POESÍA -:- La niñez, entre la lombriz y el cielo - Elena Mateos -:- Ediciones En Huida
No sé dejar de
poner parapetos a los extraños. Tampoco sé dejar de sujetar pergaminos y tinta, tanto que a la noche los ojos se enrojecen como en una historia de horror. Menos mal que la montaña me desata. Menos mal que el mar me libera del peso de la biblioteca. ¿Acabará mi espalda encorvada y mi pelo emblanquecido por la celulosa?
Poema XIII La niñez, entre la lombriz y el cielo, Elena Mateos
Tienes que saber nadar.
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Elena Mateos
Elena Mateos & La niñez, entre la lombriz y el cielo Poeta de cielo y tierra, Elena Mateos (Algeciras, 1991) estudia Filosofía en la Universidad Sevilla. Forma parte de la Escuela de Escritores Noveles creada por PAPEL desde 2006. Publicó un relato en 2008 al quedar finalista en el certamen “Letras del Sur”. Trabaja en poemarios inéditos y publica frecuentemente en su blog. Aún es joven. La niñez, entre la lombriz y el cielo es su primer poemario publicado.
Ediciones En Huida
Elena Mateos
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© De los poemas: Elena Mateos Maquetación: Martín Lucía (mediomartin@yahoo.es) Coordinador editorial: Ediciones En Huida ISBN: Depósito Legal: Está prohibida la reproducción total o parcial de este libro, al igual que su incorporación a un sistema informático, su transmisión en cualquier forma o por cualquier medio, sea éste electrónico, mecánico, reprográfico, gramofónico u otro, sin el permiso previo y por escrito de los editores. Contacte y haga su pedido (sin gastos de envío): ventas@edicionesenhuida.es
Índice de poemas
La primera creación
13 17 19 21 23 27 31
La creación de cada día No os avergonzáis Los que no tienen manos I II Bologna III IV
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Búho. Intelecto.
37
V
41
VI
43
VII
45
VIII
47 49
A distancia El arte IX Niñez Crecer X XI
17
XII
19
Demasiados alemanes
21
XIII
23
La 煤ltima creaci贸n
Elena Mateos
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La niñez, entre la lombriz y el cielo
La primera creación
Algo apareció ante sus ojos porque los abrió. Los tuvo cerrados, cuánto tiempo. ¿Lo divino tiene párpados? Qué pasa ante ti mientras el ojo ocupado parpadea.
Vio la luz y el trigo, también otros amarillos, que se sobresaltaron ante el pesado venir de su mirada. Vio la gravedad que atraía la corriente de los ríos, ellos procuraron mantener la calma y su misma velocidad, obviaron el ruego de la mirada celeste. 9
Apareció una luz incandescente con un halo fugaz rompiendo la noche, de cerca resultó ser un trozo de roca y fuego. La mirada no logró evitar saber lo que era esa estrella vista al detalle: era terrible. El ojo que mira al principio no puede juzgar. Un ojo perfumado de todo -de todo lo bueno, la caricia y la sangre de un parto, la flor y la primera luciérnaga que brilla. Un ojo perfumado también de lo malo, de los viejos que tosen y la sangre de una flechano quiere olvidar nada.
Elena Mateos
La mirada tiene un peso olímpico, las estrellas son clavos punzantes que mantienen abierto el párpado. El ojo no sabe cómo ha hecho nada. De dónde ha surgido todo. Es capaz de mirar hasta memorizar todas las arrugas de esas que las viejas esquivan en el espejo. Pero el ojo que mira a los hombres y a las mujeres desnudos, quiere ser corazón, quiere ser dedo. El ojo ha creado sólo abriéndose, el afuera no estaba o sí estaba, pero es suyo. Descender requiere perder lo que tiene,
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sĂłlo tiene tiempo de explicar mal lo que era ver bien. El ojo es ojo, la mirada siempre sufre la inmaterialidad. Las cosas soportan la sĂşplica olĂmpica, la envidia silenciosa, mientras intentan permanecer.
La niñez, entre la lombriz y el cielo
La creación de cada día
Se trata
de todas las cosas que ya están, que ya hemos visto, que si vemos de nuevas no sobresaltan. Hablo de lo cotidiano, tanto del valle donde se espesa la niebla como del momento en que la mañana cubre Venus como de la autopista que cruza ese mismo valle oculto. Cosas que cuentan para el ojo del muchacho, el ojo del castor, del huracán. La horquilla que se desprendió de mi pelo saltando en el concierto, el zapato que la arrojó al charco. El suspiro de mi madre cuando le dijeron que tenía una masa 13
extraña en la cabeza. La arena que él vio caer en su habitación al abrir la maleta del verano. La muerte de todos los abuelos. El diente de leche que nadie se llevó de debajo de la almohada. La tendencia de todas las cosas al contacto -los pies, los rizos, las risas, los coches, los amantesy la misma tendencia de todas las cosas a la dispersión -los coches, los amantesEl miedo de todas las veces que sales de tu casa para no volver hasta _ El miedo de todas las veces que vuelves a tu casa para reconocer sólo _ el sueño.
Elena Mateos A mis poemas
No os avergonzáis
de no decir cosas nuevas -pero os dejo temblando bajo el lago, pero no os señalo con cruces en el mapa.Si otras panteras nocturnas os huelen no habrá piedad. no salgáis a los claros de los bosques o a las cimas de los montículos. Cómo sobrevivir, no lo he descubierto. Bajo tierra rozaréis la extinción pero bajo el lago seréis borrosos y cambiantes para los que reman. 15
La niñez, entre la lombriz y el cielo
Los que no tienen manos
Los pintores plasman la formación pausada de las capas superpuestas de una imagen.
Los poetas - los que no tienen manos – escriben el gesto mismo la irrupción. Nunca deciden qué color o qué dolor fue primero.
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Elena Mateos
I
El amor
que hizo surgir a jirones la tarde que provoca la lluvia lĂquida y la primavera y la lava es el mismo amor que hace estallar tus extremos que trae tu ritmo lento y me lava. Ese amor estĂĄ ahora arrojado en el cuadro de algĂşn autor muerto un cuadro que representa un paisaje nevado sin fuego en la cocina. Ese amor late a veces bajo el tronco del invierno y yo muerdo el corcho 19
que me sube me sube mucho pero mis visiones no son el ardor necesario para fundirlo. El perro lo huele en mi mano infantil y lo lame el amor se va deshaciendo. Yo dejo el amor bocarriba en la palma de mi mano izquierda mientras la derecha acaricia al perro que lo diluye.
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