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Historias lectoras

LIBROS

Valentina Cantón Arjona

A modo de cajas chinas, el libro Rostros de la lectura. Historias de maestros, coordinado por Roberto I. Pulido, Carmen Ruiz Nakasone, Rigoberto González Nicolás y María Luz López Morales es una demostración viva, transparente y efectiva de que la lectura es una construcción social, un quehacer colectivo que convoca a los autores diversos con historias diversas para que sean capaces de encontrarse en lo que tienen de común.

ostros de la lectura. Historias de maestros fue desde su concepción una apuesta interesante que, desde mi perspectiva, respondía a una triple interrogación: ¿Cómo se construye la historia lectora de cada persona? ¿Las diferentes historias lectoras tienen elementos comunes a partir de los cuales cada lector puede reconocerse en otros e identifi care con ellos? Si ese es el caso, ¿cuáles son estos elementos de comunión, cómo se revelan, cuáles son sus efectos y cuáles serían sus implicaciones para el quehacer docente?

Esta triple interrogación que me permitió reconocerme en las preguntas que los autores del texto (investigadores de la UPN y docentes en servicio de educación básica del Distrito Federal y el estado de Oaxaca) y miembros del proyecto de investigación-intervención: La Lengua Escrita, la Alfabetización y el Fomento a la Lectura en la Educación Básica, PILEC, de la UPN, se hacían en relación con:

a. Los límites que la escuela impone a la lectoescritura; b. la concepción de estas capacidades en el espacio escolar; c. los métodos de enseñanza para leer y escribir; d. la relación entre los acontecimientos escolares, los estilos docentes y las historias personales; y, fi nalmente, e. los vínculos entre la enseñanza de la lectoescritura y el fracaso escolar.

Estas preguntas derivadas de la larga experiencia, que data de 1990, de los autores-investigadores-docentes en la tarea de animación a la lectura, fueron objeto de trabajo del seminariotaller del diplomado Fomento a la Lectura y

r

Producción de Textos de PILEC, en el cual se promovió la autorrefl exión de los docentes respecto a cómo habían aprendieron a leer y escribir, y las relaciones de este aprendizaje con el ámbito escolar y el clima cultural familiar en que vivieron.

De este seminario-taller resultaron poco más de una veintena de historias-biografías lectoras que, una vez compiladas y organizadas en grupos de cinco, fueron compartidas con otros docentes (“especialistas” llamaron ellos y entre los que me contaron) a los que se nos dio un doble mandato: construir nuestra autobiografía lectora y una vez construida conocer y analizar las historias lectoras (disfrutarlas diría yo) de los docentes que nos habían entregado para ponerlas en tensión con nuestra narración. Se trataba, concluí después de muchos intentos, de ocupar el lugar de analista-analizante. Fue, pues, una compleja estrategia de investigación capaz de detonar una experiencia de implicación íntima con los otros, los docentes leídos, y con uno mismo como constructor y lector de su autobiografía lectora.

Así, a través de los cinco dispositivos de lectura, cinco universos autobiográfi cos, cinco espacios de relación, se encontraron constructores y lectores de sus propios y ajenos episodios. Maestros todos que, como signo común y al parecer inevitable, revelaron en sus narraciones la existencia de esos terceros que siendo todos rostros de la vida cotidiana: padres, madres, abuelos, abuelas, tíos, hermanos y también, por qué no, maestros eran los causantes, promotores e impulsores de su interés por las letras y su capacidad de leer. El testimonio escrito de la puesta en acción de estos dispositivos capaces de hacer emerger todos los rostros mencionados dio origen al texto que aquí comento. Texto que, como dije al inicio, está construido siguiendo el mecanismo de las cajas chinas, pues al abrir cada una encontramos otra y otra y otra y así, sucesivamente; aperturas que conducen al descubrimiento de cómo la gente de carne y hueso se relaciona con el mayor invento humano, el mejor patrimonio cultural: la escritura y su desciframiento que es el acto de leer.

Cartas de amor o de nostalgia, recetas, diarios, libros familiares, colecciones de cuentos, libros de texto gratuitos, libros de aventuras, narraciones, novelas, dramas y comedias, ilustraciones, portadas o, incluso, lejanos recuerdos de tipografías entre las que destacan hermosas letras capitulares, toman vida propia y se entrelazan como eslabones constructores de una cadena de signifi cantes y un universo de signifi cados que ofrecen piso y techo a las historias lectoras individuales. Historias individuales que, justamente por serlo, son colectivas, sociales, culturales pues vienen a recordarnos que no existe mejor homenaje y celebración de la alteridad que el acto de leer.

En este texto se nos muestra, pues, la fuerza que posee la lectura como lazo social; como vehículo para la conformación de historias familiares, de recuerdos actualizados y reinterpretados, y como transmisora de formas de estar en la casa, con la familia y en la escuela; es decir, en el mundo.

Poco hay que añadir respecto a un texto polifónico que, como éste, habla –como en canon–por sí mismo. Los tonos, modismos, colores, acentos y giros de lenguaje de sus muy diversos narradores se combinan para revelarnos la épica personal que para cada uno ellos representó su encuentro con la lectura. Épica en la que su protagonista, nunca estuvo solo pues acudió a la cita siempre acompañado de un intermediario cultural (que en la mayoría de los casos ni sabía que lo era) que lo incorporó o simplemente lo empujó al mundo de palabra escrita, y, custodiado, también, de aquellos los textos que ahora su memoria recrea. Rostros de la lectura. Historias de maestros es, pues, un texto que describe soli-

daridades, revela encuentros, descifra y explica pasiones compartidas y nos pone de cara frente a la construcción de la cultura.

Desde su particularidad, cada autor lector nos muestra los hilos y la trama que lo caracterizan pero que, también, que lo vinculan y ponen en comunión con los demás. Imágenes paradigmáticas (como la Patria de nuestros libros de texto) emergen con una legitimidad propia sorprendente. Legitimidad que, explotada en su potencia, hace apenas unos pocos años, en 2008, emergió nuevamente en los libros de texto de Formación Cívica y Ética para la primaria. Legitimidad y emergencia que al encontrarlas me hicieron pensar, una vez más, en la pertinencia de un libro gratuito si no igual sí accesible para todos.

La memoria –a la que nuestros autores nos convocaron– hizo su tarea, dura tarea de recordar. Una tarea de criba que parecía que va a tientas dejando ver lo que nos era común, lo que nos une, y explicando los porqués, también comunes, de lo que nos hace diferentes. Así, colectivo e individual que se fueron entrelazando y mezclando continuamente hasta indiferenciarse y ser, simplemente, presentaciones distintas de una misma cosa: leer con el otro, leer al otro, leer lo otro.

Pero encuentro aun algo más que vale la pena destacar. Más allá de ser una polifonía que emociona, este texto ofrece a todos y cada uno de los educadores una oportunidad para repensar una noción que hoy parece desgastarse, sobreutilizarse o malinterpretarse: la noción de “competencia” en su más amplio sentido cognitivo, afectivo y social. La competencia entendida como una posibilidad de movilizar saberes, intuiciones, experiencias (incluso inconscientes), habilidades, emociones, actitudes y destrezas ante una situación dada es una descripción perfecta de lo que se desarrolló en cada uno de los lectores presentados. Pues el texto narra, precisamente, cómo cada lector interpretó, descifró la situación –la escritura– y movilizó todos sus recursos ante cada una de sus lecturas y cada situación. Esto confi rma, por otra parte, que dada la imposibilidad de “extraer” del contenido real de la letra, en cada acto de lectura el lector interpreta, adecua, valora y retiene lo leído apropiándose de él tanto para la situación en que lee como para otras y futuras situaciones.

Y así, también imitando el mecanismo de las cajas chinas, la competencia lectora nos conduce de la interioridad del texto a la exterioridad de la situación en que este texto es leído, descifrado, surgiendo en este juego de interioridad-exterioridad la apropiación subjetiva del signifi cado. Por eso, lo que parece más íntimo y particular para cada lector puede ser leído y compartido en su intimidad por otros.

Valdría la pena, pues, tomar este texto como ejemplo y pretexto para analizar y estudiar no sólo su complejo entramado metodológico sino, también, la noción de competencia en toda la potencialidad que sus detractores no siempre alcanzan a ver. Esta utilidad teórico metodológica es un valor añadido del texto que, como puede verse, no tiene desperdicio.

Reseña del libro:

Rostros de la lectura. Historia de maestros, Pulido Roberto I., Carmen Ruiz Nakasone, Rigoberto González Nicolás y María Luz López Morales (coords.), Axolotl, México, 2010, colección Escenarios Educativos.

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