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Princesa

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Rutina

Rutina

Princesa

Mi mejor amiga tenía el poder de hablar con su mirada. Mi mejor amiga tenía el poder de transmitir su dolor. Mi mejor amiga leía mis sentimientos. Mi mejor amiga a veces comía conmigo. A mi mejor amiga la conocí en la calle y se quedó en mi casa. A mi mejor amiga la vi llorar y sufrir. A mi mejor amiga la llamaron princesa. Mi mejor amiga no murió en la pandemia, murió en mis brazos.

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Cristóbal Alonso Contreras Madariaga

Cuando el aislamiento nos une | 49

A Santiago, mi ciudad contrastada

A la ciudad del hacinamiento, allegamiento y precarización, de una olla, cánticos y desazón, a mi ciudad del caviar, del vino y el aburrimiento, como a sus desfachateces en plena pandemia y ni un solo resentimiento. A mi ciudad de contrastes, que como con dos países en el que uno es hambriento, día y noche trabaja, exhausta de agotamiento, a expensas de manos que muchas veces sin siquiera alojamiento, humildemente sueñan, con un futuro y entendimiento.

Y es que, a 500 años de una Chimba emergente al otro lado del río, y en el egocentrismo puro y vacío, me cuesta entender que cientos de ineptos de cuello y corbata, estén resolviendo problemas del frió, que ad portas del desarrollo se describan sin tapujos, y que nunca han entendido, lo que es vivir sin lujos, que hoy en día reclamen respeto a un ente vacío, que se hace llamar presidente y no hace mas que meterse en líos. Yo no entiendo a quien defienden tanto, si todos alguna vez hemos caído en llanto, si normal te parece pagar diez veces lo que has consumido, en tan solo seis años y un cartón endurecido, sobre respeto y entendimiento eres un desentendido, no eres más que inepto, chistoso y sometido.

Como puedo yo confiar en lo equitativo, si de una gran mansión Emilio se jacta y Juan de tan solo un río, como

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Historias confinadas

puedo yo confiar en lo equitativo, si ni agua ni piedras trae el río, porque ahora está vacío. Vacío porque desde lo alto, en ese enorme y blanco manto, miles de ciegos, adeptos de Emilio y sus actos, día y noche trabajan bloqueando las napas del río, de mi río, del rió de Juan y su tío. Prohibido esta salir, solo Emilio y sus hechizos pueden seguir, hechizos verdes, como cada cosa que tocaba el río, como el árbol de Juan y su tío, en su media agua a la orilla del río.

Que triste me siento, a tan bajo entendimiento, que triste te ves mi ciudad contrastada, lenta y aletargada, llena de baches y diferencias, de sociedades tan marcadas. Que feliz me hace sentir, que de a poco se apague, la pandemia y tu gobernanza, que nunca más se propague. Qué lindo que esto se acabe, la pandemia y los entierros, ya abrirás los ojos Santiago, ya saldrás de este encierro.

Daniel Matías Pérez Vilches

Cuando el aislamiento nos une | 51

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