La vida es bella Luis Campos, Santiago.
Pedro se despertó temprano ya que debía salir para entregar su notificación de despido. A las 7:30, cuando llegó a la Dirección del Trabajo, había más de trescientas personas esperando, todas en fila, en ese frío matinal de principios de otoño que se les colaba hasta los huesos. Por lo menos tenía una mascarilla reutilizada que ya había lavado y expuesto al sol varias veces. A las 07:50 se le acercó un periodista de televisión, micrófono en mano, cubierto con un plástico. –Buenos días a todos, ¿por qué está aquí hoy día si hay cuarentena? Pedro lo miró, se levantó de su frío asiento en un resalte del edificio y le respondió: –Vengo a notificar el despido por lo del seguro de cesantía –¿Dónde trabajaba Ud? ¿Lo echaron por la pandemia? –Trabajo en la construcción. Nos pagan por faena, por hora. Así que cuando empezó la cuarentena nos finiquitaron a todos. –¿Y no le da miedo estar aquí? Ojo que la gente no está guardando el distanciamiento social. –Y qué le voy a hacer. Soy padre y esposo. Tengo que pagar el arriendo, vivir. Yo se que no tendría que estar aquí, pero qué quiere que haga. El gobierno dijo que nos podían echar. Y no le importa lo que suceda. Ya vio lo que pasó con los permisos de circulación. Son un desastre. No
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