Cartas de escritores

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De Federico García Lorca a Gabriela Mistral Cartas de escritores Michael Bird y Orlando Bird

[…] miro caer la tarde: te miraré a ti como se mira un cielo profundo i dulcísimo […] Gabriela Mistral […] el libro fue más bien un salto en la oscuridad lleno de suposiciones y guiones. Tuya, Virginia Woolf […] sustituye entonces el pájaro dijo «Nunca más». Sinceramente tuyo, Poe […] escribo poco, pero leo mucho. Antón Chéjov

Agradecimientos

Quisiéramos agradecer a Sander Berg, Trevor Dadson, Alison Elgar, Carmen Fracchia, Christopher Howse, Rebecca Jeffery, Annina Lehmann, Felicity Mara, Eleanor Robertson, Masami Walton, Daniela Winter, el personal de la Biblioteca de Londres y la biblioteca del Penryn Campus, y a Fergus el gato. Ha sido un gran placer trabajar de nuevo con el equipo de Frances Lincoln, un enorme agradecimiento a nuestros editores Nicki Davis y Michael Brunström y a la documentalista de fotografías Sophie Basilevitch.

Título original Writers’ Letters

Diseño Paileen Currie

Traducción María Teresa Rodríguez Fischer

Coordinación de la edición en lengua española

Cristina Rodríguez Fischer

Primera edición en lengua española 2025

© 2025 Naturart. S.A. Editado por BLUME

Carrer de les Alberes, 52, 2.º Vallvidrera, 08017 Barcelona

Tel. 93 205 40 00 E-mail: info@blume.net

© 2021 Frances Lincoln ( The Quarto Group), Londres

© 2021 del texto Michael Bird

© 2021 de las ilustraciones y las traducciones al inglés, véanse páginas 222-223

ISBN: 978-84-10268-41-8

Depósito legal: B.14935-2024

Impreso en China

Todos los derechos reservados. Queda prohibida la reproducción total o parcial de esta obra, sea por medios mecánicos o electrónicos, sin la debida autorización por escrito del editor.

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Cartas de escritores

De Federico García Lorca a Gabriela Mistral

Michael Bird y Orlando Bird

Contenido

006 Introducción

1

«Consigo suficiente presión» Antes de ser famosos

014 W. H. Auden a Patience McElwee

016 John Berryman a Allen Tate e Isabella Gardner

018 Elizabeth Bishop a Louise Bradley

020 Charlotte Brontë a Branwell Brontë

022 Robert Burns a Wilhelmina Alexander

024 Shelagh Delaney a Joan Littlewood

026 Charles Dickens a Catherine Hogarth

028 T. S. Eliot a Sydney Schiff

030 Kenneth Grahame a Alastair Grahame

032 Gerard Manley Hopkins a Everard Hopkins

034 Federico García Lorca a Melchor Fernández Almagro

036 Norman Mailer a Isaac y Fanny Mailer

038 Sylvia Plath a Olwyn Hughes

2

«Mi cabeza está llena de guijarros» Entre amigos

042 Jane Austen a Cassandra Austen

044 Sidonie-Gabrielle Colette a Julia Ruc

046 Emily Dickinson a Samuel Bowles

048 F. Scott Fitzgerald a Gerald Murphy

050 Gustave Flaubert a George Sand

052 Samuel Johnson a Francis Barber

054 James Joyce a Harriet Shaw Weaver

056 Gabriela Mistral a Manuel Magallanes Moure

058 George Sand a Gustave Flaubert

060 Gertrude Stein a Hortense y Dicky Moses

062 Jonathan Swift a Henrietta Howard

064 Virginia Woolf a Frances Cornford

066 Akiko Yosano a Yusuke Tsurumi

3 «Sí, soy radical» Esto es historia

070 Vera Brittain a Roland Leighton

072 Gabriele D’Annunzio a Camillo Maria Corsi

074 Germaine de Staël a Louis de Narbonne

076 Olaudah Equiano a un amigo

078 George Eliot a Emilia Francis Pattison

080 Desiderius Erasmus al príncipe Enrique

082 Victor Hugo a Alphonse de Lamartine

084 Zora Neale Hurston a Margrit de Sablonière

086 Ben Jonson a Robert Cecil

088 Siegfried Sassoon a William Hamo Thornycroft

090 Marina Tsvetaeva a Nikolai Tikhonov

092 Mark Twain a Walt Whitman

094 Kurt Vonnegut a su familia

4 «Me vuelvo para mirarte» Todo por amor

098 Guillaume Apollinaire a Louise de Coligny-Châtillon

100 Elizabeth Barrett a Robert Browning

102 Robert Browning a Elizabeth Barrett

104 John Donne a George More

106 E. M. Forster a Lytton Strachey

108 Mary Godwin a Percy Bysshe Shelley

110 Johann Wolfgang von Goethe a Charlotte von Stein

112 John Keats a Fanny Brawne

114 Philip Larkin a Monica Jones

116 Iris Murdoch a Raymond Queneau

118 John Osborne a Pamela Lane

120 Rainer Maria Rilke a Lou AndreasSalomé

122 Percy Bysshe Shelley a Mary Godwin

5

«Todo va mal» Cuando llegan los problemas

126 Charles Baudelaire a Narcisse Ancelle

128 Walter Benjamin a Gershom Scholem

130 Frances Burney a Esther Burney

132 Miguel de Cervantes a un noble

134 Daniel Defoe a Robert Harley

136 W. S. Graham a Roger Hilton

138 Heinrich Heine a Jakob Venedey

140 Franz Kafka a Hermann Kafka

142 D. H. Lawrence a Harold Mason

144 Marcel Proust a Reynaldo Hahn

146 Paul Verlaine a Gustave Kahn

148 Oscar Wilde a lord Alfred Douglas

6 «Adjunto un relato» Negocios literarios

152 Chinua Achebe a John A. Williams

154 Honoré de Balzac a Samuel-Henry Berthoud

156 Angela Carter a Bill Buford

158 Joseph Conrad a Norman Douglas

160 Thomas Hardy a Edmund Gosse

162 Henrik Ibsen a Edvard Grieg

164 Jack Kerouac a Marlon Brando

166 Herman Melville a Nathaniel Hawthorne

168 Yone Noguchi a Léonie Gilmour

170 Edgar Allen Poe a John Augustus Shea

172 Christina Rossetti a Alexander Macmillan

174 William Butler Yeats a Ezra Pound

7 «Como un viejo caballo de guerra» La voz de la experiencia

178 Samuel Beckett a Harold Pinter

180 Harriet Beecher Stowe a George Eliot

182 Antón Chéjov a Aleksandr Amfiteátrov

184 Hermann Hesse a Joseph Englert

186 George Bernard Shaw a Sylvia Beach

188 Susan Sontag a Hilda Reach

190 Alfred Tennyson a William Cox Bennett

192 León Tolstói a Octave Mirbeau

194 William Wordsworth a John Wilson

196 Émile Zola a Léon Daudet

8 «Eso es todo» La retirada

200 Lord Byron a John Murray

202 Vladímir Mayakovski a «Todos vosotros»

204 Katherine Mansfield a John Middleton Murry

206 Arthur Rimbaud a Isabelle Rimbaud

208 Tang Yin a Xu Shangde

210 Mary Wollstonecraft a William Godwin

212 Stefan Zweig a «Todos mis amigos»

214 Patrick White a George Chandler

216 Línea temporal

218 Índice

222 Créditos

224 Agradecimientos

Charlotte Brontë (1816-1855) a Branwell Brontë 1 de mayo de 1843

En febrero de 1842, las hermanas Charlotte y Emily Brontë partieron hacia Bruselas, donde se matricularon en la escuela para niñas del Pensionnat Héger, regentado por Zoë Héger. Esperaban aprender las habilidades necesarias para fundar su propia escuela en Inglaterra. Pero entonces falleció su tía y hacia finales de año volvieron a Yorkshire. Al año siguiente, Charlotte volvió sola al pensionnat, en esta ocasión para enseñar. Detestaba ser institutriz en Inglaterra, pero, como demuestra esta carta avinagrada a su hermano Branwell, tampoco era mucho más feliz en Bélgica. Branwell era un joven difícil, adicto al alcohol y al opio, que murió a los treinta y un años, pero Charlotte sentía que podía ser ella misma con él. Instintivamente sincera, se sentía frustrada por las restricciones que imponía a las mujeres la «buena» sociedad, y se divierte arremetiendo contra los taciturnos belgas. No obstante, parece guardarse ciertas cosas. Durante su estancia en la escuela se enamoró de Constantin Héger, el carismático e inteligente marido de la directora. Aquí se refiere al «Cisne negro» con una indiferencia más bien estudiada, pero, después de abandonar la escuela en 1844, le envió una serie de cartas cada vez más tórridas, hasta que intervino la señora Héger.

Con posterioridad, vino la aclamación literaria, comenzando por Jane Eyre (1847) y culminando con Villette (1853), el relato de una joven inglesa que, mientras impartía clases en una escuela belga, se enamora de un colega masculino, y cuya relación termina cuando la taimada directora la sabotea. Charlotte intentó evitar que el libro se tradujese al francés.

Querido B,

He oído que me has escrito una carta; sin embargo, esta carta, como suele ser habitual, no la he recibido, lo que me apena muchísimo, ya que tenía ansias de saber de ti —¿estás seguro de haber escrito la dirección correcta y de haber pagado el franqueo inglés de 1s/6 sin el cual las cartas no se entregan nunca? […]

Estoy muy bien y moviéndome de arriba a abajo como siempre. Sin embargo, percibo que me estoy volviendo excesivamente misantrópica y agria -—dirás que no es ninguna novedad […], pero es que la gente aquí es imposible […] y no les odio —el odio sería un sentimiento demasiado cálido— No tienen emoción alguna y no emocionan a nadie —pero uno se cansa día a día de que no importe nada, de no temer a nada, de no gustar nada, de no odiar nada —ser nada, hacer nada […], pero no creas que nunca regaño o me apasiono —si hablase amablemente, con la amabilidad que en ocasiones empleaba en Roe-Head, creerían que estoy loca —nadie se apasiona aquí — no conocen nada parecido —la flema que espesa su sangre es demasiado pegajosa para hervir —son muy falsos en sus relaciones entre ellos—pero rara vez discuten y la amistad es un disparate con el que no están familiarizados — El Cisne negro M. Héger es la única auténtica excepción a esta regla (ya que Madame, siempre tranquila y siempre razonando, no es ninguna excepción), pero ahora rara vez hablo con M[onsieu]r porque no es un alumno y tengo poco o nada que ver con él. […]

Gustave Flaubert (1821-1880) a George Sand 17 de mayo de 1867

Cuando Gustave Flaubert conoció a George Sand (el pseudónimo de Amantine-LucileAurore Dudevant; véase página 59) en abril de 1857, el escritor francés acababa de publicar su primera novela, Madame Bovary. Con más de treinta novelas a sus espaldas, Sand era una de las escritoras con mayor éxito en su época. También era conocida por vestir como un hombre (para lo cual una mujer necesitaba técnicamente un permiso oficial) y por sus amoríos, entre los que se encontraban, entre otros, los escritores Alfred de Muset y Prosper Mérimée, así como el compositor Frédéric Chopin. Ahora, sin embargo, Sand tenía ya más de cincuenta años, y su vida era más sosegada. A pesar de que el tipo de ficción romántica de esta autora ofrecía esa lectura que pervierte fatalmente la mente impresionable de la protagonista de Flaubert, Emma Bovary, ambos novelistas entablaron amistad. Se encontraban en las cenas literarias de París y mantenían una correspondencia regular. Un Flaubert mucho más joven se dirigía afectuosamente a Sand como «maestra».

La Exposición Universal de 1867 fue la segunda gran feria mundial organizada en París, en la que se presentaron nuevos inventos en más de cincuenta mil expositores. En su carta anterior, Flaubert informaba a Sand: «Fui dos veces a la Exposición. Es sorprendente. Hay cosas espléndidas y extraordinarias». Un par de semanas después, el incesante parloteo de la clase media sobre el espectáculo le ponía enfermo. «El odio de lo Burgués es el comienzo de la Virtud», barrunta, alimentando las «iras desinteresadas» que impulsaron gran parte de su ficción.

Vuelvo a casa de mi madre el lunes próximo, querida maestra. ¡No tengo pues grandes esperanzas de volver a verla antes!

Sin embargo, cuando esté en París, ¿qué hay allí que evite que continúe hasta Croisset, donde todos, incluyéndome a mí, la adoran? […] Ya no se habla de la guerra, ni ninguna otra cosa en especial. La Exposición es el único «tema en la ciudad», y los taxistas exasperan a la burguesía. Fueron un auténtico espectáculo (la burguesía) durante la huelga de sastres. Parecía que la Sociedad en sí misma se estaba desmoronando.

Axioma: El odio de lo Burgués es el comienzo de la Virtud. Pero a lo que me refiero con la palabra burgués es al burgués tanto en bata como en traje [es decir, las clases bajas y medias altas]. Somos nosotros, y solo nosotros —refiriéndome a los literatos— los que constituimos el Pueblo, o más bien: la tradición de la Humanidad.

Sí, soy proclive a las iras desinteresadas y la amo aún más por amarme por ese motivo.

La estupidez y la injusticia me hacen rugir y yo aúllo, en mi rincón, sobre un alud de cosas «que no tienen nada que ver conmigo».

Es tan triste no vivir juntos, querida maestra. La admiré antes de conocerla. Desde el primer día que vi su amable y encantadora cara la he amado. Aquí tiene —un cálido abrazo.

Su viejo

Gustave Flaubert

Oscar Wilde (1854-1900) a lord Alfred Douglas

Diciembre de 1896 – marzo de 1897

En febrero de 1895, Oscar Wilde, ruborizado por el éxito de su nueva obra La importancia de llamarse Ernesto llegó a su club, donde le esperaba una carta. La había dejado el marqués de Queensberry, el combativo padre del amante no tan secreto de Wilde, lord Alfred «Bosie» Douglas, que le acusaba de ser un «sodomita». Animado por Bosie, que detestaba a su padre, Wilde le demandó por difamación. Pero cuando el equipo de la defensa de Queensberry encontró evidencias de la doble vida gay de Wilde, el caso se vino abajo. Wilde fue arrestado, juzgado, condenado por «grave indecencia pública» y sentenciado a dos años de prisión y trabajos forzados.

Hacia el final de su condena en Reading Gaol, enfermo, desnutrido y atormentado por la brutalidad del sistema penal victoriano, a Wilde le concedieron acceso a tinta, pluma y una hoja de papel cada día. Entre diciembre de 1896 y marzo de 1897, escribió una carta de cincuenta mil palabras, que ahora se conoce como De Profundis dirigida a Bosie. Cuando lo liberaron, dio la carta a su amigo Robert Ross, que mecanografió dos copias y envió una de ellas a Bosie (el cual tal vez la leyera o no).

De Profundis es una hermosa carta de amor y a la vez el cruel asesinato de un personaje. Wilde acusa a Bosie de explotarle, de distraerle de su arte, de separarle de su familia, de causar su bancarrota y luego de traicionarle. Recoge antiguas discusiones y desgrana ejemplos de la fatuidad y avidez de Bosie, que resultan aún más hirientes por su concisa precisión («Tus intereses se limitaban a tus comidas y tus caprichos»). ¿Es justo? No del todo. Bosie, aunque capaz de un ensimismamiento y una inutilidad extremas, había solicitado la liberación de Wilde mientras se encontraba en prisión y defendió la reforma social. Pero De Profundis también es un texto de una humanidad intensa, tierno, vulnerable, intensamente emocional. Wilde abandonó la prisión desahuciado, una sombra de quien fue. Él y Bosie se reconciliaron y se trasladaron a Nápoles hasta que se quedaron sin fondos y separaron sus caminos. En el otoño de 1900, Wilde sufrió un síncope en una calle de París después de someterse a una intervención quirúrgica para curar una afección crónica en su oído medio. Murió el 30 de noviembre en el Hôtel d’Alsace.

Querido Bosie,

Después de una larga e infructuosa espera he decidido escribirte yo, tanto por ti como por mí, ya que no me gustaría pensar que he pasado dos largos años de prisión sin haber recibido ni una sola línea de tu parte, ni aún noticia o mensaje, excepto aquellas que me causaran dolor. Nuestra infausta y muy lamentable amistad ha terminado en una infamia ruin y pública para mí, aunque el recuerdo de nuestro antiguo afecto a menudo me acompaña, y la idea de que el aborrecimiento, la amargura y el desprecio ocupen para siempre ese lugar en mi corazón que en otro tiempo ocupó el amor me resulta muy triste: y tú mismo sentirás en tu corazón, creo, que escribirme mientras me consumo en la soledad de la vida en prisión es mejor que publicar mis cartas sin mi permiso o dedicarme poemas sin consultar. […]

Indague en las vidas y el trabajo de algunos de los escritores más grandes del mundo con esta cautivadora colección de correspondencia.

Ordenada por temas, las cartas escritas por destacados novelistas, poetas, dramaturgos y ensayistas se reproducen aquí junto con su transcripción e interesantes detalles sobre el contexto en que se escribieron. Para los amantes de la literatura, estos excepcionales documentos ofrecen una visión fascinante sobre la vida cotidiana de los escritores, sus relaciones y su trabajo, y nos recuerdan los tesoros que pueden hallarse en una simple carta.

Virginia Woolf, Miguel de Cervantes, Victor Hugo, Chinua Achebe, Charlotte Brontë, Charles Dickens, Gustave Flaubert, Sylvia Plath, F. Scott Fitzgerald, Emily Dickinson, Zora Neale Hurston, Franz Kafka, Oscar Wilde, Jane Austen, León Tolstói y Kurt Vonnegut

son solo algunos de los numerosos escritores de esta cautivadora colección.

ISBN 978-84-10268-41-8

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