LA MODA EN LAS CALLES 75

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Living —| Mindfulness

Buscamos saciarnos con la comida, pero en realidad, estamos evitando sentir las emociones que tenemos dificultades para controlar o tolerar. Laura Llamas y Marisa Caban

Hambre emocional

CUANDO LOS SENTIMIENTOS HABLAN

Tu cuerpo no lo necesita, tu espíritu lo pide a voces. Cuando comemos para callar nuestros sentimientos, perdemos el control. Y el saber identificarla nos ayudará a saber qué es lo que realmente necesitamos. Por Lauren Izquierdo Fotografía Unsplash Ilustración Luisana Costantino

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C

omer sin hambre, comer por ansiedad… A eso es a lo que llamamos hambre emocional. Y aparentemente no tiene motivo, pero surge repentinamente y nos pide comer..., ¡ya! Bollería, dulces, patatas fritas o chocolate (todo aquello rico en azúcar e hidratos de carbono) será lo que nos pida el cuerpo, pero ¿qué nos está pasando? Para empezar, debemos saber que el hambre emocional nace como respuesta al malestar emocional y en vez de investigar qué es lo que nos afecta, lo enterramos comiendo. Lo interesante, además de poner freno a los excesos gastronómicos y regularlos, es investigar solos o con ayuda profesional qué nos está pasando, ponerle remedio si es posible y si no lo es asumirlo y tratar de superarlo. “El hambre emocional funciona como mecanismo de autorregulación de emociones. Buscamos saciarnos con la comida, pero en realidad, estamos evitando sentir las emociones que tenemos dificultades para controlar o tolerar. Por eso, y sabiendo que hubo una primera vez, es importante hacer un ejercicio de background, recordando en qué etapa de mi vida necesité comer para sentirme mejor conmigo misma”, nos explican Laura Llamas, psicóloga sanitaria y Marisa Caban, psiconeuroinmunóloga y fisioterapeuta de Grupolaberinto.

No obstante, a veces no es tan fácil distinguir el hambre real de la ansiedad. Los expertos afirman que el hambre es una sensación de vacío muy llevadera que se sacia con cualquier alimento, todo lo contrario a la ansiedad. ¿La razón? Porque esta última es una reacción instintiva asociada al circuito de recompensa y a la resistencia a la insulina. “Es decir, el cerebro genera una adicción a la recompensa 'positiva' de comer y sacia esas necesidades emocionales que no están cubiertas, generando alivio. Al estar instaurado este sistema, existe una resistencia a la insulina que dificulta el controlar la sensación del hambre”, nos explican las chicas de Grupolaberinto. Pero se puede combatir, y para ello no hay nada mejor que mantener la mente ocupada – de cualquier forma. Uno de los mejores trucos para evitar el hambre emocional es distraer la mente son con actividades sencillas: leer, pintar, trabajar… O también hacer deporte. Está comprobado que practicar ejercicio físico es un hábito muy recomendable para conseguir reducir la ansiedad y vivir de una forma más optimista. Los expertos recomiendan 40 minutos de cardio al día para vivir libres de ansiedad. Aunque si queremos poner “fin” desde el principio, una buena alternativa es ser consciente de lo que compramos y cómo lo compramos. Si evitamos tener a mano ciertos productos insanos, será más fácil


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