Poesía En Tránsito Colección de poesía Sala de espera Volumen 32
Sala de espera Esther Garboni
Ediciones En Huida
© de los poemas: Esther Garboni © del prólogo: Diego Vaya © Maquetación y diseño: Martín Lucía (mediomartin@yahoo.es) © de la ilustración de la portada: Raquel Eidem Blázquez y Martín Lucía ISBN: 978-84-943241-3-0 Depósito Legal: SE 1973-2014 Está prohibida la reproducción total o parcial de este libro, al igual que su incorporación a un sistema informático, su transmisión en cualquier forma o por cualquier medio, sea éste electrónico, mecánico, reprográfico, gramofónico u otro, sin el permiso previo y por escrito de la dirección del autor.
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Sala de espera
Prólogo Algunos de los poemas de Tarjeta de embarque, el anterior poemario de Esther Garboni, ya anunciaban el estilo y el tono que encontramos en su última entrega, Sala de espera. Como no podía ser de otra manera, hay una red de relaciones entre ambos libros, lo que podríamos llamar su voz propia, y sin embargo se ha producido una evolución, donde en su poesía han ido cobrando mayor importancia la ironía, el humor, y sobre todo la condensación poemática. Ya desde el mismo título del libro, en Sala de espera la poesía se vincula a la medicina, proyectándose concretamente como una forma de curación a medida que avanzan los poemas. No en vano, las tres partes que conforman el poemario aluden claramente a este tema: “Del amor y otras reacciones adversas”, “De la convalecencia” y “De venta en farmacias”. Así, irán apareciendo los síntomas, que serán las propias pasiones humanas sometidas a una revisión muy personal. A la par que Esther Garboni nos habla de la tristeza, del dolor, de la desesperanza, de las grandes dudas, también nos dará el antídoto, el remedio, 9
aunque tal vez no sea lo esperado: “¿A qué viniste, si no a salvarme? / Un escuadrón de dudas / me asaltan esta noche. / Vete por dónde has venido, / si no tienes respuestas.». Cada poema actuará con una fórmula, con un principio activo, y también con unos efectos secundarios. Como antes se ha dicho, uno de los rasgos de Sala de espera es el empleo del humor. A través de ironía y del sarcasmo, a veces conseguida con un tono coloquial y con sus dosis de seriedad necesaria, Esther Garboni se enfrenta a la vida y a sus síntomas. Pero todo lo que nos plantea la autora a lo largo de sus poemas lo hace mediante una poesía con un estilo conciso, certero, muy próximo al aforismo, a una sentencia lapidaria. Predominan en el libro los poemas breves, aunque incluso en los más extensos se mantiene este carácter aforístico, porque quizás lo que menos importe sea el número de versos, sino la capacidad de concentrar una sensación, una verdad, una advertencia, un instante en el que se descubre algo, y que en ocasiones nos recuerda, a través de una imagen, a los poemas de algunos autores grecolatinos. Poesía libre de toda hojarasca, de pirotecnia verbal gratuita, una poesía escueta, donde la idea fluye sin
tropezar con las palabras, y escrita con la naturalidad de quien estรก a nuestro lado. Y es precisamente en esa desnudez donde Esther Garboni esconde fragmentos de un espejo que nos habla de nosotros mismos. Diego Vaya Noviembre, 2014
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A mis padres, Loli y Manuel, por no soltarme la mano; a mi tĂa Rosi y a Julia, por abrazarme; a Lucas, por hacer que vivir sea mĂĄs fĂĄcil y a todos aquellos que, como hicieron mis hermanos, me ayudaron a sanar...
Prólogo
En mis palabras no estoy yo, sino tú. La brisa que yo describo está pasando por tu puerta. Esta caricia es la tuya, porque tú la sientes al pronunciarla... Y tuyos son cada beso, cada dolor, cada aroma, cada arrullo del agua. Tuyos son estos puntos suspensivos…
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I Y vino la lluvia con sus charcos y sus goteras; atravesamos el frío por contárnoslo, aunque decir fuego no era entrar en calor. Bebimos el último té, sabiéndonos víctimas de una conspiración natural, silenciosa, previsible, justa. Llovía tanto
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que amarramos todos nuestros motivos para que no se los llevara la corriente, anclamos tus proyectos, mis consideraciones, nuestras excusas. Guardamos las bicicletas y subimos la esperanza al trastero para que no se mojara. Ya la sacaremos al sol -pensabasen primavera; no debe apulgararse. Nunca volvi贸 tu canto a mi ventana. El violinista ya no pis贸 la calle. Y hasta pas贸 el verano.
II El miedo atrajo con sus gritos aquello que temĂa. Huyendo del dolor, empecĂŠ a sufrir.
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Esther Garboni
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III
Como amantes frenéticos que lamen las piedras del deseo, permanecerán encendidos hasta que aguante la noche. Nadie cobijará sus sueños, ni guardará sus ropas mientras se bañan. Porque son como amantes neuróticos, apocalípticos, desamparados, que lamen piedras del deseo aunque no aguante la noche.
IV Nadie sabe si sucedió así o lo inventaron, pero sus vacaciones en Roma comenzaron antes de subir al tren, antes de conocerse, antes, incluso, de los títulos de crédito y, por supuesto, antes de cualquier adverbio que los situase.
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V Ten cuidado. Mi piel es tan fina que, al rozarla, me tocas el alma. Háblame con las yemas de tus dedos. Cuéntame lo que te dé la gana.