Contenido
006 Introducción
1
«Consigo suficiente presión» Antes de ser famosos
014 W. H. Auden a Patience McElwee
016 John Berryman a Allen Tate e Isabella Gardner
018 Elizabeth Bishop a Louise Bradley
020 Charlotte Brontë a Branwell Brontë
022 Robert Burns a Wilhelmina Alexander
024 Shelagh Delaney a Joan Littlewood
026 Charles Dickens a Catherine Hogarth
028 T. S. Eliot a Sydney Schiff
030 Kenneth Grahame a Alastair Grahame
032 Gerard Manley Hopkins a Everard Hopkins
034 Federico García Lorca a Melchor Fernández Almagro
036 Norman Mailer a Isaac y Fanny Mailer
038 Sylvia Plath a Olwyn Hughes
2
«Mi cabeza está llena de guijarros» Entre amigos
042 Jane Austen a Cassandra Austen
044 Sidonie-Gabrielle Colette a Julia Ruc
046 Emily Dickinson a Samuel Bowles
048 F. Scott Fitzgerald a Gerald Murphy
050 Gustave Flaubert a George Sand
052 Samuel Johnson a Francis Barber
054 James Joyce a Harriet Shaw Weaver
056 Gabriela Mistral a Manuel Magallanes Moure
058 George Sand a Gustave Flaubert
060 Gertrude Stein a Hortense y Dicky Moses
062 Jonathan Swift a Henrietta Howard
064 Virginia Woolf a Frances Cornford
066 Akiko Yosano a Yusuke Tsurumi
3 «Sí, soy radical» Esto es historia
070 Vera Brittain a Roland Leighton
072 Gabriele D’Annunzio a Camillo Maria Corsi
074 Germaine de Staël a Louis de Narbonne
076 Olaudah Equiano a un amigo
078 George Eliot a Emilia Francis Pattison
080 Desiderius Erasmus al príncipe Enrique
082 Victor Hugo a Alphonse de Lamartine
084 Zora Neale Hurston a Margrit de Sablonière
086 Ben Jonson a Robert Cecil
088 Siegfried Sassoon a William Hamo Thornycroft
090 Marina Tsvetaeva a Nikolai Tikhonov
092 Mark Twain a Walt Whitman
094 Kurt Vonnegut a su familia
4 «Me vuelvo para mirarte» Todo por amor
098 Guillaume Apollinaire a Louise de Coligny-Châtillon
100 Elizabeth Barrett a Robert Browning
102 Robert Browning a Elizabeth Barrett
104 John Donne a George More
106 E. M. Forster a Lytton Strachey
108 Mary Godwin a Percy Bysshe Shelley
110 Johann Wolfgang von Goethe a Charlotte von Stein
112 John Keats a Fanny Brawne
114 Philip Larkin a Monica Jones
116 Iris Murdoch a Raymond Queneau
118 John Osborne a Pamela Lane
120 Rainer Maria Rilke a Lou AndreasSalomé
122 Percy Bysshe Shelley a Mary Godwin
5
«Todo va mal» Cuando llegan los problemas
126 Charles Baudelaire a Narcisse Ancelle
128 Walter Benjamin a Gershom Scholem
130 Frances Burney a Esther Burney
132 Miguel de Cervantes a un noble
134 Daniel Defoe a Robert Harley
136 W. S. Graham a Roger Hilton
138 Heinrich Heine a Jakob Venedey
140 Franz Kafka a Hermann Kafka
142 D. H. Lawrence a Harold Mason
144 Marcel Proust a Reynaldo Hahn
146 Paul Verlaine a Gustave Kahn
148 Oscar Wilde a lord Alfred Douglas
6 «Adjunto un relato» Negocios literarios
152 Chinua Achebe a John A. Williams
154 Honoré de Balzac a Samuel-Henry Berthoud
156 Angela Carter a Bill Buford
158 Joseph Conrad a Norman Douglas
160 Thomas Hardy a Edmund Gosse
162 Henrik Ibsen a Edvard Grieg
164 Jack Kerouac a Marlon Brando
166 Herman Melville a Nathaniel Hawthorne
168 Yone Noguchi a Léonie Gilmour
170 Edgar Allen Poe a John Augustus Shea
172 Christina Rossetti a Alexander Macmillan
174 William Butler Yeats a Ezra Pound
7 «Como un viejo caballo de guerra» La voz de la experiencia
178 Samuel Beckett a Harold Pinter
180 Harriet Beecher Stowe a George Eliot
182 Antón Chéjov a Aleksandr Amfiteátrov
184 Hermann Hesse a Joseph Englert
186 George Bernard Shaw a Sylvia Beach
188 Susan Sontag a Hilda Reach
190 Alfred Tennyson a William Cox Bennett
192 León Tolstói a Octave Mirbeau
194 William Wordsworth a John Wilson
196 Émile Zola a Léon Daudet
8 «Eso es todo» La retirada
200 Lord Byron a John Murray
202 Vladímir Mayakovski a «Todos vosotros»
204 Katherine Mansfield a John Middleton Murry
206 Arthur Rimbaud a Isabelle Rimbaud
208 Tang Yin a Xu Shangde
210 Mary Wollstonecraft a William Godwin
212 Stefan Zweig a «Todos mis amigos»
214 Patrick White a George Chandler
216 Línea temporal
218 Índice
222 Créditos
224 Agradecimientos
Charlotte Brontë (1816-1855) a Branwell Brontë 1 de mayo de 1843
En febrero de 1842, las hermanas Charlotte y Emily Brontë partieron hacia Bruselas, donde se matricularon en la escuela para niñas del Pensionnat Héger, regentado por Zoë Héger. Esperaban aprender las habilidades necesarias para fundar su propia escuela en Inglaterra. Pero entonces falleció su tía y hacia finales de año volvieron a Yorkshire. Al año siguiente, Charlotte volvió sola al pensionnat, en esta ocasión para enseñar. Detestaba ser institutriz en Inglaterra, pero, como demuestra esta carta avinagrada a su hermano Branwell, tampoco era mucho más feliz en Bélgica. Branwell era un joven difícil, adicto al alcohol y al opio, que murió a los treinta y un años, pero Charlotte sentía que podía ser ella misma con él. Instintivamente sincera, se sentía frustrada por las restricciones que imponía a las mujeres la «buena» sociedad, y se divierte arremetiendo contra los taciturnos belgas. No obstante, parece guardarse ciertas cosas. Durante su estancia en la escuela se enamoró de Constantin Héger, el carismático e inteligente marido de la directora. Aquí se refiere al «Cisne negro» con una indiferencia más bien estudiada, pero, después de abandonar la escuela en 1844, le envió una serie de cartas cada vez más tórridas, hasta que intervino la señora Héger.
Con posterioridad, vino la aclamación literaria, comenzando por Jane Eyre (1847) y culminando con Villette (1853), el relato de una joven inglesa que, mientras impartía clases en una escuela belga, se enamora de un colega masculino, y cuya relación termina cuando la taimada directora la sabotea. Charlotte intentó evitar que el libro se tradujese al francés.
Querido B,
He oído que me has escrito una carta; sin embargo, esta carta, como suele ser habitual, no la he recibido, lo que me apena muchísimo, ya que tenía ansias de saber de ti —¿estás seguro de haber escrito la dirección correcta y de haber pagado el franqueo inglés de 1s/6 sin el cual las cartas no se entregan nunca? […]
Estoy muy bien y moviéndome de arriba a abajo como siempre. Sin embargo, percibo que me estoy volviendo excesivamente misantrópica y agria -—dirás que no es ninguna novedad […], pero es que la gente aquí es imposible […] y no les odio —el odio sería un sentimiento demasiado cálido— No tienen emoción alguna y no emocionan a nadie —pero uno se cansa día a día de que no importe nada, de no temer a nada, de no gustar nada, de no odiar nada —ser nada, hacer nada […], pero no creas que nunca regaño o me apasiono —si hablase amablemente, con la amabilidad que en ocasiones empleaba en Roe-Head, creerían que estoy loca —nadie se apasiona aquí — no conocen nada parecido —la flema que espesa su sangre es demasiado pegajosa para hervir —son muy falsos en sus relaciones entre ellos—pero rara vez discuten y la amistad es un disparate con el que no están familiarizados — El Cisne negro M. Héger es la única auténtica excepción a esta regla (ya que Madame, siempre tranquila y siempre razonando, no es ninguna excepción), pero ahora rara vez hablo con M[onsieu]r porque no es un alumno y tengo poco o nada que ver con él. […]
Gustave Flaubert (1821-1880) a George Sand 17 de mayo de 1867
Cuando Gustave Flaubert conoció a George Sand (el pseudónimo de Amantine-LucileAurore Dudevant; véase página 59) en abril de 1857, el escritor francés acababa de publicar su primera novela, Madame Bovary. Con más de treinta novelas a sus espaldas, Sand era una de las escritoras con mayor éxito en su época. También era conocida por vestir como un hombre (para lo cual una mujer necesitaba técnicamente un permiso oficial) y por sus amoríos, entre los que se encontraban, entre otros, los escritores Alfred de Muset y Prosper Mérimée, así como el compositor Frédéric Chopin. Ahora, sin embargo, Sand tenía ya más de cincuenta años, y su vida era más sosegada. A pesar de que el tipo de ficción romántica de esta autora ofrecía esa lectura que pervierte fatalmente la mente impresionable de la protagonista de Flaubert, Emma Bovary, ambos novelistas entablaron amistad. Se encontraban en las cenas literarias de París y mantenían una correspondencia regular. Un Flaubert mucho más joven se dirigía afectuosamente a Sand como «maestra».
La Exposición Universal de 1867 fue la segunda gran feria mundial organizada en París, en la que se presentaron nuevos inventos en más de cincuenta mil expositores. En su carta anterior, Flaubert informaba a Sand: «Fui dos veces a la Exposición. Es sorprendente. Hay cosas espléndidas y extraordinarias». Un par de semanas después, el incesante parloteo de la clase media sobre el espectáculo le ponía enfermo. «El odio de lo Burgués es el comienzo de la Virtud», barrunta, alimentando las «iras desinteresadas» que impulsaron gran parte de su ficción.
Vuelvo a casa de mi madre el lunes próximo, querida maestra. ¡No tengo pues grandes esperanzas de volver a verla antes!
Sin embargo, cuando esté en París, ¿qué hay allí que evite que continúe hasta Croisset, donde todos, incluyéndome a mí, la adoran? […] Ya no se habla de la guerra, ni ninguna otra cosa en especial. La Exposición es el único «tema en la ciudad», y los taxistas exasperan a la burguesía. Fueron un auténtico espectáculo (la burguesía) durante la huelga de sastres. Parecía que la Sociedad en sí misma se estaba desmoronando.
Axioma: El odio de lo Burgués es el comienzo de la Virtud. Pero a lo que me refiero con la palabra burgués es al burgués tanto en bata como en traje [es decir, las clases bajas y medias altas]. Somos nosotros, y solo nosotros —refiriéndome a los literatos— los que constituimos el Pueblo, o más bien: la tradición de la Humanidad.
Sí, soy proclive a las iras desinteresadas y la amo aún más por amarme por ese motivo.
La estupidez y la injusticia me hacen rugir y yo aúllo, en mi rincón, sobre un alud de cosas «que no tienen nada que ver conmigo».
Es tan triste no vivir juntos, querida maestra. La admiré antes de conocerla. Desde el primer día que vi su amable y encantadora cara la he amado. Aquí tiene —un cálido abrazo.
Su viejo
Gustave Flaubert
Oscar Wilde (1854-1900) a lord Alfred Douglas
Diciembre de 1896 – marzo de 1897
En febrero de 1895, Oscar Wilde, ruborizado por el éxito de su nueva obra La importancia de llamarse Ernesto llegó a su club, donde le esperaba una carta. La había dejado el marqués de Queensberry, el combativo padre del amante no tan secreto de Wilde, lord Alfred «Bosie» Douglas, que le acusaba de ser un «sodomita». Animado por Bosie, que detestaba a su padre, Wilde le demandó por difamación. Pero cuando el equipo de la defensa de Queensberry encontró evidencias de la doble vida gay de Wilde, el caso se vino abajo. Wilde fue arrestado, juzgado, condenado por «grave indecencia pública» y sentenciado a dos años de prisión y trabajos forzados.
Hacia el final de su condena en Reading Gaol, enfermo, desnutrido y atormentado por la brutalidad del sistema penal victoriano, a Wilde le concedieron acceso a tinta, pluma y una hoja de papel cada día. Entre diciembre de 1896 y marzo de 1897, escribió una carta de cincuenta mil palabras, que ahora se conoce como De Profundis dirigida a Bosie. Cuando lo liberaron, dio la carta a su amigo Robert Ross, que mecanografió dos copias y envió una de ellas a Bosie (el cual tal vez la leyera o no).
De Profundis es una hermosa carta de amor y a la vez el cruel asesinato de un personaje. Wilde acusa a Bosie de explotarle, de distraerle de su arte, de separarle de su familia, de causar su bancarrota y luego de traicionarle. Recoge antiguas discusiones y desgrana ejemplos de la fatuidad y avidez de Bosie, que resultan aún más hirientes por su concisa precisión («Tus intereses se limitaban a tus comidas y tus caprichos»). ¿Es justo? No del todo. Bosie, aunque capaz de un ensimismamiento y una inutilidad extremas, había solicitado la liberación de Wilde mientras se encontraba en prisión y defendió la reforma social. Pero De Profundis también es un texto de una humanidad intensa, tierno, vulnerable, intensamente emocional. Wilde abandonó la prisión desahuciado, una sombra de quien fue. Él y Bosie se reconciliaron y se trasladaron a Nápoles hasta que se quedaron sin fondos y separaron sus caminos. En el otoño de 1900, Wilde sufrió un síncope en una calle de París después de someterse a una intervención quirúrgica para curar una afección crónica en su oído medio. Murió el 30 de noviembre en el Hôtel d’Alsace.
Querido Bosie,
Después de una larga e infructuosa espera he decidido escribirte yo, tanto por ti como por mí, ya que no me gustaría pensar que he pasado dos largos años de prisión sin haber recibido ni una sola línea de tu parte, ni aún noticia o mensaje, excepto aquellas que me causaran dolor. Nuestra infausta y muy lamentable amistad ha terminado en una infamia ruin y pública para mí, aunque el recuerdo de nuestro antiguo afecto a menudo me acompaña, y la idea de que el aborrecimiento, la amargura y el desprecio ocupen para siempre ese lugar en mi corazón que en otro tiempo ocupó el amor me resulta muy triste: y tú mismo sentirás en tu corazón, creo, que escribirme mientras me consumo en la soledad de la vida en prisión es mejor que publicar mis cartas sin mi permiso o dedicarme poemas sin consultar. […]
Indague en las vidas y el trabajo de algunos de los escritores más grandes del mundo con esta cautivadora colección de correspondencia.
Ordenada por temas, las cartas escritas por destacados novelistas, poetas, dramaturgos y ensayistas se reproducen aquí junto con su transcripción e interesantes detalles sobre el contexto en que se escribieron. Para los amantes de la literatura, estos excepcionales documentos ofrecen una visión fascinante sobre la vida cotidiana de los escritores, sus relaciones y su trabajo, y nos recuerdan los tesoros que pueden hallarse en una simple carta.
Virginia Woolf, Miguel de Cervantes, Victor Hugo, Chinua Achebe, Charlotte Brontë, Charles Dickens, Gustave Flaubert, Sylvia Plath, F. Scott Fitzgerald, Emily Dickinson, Zora Neale Hurston, Franz Kafka, Oscar Wilde, Jane Austen, León Tolstói y Kurt Vonnegut
son solo algunos de los numerosos escritores de esta cautivadora colección.
ISBN 978-84-10268-41-8
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