Recuerdos de un tiempo vivido

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Francisco Vélez Nieto (Lora del Río, 1935.) Escritor, poeta y comentarista literario. Presidente honorífico de la Asociación Colegial de Escritores de España en Andalucía. Tiene una amplia obra publicada en verso y prosa. En el campo de la cultura ha venido desarrollando una constante apuesta y actividad en favor del libro y la lectura como base sólida para el desarrollo justo de un pueblo. Como comentarista literario colabora actualmente en Argenpress Cultural, Papel Literario, El Librepensador, Diario Siglo XXI y República de las Letras. Algunos de sus libros son: Itálica y otros poemas (5º edición), Poesía unida, De soledades y desencantos, Guía oculta del Parque de María Luisa (Paseo secreto entre glorietas y poetas), Itálica y San Isidoro del Campo (Guía para el paseante). Tiene además publicadas diversas antologías poéticas.

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Un reencuentro con una época pasada, pero no olvida-

da, sirve de base al autor para reunir entre el ensayo, el relato y la poesía, diversos aspectos de su vida, así como distintas remembranzas vistas desde la madurez. Francisco Vélez Nieto confluye con esta labor en un espacio que ha cambiado, haciendo acopio de ecos exactos y nítidos recuerdos de juventud. Con un lenguaje bello y sereno, el autor nos descubre aspectos y lugares que han estado presente en su memoria y que ahora nos brinda dentro de una obra determinante.

Con la colaboración de:

Francisco Vélez Nieto - DSK - Recuerdos de un tiempo vivido - Ediciones En Huida

El Autor

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Otros títulos de la colección

1. El hombre no mediático que leía a Peter Handke Edgar Borges 2. Julio Mariscal y la revista Platero Francisco Basallote 4. La carta Bonsor Emilio Morales Ubago 5. La cuestión israelí Antonio Basallote Marín 7. Todas sois iguales Nerea Riesco 8. Nosocomio. El diamante negro. Tania Padilla 9. El Afrika Star Ignacio Sánchez Sánchez

Colección DSK - Relatos

Ediciones En Huida



Francisco V茅lez Nieto

Recuerdos de un tiempo vivido Cr贸nicas y Poemas


Š de los textos: Francisco VÊlez Nieto Š de las imågenes: ACAL Maquetación: Emilio Morales Ubago Coordinador editorial: Ediciones En Huida ISBN: Depósito Legal: 6( Estå prohibida la reproducción total o parcial de este libro, al igual que su incorporación a un sistema informåtico, su transmisión en cualquier forma o por cualquier medio, sea Êste electrónico, mecånico, reprogråfico, gramofónico u otro, sin el permiso previo y por escrito de los editores. Contacte y haga su pedido (sin gastos de envío): ventas@edicionesenhuida.es


A Dorit, mi mujer.


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- Prólogo -

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in lugar a dudas estamos de enhorabuena. Un hijo pródigo vuelve de su exilio espiritual, que no físico, a la tierra que le vio nacer y crecer. Francisco Vélez Nieto regresa de una Sevilla que ha hecho suya y de un mundo de letras donde se mueve con la facilidad y elegancia del animal literario que es. Del mismo modo, la Agrupación Cultural “Amigos de Lora” retorna a una actividad que las circunstancias y el tiempo hicieron que se demorara hasta épocas idóneas, pero que nunca dejó de abrigar como uno de sus principales objetivos, que no es otro que el de parir libros con contenido y temas locales. Se determina así uno de los fines primordiales con el que nace esta Asociación: “Recoger y aunar todo cuanto forma parte de nuestra cultura, desde las manifestaciones más sublimes a las más sencillas”; y esto de la creación literaria no deja de ser un paso más con el que crear una auténtica conciencia cultural en nuestra localidad. Francisco Vélez Nieto en su periplo intelectual ha destacado como escritor, poeta y crítico literario. Transmite con el sosiego que dan los años un saber sobre mundos y épocas que le permiten describir una aventura vital que más de uno quisiéramos para nosotros. Sin embargo, Paco, como le gusta que le 7


llamen, retorna a nosotros con esa modestia que le caracteriza como hombre de letras, sencillo y sereno. Y no viene de vacío, nos trae un regalo. Esta obra con la que nos obsequia está repleta de sus recuerdos, de sus pensamientos, a veces escritos en su exilio a veces reflejados en una de sus muchas visitas. En definitiva, esta obra pone de manifiesto el reencuentro del escritor con sus raíces, transmitiéndonos su intimidad con sencillez, sin prisas, con la tranquilidad que da la madurez de una vida plena de experiencias, el mejor de los equipajes. No nos queda sino agradecer a Francisco Vélez Nieto, el que haya designado a nuestra Asociación como depositarios y albaceas de este rincón de su memoria, convertida hoy en letras. Bienvenida sea. -A.C.A.L.-

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- Introducción -

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odo hoy es mañana y pasado que va posándose en la memoria. Allí se refugia, espera formando suma de vivencias siempre atentas, pendientes, deseosas de ser consultadas, nostalgia y recuperación de lo vivido. Así reaparece el pasado como recuerdo y testigo del ayer. Llega igual que las manillas de un reloj girando hacia atrás, como si la tierra girara al revés alrededor del sol. El pasado que fue presente puede estar triste o alegre, pero vivo gracias a esa ventura del ser cobijado en la memoria y que impide su desaparición. Aunque por muy variadas razones, a veces quienes guardan aquel presente, que ahora es pasado, desearían no poseerlo, pero nadie puede desposeerlo de su verdadera autenticidad. Se disimula, a veces fingiendo, pero resulta imposible. La conciencia está a ahí en la bondadosa mansión de la memoria, siempre insobornable. Son secuencias que muestran con sencillez diversas facetas del pasado que retornan al presente. He procurado darle vida literaria y humana, incluso cuando pueda resultar crítico, porque lo sucedido lo exige. Pero no hay nada de vengativo, yo perdono, mas no olvido gracias a la memoria. El autor 9


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“Las casas nuevas están más muertas que las viejas, por que sus muros son de piedra o de acero, pero no de hombres. Una casa viene al mundo no cuando se acaban de edificar, sino cuando se empiezan a habitarla. Una casa vive únicamente de hombres, como una tumba. De aquí esa irresistible semejanza que hay entre una casa y una tumba. Solo que la casa nutre de la vida del hombre, mientras que la tumba se nutre de la muerte del hombre. Por eso la primera está de pie, mientra que la segunda está tendida” César Vallejo Del libro “Nómina de huesos”

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Los adioses finales

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on los años se nota el palpitar en los adentros con cierta agitación, son los primeros adioses de amigos junto a aquellos otros que iniciaron a uno en el sendero de mi vida a entender el manejo correcto de las cosas, trato y estilo de saber estar. Como el manantial continuo que ofrece la lectura a medida que crece el cuerpo y se abre la mente y el pensar se asocia más y más a esos maestros, también a los ídolos, de los que cualquier humano está necesitado como alimento para hacer camino al andar. Y cuando, unos tras otros, con pausas en el tiempo, van dejando sus identidades tras los últimos adioses permaneciendo en la memoria, porque han dejado huellas de riqueza en los interiores. Pero llegan los días en los que el tiempo vivido se tiñe de tristeza, aunque la edad desafía y acepta el pulso con coraje por esa necesidad de vivir pese al impacto. Mas la existencia se aminora, aunque continúe alumbrando desde la mansión de la memoria, gracias a ellos. La inmensidad de los días fueron creando ídolos, maestros de la literatura cercanos a los clásicos, se podía sentir el rasgueo de sus plumas creadoras, a veces incluso hablar con ellos, tener intercambios de criterios. Ocurría igual con algunas mujeres del universo estrellado del celuloide, y se envidiaba al vaquero valiente, al detective inadaptado; al eterno perdedor que, 13


pese a todo, al final besaba a la dama. Cuántas veces se soñó una aventura como la de “Casablanca”, de “Solo ante el peligro”. Fueron necesidades con las que llenar la existencia frente al vacío de la rutina y congoja diaria; sin soñar, volviéndole la espalda a la fabulación, la vida para toda persona sensible no tiene razón de ser, carece de sentido y fragancia. Mas el tiempo vivido va ampliando el calendario de los recuerdos, cada vez que viejos amigos, compañeros de juego y de sueños, de revoluciones inconclusas, ídolos, sencillas personas que lucharon por la vida y maestros, van dando sus últimos adioses. Adioses en la gran mayoría lanzados al viento, llegados en una noticia impronta, porque nunca se dejó de tratarlos y admirarlos, sin que jamás dejaran de ser algo de uno, esa propiedad que el ser humano adquiere en el silencio de la intimidad y en agradecimiento de la memoria, hacia aquellos que te enseñaron el difícil equilibrio de saber estar y responder. Y de pronto percibes que ha empezado la cuenta atrás, que todo un estilo, una manera de entender la sociedad y el comportamiento adquirido de estos maestros, los sueños y deseos de cada día son menos. No es que se sienta uno aislado, la vida continúa, se intenta no perder el paso, tampoco el ritmo, siempre con la filosofía que al final del año el mastín habrá corrido más que el galgo. Pero la soledad, pese a la comunicación contra el aislamiento, avanza inexorablemente, sin piedad, como razón impuesta. Y sucede que esta soledad te golpea en la mente incluso en el instante en que más animado puede sentirse uno en la tertulia, mientras escribes este artículo o cuando hablas públicamente sobre la fabulación literaria. Y es que ya tienes un considerable pasado repleto de recuerdos e ilusiones, muchas de ellas frustradas, situadas en la memoria; pero no importa, no es eso lo que hiere tanto. Lo duro es 14


cuando te llega una noticia y tienes que vestir de luto en la agenda el nombre de un viejo compaĂąero. Entonces, te vuelves hacia el recuerdo y se produce un monĂłlogo que, a medida que va ensanchando su espacio, se transforma en algo parecido a carbonilla del tren de los recuerdos que va empapado con algo humano las mejillas, humedeciendo las ausencias, esas que son como pan nuestro de cada dĂ­a, como el afeitado. Hasta que la sencillez te calma hablando con ellos. Mientras caminas entristecido saludando adioses y pasados. Diario Siglo XXI 2012

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Las ilusiones rotas

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on momentos ya vividos en el pasado, bien sea ingenuidad de la niñez, la juventud perdida o también la esperanza que pusimos en tantas cosas tras la salida del túnel de la larga noche de piedra. Pero no es así, uno puede admirar los versos de Manrique y, sin embargo, no estar en esa línea de decir que cualquier tiempo pasado fue mejor. La vida es como es y el destino la va marcando el sendero por donde se peregrina. Yo, como Abraham Lincoln, “Aprendí que no se puede dar marcha atrás, que la esencia de la vida es ir hacia adelante. La vida, en realidad, es una calle de sentido único”. Ocurre que se añoran multitud de secuencias vividas, aquellas que han quedado en la memoria para siempre. Cuando en el infierno en que se han convertido las grandes ciudades, un día, por haberse cortado una calle debido a una obra, y los niños juegan a la pelota en medio de ella, recuerdo aquella niñez mía en la Roda Arriba, las esmeradas pelotas hechas de papel de saco de cemento por Rafalito el de La Morena. También cuando la contaminación ahoga la respiración y la garganta duele, añoro esas otras tardes desde el puente para ver la impresionante belleza del sol diciendo adiós, la vida de aquellos hombres y mujeres que volvían de una dura y larga faena en el campo por un salario de miseria; ellas ganando la mitad, unas seis pesetas, y soportando el 19


machismo soez de muchos manijeros y señoritos. Cómo olvidar los paseos en solitario, ya la noche echada, por las silenciosas calles del pueblo, las campanadas del reloj del ayuntamiento, las voces sonoras de las madres que rompían el silencio llamando a sus hijos, ese olor penetrante a naturaleza viva, la tertulia con los amigos en la Placita, el poeta Juan Cervera Sanchis, Fernando Molina, Rafael Manzanares, Fernando Puerta... algunos, casi todos, ya nos dejaron sus últimos adioses, pero nunca sentiré nostalgia por volver a vivir en aquella soledad vigilada de costumbres y fanatismos sin libertades. Pero cómo no recordar algunas noches de verano, bañándonos bajo la luna en el río, el ladrido de los perros, los matos, sería una traición como jugarse uno mismo una mala pasada no sentir nostalgia. Imposible desalojar de la memoria el primer mitin en libertad en el campo de fútbol de la Alameda, aquellos cientos de personas, muchas de ellas con cuarenta años de sus vidas, esperando ese rayo de democracia prohibido durante cuarenta años. Tampoco de ninguna manera sentiré nostalgia por esos trileros de la política actual que vienen con los años rompiendo tantas ilusiones. Esos tipos con un carguillo bajo el amparo de siglas centenarias han asumido la representación como un derecho de plañideros con nómina, que descubrieron en organizaciones políticas y sindicales de clase un modo de asegurar su sustento. No es solo nostalgia, también son ilusiones rotas que parece que sólo han sido sueños. Suman muchos, demasiado, estos años en que nos han robado la palabra, el gesto honrado, la esperanza, el derecho a una sociedad más justa. Los mercaderes que se amparan en la bandera de la libertad sólo para llenar sus bolsillos y lograr bienes para bien propio con una mano por suelo y la otra en la cartera de los ciudadanos. Y es que para ellos la política es solamente un oficio, por lo que la nostalgia señala separar de lo 20


vivido lo bueno de lo malo, para seguir adelante, porque todavía quedan personas honradas dispuestas a no ser sobornadas, a no venderse por un puñado de monedas. Por eso, aunque se hayan roto demasiadas ilusiones, el pasado sólo debe de ser un testigo. La vida sigue hacia adelante y qué remedio. La Radio de Papel, 1999

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Mi amigo Pedro Beltrán “Los amigos que tienes y cuya amistad ya has puesto a prueba / engánchalos a tu alma con ganchos de acero” William Shakespeare

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ecuerdo aquella noche de nuestra temprana juventud en los años difíciles, cuando en la esquina de la calle Santa María entre la tienda de Palomares y el bodegón de enfrente, nos llegó al grupo de amigos la noticia que ya era murmullo local: “Pedro estudia francés y habla con París “, lo que resultó ser que Pedro Beltrán, el hijo de Pedro el fontanero, no hablaba con París sino que solía escuchar emisoras francesas porque estudiaba francés. Estudiar el idioma de Voltaire, lengua no cristiana, para el orden establecido, no era de buen ver en aquellos años del Imperio hacia Dios. Tenía mucho de aventura, no sin un cierto riesgo, por esto de la Pirenaica y La Marsellesa cotidiana. Desde aquella noche mi paisano y además amigo, Pedro Beltrán, no solo fue noticia sino también un respeto. Hoy lo recuerdo porque, como guardianas que aparecen y vuelven a sumergirse en los adentros, 23


nos encontrarnos y desaparecemos en nuestra vida tanto en una esquina de capital como en otros tiempos en una ciudad alemana, o en un pasillo del hospital haciéndome las noches mas cortas y paseando una y otra vez, para huir del tormento de la televisión de los vecinos de habitación. Y siempre que nos encontramos en tan variados encuentros el tema recaía en nuestro pueblo. Pedro Beltrán era un loreño de pura cepa, mientras yo soy un paisano algo descastado, lo reconozco; pero cuando mi amigo Pedro Empezaba con su manera suave a hablar de las cosas del pueblo me sentía más cerca de ellas. Pedro era la continuidad de la bondad, la noticia y el cumplimiento social, que lo hacía poseer una estatura enorme, llevaba y traía con una asombrosa naturalidad. Paisano de esos que ama a lo que él considera suyo, también una especie de correo cultural y a él en gran parte le debo, que este despegado que soy, se haya ido acercando a la patria chica. A veces lo llamaba solicitando su ayuda para un grifo salido de madre, en otra ocasión un encuentro casual en una esquina o la asistencia a una velada cultural por cualquier rincón de la ciudad. Él acudía siempre con su pueblo a cuestas, como un sencillo embajador que representa lo suyo con la mejor dignidad y orgullo. Tan comedido como su francés estudiado, robándole horas al ocio y al sueño. Su sentido del paisanaje no fue de rutina, sino de eternidades, una dimensión que solo su concepto de la amistad permite tener. Sin sus comentarios más de una Torre hubiera salido; por eso, en esta tarde sumida en los recuerdos, extraigo de la memoria las secuencias del ayer donde los inconformistas nos sentíamos como abogados por el ambiente, soñando para tener la edad de iniciar la partida. Huida conseguida, que ahora con los recuerdos retorna a su punto de salida por esto de la nostalgia de la patria chica, orgullosa con su alta torre de testigo. La Radio de Papel, 1997.

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