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Querida madre

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Rutina

Rutina

Querida madre

¿Cómo estás? Espero que bien. Acá seguimos en el mismo modo en el cual nos dejaste ese día gris de marzo, cuando tomaste el camino al cielo.

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No te conté, pero después que supieron de tu partida, muchas personas nos escribieron, te identificaban como la abuelita de las plantas. Que increíble cuando sabes que tus vecinos te identifican y conoces a pesar de que nunca se acercaban. Bueno, las cosas siguen igual, nada cambia todo flota en una atmosfera rara, de pena, angustia y, a pesar de que se siente una especie de tensa calma, las miradas de las personas son grises, lacónicas, sólo las mascarillas le dan algo de color… Uf, menos mal que no alcanzaste a usarlas, no son muy lindas, aunque estoy seguro de que hubieras tejido unas preciosas.

Los abuelos y la gente mayor están recluida en sus casas, sin poder salir, sin mirar el mundo, no hay mucho que mirar eso si…

Las rosas del patio florecen siempre los 26. Tu pieza sigue igual. Miro a la lejanía y esta cuarentena me tiene pensando qué harías tú. No sabes cuánto necesito tu sabiduría de madre, tus historias, esas que me contabas para dormir, porque el insomnio y la incertidumbre hace rato son mis compañeros de cama.

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Historias confinadas

Cada día alguien querido se va, la calaca buscando gente; sí, la misma que vi la noche en que te fuiste…

Sé que no te he podido ir a ver. Tu tumba debe estar muy desordenada, pero las autoridades no me dejan salir, el virus anda y anda y no lo paran. Los días pasan y las soluciones no llegan. Recuerdo siempre tus consejos cuando me decías “Hijo, ya va a pasar hay que tener fe”. Lo que más extraño son tus palabras, caricias tu voz.

Intenté hacer galletas para pasar el frío. Está lloviendo mucho. ¿Te acuerdas cuando llovía y no iba a clases al colegio y me quedaba hasta tarde comiendo cosas ricas y jugando en el agua que se juntaba en nuestra vieja casa?

Madre hermosa, cada día es un afán nuevo, y cuesta llevarlo a cabo. Me comprometo a llevar esto adelante como me enseñaste. Cuidaré a tus nietos, a mis hermanos.

Un beso para ti y a mi papá, que debe andar recorriendo las nubes, conversando con alguien por ahí... Llámalo a tomar once, es tarde ya y siempre se quedaba pegado conversando. Tu hijo.

Héctor Navarro Cabello

Cuando el aislamiento nos une | 79

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