2 minute read
Micrófono silenciado
Micrófono silenciado
Sería inspirador que la cuarentena hubiese sido un espacio de encuentro interior. De grandes preguntas, de esas definitivas, categóricas, que entregan una orientación clara de lo que pasa y proyectan con calma lo que vendrá.
Advertisement
Pero no. Al momento de asistir a una nueva reunión vía Zoom, pienso que, de eso, poco y nada hay.
Muchas veces fabulamos sobre distopías lejanas, medias orwellianas, donde quedaremos, irremediablemente, prisioneros de un ojo panóptico, propio del Foucault más descorazonado. Algo similar susurra este escenario. Porque escribimos, trabajamos y socializamos a través de estilizadas pantallas impersonales. Estas, con cautela, registran con eficiencia cada acción que ejecutamos.
Al fin, comenzó la reunión. Partimos opinando sobre el desolador escenario nacional, intercambiamos algunas frases rutinarias y, durante la conversación, percibimos nuestras propias caras en las pantallas, produciéndose un inquietante desdoblamiento.
En paralelo, mientras alguien habla con el audio algo desfazado, compañías segmentan nuestros patrones de conducta, registrando caras y palabras con sofisticadas tecnologías, lejanas a propiciar algún avance que mejorará nuestra calidad de vida. Sólo nos incluirán en bases de datos, para así vendernos estupideces irrelevantes.
176 |
Historias confinadas
Continúa la reunión de Zoom, iniciada hace diecisiete minutos. Quedan veintitrés disponibles del plan gratuito. En esta lenta cadencia hacia el final del diálogo, comienza a germinar una sensación de ausencia, de no estar realmente ahí, en ese espacio virtual con tiempo de expiración.
Me gustaría pensar que, en contrapartida, sigo acá: en esta silla algo desvencijada. En este improvisado espacio de trabajo y ajeno a ese entramado impersonal, enmarañado de una representación fantasmagórica de lo que supuestamente soy.
A modo de resistencia pírrica, pegué unos afiches olvidados como fondo de Zoom, tratando de proyectar un pedacito de lo que creo que aún soy. Pero, ¿qué pasaría si estuviese solamente en la reunión virtual? ¿Somos realmente lo que decimos que somos en ese lugar? ¿O seguimos acá, aún, pasmados en esta soledad pandémica?
Pareciera que residimos más en un periodo Huxley que Orwell, creando cadenas propias, asimilándolas sin resistencia a nuestra nueva normalidad, en la línea de la verborrea insensible de burócratas del marketing de escritorio.
La reunión sigue y me toca hablar. Trato de aportar algo que sume. No sé si lo consigo. Llevo dos minutos hablando, ya algo inspirado. Sin embargo, por el chat de Zoom me escriben algo devastador, que resquebrajó mi incipiente arenga. Tenía el micrófono silenciado: no se escuchó nada de lo que dije.
Simón Guillermo Pérez Seballos
Cuando el aislamiento nos une | 177