¿Hacia dónde se dirigen las aves del espejo? ¿qué norte reflejado les aguarda?
Ediciones En Huida
Las horas abiertas
Tobías Campos Fernández
Ediciones En Huida
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Tobías Campos Fernández Las horas abiertas Tobías Campos Fernández (Sevilla, 1968) es Licenciado en Derecho por la Universidad de Sevilla. Creador polifacético, ha desarrollado labor como artista plástico, faceta que le ha llevado a participar en numerosas exposiciones de pintura individuales y colectivas, dramaturgo, habiendo escrito Ausentes, Mil Rostros, o Diálogo, y poeta, publicando los siguientes libros: La mirada inicial (Ed Cultural Myrtos, 2007), Lugar de las gacelas, (Ed Edicions 96, 2008), La rotación del puzzle (Ed Ayuntamiento de Loja, 2008), Llaves extremas (Ed Vitruvio, 2010) y Campo base (Ed Alfar 2012). Con su última obra, Las horas abiertas, muestra su lírica más desnuda, su hábil ejercicio de desvetir de lo accesorio a la palabra hasta llevarla al terreno de la sencillez y la emoción. Poemas desprendidos del adorno insustancial, reducidos hasta llevarlo a la raíz de la fecundidad, hasta el terreno en el que el verso se transforma en vehículo transmisor de la esencia del sentimiento.
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Poema XX, Las horas abiertas, Tobías Campos Fernández
Ediciones En Huida - Tobías Campos Fernández - Las horas abiertas -
Poesía En Tránsito
Poesía En Tránsito
Poeta de marcada laboriosidad, enfático trabajador de las palabras, con esta obra logra capturar distintas emociones en cada uno de los versos de los que se rodea, en cada palabra pulida como orfebre, desprendida de sí, entregada al lector.
© de los poemas: Tobías Campos Fernández © del prólogo: Alicia Bayo Barroso © Maquetación y diseño: Martín Lucía (mediomartin@yahoo.es) © de la ilustración de la portada: Raquel Eidem Blázquez y Martín Lucía ISBN: 978-84-940091-2-9 Depósito Legal: SE 3710-2012 Está prohibida la reproducción total o parcial de este libro, al igual que su incorporación a un sistema informático, su transmisión en cualquier forma o por cualquier medio, sea éste electrónico, mecánico, reprográfico, gramofónico u otro, sin el permiso previo y por escrito de la dirección del centro.
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Poesía En Tránsito Colección de poesía Las horas abiertas Volumen 1
Las Horas Abiertas
Tobías Campos Fernández Ediciones En Huida
Prólogo Vestido de intemperie En Las Horas Abiertas, el que es su sexto libro publicado hasta la fecha, Tobías Campos nos presenta un poemario que nace con vocación recopilatoria, pues comprende un período de escritura que va, aproximadamente, desde 2004 -su punto de arranque lo tiene en un documental sobre James Joyce en el Festival de Cine de Sevilla- hasta 2011, según indica el propio autor, quien también nos aclara el nacimiento de esta obra: “la idea de recuperar parte del recorrido poético, de sentir que la poesía es un proceso en marcha, donde todas las etapas aportan sus granos de sentido”. Y si el título anterior, Campo Base, respondía a una declaración de principios -preparativos para nuevas sendas-, el que ahora nos convoca quiere ser un enlace, un guiño de unidad con el primero de sus libros, La Mirada Inicial, donde “las horas abiertas” ya era el verso de uno de los poemas: “Las siete menos cinco/ y no puedo ser violín; //inútilmente reclamo/ en las horas abiertas”. Una idea de apertura que nos remite a las rutas que nos brinda el tiempo, al devenir aún por visitar, a la libertad para crear y vivir, a querer superar límites, conectándonos con nuestros deseos, con nuestra “sede de posibilidad”, según expresión del poeta. ¿Y no es esta posibilidad en el tiempo lo que, precisamente, ha propiciado que un poema de su primer libro inaugure ahora el último…? Adentrados ya en sus páginas, nos encontramos los poemas agrupados en cinco secciones, escenarios, o “zonas del poeta”; Colina, Grullas y Hombres, Oscilación, Danza Inmóvil y Rudimentos. En ellos se aprecia una de las marcas que perdurarán en Campo Base, el uso de un léxico que nos evoca, en gran parte, el fluir de la naturaleza, invitán7
donos a recuperar de ella dos lecciones magistrales: belleza sin espejos y sencillez anónima. Estos cinco apartados son, asimismo, un recurso más de que se vale el poeta para introducirnos de pleno en la escena, para sentirnos un actor más en ese cuadro que ha iluminado su inspiración. Graneros, aserraderos, colinas… son imágenes que todos hemos ya compartido en algún tiempo-lugar, aunque necesitemos a la poesía para recordarlo. El primer escenario, Colina, se nos muestra poblado de palabras que nos llevan a parajes naturales y aldeas –ladera, puesto de comidas, acantilado, paseo- y sus rituales –carreras de muchachos, reunión de ganaderos...-. Elementos todos ellos que, con su carga simbólica, sirven al autor para hablarnos de temas tan variados como la competitividad desmedida en “Carrera”, el mundo de los intereses en “Ligero bullicio”, la nostalgia en “Circo Gallery” o el vértigo de ser en “Leyendo en el acantilado”. Entre todos ellos merece, bajo mi punto de vista, una honda reflexión “Tendero”. ¿Quién o qué es?, ¿dónde aprendió su decepción remota?, ¿por qué no pudo volver de la trastienda?, ¿dónde están nuestras semillas? En esta parte, además, sorprendemos al poeta –un rasgo nada habitual en Tobías- expresando sensaciones de una forma especialmente directa, como el grito en primera persona de estos versos de “Ladera”: “A veces tengo miedo,/ mucho miedo”. Por último, destacar que en esta sección –si bien es algo que ya se inicia desde el mismo título y que atraviesa todo el poemario- está presente la búsqueda de uno mismo, las rutas de orientación interior, el viaje íntimo que lleve nuestros ojos a nuestro corazón y a nuestra mente, atentamente revisitados. Ello lo consigue el autor en versos como los de “Paseo”, donde, en una invitación a la lucidez, nos recuerda
que sólo nosotros nos podemos conducir a nuestro centro. Y en la misma línea, el poema “Huésped”. En el segundo espacio que nos propone Tobías, Grullas y Hombres, el ser humano puede migrar, como un ave más, “Bandadas /de hombres y grullas / se dirigen al Suroeste”, la presencia humana retrocede y los elementos naturales toman el relevo, al tiempo que nos sitúa en el paisaje puro, radical, del invierno. En las montañas y los lagos nevados, tan inhóspitos, el poeta encuentra la fuerza y la intensidad. Es la búsqueda ascética, la mística sin ambages de la naturaleza, su intemperie. El poeta dice: “Quiero el simple lugar: la nevada y su deshielo…” o “La lluvia es/ el único lenguaje// que acude a lo descrito” -es decir lo que ya tiene su nombre- “.....y lo mejora en circular// cosecha por el aire”. Para el poeta la lluvia es superior a las palabras, y por ende, a lo convencional que forma parte de nosotros. “A solas miro/ el patio mientras llueve”, por su parte, es una visión sencilla de lo inevitable, mientras que “Silencioso frío”, nos habla del temor atávico del hombre. Y es que ser poeta es no renunciar nunca a la búsqueda. Así, Tobías nos rescata un paganismo sagrado en unos paisajes que no nos necesitan. Veneración por el “estar en sí” de la tierra. A nivel formal, por último, señalaremos que los poemas aparecen desvestidos, sin título, como en un anhelo de pureza que recorre este apartado. Al entrar en la tercera zona poética del libro, Oscilación, observamos que de nuevo aparecen los títulos de los poemas, y así también, Tobías regresa a los elementos sencillos y cotidianos -básculas, comerciales, ropa tendida, cosecha-. Lo cotidiano lo es por repetido; lo repetido compone la abstracción, es decir, el inicio de lo simbólico. Para el autor esta sección también representa en muchos de sus poemas el 9
reflejo de puntos de asombro, de momentos de perplejidad que el poeta considera una de las raíces de lo poético y del ser del hombre que mira y sabe ser mirado. La Oscilación además refleja la dualidad, el encuentro de los opuestos, un concepto ya abordado en otros poemarios y una constante en su poética, ya que como él mismo expresa: “oscilar es no inmovilizarse en una sola sede, ser humilde para ir buscando, tanteando…”. Ejemplo sencillo de ello lo encontramos en “Ropa Tendida”. Además, aquí, como en otros libros, se muestra un fructífero diálogo con la pintura, su otra gran pasión, haciendo un pequeño homenaje a uno de sus pintores favoritos: “Pinturas de E. Hopper”, o con la escritura misma, sea cual sea su género en los versos de “In Albis” y “Escribir”. El escenario Danza Inmóvil, cuarta parte del libro, que tuvo su arranque en 2005 con lecturas de Carlos Marzal y Vicente Gallego, entre otros, nos habla de un sujeto poético que cree necesario “Seguir despertando” como “testigo radiante”, título y verso de uno de sus poemas. Y para conseguirlo no es necesario recluirse, sino que bien puede consistir en “…una oración a la intemperie…” donde los árboles permitan “…ensimismarnos / fuera.”. Ese estar y ser con amplitud requiere, eso sí, olvidarnos de disfraces y artificios, algo que el poeta nos recuerda en “Piruetas” y “Acuden”; admitir la dificultad del camino y las interrogantes de éste , como se expresa en “Jarrón” y en “Nuestra niebla”; y saber, por último, que los comienzos y su ingenuidad potencial son siempre grandes aliados en esta decisiva labor, como se recoge en “Inicios”. Y a estas alturas del libro, quisiera destacar, como compendio de toda la mitología desplegada, un ejercicio tal vez inconsciente del escritor, una imagen que surge de la corriente subterránea que es toda búsqueda iniciática, conte-
nida en el poema “Travesía”, que dice: “....Sucede sin cesar /la rueda madre.// Lámpara feliz de travesía,...// En bravo son la tierra gira,/ como animal de círculos besados”. Llegamos, como en la meta final del viaje, al arquetipo alquímico de la rueda de la vida, o la carta de El Mundo en el tarot mítico. Rudimentos es la sección que cierra este poemario, y en ella el autor regresa a uno de sus lugares predilectos a la hora de escribir: la brevedad compacta, la desnudez sintética; de hecho, los poemas se presentan con sobrios números romanos. Su temática es muy variada, y se nos muestra, como siempre, bajo la máxima de lograr expresividad y contenido con el menor equipaje posible, otra constante en la obra de Tobías. Se reúnen en él poemas que giran en torno al tiempo o a la hipótesis de un mundo sin él: “sacaron todo el tiempo del tiempo” (VII); a la monotonía y obediencia en circuitos interminables que nos impiden la intensidad espontánea: “otra banda de música// impedía el final” (X), y “Salta el leopardo// para complacer// al mundo” (XIII); a la concepción del propio mundo como espectáculo, como farsa en “Iluminación/media” (XXIII) o a la muy frecuentada por el poeta espera fértil de “Aperos brillan en la noche” (IV). En definitiva, en este nuevo libro, en este nuevo “intento de decir”, Tobías sigue apostando por la entrega a la existencia, por la apertura de nuestra percepción, por el despliegue y amplitud de nosotros mismos, sin esperar confirmación. Y ¿cómo llevarlo a cabo? Él nos propone afinar nuestros ojos y nuestra sensibilidad, nuestras manos y reflexiones, tanteando, oscilando … en poemas como “Seguir en plenitud las rutas del asomo” (XIV), para perseguir algún rastro de sentido, “Cuánta luz si las piedras cantasen en mis dedos” (XV); sabiendo que dos elementos cruciales nos acompañarán en esa búsqueda: la incertidumbre o niebla que nos 11
impulsa a convertir en brújula cada árbol, cada verso; y la sed, esa gran región tan fértil que alimenta vida y poesía a partes iguales: “Cada lejanía nos restituye a sed” (XXIV). Esa sed necesaria, compañera incesante de quien toma el papel y escribe, y de quienes abrimos un libro de poesía. Disfrútenla. Alicia Bayo Barroso
“Las siete menos cinco y no puedo ser violín; ínútilmente reclamo en las horas abiertas.”
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Colina
Carrera Deslumbrante mañana de sábado; la carrera alrededor de la colina ha comenzado. Numerosos muchachos de las aldeas próximas compiten. Los más aventajados sonríen a la gente que les vitorea. Se sienten seguros, fuertes. La luz se desliza por sus hombros. Viva la victoria, cada zancada les lleva a la cima. Algunos se retiran agotados, sigue la competición, aplausos para distinguir a los mejores. Los muchachos escuchan sus latidos. Deslumbrante mañana de sábado. Los niños imitan breves carreras espontáneas, todos quieren vencer, ardua vida entregada a vencer. Leyenda de los muchachos más veloces, remota historia de los primeros, pequeño puesto de comidas,
orla de laurel.
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Tendero Me conoce desde niño, le conozco desde que empezó a regentar el comercial: ingenuo, robusto, con el horizonte abierto en su camisa. Ahora me mira desconfiado, ni siquiera triste. Me mira y baja a la trastienda buscando las semillas que quiero sembrar. Tarda en volver días, semanas, siglos, no vuelve, no puede volver: la trastienda le ha vencido. Salgo sin las semillas, sin sus futuras voces, se ha levantado mucho frío,
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no nieva.
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Rumbos Vapor en los cristales. Con mi dedo índice trazo un camino principal: derecha, curva, descenso. También las gotas describen senderos decididos que se unen al mío como rumbos fugaces. Mi dedo índice medita, las gotas se arrojan.
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Ladera A veces tengo miedo, mucho miedo; me escondo en la ladera y nunca estoy seguro de cuando es hora de volver: para ser devorado, para ser amado, para ser nuevamente viaje quieto.
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Aserradero junto al r铆o El olor a madera emociona el aire, lo cubre de sentido. Aroma sin juicios ni contiendas; pura sucesi贸n de troncos deslizados cauce abajo. Flotando en la laguna sur los 谩rboles son restos de un naufragio an贸nimo.
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Viento La parturienta grita desde el centro de la tierra; el niño que nacerá juega ya con el barro; silba el viento fuera, la parturienta abre la luz.
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Leyendo en el acantilado
Me mira el vĂŠrtigo y escribo mi nombre a pie de pĂĄgina -letra entre las letraspara ponerlo a salvo.
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Circo Gallery Tras su marcha quedaron en el solar trozos de redes acrobáticas, excrementos de animales dóciles, cuerdas importantes, retales de tela descolorida y algunas planchas rotas de cartón, similares a nubes.
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Sendero El primer sendero que llegaba hasta el pueblo ha desaparecido entre las hojas y los esqueletos invisibles de insectos an贸nimos.
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