Todo de nuevo, al revés Kapris Tabilo, Santiago. El médico dijo: las órdenes que acabamos de oír no dejan dudas, estamos aislados, más aislados de lo que probablemente jamás lo estuvo alguien anteriormente, y sin esperanza de poder salir de aquí hasta que se descubra un remedio contra la enfermedad. Ensayo sobre la Ceguera. Saramago.
¿Quién habrá quemado el metro? Me subí a una micro antes de la cuarentena. Iba al trabajo como profesora en Puente Alto. La micro llegó en menos de 3 minutos. Me subí. Celulares enchufados a la máquina limpia, pulcra, con aire acondicionado, que casi no suena y se mueve grácil por el pavimento. Muchos asientos libres. Se escuchaban noticias del coronavirus en España, en Italia, desde el sistema de sonido perfecto de la micro perfecta. Me sentí en otro país. Un pasajero iba tomando café Marley. Otros con sus vasos y sus tés que se sentían especiales. Muchos otros y otras escuchando música con audífonos exóticos. Afuera: gente con sus perros con correa a esta hora, 7:00 a.m., paseando tranquilos, con ropa deportiva. 30 minutos de taco en un viaje de 10 minutos. Todos con sus autos en la calle. Me di cuenta de que son los pobres de esta comuna los que viajan en micro. Pobres con estilo, pensé. De a poco la vista se fue ensuciando, más gente en las calles y paraderos, ruidos, carreras. Micros llenas, sin radio ni aire acondicionado. Metro que demora en pasar.
16