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Presentación de la serie El fluir de la historia

DEL AULA

Presentación de la serie

EL FLUIR DE LA HISTORIA

Correo del Maestro

Echando humo bajo su traje de hierro, atormentado por las picaduras y las llagas, Álvar Núñez Cabeza de Vaca se baja del caballo y ve a Dios por primera vez. Las mariposas gigantes aletean alrededor. Cabeza de Vaca se arrodilla ante las cataratas del Iguazú. Los torrentes, estrepitosos, espumosos, se vuelcan desde el cielo para lavar la sangre de todos los caídos y redimir a todos los desiertos, raudales que desatan vapores y arrancan selvas del fondo de la tierra seca: aguas que braman, eyaculación de Dios fecundando la tierra, eterno primer día de la Creación. Para descubrir esta lluvia de Dios ha caminado Cabeza de Vaca la mitad del mundo y ha navegado la otra mitad. Para conocerla ha sufrido naufragios y penares; para verla ha nacido con ojos en la cara. Lo que le quede de vida será de regalo.

EDUARDO GALEANO Memorias del fuego. I Los nacimientos (1983)

esta cita del escritor Eduardo Galeano sirve para evocar sensaciones e imágenes de la primera vez que un extranjero, en este caso un explorador del siglo XVI, vio las maravillosas caídas del Iguazú, en la cuenca del alto río Paraná, en Sudamérica. Años antes, en su recorrido por la otra mitad del mundo, mucho más al norte, Álvar Núñez Cabeza de Vaca ya había sido también el primer forastero en ver y vadear el río Grande (al que los mexicanos llamamos río Bravo); quizá por eso le pertenezca una distinción no muy mencionada, la de haber descubierto dos de los más grandes ríos de América. Seguramente muy pocos exploradores han logrado tal tipo de hazaña; Henry Morton Stanley, XIX exploró las fuentes del Nilo y siguió el curso del río Congo, que en el siglo es, sin duda, uno de ellos. Pero así como hay muchos otros ríos imponentes y grandiosos en el mundo, también ha habido muchos exploradores audaces y porfiados que osaron recorrer sus cursos, remontando o descendiendo las corrientes, enfrascados en hallar fuentes o desembocaduras, animados por afanes de conocimiento, riqueza, conquista, fama y aventura.

La serie El fluir de la historia –cuya primera entrega aparece en este número de Correo del Maestro– aborda las exploraciones de varios de los ríos de mayor importancia del planeta, la cual se valora tanto en términos de las

características geográficas como de su significado para el devenir de la his1toria mundial. El descubrimiento de los cursos de esos ríos lo efectuaron básicamente militares, eruditos, comerciantes y aventureros de origen europeo (o descendientes de europeos, como el caso de Lewis y Clark en el Misisipi), generalmente como parte de los procesos de conquista, ocupación y colonización de territorios de América, África y Asia. En los artículos de esta serie, el autor utiliza crónicas y narraciones contemporáneas a los descubrimientos, así como estudios y ensayos modernos sobre las empresas de exploración y sus protagonistas para recordar los hechos y describir los contextos que, al ritmo de las aguas de esos ríos, han hecho fluir la historia.

1 sea necesaria una acotación. Hemos escrito en letra cursiva la palabra descubrimiento porque sabemos que quienes primero conocieron los ríos, les pusieron nombres, siguieron sus cauces y aprendieron a vivir en y con ellos fueron las poblaciones autóctonas que se asentaron en sus márgenes. Sin embargo, la mayoría de esos pueblos –aunque no todos, como ya veremos– eran sociedades así, la memoria de sus descubrimientos (esta vez sin cursivas) queda fuera del tono principal de la interpretación histórica que se intenta en los artículos de la serie.

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