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Compañeras Crónicas del encierro, día tres
Compañeras
Cocino esta rutina con cariño, la corto en trocitos y la disfrazo de novedad para que no te atragantes.
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Juegas absolutamente abstraída del territorio en el que aterrizaste a hacer la vida; deslizas tu elefante celeste por la alfombra y recuerdo nuestro octubre cerrando los ventanales para que la fetidez inmoral de una lacrimógena no apagara tus sonrisas. Ahora, meses después, en este océano de incertidumbre, abrimos juntas las ventanas a pesar del frío, para que nos llegue con el viento algo de libertad.
Se redujo tanto tu universo, hija mía, a estas cuatro paredes amadas que nos abrigan y nos acogen. Cuelgo en los muros caballos de colores disfrazando el papel mural amarillado por el tiempo, y bailamos juntas al ritmo de las pequeñas y grandes adversidades que nos ha traído esta temporalidad agridulce.
A veces decaigo, es cierto, me visita una oscura desazón por no haber sido amada, por el trabajo que no tengo, por mi familia tan lejos, por la mezquindad del mundo entero. Pero apareces tú con tu sonrisa de dientes recién estrenados, a darme un abrazo fugaz como vuelo de colibrí y agradezco la felicidad de acunarte, de cantar para ti, de mostrarte el mundo, aunque de momento, sea desde nuestra ventana.
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Historias confinadas
Es entonces cuando vuelvo, con ánimos renovados, a llevar la tediosa rutina a la cocina, dispuesta a cocinarla y convertirla en algo extraordinario.
María Angélica Tapia Pérez
Cuando el aislamiento nos une | 133