Los huecos de la memoria

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Los huecos de la memoria Rafael de C贸zar Ediciones En Huida



PRÓLOGO 9 UNAS NOTAS INTRODUCTORIAS 15 LA COPA DE LOS ECOS 19 Hace frío 21 Con mi carne 22 Cuántas páginas 22 Aún envejecen 23 Ya clavaron los ojos 24 Buenas noches 26 Cubre la ciudad 28 Asomado 29 Les jours 29 Pájaros 30 En los campos 31 El tiempo 31 Acepte mi mano 32 La soledad 33 Poética 34 Una noche 35 Igor 36 Te decía así 37 En la frente 38 Yo me bebo 39 Los cristales 40 Y tú, bendito 42 Prerrafaelismo 43 Ya era hora 44

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SOMBRAS DE TUS ECOS 47

Sombras de tus ecos 49 Esa sensación 50 Los mínimos impulsos 51 Ausente 52 Ayer 53 Cualquier día 54 Momentos 56 Cala Medialuna 58 Recorrer a fondo 59 Se fue al amanecer 60 Monólogo de la memoria 62 Aguadulce playa 63 Para qué seguir 64 Tal vez en unos años 65 Avanzo 66

POESÍA VISUAL 69

Nota sobre los poemas 71

Homenaje a Pablo Picasso 73 Estado 75 Esa especie de síntesis 77 Impreso 79 Homenaje a Antonio Machado 81 Si pudiera 83 Sobre su piel 85 Benditas adolescencias 87 Voy viajando 89 Si alguna vez 91 Tu voz 93


A todos mis maestros de escritura y ademĂĄs amigos, con los que personalmente convivĂ­ y mantengo reverdeciendo en los huecos de la memoria, asĂ­ como a aquellas que me motivaron mis escritos, o las que hoy impulsan mi vida, Natalia y Ana.



PRÓLOGO I Cuando conocí a Rafael de Cózar, poco tiempo después de morir Franco y yo regresar del exilio parisino, una explosión de vida, creatividad, amistad, entró en mi existencia. En la colección literaria Guernica de la editorial Zyx, que dirigía, pasó a ser uno de mis colaboradores. Sus poemas aparecieron en Nueva Poesía 1: Cádiz. Cózar, Fito, no podría llamarle de otra manera, entroncaba con el postismo, el romanticismo, la poesía visual, el erotismo. En la larga y preciosa introducción que realizó Carlos Edmundo de Ory para aquella obra, subrayaba: “Rafael Sin Nombre y de Cózar, trovador. ¡Abobo! Te saludo con cariño. Tú eres ante todo un plástico. En tu poesía anda, como Pedro por su casa, el pincel. Ahí entran, otra vez, los colores en forma de fonemas en combinatorios semánticos… dando a tus versos tonalidades específicas”. La relación de la poesía con la música, el dibujo, la pintura se remonta a los orígenes de la memoria del ser humano. En un profundo trabajo que le publiqué en República de las Letras, Antonio Gamoneda lo expresa con precisión. Dice: “el primate se empeñó en ser hombre y, a partir de cierto momento, el determinante mayor de su humanidad no fue otro que la aparición en su vida del lenguaje… Recordemos las manifestaciones plásticas rupestres, las figurativas, que, en España, tienen, más o menos, entre 20.000 y 35.000 años de antigüedad. Los científicos, recientemente por cierto, se inclinan a opinar que tales posturas comportan un “pensamiento crítico y prefilosófico”.

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Recomiendo la lectura del libro de Rafael de Cózar Poesía e imagen. Rafael de Cózar, como su admirado Carlos Edmundo de Ory, es uno de los poetas que nunca separó, por otra parte, esa simbiosis que se da de poesía y de vida. Ory fue uno de los grandes amigos, compañeros de Fito, y sin duda que le influyó con su obra y su quehacer poético y humano. Hubo un tiempo en que pasamos, en Sevilla o en Amiens, en correspondencia más tarde, largas horas juntos. ¿Conversar, jugar, beber? Todo tenía cabida en aquellas hermosas veladas. Y Cózar era uno de sus grandes animadores.

II Rafael de Cózar, siempre en la estela del amor. Siempre en la huida de la huella de la muerte. Amar, y sufrir por el amor, un poema del propio vivir. Primero es el sentimiento, después es el dolor de ausencia y la necesidad de volcarlo en palabras e imágenes para sobrevivir. Tiembla en las marcas que dejan las quemaduras de la pasión mientras la memoria navega por los canales de la imaginación impregnada por el reciente pasado y las palabras atoran la garganta, pasa los dedos que resbalan en el vacío dejado por los otros dedos que han cesado de asirse a los suyos, y surge entonces el poema. Belleza de un poema amoroso que brota en el flujo de El Cantar de los Cantares. Es al tiempo secuela de la mejor poesía romántica. Si siempre decimos que la escritura es la vida, o que escribir es vivir, en Rafael de Cózar escribir, vivir, amar y luchar con la angustia del crecer hacia la muerte es una constante que cuando se profundiza en su compañía, más allá de la risa, el chiste fácil que explota en la reunión festiva, se encuentra agazapada en esa soledad que en el fondo siempre le acompaña en sus largas los huecos dememoria la memoria los huecos de la


duermevelas, en los presentimientos íntimos que guarda celosamente en su más recóndita sensibilidad. Preciso es entonces buscar en lo que no dice pero si escribe, por ejemplo, el poema “Tal vez en unos años”. Estar “en las horas anteriores y presentes del dolor”, cuando se es invadido por el frío y el miedo pero al tiempo se tienen infinitas ansias de vivir, de seguir viviendo. “No te mueras todavía, amigo”, que dice Vallejo en uno de los grandes poemas de amor de todos los tiempos. No nos dejes náufragos por tu ausencia, esas ausencias que tiemblan en los versos de Cózar. En la nota que antecede al libro Cózar habla de su gestación poética. Yo seguí la humana en aquellos ya lejanos años. Y si siempre fue entrañable y algo desvalido, entonces alcanzó regueros de angustia en el sufrimiento que por fuerza habían de desembocar en la creación literaria. Sin duda que aquella situación doliente contribuyó a unirnos de forma más profunda todavía. Acierta cuando dice que algún día recobrará esos reflejos del ayer en que fueron, porque serán efectivamente los ecos que dejaron para siempre. Porque en el dolor de aquel presente se estaba gestando ya la escritura del futuro. En su poema “Ya clavaron las horas” nos dice: Tal vez los perros que esperaban la noche, tal vez, amigo, se helaron en la calle. Ya mi cuerpo quisiera dejar de ser mi cuerpo.

Y uno recuerda su huida a Francia en busca de lo ya imposible, su propio cuerpo helándose en la soledad de una acampada que no podía rehacer el pasado perdido, siempre el pasado se pierde y gotea su nostalgia en la memoria. Que tampoco un último encuentro puede recomponer el cristal roto en mil frag-

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mentos. El eremita sin cartas recibidas encontraría después, sin embargo, sus propios ojos fundidos al reencuentro de la ausencia en los poemas inspirados en esta historia.

III ¿Qué es la poesía? Y, sobre todo, qué supone leer poesía… Como helados cuchillos traspasan mi sensibilidad estos poemas. Porque en muchos de ellos se encuentra la vida compartida, y en otros la memoria que no puede olvidar la crueldad del tiempo hecho siempre de pérdidas y ausencias. ¡Cuántos años transcurridos! ¡Cuántos viajes, palabras compartidos! La soledad es hacer el amor con la nada, la soledad es un trozo de noche en la garganta.

Y esa soledad de la que habla este poema es un reguero de imágenes que se precipitan en la memoria, y la memoria vuelve a dar vida a lo que motiva la escritura cuando Rafael de Cózar insiste en avivarla: la razón para elegir tu cuerpo como el más idóneo lugar para morir.

Remansada, asumida la ausencia en Los Huecos de la memoria, decantada la poesía que ya no grita por el amor ausente, sino que lo convierte en belleza, y regresa al juego, a la expresión plástica, a la declaración Poética. Muchos años han pasado desde que volcara en palabras y ritmos aquellos entonces candentes momentos de ausencias, y lo que era peor, los huecos dememoria la memoria los huecos de la


presencia de la ausencia. No había llegado todavía el tiempo del desgaste que conduce hacia el olvido. Palabras que sumergen las perdidas caricias mientras surgen las nuevas, en vinos ardientes que conforman imágenes sumergidas en otros ríos, los de Bécquer, Baudelaire, Rimbaud, para que los versos dibujen y superen el dolor. Ahora –siempre insistiendo: ¡cuántas cosas hemos vivido!, compañero amigo,- los leemos. Y al penetrar en ellos, aunque el lector no le haya conocido o tratado personalmente, puede imaginarse la estancia abandonada, la ropa perdida, los besos flotando y deshilachándose como vaporosas nubes en el gran cielo de los sentimientos, y un hombre, que nunca deja de ser un doliente niño, abandonado en la cama deshecha, llena de lágrimas, y contemplar su esfuerzo por incorporarse y pese a todo seguir viviendo. ¿Por qué la lluvia acompaña siempre el dolor de ausencia? Simbolismo, surrealismo, impresionismo, experiencia humana. Escribe: “si en los cristales se nos fueron los reflejos, veré si al menos puedo sorprender aún el frío esencial de la madrugada en los antiguos y lejanos besos… Entonces, en los cristales ya del sueño, podré decir con Ungaretti: “jamás me había sentido tan aferrado a la vida”.

Y el lector también se sentirá protagonista de estos poemas. Y esa es la esencia de la poesía: que lo particular se torne universal, que los sentimientos, las vivencias, los sueños personales, se tornen universales. Rafael de Cózar lo expresa en uno de sus poemas: Que yo recuerde, y lo recuerdo nuestra historia no tiene edad

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todos somos “náufragos de plata asidos a la misma roca” o “el tiempo acuchilla poco a poco, sin remedio, el camino agridulce de la vida”. Poesía y vida, o, si así lo queréis mejor: vida y poesía. También sentimiento y belleza. Eso, tan difícil y tan sencillo, es el poemario que ahora se publica de Rafael de Cózar.

Andrés Sorel

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UNAS

NOTAS INTRODUCTORIAS.

Este libro, elaborado entre 1977 y 1980, en dos partes, ambas inéditas hasta ahora, salvo poemas sueltos, publicados en revistas y antologías, se centra fundamentalmente en la temática amorosa, obviamente desde la experiencia de la pérdida amorosa, que es cuando realmente se vive y se comienza a entender algo de esta compleja cuestión, no por difícil, menos desarrollada a lo largo de toda la historia literaria. Efectivamente raras veces se escribe del amor durante su vigencia, ya que entonces es fundamentalmente experiencia humana, más que literaria. Uno está ocupado en sentir, no en racionalizar. Pero el ámbito de la literatura es sobre todo el de la memoria, ya sea real, o ficticia, lo que significa, en esa etapa de rememoración, que el amor ya se ha perdido. Gustavo Adolfo Bécquer, uno de los grandes poetas amorosos, lo dejó bien claro en su teoría poética, manifiesta sobre todo en las primeras rimas, pero más claramente en obras como Cartas literarias a una mujer, o su “Introducción sinfónica”, del Libro de los gorriones, así como en la reseña al libro La Soledad, de Augusto Ferrán. Para él, durante la vivencia amorosa el amante está centrado en percibir sensaciones, en vivir intensamente la experiencia: “cuando siento, no escribo”. Esa vivencia va dejando guardada en la memoria unas secuelas a las que llama “estado poético” y esa es la base que va dejando “como en un libro misterioso, las impresiones que han dejado en él su huella al pasar” las cuales “duermen allí agrupadas en el fondo de mi memoria,

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hasta el instante en que, puro, tranquilo, sereno y revestido, por decirlo así, de un poder sobrenatural, mi espíritu las evoca…”. Para él está claro que el proceso literario no consiste en narrar la experiencia amorosa, contar la historia, sino en evocar aquellas sensaciones que quedaron en la memoria, ayudados ahora por la imaginación y la fantasía. Frente a los románticos, ya no es el yo-real, sino el yo-poeta el que actúa, algo muy similar a lo que plantearon Baudelaire, Rimbaud o Mallarmé, padres de la modernidad, como Bécquer lo es en nuestra literatura. Me he extendido en resumir el planteamiento del poeta sevillano porque, como es evidente, lo comparto de lleno, a la vez que me sorprende la lucidez de sus ideas, coherentes siempre, tanto en sus textos creativos como teóricos. En mi caso existe además un complemento paralelo a este poemario que ahora ve la luz, y es mi novela El corazón de los trapos, que obtuvo en 1996 el “Premio internacional de novela Vargas Llosa”, publicado al año siguiente, pero cuya escritura coincide cronológicamente con esta etapa de fines de los años setenta. De hecho en la novela se incluyen varias cartas, una de las cuales, firmada por Andrés, pertenecía (y aquí no hay ficción) al escritor y amigo Andrés Sorel, autor del prólogo de este poemario que ahora ve la luz. De hecho la novela era la versión en prosa de estos poemas, una traducción casi literal de ellos en una nueva estructura, ahora narrativa. Si la novela se publicó casi veinte años después, el libro actual lo hace pasados los treinta, algo que no es infrecuente en mi caso, siempre reacio a sacar un libro a la calle, sin estar plenamente convencido. Como complemento, incluyo además algunos poemas los huecos dememoria la memoria los huecos de la


visuales de aquella misma época, línea de integración poemadibujo que inicié a principios de los setenta y que he mantenido hasta ahora. ¿Puede hablarse de autobiografía? Yo estoy convencido de que escribimos de lo que hemos vivido, experimentado, investigado, o estudiado, ya sea novela histórica, crónica de nuestro tiempo, o crónica personal, es decir, escribimos de lo que conocemos (ya sea vivido o investigado), pero no es tanto el yo-real el que escribe, sino el yoartista, que ya no es del todo el primero. Debo confesar que el tema amoroso lo he investigado, estudiado, vivido y padecido en abundancia, razón por la que predomina en mi producción, bastante dispersa por otro lado y más reconocida que conocida.

Rafael de Cózar

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La copa de los ecos



HACE FRÍO Hace frío esta tarde, hace frío y el polvo comienza a amontonarse como una húmeda piel sobre mi cuarto. Me levanto y en un verso apago el cigarrillo, escucho como pican los recuerdos, golondrinas de mi miedo son sus gritos, la espera de una llave que no canta, o los pasos que se pasan, o no llegan, esta puerta de cinabrio en mi castillo. Sus ropas, sin estar, están aún calentando con su cuerpo cada estancia, sus ropas y mis pocas... …es la manta el último lugar donde llorar, mi armario en un bolsillo y en el pecho el baúl donde guardo cada hora, mi nuestra compartida soledad... Que tú tal vez estás desnuda igual de triste con otro igual de triste que te adora... Mi hora ya ha llegado, la transpiro, te respiro y te recuerdo, solo queda que en aquella transparencia de tu cuerpo hace frío, hace frío esta noche, hace frío.

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CON MI CARNE Con mi carne, con la tinta que suda de mi vientre, con mi diente y la piel de las palmeras, con la vela que reza la distancia, con la seda de mi lengua y con mi hambre la química de tu cuerpo quisiera traducir.

CUÁNTAS PÁGINAS Cuántas páginas tal vez perdidas en las paredes del sur, blancos testimonios, cal y tinta de los días, testigos de soledad, año de 1977, de nuevo encuentro que escribo por herir los horarios imborrables del ayer… Temprano: la voz oscura -Lou Reed- notas caídas, lánguidas notas, antiguas nostalgias irlandesas que hablan de un país, una mujer clara, un amor y una historia más; aquí junto a mí hace frío, se inicia la noche pintada de lluvia y voy llevando mis vivencias a la espalda preguntando más de lo que debo y me permiten mis exiguas libertades los huecos dememoria la memoria los huecos de la


AÚN ENVEJECEN Aún me envejecen en la boca sus últimos labios, Aún quedan en el aire restos de su piel, Aún tengo un hambre de níquel en mi cama nocturna, Aún sabe a hierba su voz... …me como las horas, la espera, la puerta, su huerta de vellos calientes y dulces aún por mis dedos... En su vientre escondí una tarde un secreto, una gota en la boca, palabra indecible, palabra que grita en sus muslos mi huella y mi poca paciencia.

Me alegro de verte de nuevo feliz.

Te quiero. No es nada.

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