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Hambre emocional
Buscamos saciarnos con la comida, pero en realidad, estamos evitando sentir las emociones que tenemos dificultades para controlar o tolerar. Laura Llamas y Marisa Caban
Hambre emocional CUANDO LOS SENTIMIENTOS HABLAN Tu cuerpo no lo necesita, tu espíritu lo pide a voces. Cuando comemos para callar nuestros sentimientos, perdemos el control. Y el saber identificarla nos ayudará a saber qué es lo que realmente necesitamos. Por Lauren Izquierdo Fotografía Unsplash Ilustración Luisana Costantino C omer sin hambre, comer por ansiedad… A eso es a lo que llamamos hambre emocional. Y aparentemente no tiene motivo, pero surge repentinamente y nos pide comer..., ¡ya! Bollería, dulces, patatas fritas o chocolate (todo aquello rico en azúcar e hidratos de carbono) será lo que nos pida el cuerpo, pero ¿qué nos está pasando?
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Para empezar, debemos saber que el hambre emocional nace como respuesta al malestar emocional y en vez de investigar qué es lo que nos afecta, lo enterramos comiendo. Lo interesante, además de poner freno a los excesos gastronómicos y regularlos, es investigar solos o con ayuda profesional qué nos está pasando, ponerle remedio si es posible y si no lo es asumirlo y tratar de superarlo. “El hambre emocional funciona como mecanismo de autorregulación de emociones. Buscamos saciarnos con la comida, pero en realidad, estamos evitando sentir las emociones que tenemos dificultades para controlar o tolerar. Por eso, y sabiendo que hubo una primera vez, es importante hacer un ejercicio de background, recordando en qué etapa de mi vida necesité comer para sentirme mejor conmigo misma”, nos explican Laura Llamas, psicóloga sanitaria y Marisa Caban, psiconeuroinmunóloga y fisioterapeuta de Grupolaberinto.
No obstante, a veces no es tan fácil distinguir el hambre real de la ansiedad. Los expertos afirman que el hambre es una sensación de vacío muy llevadera que se sacia con cualquier alimento, todo lo contrario a la ansiedad. ¿La razón? Porque esta última es una reacción instintiva asociada al circuito de recompensa y a la resistencia a la insulina. “Es decir, el cerebro genera una adicción a la recompensa 'positiva' de comer y sacia esas necesidades emocionales que no están cubiertas, generando alivio. Al estar instaurado este sistema, existe una resistencia a la insulina que dificulta el controlar la sensación del hambre”, nos explican las chicas de Grupolaberinto.
Pero se puede combatir, y para ello no hay nada mejor que mantener la mente ocupada – de cualquier forma. Uno de los mejores trucos para evitar el hambre emocional es distraer la mente son con actividades sencillas: leer, pintar, trabajar… O también hacer deporte. Está comprobado que practicar ejercicio físico es un hábito muy recomendable para conseguir reducir la ansiedad y vivir de una forma más optimista. Los expertos recomiendan 40 minutos de cardio al día para vivir libres de ansiedad.
Aunque si queremos poner “fin” desde el principio, una buena alternativa es ser consciente de lo que compramos y cómo lo compramos. Si evitamos tener a mano ciertos productos insanos, será más fácil
Una persona debe aprender a identificar las emociones: frustración, enfado, miedo, incertidumbre, expectación, alegría… Laura Llamas y Marisa Caban
evitarlos. Al igual que organizar un menú semanal. E incluso, cuando te sientes en la mesa, siéntate en la mesa. Deja el móvil de lado, mastica los alimentos, saboréalos y disfruta de los sabores hasta sentirte lleno. Porque si hablamos de hambre emocional, no podemos evitar hablar de sentimientos. Y de mindfulness. Mente sana, cuerpo sano, actitud urbanita. Un entrenamiento (en el que se consiguen beneficios graduales) que nos invita a mejorar nuestra calidad de vida centrándonos en el aquí y el ahora para lograr la felicidad plena. Con una práctica regular disminuye la ansiedad y, con ella, el hambre emocional. “Una persona debe aprender a identificar las emociones: frustración, enfado, miedo, incertidumbre, expectación, alegría… Podemos sentir multitud de emociones en nuestro interior y hay que darles espacio y tiempo para conectar con ellas”, nos recomiendan Laura Llamas y Marisa Caban. ¿Y si no podemos controlarnos? Desde el Grupolaberinto nos proponen tomar medio vaso de leche, ya que ayuda (y mucho) a evitar el azúcar. Aunque tampoco hay que abusar, porque a medio plazo nuestro cerebro tendrá hambre de lácteos: “Ningún alimento es bueno para regular el hambre emocional. La leche es muy alta en unos péptidos llamados casiomorfinas y es una sustancia muy adictiva. Como sustitutivo, recomendamos la leche de coco”, nos cuentan las expertas.
Sea como fuere, ¡mucho cuidado con los estimulantes! Los cafés, tes, colas y el tabaco para engañar el hambre no funcionan como crees y en periodos cortos de tiempo te harán sentir peor. ¿Quieres una infusión para calmar tu ansiedad? El roibos es tu solución. Y también las proteínas (más aún, para los que pican entre horas). El realizar muchas pequeñas comidas al día para calmar el hambre y mantener el metabolismo funcionando es una alternativa. Pero tampoco te olvides de beber agua. Porque hacerlo, ya sea sola o con toques afrutados de limón o naranja, mantienen el estómago ocupado, entretienen e hidratan.
A pesar de todo, lo más importante para combatir el hambre emocional es trabajar en uno mismo. El trabajo personal servirá para conocer mejor nuestro malestar emocional, saber su origen, y aprender a controlarlo. “Y si no lo has podido solucionar, lo mejor es buscar ayuda de un profesional”.
ALIMENTACIÓN (MUY) CONSCIENTE
Son muchos los momentos en los que el hambre emocional nos lleva a desear y comer aquellos alimentos ricos en grasas e hidratos de carbono que no solo pueden hacernos aumentar peso, sino que pueden afectar al estado de salud. Una forma de “controlarlo” es con la práctica de la meditación o de mindfulness para regular las emociones que nos llevan a comer para anestesiar nuestro dolor, miedo o sufrimiento. Tanto si eres novato como experto, en la app de meditación Petit BamBou puedes encontrar el programa de Alimentación consciente. Un total de 8 sesiones, de 10 minutos cada una, para aprender a disfrutar comiendo y sin remordimientos – y dejar de usar los alimentos como una anestesia emocional.
Malasia
ECO AVENTURERO
Selvas, playas paradisíacas, delicias para nuestro paladar y mucho por recorrer. Malasia es el escaparate para quienes buscan una historia que contar después.
Por Lauren Izquierdo
Un secreto: “Selamat datang”. O lo que es lo mismo: “aquí hay aventura”, porque Malasia suena a eso. Y si aún no te lo crees, solo tienes que entrar y disfrutar. Porque basta con imaginar el eco salvaje que desprende sus junglas húmedas abarrotadas de fauna. Son playas de ensueño, islas idílicas, sensaciones culinarias y cultura multiétnica. Así es este país situado en el corazón del sudeste asiático, un lugar que palpita y que conforma una sociedad
Dios Murugan de las Batu Caves. © Ravin Rau.
El Dios Murugan, una estatua de 42 metros de altura, solo están a 13 km del centro
repleta de tesoros naturales, exuberantes paisajes y pintorescas aldeas de pescadores, montañas con tradiciones milenarias y el exotismo de sus tribus. ¿Lo mejor? Que también está lleno de sorpresas porque, aunque su fórmula no tiene misterio, hará que tu estancia sea inolvidable. No obstante, puede que, al principio, te cueste decidirte, porque hay tantas cosas que ver, tantos lugares que no puedes perderte, tantos platos que degustar… Que sentirás que el tiempo pasa volando. Aun
Templo Thean Hou de Kuala Lumpur. © Afeeq Nadzrin.
así, es necesario que le dediques un trocito de tu vida para que él te corresponda. Porque lo hará. Tenlo claro.
Malasia es un país diverso con distintos paisajes, y al estar bañado por dos océanos y tres mares diferentes, sus playas no te dejarán indiferente, porque las posibilidades son infinitas: desde playas vírgenes de arena blanca que podrás ver desde el interior de bosques tropicales, como Turtle Beach o la Playa de Adán y Eva hasta kilométricas pasarelas de rocas que desembocan en el mar.
Y lo primero que te encontrarás nada más llegar, es Kuala Lumpur, la capital. Es inevitable no pensar en la puerta de entrada al país. ¿La razón? Sus contrastes, porque es una ciudad moderna, con grandes edificios, pero cuenta con paradas atractivas como Chinatown. No obstante, no te olvides de las Torres Petronas, porque son el símbolo de la modernidad y la atracción principal de la ciudad.
Pero por supuesto, sería un pecado que te fueses de ella si conocer las Batu Caves.
Templo Kek Lok. © Geraldine NG.
Fachada en Georgetown. © Yaopey Yong.
Es uno de los santuarios hindúes más populares fuera de India. Están dedicadas al Dios Murugan – y así lo demuestra la estatua de 42 metros de altura que hay en la entrada. Además, solo están a 13 km del centro y puedes acceder a ellas muy fácilmente en trasporte público.
No obstante, si lo que quieres es alejarte del caos de la ciudad, tienes que visitar las aldeas de pescadores, y saborear con el mismo olfato las plantaciones de té de las Cameron`s Highland. Está a tres horas de Kuala Lumpur y se trata de un rincón impresionante, lleno de plantaciones de té. ¿La más accesible? Boh Tea, lleva produciendo té en el país desde 1929 y cuenta con unas plantaciones de lo más fotogénicas. Tu Instagram se volverá loco, porque sentirás que estás en un cuento de hadas.
Además, Malasia también es un país donde perderse por lugares recónditos como Georgetown, una de las ciudades más románticas y con más arte callejero del mundo, porque tiene mucho que ofrecer. Su casco histórico está declarado Patrimonio de la Humanidad por la UNESCO. Y tiene muchos imprescindibles, como el mayor templo budista del país, el Kek Lok. Está situado en las afueras, en lo alto de una colina. Gracias a que está construido desde
varias alturas, ofrece unas vistas impresionantes del skyline de la ciudad. Igualmente, para disfrutar de los mejores atardeceres, la mejor opción es Clan Jetty, el embarcadero. Y debes saber que Georgetown es la capital de la isla Penang, la cual alberga las mejores playas del mundo. ¿Que tu objetivo es tumbarte y relajarte? Estás en el sitio indicado. Sin embargo, si lo que quieres es poner a prueba tu paladar, Georgetown es considerada por antonomasia la meca de la comida malaya callejera. Por lo que, no te extrañará que sus puestos de street food sean tan conocidos que tengan largas colas interminables. ¿Uno de ellos? El de cendol de la
Playa Turtle Beach.
Chinatown. © Drew Sullivan.
calle Lebug Keng Kwee.
Además, es una de las más baratas del mundo, que a su vez también se confunde con un paraíso para los amantes de comida china e india. Sin duda, uno de los lugares con mayor cultura gastronómica. ¿Un imprescindible? Imposible escoger uno solo, así que preparad vuestro estómago para infinidad de delicias como las famosas samosas, todo tipo de noodles, la sopa Laksa o el más famoso, el Nasi Lemak, un arroz cremoso, cocido en leche de coco, acompañado de diferentes verduras y frutos secos, huevo duro y anchoas.
Batu Caves. © Taylor Simpson.