Álvaro Galán Castro & Ordo amoris POESÍA -:- Ordo amoris - Álvaro Galán Castro -:- Ediciones En Huida
Al fondo del verano la playa solitaria,
el verde amanecer de intrépidos muchachos nadando hacia lo hondo, sin inquina impelidos por el éxtasis pánico del buceo en lo oscuro entre escuálidas sombras y amenaza de aletas cruelmente apetecidas. En los bancos de arena la frágil calma chicha congrega tiburones. El miedo roza el pie. La umbría transparencia abre la boca y luce su triple dentadura. Más allá de la muerte se distingue la orilla y su cimbra de gloria. Los dos tiernos muchachos saben bien lo que pesa su flotar, la corriente les apremia a volver, pero igualmente saben que no hay vuelta posible a una idéntica playa.
«Al fondo del verano la playa solitaria», Ordo amoris, Álvaro Galán Castro
Al gran zambullidor bastan pocas honduras...
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Poeta náutico, Álvaro Galán Castro (Málaga, 1979) es licenciado en Derecho y en Teoría de la Literatura y Literatura Comparada. Ha publicado los poemarios El lucero del ala (Premio de poesía Malagacrea 2001) y El cuerpo eléctrico [La canción de amor de Paolo Cinelli] (Monosabio, 2010). Ordo amoris (Ediciones En Huida, 2013), su tercer poemario, es una celebración de la materia (y de la antimateria), sentida como sustancia trascendente. Fruto de una cosmovisión en la que el universo, ser animado, se rige por un logos emocional, un discurso cifrado en leyes que superan la inteligencia humana.
© De los poemas: Álvaro Galán Castro Maquetación: Martín Lucía (mediomartin@yahoo.es) Coordinador editorial: Ediciones En Huida ISBN: 978-84-941773-0-9 Depósito Legal: SE 2108-2013 Está prohibida la reproducción total o parcial de este libro, al igual que su incorporación a un sistema informático, su transmisión en cualquier forma o por cualquier medio, sea éste electrónico, mecánico, reprográfico, gramofónico u otro, sin el permiso previo y por escrito de los editores. Contacte y haga su pedido (sin gastos de envío): ventas@edicionesenhuida.es
Índice de poemas
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1.
Dedicatoria Con estos versos que ahora yo te escribo…
2. I. I. II. II. III. III. IV. IV. I. V. V. VI. VI. VII. VII. 3. I. II. III. IV. V. VI. VII. VIII. 4. I. I. II. II. III. III. IV. IV. V. V. VI. VI.
Fructífera Un mediodía ocioso, … Los glaucos aguacates no ignoran… El limón consagrado nunca da… Las luces del naranjo por poco no revientan… Ya puestos a pedir, pidámosle al aceite… La aurora añil desova… Germine al fin en mí con dolor… Desértica Sabrás que este camino es arduo… Simón el Estilita no tiene quien le tiente… Cascabel de Sonora, soledad sin más eco… Hubo el tabú de un árbol indicando… Un hoyo en Atacama recuerda al viajante… En el Takla Makán suena un viento… El desprecio a la sed se costea en Tabernas… Marina Al fondo del verano, la playa solitaria… Al gran zambullidor bastan… Del ferry a Santorini mantuve este salitre… Quien soñó esta acuarela… Antaño en los fiordos de la isla de Baffin… Cornucopia del mar, yacimientos marinos…
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VII. Gira el faro tenaz en la terca tiniebla… VII. VIII. 5. Astronómica I. Una estrella pulsante… II. Vinimos de Panspermia tras un largo viaje… III. Yo, Claudio Ptolomeo, bien sé… IV. Pobladores del mundo… V. De galaxia a galaxia casi todo es vacío… VI. El año del señor mil millones un lustro… VII. Entonces, el amor, la astral llave maestra… VIII. 6. Amatoria Ars amandi Implosión de una masa fisionable subcrítica esférica Punset y la enigmática Mitocondria Starry night o la inquietante acción a distancia Erich Fromm y el autómata erotómano Max Scheler y una antigua creencia del Japón Narcissus poeticus
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7. Ordo amoris ¿Y quién nos juzgará, amor, cuando a la tarde…
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Yo me he consumido en el tiempo, cuyo orden desconozco. Mis pensamientos –lo más íntimo de mi alma– se ven despedazados por la tumultuosa multitud de variedades, hasta que me funda en ti, purificado y derretido en el fuego de tu amor. Agustín de Hipona
1. Dedicatoria
Álvaro Galán Castro
Voilà que d’être seul au pluriel s’ècrit comme aux ronces la mûre… Louis Aragon
Con estos versos que ahora yo te escribo quisiera compensarte en algún modo la gracia que me das de estar en todo y el calor que no doy, pero recibo de tus manos cargadas. Hoy lo exhibo sin trampa ni cartón y sin apodo: Amor, amor sin más, amor a rodo, único dios constante y genitivo. Por amor este libro te consagro y ya en cada palabra te me ofrezco, aunque sea este don enjuto y magro comparado al amor que no merezco y, a tu entrega tan dulce, fruto agro: con tu amor, si iba verde, lo enrojezco.
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2. Fructífera
Ahora aislados se llenan gérmenes infinitos envueltos en el seno materno del fruto que se hincha. Y aquí el anillo de las fuerzas eternas de la naturaleza [se cierra; aunque enseguida otro más nuevo se coge al precedente, pues la cadena se proyecta hacia adelante a través de [todos los tiempos. Johann Wolfgang von Goethe
Álvaro Galán Castro
I
Un mediodía ocioso, del claror acérrimo
con que el sol da alimento y ceba a los membrillos y rezuman su luz, membrillar venerable, los almíbares cálidos del crisol de septiembre. Un mediodía claro, una piara de mozas rollizas y opiladas cuyos pómulos rúbeos palidecen al cénit, cuyos labios en sangre enmudecen en el oro de los frutos solares. El membrillo nimbado, la bellota tardía en cuyo corazón la leche cruda estalla como si de un pezón galáctico surtiera. La crisóstoma Eva ya no monda manzanas para el bueno de Adán, solaz monda membrillos, pone a cuajar sus carnes en la íntima quesera.
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Ordo amoris
II
Los glaucos aguacates no ignoran que se dora
la mantequilla virgen, la yema de sus huesos fecundada por luces igualmente esferoidales que insuflan hasta el tuétano ese rotundo pneuma que les pesa en el alma. La manzana de Newton ya cayó asoleada, con más fofas inercias, sobre el mono de Darwin. Trascendido el reptil de su piel, la verdosa mole miel amarillea como a veces el alba da sus óleos al monte y al tupido profundo y la espesa membrana de las malladas selvas del vergel de Almayate, las flores del Caribe, los regadíos moros, la vena a carne abierta de las áureas acequias que irriga el corazón de los aguacateros.
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Álvaro Galán Castro
III
El limón consagrado nunca da una limosna
porque entero se inmola y su copa vacía con el mínimo gesto de su espléndida mano. Estos astros ceñibles que te funden la lengua y extremistas conjugan jugos del sol naciente con sus flores sin diente, mordisquean el alba por licuarnos la luz y exprimirnos los ojos con fogosos frescores, quemaduras maduras que te llagan el alma a hielo lento y puro. La rodaja en el cáliz, rosetón del milagro renovado en el vidrio del hogar pordiosero del daimón culinario, que, alegóricamente, te convierte si vierte, con el puño cerrado, gota a gota el maná del humilde puchero.
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Ordo amoris
IV
Las luces del naranjo por poco no revientan
de puro conmoverse sus órbitas tan íntimas con las que sorbe el orbe, la exacta y surta llama que la sombra penetra. Ni el huerto se clausura, ni urdir cartografía de Cártama se puede por falta de una mano, callosa pero monda, que abarque el firmamento. Fanal de la naranja, señal del sueño Sur que alumbra el puerto umbrío, promesa de un refugio de bóvedas rugosas. Los fuegos más sinceros por poco no le estallan a dios en su cortijo, polvorín del origen: como ombligos del mundo nos dejó sus migajas y nos dio la navaja que desgaja, sedienta, el aleph del mendigo al colmar su escudilla.
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