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Hablar sobre el exilio

La migración humana se refiere a los momentos en que los individuos abandonan su residencia natal para habitar otro espacio, usualmente, con mejores condiciones.

A veces es voluntaria y en la mayoría de las veces, forzada. En el último caso hablamos del desalojo causado por amenazas climáticas, desastres naturales y persecuciones ideológicas, políticas, guerras... Los desplazamientos transforman a las personas. Provocan cambios psicológicos, espirituales, económicos, culturales y se manifiestan en todas nuestras actividades incluyendo el cine.

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En 1929, la sociedad aún trataba de sanar las heridas de la Primera Guerra Mundial. Existió la necesidad de reinvención y libertad. Las personas deseaban recuperar la identidad, la razón, su esencia (léase humanidad). Para ello, era necesario cuestionar nuestro raciocinio y las causas de los conflictos armados. Comúnmente, son las peleas por la distribución territorial, por la protección de bienes económicos y por las diferencias ideológicas (políticas y religiosas). Sin embargo, la monstruosidad detrás de las catástrofes bélicas son aún más complejas. ¿Qué nos orilla a mutilar –sin reparo– a grupos de personas, el medio ambiente y el patrimonio cultural? Hasta ahora, no existe una respuesta absoluta. Probablemente, encontraremos pistas en los sueños y pensamientos.

Entre 1920 y 1930, el Surrealismo, corriente artística de Vanguardia, buscó plasmar tras estudiar sueños, aquellos episodios irracionales y comprender la esencia del ser sin el influjo de prejuicios morales. Se manifestó en la literatura, la pintura, la escultura, la fotografía, el teatro y el cine. En 1925, Luis Buñuel, unos de los cineastas más importantes de la historia moderna, llegó de España a París. Su relación con otros intelectuales surrealistas, dio como resultado la creación de obras emblemáticas. El escritor mexicano Carlos Fuentes argumentó que aunque el Surrealismo se consolidó conceptualmente en Francia, se gestó en diferentes partes del mundo como España y Alemania... Buñuel es un surrealista moderno porque tiene atrás a Goya, Valle-Inclán, Cervantes… tiene a la Picaresca, San Juan de la Cruz y tiene una extraordinaria cultura española que lo está nutriendo.

Desde sus primeras películas, Buñuel recurrió a las ensoñaciones para ilustrar oscuridades, traumas, obsesiones que produce la enfermedad de la guerra y la opresión. El perro andaluz –cortometraje de 1929, realizado en Francia– es el relato de los sueños de Salvador Dalí y Buñuel; también de alguna manera, los de Federico García Lorca. Dalí le contó que soñó con hormigas que pululaban en sus manos y Buñuel soñó con una hoja de navaja que cortaba la luna en dos. En la película, vemos al propio Buñuel contemplando la luna. Poco después, con una cuchilla-nube rebana un ojo-luna. Retórica visual: agregación, supresión, emparejamiento, fusión, permutación, sustitución, paradoja… una mezcla de imágenes alegóricas, progenitoras de múltiples narrativas. Estas secuencias nos hablan sobre el tiempo: los ciclos que nos transforman y nos conectan como especie. También manifiestan el potencial del ser: imaginación, creación, sexualidad. Asimismo, nos revelan horrores que suponen la introspección y el autoconocimiento. Al parecer, uno de los mensajes más notorios es la negación de moralismos, para proponer la aceptación y el reconocimiento de nuestra naturaleza sin tapujos, sin embellecer la realidad.

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