Mar azul, insomne tarde estrellada Guillermo Espinosa Ediciones En Huida
© De los poemas: Guillermo Espinosa Maquetación: Martín Lucía (mediomartin@yahoo.es) Coordinador editorial: Ediciones En Huida ISBN: 978-84-942802-3-8 Depósito Legal: SE 1563-2014 Está prohibida la reproducción total o parcial de este libro, al igual que su incorporación a un sistema informático, su transmisión en cualquier forma o por cualquier medio, sea éste electrónico, mecánico, reprográfico, gramofónico u otro, sin el permiso previo y por escrito de los editores. Contacte y haga su pedido (sin gastos de envío): ventas@edicionesenhuida.es
Índice de poemas
1 15
Unos ojos bajo la sábana
17
Porte
19
Hoy como ayer 2
23
Soy débil, débil soy
25
La Tierra de la Sed
27
Culto a un dios lugar 3
31
En el desierto
33
Antes yo tenía los pies anclados en la arena
35
Playa 4
41
Paseo al atardecer
43
Camino en línea recta
45
El viento fuerte penetra en los poros 5
49
Soy en este día naturaleza muerta
51
Avanzan las horas mientras
53
Mi hogar
Mar azul, insomne tarde estrellada Guillermo Espinosa
Mar azul, insomne tarde estrellada
A oscuras
Siento la pelusa
de tu barriga, sobre la mejilla mía. Tengo el sabor de tus botones, en los labios. En mis dedos, siento lo abierto de tus ojos, y delante de los míos, se queda tu piel, caliente, para mí, a la espera de pensar en nada más que mi piel...
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Guillermo Espinosa
Mar azul, insomne tarde estrellada
Ojos a una sombra,
en el borde de mi cama asidos, y mis ojos atados a lo azul de los tuyos, absortos en el reflejo de lo que me desvelas de a poco, antes de amanecer, y verme frente a tus pupilas, dormido.
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Mar azul, insomne tarde estrellada
Vainilla y fresa
Tengo en la memoria
la suave dulzura de tu piel. Y el sabor de vainilla y fresa, que no se va de mis labios. El brillo de tu pelo sobre la almohada, junto a mis manos. La forma de mirarme con tus profundidades azules-grises. Tu boca húmeda de melocotón, pegada a mi cuello convulso. Los aires de tu garganta ruidosa, para mis oídos hasta entonces sordos. El cuerpo desnudo sobre las mantas. Así es que te tengo en la memoria, y hablando, y mirando, y besando.
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Guillermo Espinosa
Regusto mineral
De la lluvia me cobijo en los anaqueles de tu alhacena, el vaho del cristal, es de otra boca esta vez, ya no juegan con el desván mis ventanas ¡Qué pena! Desde el reflejo tuyo del agua, no te he vuelto a ver. Llanos son los bordes por los que camino, torpe, lisos como filos de almendra, la hoja de mi papel, y se suma a la aurora, la talega vacía y pobre, del que solo tuvo mendrugos, si es que tuvo algo [alguna vez. Mineral el regusto, el brillo de tu no estar, salino el olor de la mentira, que corre despacio, imborrable el tacto suave del cielo de tu paladar. Deshecho queda el rumor reseco, portada de diario. Ausente de todo tú, mi corazón por momentos está, mientras la lluvia que no cesa, acaba por desesperar.
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Mar azul, insomne tarde estrellada
Con dolor de muelas
Monte de fresco verde me aguarda,
bajo tu manto de agua cristalina, olor de flores, miel y romero, despojado del polvo gris del tiempo. Una tras otra se suceden las imágenes que pueblan cada pliego de tela, que guarnece el dolor de muelas del que se retuerce la boca que paga besos y no traga monedas. Entrañable momento, en el que, apoyado en el rojo del metal mojado, nos dimos besos, también mojados, y hablaste sobre lo imposiBLE del nosotros venidero, y lluvioso, como entrañablemente me convierto solo, en un dolor de muelas, en un insomnio mandibular, en la lluvia que golpea incesante, el cristal.
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Guillermo Espinosa
Carioca
Las orejas gachas,
y en la izquierda, zahína mancha, despertando tu izquierda mejilla. Brasilero título el que te vio venir, y vueltas de campana lo que definió, al fin, tu talentoso, irrefrenable y nervioso savoiremanger. Desespero de tu ama, al llegar y notarte por entre todos los rincones de la casa. Y alegría al mismo tiempo, al compartir, techo y corazón, con algo vivo igual que sí misma. 21
Mar azul, insomne tarde estrellada
Normalización positiva
De madrugada bebí
tus lágrimas amargas, las aparté una a una del brillo acuoso de tus ojos. Sintiéndome desnudo, abrazamos nuestros cuerpos atrapados y entrelazados entre sí, tapados y a salvo. Tu aroma escarba y arranca los pedazos del jardín de mi memoria, y los deja llenos de ese olor indescriptible, de tu melena rubia, de tu espalda suave, de tus besos, tan tan apetecibles, inolvidables. Aquí queda tu ropa esparcida por el suelo, la luz de entre la persiana
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iluminando tus ojos de agua marina y nube, y esa sonrisa que de mañana me despertó respirando detrás mía, con el brazo por encima.
Guillermo Espinosa
De terrores nocturnos
En la mesa del bar
estábamos, y yo, en tu mirada mirándome, mientras en mi pecho, durmiendo estaba ella. Así pasaban momentos, minutos, cervezas, palabras, hasta que tu sonrisa me despertó del sueño ligero que ahondaba por debajo de mi abrigo, en una tarde en la que casi no hacía frío. Y hacia la hora del último beso, es que te cogí de la cara, y del impulso de las mejillas, se fue mi beso, porque tu quisiste, a parar a tu boca fría, besable.
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A las últimas palabras me abrazo, porque mañana quizás te vea, a lo mejor, tenga ese otro último beso tuyo, sino al menos, tu mano acariciando, como sin querer la mía…