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Cómo escuchar la música, de Aaron Copland
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LIBROS
Cómo escuchar LA MÚSICA, DE AARON Copland
Alejandra Renata Aragón
Mi parecer es que toda música
tiene poder de expresión […] siempre hay algún signifi cado detrás de las notas, y ese signifi cado […] constituye, después de todo, lo que dice la pieza, aquello de que se trata la pieza.
en 1939, el compositor estadounidense Aaron Copland escribió uno de los texmelodías), cualquier persona puede, tras aprender algunos conceptos sencillos, disfrutar y entos sobre análisis musical más importantes del tender la música con mayor profundidad. Esta siglo XX. What To Listen for in Music (Cómo es- visión representa, por sí misma, un gran adelanto cuchar la música, editado en español por el Fon- en la comunicación con los oyentes, ya que, hasdo de Cultura Económica como el Breviario 101) ta antes de Cómo escuchar la música, ningún commarcó el inicio de un acercamiento formal y positor se había propuesto establecer un vínculo directo entre el compositor como creador, y los directo con los receptores de sus obras. no iniciados. A pesar de que el campo de acción del autor
El libro de Copland ofrece la premisa de que, es el de la música de concierto, también muestra con excepción tal vez de quien padece “sordera gran interés en el jazz y los experimentos conmusical” (una incapacidad física para reconocer temporáneos. De hecho, una de las grandes bon-
www.depauw.edu
Aaron Copland dirige en la Universidad DePauw.
dades del libro reside en que el tipo de análisis sugerido es aplicable a otros géneros musicales.
El objetivo principal de Copland es difundir la música, y su estrategia es la creación de oyentes sensibles, agudos y bien informados. Esto lo logra manteniendo a lo largo del texto un discurso inteligente y profundo, que arropa con un tono gentil. El libro está dirigido a quienes no son músicos; sin embargo, se ha convertido en un texto obligado para intérpretes, estudiantes de composición así como de dirección orquestal. Aunque contiene información teórica y algunos ejemplos en el pentagrama (pensados para los músicos), en realidad el uso de tecnicismos se mantiene al mínimo.
A manera de introducción, se describen los distintos niveles o “planos” en el proceso de la audición. Copland menciona tres grupos principales: primero, el de quienes disfrutan de la música en un nivel meramente físico y sensorial; luego, quienes sólo perciben el valor expresivo y, por último, el grupo de los que escuchan de una manera más detallada, analizando las interpretaciones desde el punto de vista musical exclusivamente. Esta clasifi cación se presenta sólo con el propósito de que el lector vislumbre el objetivo fi nal de la lectura, que es ayudarlo a estar alerta y a escuchar de una manera más integral. Dicha integración contempla el goce de la música, su escrutinio activo, así como la creación de vínculos emocionales con la misma.
También se ofrece una interesante exploración del proceso creativo, con la que el autor responde a las preguntas recurrentes de quienes no son músicos: ¿cómo crea música un compositor?, ¿requiere un instrumento para componer?, ¿necesita estar inspirado? Como en el resto del libro, en esta sección prevalece el tono franco y sencillo que ha atrapado a miles de lectores por años.
La parte teórica es la más extensa e incluye un análisis minucioso de los elementos de la música. Copland describe, con claridad, el ritmo y la armonía, conceptos aparentemente inasibles para el lego. En su tratamiento del tema de las formas estructurales básicas de la música, no
sólo dilucida los esquemas de la passacaglia, la chacona, la fuga, el concerto grosso, la sonata, el preludio, el poema sinfónico y otros, sino profundiza en la esencia de sus contenidos. Esto lo logra mediante una elaborada inspección de factores extramusicales como las tendencias estilísticas de ciertos periodos históricos y la infl uencia que la literatura y otras disciplinas han tenido sobre la música. El escudriñamiento que el autor lleva a cabo de la esencia de las formas involucra directamente al escucha, ya que lo exhorta a detectar los componentes más característicos en cada situación y a reconocer la forma en que los compositores manipulan dichos componentes en sus obras. En el caso de la fuga, por ejemplo, Copland sugiere el ejercicio de escuchar de manera simultánea las varias melodías (o sujetos) que la conforman. Para la mejor comprensión de las “formas libres”, como el preludio o el poema sinfónico, Copland atrae la atención del lector hacia detalles como motivos o fi guras, y le muestra que, en muchos casos, son dichos elementos los que unifi can y dan homogeneidad a una pieza.
La explicación sobre la naturaleza de la sonata es especialmente afortunada. Además de exponer con toda precisión las partes de la forma, Copland indaga sobre la justifi cación real tras el orden asignado a sus movimientos. En general, ese tema se considera una preocupación propia del lego y el dilettante, por lo que, al incorporar la discusión al libro, el autor logra una vez más hacer sentir cómodo a su lector. De manera relajada le confi esa que, aun entre los músicos y compositores profesionales, puede surgir este tipo de controversia.
Finalmente, a partir del capítulo VIII, el autor ensaya sobre temas diversos como la ópera, la música contemporánea y la relación entre el compositor, el intérprete y el oyente. También puede resultar de especial interés para el lector contemporáneo el capítulo X, en el cual se explica, con gran agilidad, el proceso de la composición de música para películas.
Copland enfatiza el ejercicio de la audición, por lo que, además de la bibliografía, se incluye una lista de las obras musicales mencionadas y, a partir de la edición de 1957, la aclaración de cuáles no estaban entonces disponibles en grabación comercial.
Con su libro, sin duda alguna, Aaron Copland asumió la responsabilidad de crear oyentes alertas y con inteligencia musical. A setenta años de la primera edición en inglés, Cómo escuchar la música sigue siendo una fuerza que estimula al lector a escuchar con interés, a tener una visión global de la obra musical y, sobre todo, a asumirla como una entidad cuyo signifi cado sólo emergerá frente al oyente que se arriesgue sin temor, y con los ojos cerrados, a buscarlo.
Reseña del libro Cómo escuchar la música, octava reimpresión, Fondo de Cultura Económica, Breviario 101, México, 2006.