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Una historia de elefantes marinos
DEL AULA
Una historia de
ELEFANTES MARINOS
Citlalli Álvarez
Mi nombre es Mirounga angustirostris y soy un ele-
fante marino del norte. Hoy quiero compartir con ustedes cómo es mi vida en invierno. Les platicaré acerca de mi familia, del lugar donde vivo y de los biólogos que nos monitorean año con año.
Mi familia
Foto: Citlali Álvarez.
Mirounga angustirostris es el nombre cientí- co del elefante marino del norte.
Los elefantes marinos del norte vivimos a lo largo de la costa oeste de Norteamérica, principalmente en México y California, aunque podemos llegar hasta Alaska.
Los machos adultos llegamos a medir 5 metros de largo y a pesar hasta 2 toneladas. Las hembras son más pequeñas, ellas pesan 900 kg y no miden más de 3 metros. Sin embargo, la mayor diferencia entre nosotros es que los machos tenemos un hocico elongado similar a una trompa pequeña y es por eso que nos llaman elefantes marinos.
La mayor parte del año vivimos en el mar alimentándonos de algas, anguilas, pequeños tiburones, peces, pulpos y calamares. Para conseguir nuestra comida realizamos inmersiones de hasta 1600 metros de profundidad y de 2 horas de duración.
Estando en el mar somos depredados por el tiburón blanco y por las orcas; sin embargo, el mayor peligro en el pasado fue el hombre, quien mató a miles de mis familiares para explotar comercialmente carne, piel y principalmente
Foto: Citlali Álvarez. Foto: Citlali Álvarez.
Los elefantes marinos presentan un gran dimor- smo sexual, aquí una hembra recostada sobre un macho.
Foto: Citlali Álvarez. Isla Farallones del sureste.
Las Islas Farallones son refugio nacional para la vida silvestre. grasa para convertirla en aceite. Afortunadamente a fi nales del siglo XIX se empezaron a tomar medidas para protegernos y evitar nuestra extinción. Actualmente, la protección sigue vigente y nuestra población se ha incrementado en los últimos años.
Mi hogar Tras pasar casi todo el año en el mar, a fi n de año, nado, entre otras islas, hacia las Farallones para ver nacer y crecer a mis hijos. La palabra farallón signifi ca “roca alta en forma de pico que emerge del mar”.
Las islas Farallones están en el Océano Pacífi co, 37 km mar adentro del puente Golden Gate de San Francisco, California, en Estados Unidos.
Estas islas se dividen en tres grupos: las Farallones del sur, las Farallones del norte y las Farallones centrales. En las del sur, se encuentra la isla Farallones del sureste, accesible para el hombre y en la que pasan cosas muy interesantes.
En 1973, la isla fue declarada refugio nacional para la vida silvestre; el acceso al público se prohibió y los biólogos son los únicos que tienen permiso para llegar a ella.
La isla está llena de vida: aquí convivimos elefantes y lobos marinos, focas, salamandras, tiburones blancos (principalmente en otoño) y cientos de aves marinas residentes y migratorias (residentes son las aves que siempre viven aquí y migratorias son las que permanecen en la isla sólo un tiempo), y biólogos.
Aves, salamandras y diferentes especies de mamíferos marinos habitan las islas Farallones.
Foto: Citlali Álvarez.
Foto: Citlali Álvarez.
Foto: Citlali Álvarez.
Foto: Citlali Álvarez. Citlalli llevando las provisiones hacia el campamento.
Desde el faro de la isla se monitorean los ataques de tiburón blanco.
Foto: Citlali Álvarez.
Aunque la temporada del tiburón es en otoño, se mantiene la observación durante todo el año. Los biólogos La población de biólogos en la isla durante todo el año es de 3 a 8. Ellos estudian la vegetación, las aves, los tiburones blancos, las salamandras y los mamíferos marinos. En el invierno del 2005 residían en ella Citlalli, de México; Daniela, de Alemania y Sandy, Mónica y Lee, de Estados Unidos.
Antes de nuestra llegada, ellos ya habían preparado todo para observarnos, contarnos, marcarnos, tomarnos fotos y registrar el comportamiento de la población de la isla. Ah, también nos ponen nombres; a mí me llaman JD.
La llegada Como les mencionaba, después de pasar la mayor parte del año en el mar, emigramos a las costas donde nacimos para reproducirnos, cambiar de piel y ver nacer a nuestras crías.
Los machos somos los primeros en llegar y luchamos constantemente entre nosotros para ganar el mejor lugar de la isla. En los últimos tres años yo he ganado el mejor territorio y es por eso que soy el macho alfa del lugar (el macho dominante). El resto de los machos se ubican en diferentes partes de la isla.
Este sitio lo cuido celosamente hasta que llegan las hembras (en diciembre y enero) y establezco mi propio harén. Yo defi endo a mi grupo de hembras durante todo el invierno porque con ellas me apareo.
Grandes heridas se producen en cada pelea.
Foto: Citlali Álvarez. Lloyd y Rusty peleando por ganar un sitio.
Las cicatrices son comunes en los elefantes marinos. Hembras del harén de JD.
Foto: Citlali Álvarez.
Foto: Citlali Álvarez.
Foto: Citlali Álvarez.
Etiqueta amarilla en aleta caudal; aunque el número ya no se ve, el código de pequeños agujeros permite identi carla como la E402. El código de agujeros en las etiquetas se hace con un pequeño taladro.
Foto: Citlali Álvarez.
Daniela preparando los números para el marcaje. Se depositan los tintes en los números y se procede a marcar en los costados del elefante marino. Citlalli marcando una hembra.
Foto: Citlali Álvarez.
Las batallas son tan violentas que podemos perder algunas partes de nuestra cara e incluso hay quienes mueren después de la pelea. Las cicatrices, como podrás imaginar, siempre están presentes en nuestro cuerpo. Después de un fuerte combate, regresamos al mar para alimentarnos y recuperarnos un poco; sin embargo, continuamente regresamos a vigilar nuestro harén.
Conforme vamos llegando (machos y hembras), los biólogos empiezan a identifi carnos y a marcarnos. Primero revisan si aún tenemos la etiqueta en la aleta caudal.
Las etiquetas son de plástico y tienen un número impreso en color negro; sin embargo, como la tinta se desvanece con el tiempo, las etiquetas se marcan con un código de pequeños agujeros que les permite identifi carnos aunque el número haya desaparecido.
Por ejemplo, el número 1 lo representan con un hoyo central, el 0 con cuatro agujeros (dos arriba y dos abajo), el 3 con tres agujeros verticales, la letra G con tres agujeros horizontales en el centro, etcétera.
Una vez que revisaron nuestras etiquetas, también somos marcados con números grandes en el cuerpo. El marcaje lo hacen con tinte para cabello rubio y negro. Se usan los dos colores para lograr el mejor contraste en nuestro cuerpo.
Los elefantes marinos, mientras estamos en tierra, toleramos bastante bien el acercamiento del hombre. Sin embargo, para marcarnos tienen que hacerlo rápido, a cierta distancia y de preferencia tomarnos desprevenidos.
Aquí la primera cría de la temporada, su madre es Giovana, una hembra muy experimentada que cada año cuida muy bien a su cría y siempre sobrevive.
Cría marcada alimentándose.
Foto: Citlali Álvarez.
Foto: Citlali Álvarez.
La rica leche materna se encarga de que las crías incrementen su tamaño rápidamente. Aquí vemos a la cría recién nacida y a la misma cría después del destete, aproximadamente un mes después.
Foto: Citlali Álvarez.
A nadie le gusta que le tiñan números en los costados y nosotros no somos la excepción.
Una vez que nacen las crías también son marcadas con números; por lo general los biólogos esperan una semana para no estresar a los recién nacidos. Alcanzar a las crías es un buen reto porque las hembras las defi enden celosamente.
Las hembras sólo tienen una cría por temporada; ésta pesa alrededor de 33 kg y es de color negro. No todas las hembras son buenas madres, algunas pierden a sus crías o deciden no cuidarlas. Un porcentaje de pequeños también muere al ser aplastados durante las peleas o cuando nos apareamos.
La pérdida de peso en las L hembras es sorprendente. h En la primera foto, se ve a una hembra minutos después de parir; en la segunda, la misma hembra regresando al mar después de destetar a su cría.
Foto: Citlali Álvarez.
Foto: Citlali Álvarez.
Un día lluvioso en la isla.
JD, el macho alfa, apareándose con una hembra.
Foto: Citlali Álvarez.
Cría con su nuevo pelaje de color gris y cría aprendiendo a nadar.
Foto: Citlali Álvarez.
Foto: Citlali Álvarez.
JD, el macho alfa de la isla Farallones del sureste.
Las hembras amamantan a sus crías alrededor de 28 días. La leche materna es tan rica en grasa que llegan a engordar cerca de 4 kg por día. Durante este periodo, las hembras no se alimentan, por lo que llegan a adelgazar más de 100 kilos en el mes.
Conforme van pasando los días, la isla se va llenando de hembras y crías y el trabajo se incrementa para los biólogos.
Tres semanas después de parir, las hembras están listas para aparearse de nuevo. Normalmente se aparean conmigo, el macho dominante del harén, sin embargo, a veces los machos jóvenes logran aparearse furtivamente con algunas hembras.
Después de destetar a su cría y aparearse, las hembras regresan al mar dejando a su cría en la isla. Las crías entonces mudan su pelo negro por uno de color gris, aprenden a nadar y se preparan para ir al mar.
Una vez que todas las hembras se han ido y que todas las crías han sido marcadas, el trabajo de los biólogos esta prácticamente concluido. Para mí fue un buen año, defendí mi harén durante todo el invierno, me apareé con las hembras, vi crecer a las crías y ahora… es tiempo de regresar al mar!