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Examen

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Rutina

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Examen

Es de noche. La señal de internet funciona mejor que durante el día. También hay silencio. Aprovecho ese momento para revisar los últimos detalles de mi defensa de tesis, de buscar cualquier falta de ortografía que se me haya escapado. El cuerpo me ruega que vaya a dormir. Lo desobedezco. Pongo a hervir agua para hacerme un café. Voy al baño a mojarme la cara. El espejo me devuelve un rostro con marcadas ojeras y escleróticas rojas por tantas horas frente a la pantalla.

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En un esfuerzo inútil por ganarle la batalla a Morfeo, bebo varias tazas del negro brebaje mientras miro las diapositivas. Me traslado al mundo de los sueños. En esa realidad Murphy también tiene razón. Al momento de rendir mi examen el Wi-fi tambalea. Los profesores me dicen que se escucha entrecortado, que me van a llamar de nuevo. No hay caso. Mejor lo dejamos para otro día, indican, que no me preocupe. Les agradezco la comprensión. Tengo que ahogar un grito de enojo. Para qué molestarme en tener la cuenta del internet al día. Me despierto. El computador entró en suspensión. Los dos necesitamos un descanso. Decido irme a la cama.

El gran día llega. Me visto con una camisa y debajo mi pantalón de buzo favorito. La Comisión se conecta a la

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Historias confinadas

plataforma. Mientras presento, miro cada vez que puedo el ícono de acceso a internet en la esquina de la pantalla. La Comisión delibera. Nota máxima. Quiero saltar de la alegría. No lo hago. No quiero que se vea el buzo. Los docentes me felicitan y se desconectan.

Pienso en que, si fueran otras las circunstancias, ahora estaría recibiendo los abrazos de amigos y familiares.

Julio Humberto Mandujano Barra

Cuando el aislamiento nos une | 105

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