El camino de la loba

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Título original Wolf Road

Traducción Antonio Díaz Pérez Coordinación de la edición en lengua española Cristina Rodríguez Fischer

Primera edición en lengua española 2024

© 2024 Naturart, S.A. Editado por BLUME Carrer de les Alberes, 52, 2.º,Vallvidrera 08017 Barcelona

Tel. 93 205 40 00 e-mail: info@blume.net © 2023 del texto Alice Roberts © 2023 de las ilustraciones Keith Robinson © 2023 Simon & Schuster UK Ltd., Londres

ISBN: 978-84-10268-21-0

Depósito legal: B.11116-2024 Impreso en Índice. Arts gràfiques, Barcelona

Todos los derechos reservados. Queda prohibida la reproducción total o parcial de esta obra, sea por medios mecánicos o electrónicos, sin la debida autorización por escrito del editor.

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Este libro se ha impreso sobre papel manufacturado con materia prima procedente de bosques de gestión responsable. En la producción de nuestros libros procuramos, con el máximo empeño, cumplir con los requisitos medioambientales que promueven la conservación y el uso responsable de los bosques, en especial de los bosques primarios. Asimismo, en nuestra preocupación por el planeta, intentamos emplear al máximo materiales reciclados, y solicitamos a nuestros proveedores que usen materiales de manufactura cuya fabricación esté libre de cloro elemental, entre otros.

ALICE ROBERTS

La madre de Tuuli pasó los pies, calzados con botas de piel, por lo que había sido el suelo de la tienda, cubierto de broza, musgo y restos de pieles. Se agachó para recoger un objeto que resultó ser una escama de pedernal. Lo soltó y se levantó. Al hacerlo, se llevó las manos a la parte baja de la espalda y se arqueó un poco para estirar los músculos, doloridos de tanto agacharse, levantar y cargar aquella mañana.

—Y mira —dijo Jutsa mientras respiraba hondo—. Hace un día precioso para viajar.

Y sí que lo era. Aunque la nieve estaba marrón por donde la había pisoteado la manada de renos, aún quedaban enormes montones relucientes por todas partes. Los árboles desnudos eran como plumas plantadas en el blancor. Unos cuantos pequeños abedules inclinaban la cabeza para enterrar sus ramitas en la nieve.

—Estoy lista —dijo Tuuli a la vez que tomaba las riendas de su pulka para atárselas al cinturón antes de agarrar su lanza, la cual le ayudaría a andar y le serviría para defenderse, si hiciera falta.

Jutsa, que era la líder de su pequeña tribu, se irguió y observó el campamento ya desmontado y las pulkas, cargadas hasta arriba.

—Es hora de irse —le dijo a Tuuli.Y, así, la pequeña tribu, o talo, de cinco familias partió. Eran diecisiete personas que llevaban todos sus bienes terrenales atados a la espalda, empaquetados en diez pulkas y que arrastraban tres fardos de postes. Les esperaba un largo camino.

LA PARTIDA

Mientras tiraba de su pequeña pulka, Tuuli se rezagó a propósito para que sus padres la adelantaran y poder quedarse junto a Wren, su prima mayor.

—Hola,Wren.

Wren se dio la vuelta y observó a su prima desde el interior de su capucha de piel.

Casi todos en la tribu, incluida Tuuli, tenían los ojos castaños o avellana, pero los de Wren eran de un marrón de lo más intenso.

De la capucha le salían unos mechones de cabellos oscuros y rizados.

—Hola,Tuuli —le respondió, sonriendo—. ¿Has visto algún reno esta mañana en el acantilado?

—Solo a los últimos rezagados, que ya se marchaban.

—¿Y qué me dices del río?

LA CACER IA

—Sí.Tal vez tres o cuatro —coincidió Wren.

—¿Una partida de caza de nuestro campamento?

—Casi seguro. Por el aspecto que tiene, de hace uno o dos días.

Unas suaves huellas aviares se cruzaban con el rastro humano.

Las chicas se pusieron en pie y continuaron bajando por la orilla empinada, donde los pies les resbalaban en las pisadas que otros habían dejado. Descendieron al fondo y se apartaron del rastro de los otros cazadores, para lo cual remontaron el angosto valle en dirección contraria.

Cuando pasaron junto a un gran alce, no se movió un ápice y se limitó a resoplar unas vaporosas nubes de fastidio. Lupa no le quitaba ojo de encima, aunque no se separó de Tuuli.

—Podríamos haberle dado caza —susurró Wren una vez que se hubieron alejado del enorme animal.

—Cree que somos leones altos —le respondió Tuuli—. Cree que le sería fácil escapar en este terreno. No entiende las lanzas ni los venablos. Casi resulta injusto.

—Bueno, pues no le ha llegado aún su día.

El valle se fue volviendo cada vez más rocoso y escarpado, y las tres treparon entre rocas hasta llegar a la taiga de alerces que había en la cima. Lupa las adelantó para llegar primero a la cima, donde las esperó. A Tuuli casi le molestaba el calor que le daba la capa de piel.

De repente, sonó un fuerte crujido más adelante de donde estaban.Wren y Tuuli se miraron, se detuvieron en seco y se agacharon

se sumaron en el estribillo. A Tuuli le encantaba esa canción, y le temblaban los brazos cuando todas las voces se combinaban en armonía. Miró a Andar, que estaba sentado con las piernas cruzadas, los codos en las rodillas y la barbilla apoyada sobre las manos, entrelazadas. Era evidente que disfrutaba de la música. La canción decía lo siguiente:

Somos los Retoños de Amá, de la tierra nacimos.

En la primavera del mundo, cuando la vida se desplegaba, de ella nacimos.

En sus brazos nos sostiene.

Remi también cantaba. Le gustaban las canciones, incluso aunque fueran himnos a Amá. Las últimas notas se desvanecieron y hubo una pausa que no duró mucho.

—¡La del mamut! ¡La del mamut! —le pidió Vinta a Maatu.

—¡Ah, a mí también me gusta esa! —gritó Kuba.

Maatu miró a Aski, que asintió y atacó el lento y pesado ritmo de «La canción del mamut». A Tuuli también le encantaba esa. Comenzaba con un canto por parte de los hombres, y sobre sus voces se iban superponiendo las de las mujeres. Andar había estado escuchando y sonriendo durante las demás canciones, pero, al ver que

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