© de los textos: Jesús Cárdenas © del icono de la portada: Eduardo Díaz Maquetación: Martín Lucía(mediomartin@yahoo.es) Coordinador editorial: Ediciones En Huida ISBN: 978-84-939539-3-5 Está prohibida la reproducción total o parcial de este libro, al igual que su incorporación a un sistema informático, su transmisión en cualquier forma o por cualquier medio, sea éste electrónico, mecánico, reprográfico, gramofónico u otro, sin el permiso previo y por escrito de los editores. Contacte y haga su pedido (sin gastos de envío): ventas@edicionesenhuida.es
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Notas del autor Prólogo
Puntos de fuga 19 20 22 23 24 25 26 27 28 30 32 33 34 35 36 37
Latidos El dolor en las palabras La tarde Temblor En plan escapada Autovía del Sur Esta ciudad no conoce el mar El pescador Humo de invierno A punto de partir Paneles de acero Ceguera No retorno Viaje interior La permanente contradicción Insolencia
La misma soledad 41 42 44 45
Imaginaciones mías El camino Enumeración caótica Sombras de lo cotidiano
Índice de poemas
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Mirarse adentro Quiso una vez el corazón abrirse La misma soledad ¿Qué yo de mí? Precipitarnos al vacío Estaciones heridas La huella que queda Insomnio (I) Proyectos Pesadillas Insomnio (XVIII) Antes de que suene el despertador
Un abrazo a tiempo 63 64 65 68 69 71 72 73 74 75
Presentimiento Adversidad en la tarde Niebla y reflexión Desear lo desconocido Detente Incendios inextinguibles El cuerpo del deseo Despierto Una verdad concluyente La eternidad
Notas Del Autor
Este libro de poemas se fue escribiendo a lo largo de varios años, entre 2008 y 2011. La versión última es reciente. Aunque hay algunos poemas que estuvieron escritos en fechas anteriores. Este poemario tiene una deuda contraída con muchos nombres propios: Felipe Benítez Reyes, Carlos Marzal, René Char, Álvaro Salvador, Luis García Montero, Luis Muñoz, Carlos Pardo, Fernando Valverde, Mario Cuenca Sandoval, José María Algaba, Jesús Aguado, Nacho Vegas, Ángel González y Miguel Ángel Velasco (In Memoriam), entre otros.
La luz de entre los cipreses está dedicado a Enrique Baltanás, sin cuyas palabras este libro sería menor; a Eduardo por sus amables palabras de aliento y por sus siluetas de cipreses; a mis editores Pedro Luis Ibáñez y a Martín Lucía porque con ellos este poemario fue ganando; a José Manuel Campos, quien sin saberlo siempre estuvo ahí; a mis hermanos a los que debo siempre mucho; a mi pequeña Paula porque con su dos faros iluminan estos versos; a Gemma por el aire norteño que me insufla y por lo que ha de venir; a Juan Carlos, Pilar y familia porque me hicieron sentir uno más en tierras astures; a la memoria de mi madre. Este libro y esta ilusión son también suyos.
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Prólogo
A un poeta joven, a un poeta que empieza, siempre hay que alentarlo. Porque no sabemos aún lo que será capaz de brindarnos en el futuro, qué frutos en sazón y en madurez habrá de ofrecernos. Porque un poeta joven, un poeta que comienza, es siempre una promesa abierta hacia el futuro. Y, ¿hacia qué futuro? El de volverse hacia sí mismo, hacia su auténtica autenticidad. En el primer libro está todo. Está ya todo. Un primer libro es una promesa y un enigma pero, sobre todo, es un amplio muestrario de lo que es y será el mundo del poeta. Y el poeta volverá a él una y otra vez en busca de nuevas vetas ocultas y escondidas, pero presentes y actuantes. Jesús Cárdenas publica a sus treinta y ocho años, edad madura que demuestra que el poeta no se ha precipitado en publicar, este su primer libro, La luz de entre los cipreses, y este libro es una promesa porque es ya una realidad. Una lograda realidad que nos muestra un mundo propio, personal, intransferible. Un mundo en el que no está ausente la contradicción de la propia voz poética, que es la de todos a la vez, en un enfrentamiento de máscaras sucesivas: 9
Soy la hendidura y la hoja de cuchillo. Las cosas que puedo darte y la luna que tú me pides. Lo que nos conmueve y lo indiferente por costumbre. Soy todavía santo y criminal, los espejos y el tiempo…
Se revela aquí una preocupación metafísica por el sentido de la vida, por la verdad o la mentira de la misma, donde al final, o en cualquier instante Habrá que preguntarse si valió la pena Comprobaremos si en realidad la vida Fue ese grito de fin de semana Un paréntesis entre batallas y derrotas.
El poeta sabe que las palabras, tanto las propias como las ajenas, poseen una inverosímil, una fantástica capacidad para la mentira y para la impostura. De ahí que lo denuncie, y nos lo avise, en estos versos de su poema “El dolor en las palabras”: Tras ellas guardamos una mentira, una reserva nuestra que ocultamos, una traición a nosotros mismos, y un daño persistente en la memoria.
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Prólogo
Y ni siquiera aquí, en la memoria, nos será dado el refugio ante tanta incertidumbre y tanta inseguridad como acosa al poeta. Quien sabe que “soñar es reflejarse en espejos de niebla”, sabe también que la memoria tiene un código gris en combados estantes, las palabras precisas y la música que huele a humedad y certidumbre.
Por eso, y con todo, sea en el trasmundo de los sueños donde quizás hallaremos la verdad más verdadera, la nuestra. Porque como dice el poeta alcalareño “cuando alguien sigue el sueño, mirándose a sí mismo/ se cumple su destino más secreto y más libre”. Un destino que irremisiblemente habremos de alcanzar en soledad, voluntaria o involuntaria: Nunca habita en los bancos de los parques ni en ventanas antiguas empañadas ni en las frías paredes de hostales periféricos: la soledad en uno mismo habita.
Pero sin duda es la veta amorosa la más relevante de todo el poemario, y la que lo vertebra en sus diversas modulaciones. Porque el amor, sensual y carnal, pero también algo más, asidero espiritual y vital, se ha convertido en el sancta sanctórum del poeta, en su 11
refugio más íntimo. “Quiero verte desnuda”, afirma el poeta: “Desnuda, donde solo tu oleaje, tu voz/ y tu respiración agolpada confluyan/ en tu vientre un secreto y un refugio en tus pechos.” “Envuelta en sueño y carne”, la amada viene hacia al poeta como última tabla de salvación, que es la de la salvación por el amor. “Envuelta en sueño y carne”, sí, porque reúne esas dos cualidades misteriosas de la piel y el alma. Y porque es “Ella, la única respuesta” ante tanta desazón y desconcierto, ante tanta ignorancia del mundo y sus secretos. Como la Beatriz del Dante, se convertirá en su guía definitivo: Logra desde su hondura sosegarme. Cuando me despierte, sólo entonces, podré transitar por el espanto y el miedo.
Jesús Cárdenas publica este su primer libro, La luz de entre los cipreses, y este libro es una promesa porque es ya una realidad, una lograda realidad poética que, en sus múltiples vetas y registros, el moral, el metafísico, el amoroso…, nos ofrece un poemario coherente y cohesionado, plagado de excelentes aciertos en su dicción segura, de hallazgos metafóricos sorprendentes, al mismo tiempo que un lenguaje claro y entendible. 12
Prólogo
No sabemos aún lo que será capaz de brindarnos en el futuro Jesús Cárdenas, qué frutos en sazón y en madurez habrá de ofrecernos. Pero, sí estamos seguros de que, al seguir por este camino, su camino, el que él mismo se ha trazado, podemos esperar lo mejor. Porque de eso se trata, de mejorar lo que ya es bueno, por la senda reencontrada de sí mismo, por la secreta escala que nos lleva desde las primicias hasta las postrimerías, desde nuestro yo actual hasta nuestro yo futuro. Mucha suerte le deseo, no hay que decirlo, a Jesús Cárdenas , en su singular singladura como poeta. Enrique Baltanás
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Puntos de fuga
Desde tu ventana ardiente reconoce al poeta en los rasgos de esa hoguera sutil, carretada de cañas incendiadas a la que escolta lo inesperado. René Char Tú no buscas sino la ambigua sensación-tan irreal a vecesde encontrarte a ti mismo a través de unos versos. Felipe Benítez Reyes Yo quisiera decirte que aquí todo resulta parecido al invierno. Fernando Valverde … imaginas que escribes un poema, y que la soledad lo penetró como cualquier espada. José María Algaba
Latidos
La luz de entre los cipreses
Se desvela la ausencia de lo que arde en silencio. A cada paso se va haciendo grande ingenuamente, pronto petrifican las yemas de mis dedos germinando en íntima revolución sin nombre. Se abre, al fin, cielo azul en todas partes, un palimpsesto que respira fuerte. Al transitar por él hoy siento pánico: pisar ciertos dominios, nombrar ciertas palabras.
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Jesús Cárdenas
El dolor en las palabras Entre el amor y la sombra me debato: último yo. Ángel González
En los contrarios cabe único el pesimismo, el dolor de enfrentarnos a las realidades, que son certezas como fieles manos que precisan un cuerpo, persiguiendo cada verdad del pulso, los ecos de la sangre.
En las perspectivas cabe sólo el pesimismo. Nadie sabe del dolor que se oculta. Cuando lo dicho no lo entendemos y caben varias posibilidades, distintas interpretaciones, se aviene única la oscuridad, la propia expresión del vacío impuesta. En las palabras sabe exclusivo el dolor -todo el dolor aquí sin abstracciones-. Por breves se convierten en el arma y, de repente, en hendidura. 20
La luz de entre los cipreses
Tras ellas guardamos una mentira, una reserva nuestra que ocultamos, una traición a nosotros mismos, y un daño persistente en la memoria. En la memoria cabe único el daño. Tu mujer y un amigo te reprochan que tengas cuidado con lo que dices. Desde entonces, te mueves con mucho ojo, guardando silencio bajo la lluvia mientras esperas que algo o alguien te quite este dolor, o que, al menos, denuncie tu infierno -el desprecio por la verdad o la mentira-, una conversación dubitativa, donde vivas sin nada, nada más que su herida pronunciada: el llanto desangelador ante lo que es y puede ser.
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Jesús Cárdenas
La tarde El sol muere despacio en los cristales. Miguel Ángel Velasco
Algo extraño me dice que la tarde no avanza,
una lenta granada, sin prisa arde el crepúsculo. Las luces de tu rostro así me lo confirman. A tus pies veo sombras exánimes del tiempo –hechas su cautiverio-, que han venido a posarse como un pájaro negro, aquí sobre estos muros. Abajo, las antenas torcidas, y, a oscuras, todos los bulevares; abismo agonizando. Mis párpados abiertos y todo lo que nunca quiero ver en la tarde teñida: este final con un golpe de frío sobre mi frágil rostro. Yo pude ver aquella tarde estando en silencio.
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La luz de entre los cipreses
Temblor
Tiemblan las hojas hoy. Un soplo vivo zarandea el naranjo. La flor blanca es parte tuya. Levantan el vuelo grandes enigmas sobre blandos labios, precipitรกndose. Abrigados siempre por el destino y por sus imposibles, esperan los deseos un cobijo.
Nos enroscamos igual que dos sombras que tiritan mรกs allรก del silencio.
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Jesús Cárdenas
En plan escapada
Si un día al abrir las ventanas
No fue propicio Si la llegada de un año se aleja Cada vez de la dicha Haciendo mella Y uno de los dos se atrevió a pronunciar Que era preciso el azul inmenso Sobre nuestros ojos cerrados Que necesitábamos del silencio Cercano quizás a la espuma Quizás pacientemente en esta orilla Convencido de que los años se van desmoronando Como pétalos de una flor mustia Ignorando su ebriedad tardía Así que si escapamos de un día cargante Habremos de contar con que vendrá otro Y otro más Y un quinto más plomizo me dijiste Habrá que preguntarse si valió la pena Comprobaremos si en realidad la vida Fue ese grito de fin de semana Un paréntesis entre batallas y derrotas 24
La luz de entre los cipreses
Autovía del Sur
Desplegados del todo aquellos mapas en tus piernas, me hablabas, distraída, de árboles, y mi sombra eternizando el instante.
Hasta allí me condujiste, convirtiéndome en cauce de tus pasos.
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