talmud y de la Torah en relación con el mesianismo y en que creía legítima, desde el punto de vista religioso y tradicional, además de necesaria, la creación de un Estado religioso. Cfr. Lehman–Wilzig: “Proto–Zionism and its Proto Herzl: the philosophy and the efforts of Rabbi Zvi Hirsh alischer”. http://www.traditiononline.org/news/originals/ Volume%2016/No.%201/Proto–Zionism.pdf (consultado en mayo de 2012). En segundo lugar, desde 1967, con la conquista de Cisjordania (Judea y Samaria) por parte del ejército israelí y el inmediato proceso de colonización, toma impulso el fundamentalismo sionista, en una simbiosis entre los nacionalistas de derecha más laicos y los nacionalistas religiosos. Un proceso abanderado por el numeroso e influyente movimiento Gush Emunim (Bloque de los Fieles, en hebreo) y en la actualidad por el Consejo YESHA (acrónimo hebreo de Judea, Samaria y Gaza) en lo que el experto Ehud Sprinzak califica, en Gush Emunim: The Politics of Zionist Fundamentalism in Israel (American Jewish Committee, Institute of Humans Relations, New York, 1986), como un sistema que “combina la fe en la verdad literal de la Biblia y el compromiso total con los preceptos del Sionismo moderno laico”. 2

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él derivan las principales características de este pensamiento político tan determinante e influyente en la construcción del Estado y de la identidad nacional israelí. En ese sentido, es especialmente reveladora la adopción de criterios y valores racistas del nacionalismo germánico del siglo XIX y el uso del modelo de colonización de poblamiento. Por otro lado, es fundamental comprender el sionismo como la ideología impulsora de la limpieza étnica4 realizada entre 1947 y 1956 en Palestina, sobre la población nativa (mayoritariamente musulmana) y la posterior expansión militar progresiva del Estado de Israel desde su creación, así como la colonización5 y ocupación del resto de territorios desde 1967. *

CARACTERÍSTICAS PRINCIPALES DEL SIONISMO La ideología sionista y su movimiento político son identificables con claridad por tres características principales, también importantes por afectar sobremanera a judíos –a buena parte de la comunidad judía europea del siglo XIX– y a palestinos, sobre todo determinando la suerte del pueblo palestino y el devenir del conflicto palestino–israelí en general.   Véase La limpieza étnica de Palestina (Crítica, 2008) rigurosa obra del reputado y reconocido historiador israelí, Ilan Pappe, quien hace una exhaustiva labor de documentación de fuentes primarias y directas como los archivos de la Hagana y del ejército y los Archivos Centrales Sionistas. También puede consultarse cualquiera de las obras del historiador Nur Masalha (en especial La expulsión de los Palestinos. El concepto de transferencia en el pensamiento político sionista, 1882–1948. Bósforo: Madrid, 2008). Así mismo: D. Vidal, Comment Israel expulse les Palestiniens, 1947–1949. L´Arerlier, 2007 o la obra de referencia, Morrys, Benny The Birth of the Palestinian Refugee Problem Revisited. Cambridge. (si bien Morrys no habla literalmente de expulsión ni de “limpieza étnica” documenta con detalle los planes de las fuerzas paramilitares y militares sionistas con numerosas de sus matanzas). 5 Véase Álvarez-Ossorio, Ignacio: El miedo a la paz: de la guerra de 1967 a la actualidad, ed. Catarata, o una síntesis y aproximación histórica desde 1947 en Basallote, Antonio: Paraíso Usurpado: el sionismo y el pueblo palestino. Historia de la expansión territorial israelí, ed. Cedma, Málaga, 2010. 4

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El sionismo es una ideología que surge en las postrimerías del siglo XIX en el contexto de la efervescencia nacionalista europea, influido por ésta, y cuyos impulsores –intelectuales burgueses laicos de la Europa central y oriental– instrumentalizarían como eslogan movilizador el judaísmo y el paradigma bíblico de “la tierra prometida–el pueblo elegido” en base a la lógica nacionalista de entonces y con una finalidad política clara: conseguir la propiedad completa de toda la tierra palestina, entre el río Jordán y el Mediterráneo como mínimo, para establecer un Estado de mayoría judía con el menor número de árabes y lo más grande posibles. Este movimiento ideológico y político, el oficial del Estado de Israel y el hegemónico en su sociedad en la actualidad, tendría en sus orígenes, y mantendría durante el siglo XX y hasta hoy, tres rasgos fundamentales: el nacionalismo, el racismo y el colonialismo. 1. EL NACIONALISMO En primer lugar, el sionismo es un movimiento nacionalista, que a partir de 1967 se convertirá en un nacionalismo a ultranza, radical. Como movimiento europeo del siglo XIX, el sionismo es hijo de su tiempo, y por ello se definirá con los mismos rasgos de la burguesía nacionalista europea, en especial del nacionalismo pangermánico, principal influencia en los pioneros sionistas. Al igual que otros movimientos nacionalistas europeos, el sionismo necesitaba encontrar raíces históricas y reinterpretar el pasado remoto a la luz de las ideologías nacionalistas recién inventadas. Así, el sionismo imitó a sus compatriotas del centro y el este de Europa, creando una cultura y una identidad nacionales basadas en una historia popular reinventada y en mitos históricos rescatados o inventados. De este modo ocurrió en toda Europa, por lo que los sionistas adoptaron esos criterios etnocéntricos, así como otros, típicos sobre todo 28


del pangermanismo. En este caso, los temas y conceptos fundamentales del sionismo son: Redención de la tierra (geolat adama), conquista de la tierra (kibbush adama), emigración y estatalidad judía en Palestina, colonización de poblamiento y transformación demográfica de la tierra, búsqueda obsesiva de raíces, historización de la Biblia como empresa nacional colectiva, creación de una nueva conciencia hebraica, judaización de Palestina y hebraización de su paisaje y de su geografía6 ... *

A estos temas prioritarios habría que añadir la idea de “conquista del trabajo”7 (Kibush avodah) y la adopción de la concepción “volkish” (de Volk, comunidad), entendiendo pueblo como comunidad de sangre. **

Así, el sionismo es un nacionalismo de carácter étnico al definir la Nación en términos de etnicidad e incluso de raza, concibiendo que la nacionalidad es hereditaria e identificando el Estado con la Nación (el pueblo) y no con la ciudadanía, así como la pertenencia del Estado –como territorio– a la Nación y no a sus habitantes. Hemos visto la coincidencia ideológica con el pangermanismo en este aspecto, y en ese sentido cabe destacar el postulado racista o la presunción de etnicidad por parte del sionismo: la idea de que existía un pueblo judío, al igual que existiría un pueblo germánico, con una genealogía común y única desde hacía tres mil años y con una sangre diferente de la del resto de pueblos europeos. Masalha, La Biblia y el sionismo. Invención de una tradición y discurso poscolononial. Bellaterra: Barcelona, 2008, p. 33 7  Schoeman, Ralph: La historia oculta del sionismo, 1988, Ediciones digitales Izquierda Revolucionaria, p. 10. También en: http://www.marxismo.org/files/Historia%20oculta%20del%20sionismo.pdf 6

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Esta vertiente nacionalista europea fue rechazada en un primer momento por la mayoría de la comunidad judía, bien porque veían en sus objetivos –el principal, la creación de un Estado judío en Palestina– una osadía y una ruptura con la tradición rabínica (la comunidad ortodoxa), bien porque iba contra la idea de los judíos europeos que estaban asimilados en las sociedades de distintos países, cuya asimilación pretendían. En general, la mayoría veían una perversión la utilización de la religión para la creación de un Estado en un lugar remoto que en realidad era un lugar de veneración simbólico para los religiosos. Este nacionalismo se fortalecería tras la implantación del Estado israelí, siendo su ideología oficial y convirtiéndose en una especie de patriotismo chovinista que asume la mayor parte de su población. Los pioneros sionistas y sus sucesores utilizarían la simbología religiosa judía de la tradición para mezclarla con otros eslóganes y elementos simbólicos laicos modernos. Así, la propia bandera nacional israelí, aunando la estrella de David y dos franjas azules que simbolizarían el río Jordán y el mar Mediterráneo, refleja ese ejercicio de exaltación de un pasado ideal y la instrumentalización de la tradición y de un pasado inventado con una finalidad política: la judaización de toda la Palestina Histórica y la consecución en propiedad exclusiva judía de dicha tierra, considerada Erezt Israel, es decir, “La Tierra de Israel”. La parafernalia simbólica sionista inunda las calles del Estado israelí e incluso la de los Territorios Palestinos Ocupados. Están llenas de banderas nacionales, de iconos religiosos como la Menorah y la estrella de David. En este sentido, como veremos, la mitología antigua y la reinvención del pasado son elementos a destacar al reseñar el sionismo y la construcción de la identidad nacional. Por eso el período bíblico es recurrente en el imaginario sionista, pues sobre él existen relatos de los que se nutrieron ideológicamente los pioneros y que 30


el Estado mantiene de forma oficial desde entonces. Así, el fundamento y la premisa instrumental principal del sionismo se encuentra en la Torah, es decir, en el Antiguo Testamento. La promesa de Yahvé –el Dios para la religión judía– a Abraham, según la Biblia, de otorgarle “toda la Tierra de Canaan, como herencia eterna”8 es el pasaje clave que el sionismo instrumentalizará políticamente desde que fija sus objetivos en Palestina. *

2. EL RACISMO La adopción de conceptos raciales alemanes, como el de volk o el de pureza de sangre (desde mediados del siglo XIX, el sionismo es nacionalismo esencialmente volkisch), se debería, ante todo, a la influencia del contexto sociopolítico específico ya comentado, pero además se incentivaría por la necesidad de la minoría sionista de ganar apoyos para su proyecto y afianzar su posición en Europa frente a la mayoría judía, que era ajena al sionismo y además lo rechazaba. Así es como, buscando el apoyo del resto de nacionalismos e intentando fomentar la emigración de los judíos a Palestina, acabaron en muchos casos alentando el racismo e, incluso, colaborando hasta límites insospechados con el propio antisemitismo europeo. Éste es sin duda, junto con la limpieza étnica del Pueblo Palestino entre 1947 y 1954, el tema más delicado y escabroso en la historia del sionismo9 .

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Génesis 17: 7–8

No siendo abundante la bibliografía al respecto, sí es suficiente y bien documentada.

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Además de Harendt, Anna: Eichmann in Jerusalem, Penguim adult, 2006, destaca el estudio pormenorizado del sionismo en Europa durante las dictaduras: Brenner, L. Zionism in the age of the dictators, 1983. Reeditado en castellano por Bósforo: Sionismo y Fascismo. El sionismo en la época de las dictaduras. Como obra secundaria, pero específica, puede verse también la ya citada de Schoeman.

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