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Piratas, fi libusteros, bucaneros y corsarios
sentidos
Y SIGNIFICADOS
Piratas, FILIBUSTEROS, BUCANEROS y corsarios
Arrigo Coen Anitúa (†)
Cuál haya sido la parte que representaron
en el drama de la historia, es asunto de otra especialidad, que no de la lingüística; pero vale la pena analizar en qué se distinguen, por el signifi cado íntimo de sus nombres, o sea por su etimología, esos depredadores del mar a los que se ha llamado, en veces indistintamente, piratas, fi libusteros, bucaneros y corsarios.
Para quien acude a su diccionario manual, el pirata no pasa de ser el “ladrón que anda robando por el mar” o, en sentido fi gurado, el “sujeto despiadado y cruel que no se compadece de las fatigas de su prójimo”; pero para aquél cuya uya curiosidad lo lleva a investigar el origen de tal nombre, éste adquiere perfi les románticos, y aun épicos, ya que pirata, en último análisis, es ‘el que intenta’, ‘el que ensaya’, ‘el que se aventura’, ‘el que se atreve’.
En efecto, la voz pirata llega a nosotros, mediante un término latino semejante al nuestro, del griego peiratés, que es el –tés, agente, de peir–, radical o morfema que connota la idea de ‘intento’, ‘osadía’, ‘asalto’, ‘ataque’, ‘decisión’.
Digna de estudio detenido es la raíz de que pirata proviene: per signifi ca ‘pasar’, ‘atravesar’, y aunque a primera vista no lo parezca, es la misma de poro, nombre que se da a cualquier “orifi cio pequeño, especialmente a los de la piel”. En griego, póros quiere decir ‘pasaje’, ‘vado’, ‘camino’, ‘vía’, ‘medio’. La misma raíz lo es también la de puerto, de puerta y del verbo portar, ‘llevar’, y de todos los derivados de estas palabras: portero, comportamiento, pasaporte –esto es, pasa paso–, importante, exportación, reportero, deportista, soporte, etc. Volvemos a hallarla en otro tipo de palabras, como empirismo y experiencia y, por último, en la utilísima preposición por, equivalente del per latino.
En una obra neerlandesa –De Americaensche Zee-Roovers, ‘Los Merodeadores del Mar Americanos’–, aparecida en 1678, escrita por un bucanero, llamado
Juan Oexmelín, o Exquemelin, traducida al francés y al español, y más tarde en 1684, al inglés, se dice que los aventureros de las Indias Occidentales estaban divididos en bucaneros –o cazadores, como se verá más adelante–, fi libusteros –ladrones– y agricultores; y agrega que el nombre fi libustero se había “tomado del vocablo inglés fi libuster, que signifi ca ‘merodeador’, ‘vagabundo’ ”.
De seguro quiso referirse a la voz freebooter, formada en inglés como en danés fribytter en sueco fribytare y en alemán Freibeuter, por analogía con el neerlandés vrijbueter, que parece ser la forma original, pues se halla registrada en documentos de mediados del siglo XVI y ha dado el actual holandés vrijbuiter. Cuando, en el siglo XVII, pasó mediante el francés, a las lenguas romances occidentales, le advinieron una s francés fi libustier– y una i –italiano fi libustiere y nuestro fi libustero.
La difundida presunción de que fi libustero está emparentado con fi libote, embarcación de fondo plano (como el de las trajineras), usada por su ligereza sólo en servicios de cabotaje, no resiste a la investigación histórica ni al análisis morfológico, pues fi libote, en inglés fl yboat, es ‘barco volador’.
El neerlandés vrijbueter se compone de vrij, ‘libre’ –recuérdese el inglés free–, y bueter, ‘saqueador’, ‘ladrón’, de buet, ‘saqueo’, ‘pillaje’, ‘robo’, ‘expolio’ –compárese el inglés booty y nuestro botín: fi libustero es, pues, un ‘pillo independiente’, un ‘franco ladrón’, un ‘libre saqueador’, el ‘merodeador por cuenta propia’. Más tarde el nombre se dignifi có cuando se dio a quienes luchaban por la emancipación de las posesiones de España, principalmente por la de Cuba.
Por lo que hace a los bucaneros, fueron en origen los primeros colonos franceses de las islas Española, Haití y las Tortugas, y deben su nombre al que los nativos, caníbales, daban a una especie de emparrillado de madera para asar la carne: bucan o buccan. Como los franceses se dedicaron a la caza y al ahumado y salazón de las carnes, para conservarlas, se les llamó bucaneros, esto es, ‘ahumadores de carne’. Pero las autoridades españolas no les permitieron seguir en su lucrativa ocupación, por lo que, parte por necesidad y un tanto por venganza, tuvieron que dedicarse a la piratería, y de ahí que se les identifi que con los piratas y con los fi libusteros.
Quedan, por último, los corsos o corsarios, que eran los marinos autorizados por un gobierno para armar los buques mercantes y hacer campaña contra los piratas y los barcos enemigos. Tal autorización era la ‘patente de corso’ que dieron los soberanos de Inglaterra y de Francia, y cuyos titulares aprovechaban para depredar, especialmente haciendo víctimas a los mercantes españoles.
Las voces corso –del medio latín cursus, ‘curso’, femenino cursa, ‘carrera’– y corsario, cultismo por corcel, ‘corredor’ –por eso se llama así al caballo de carrera–, dan la idea de ‘correría’ y, en efecto, los corsarios hacían sus correrías, eran merodeadores errantes, sobre embarcaciones ligeras (aunque no fi libotes) al acecho de la presa.