El Egipto faraónico. La edad de oro de las pirámides

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LA EDAD DE ORO DE LAS PIRÁMIDES

TÍTULO ORIGINAL

L’Égypte pharaonique. L’áge d’or des pyramides

DIRECCIÓN DEL PROYECTO

Ariane Laine-Forrest

DIRECCIÓN EDITORIAL

Laurence Lehoux, Rocco Dimondo

EDICIÓN E ICONOGRAFÍA

Franck Friès, Florence Collin, Silvain Chupin

CONCEPTO GRÁFICO

Pierre-Yann Lallaizon, Louise Gardebois

PREIMPRESIÓN

Hyphen Media

TRADUCCIÓN

María Teresa Rodríguez Fischer

TRADUCCIÓN DEL EGIPCIO AL FRANCÉS

André Barucq (19), François Daumas (19), Sylvie Cauville (34, 77, 120), Sydney Hervé Aufrère (49), André-Jean Frestugière (58), Paul Barguet (59, 147), Alessandro Roccati (81), Jean-Marie Kruchten (227a), Maurice Allioit (227b), Adolphe Gutbub (229), Gustave Lefebvre (258), Christophe Barbotin (261a), Paul Barguet (261b), Sylvia Couchoud (329), Gustave Lefebvre (362, 386)

REVISIÓN DE LA EDICIÓN EN LENGUA ESPAÑOLA

Núria Castellano Solé

Doctora en Egiptología. Miembro de la Misión Arqueológica de Oxirrinco

COORDINACIÓN DE LA EDICIÓN EN LENGUA ESPAÑOLA

Cristina Rodríguez Fischer

Primera edición en lengua española 2025

© 2025 Naturart, S.A. Editado por BLUME

Carrer de les Alberes, 52, 2.º, Vallvidrera 08017 Barcelona

Tel. 93 205 40 00 e-mail: info@blume.net © 2023 Éditions EPA-Hachette Livre-XO Éditions, Francia

ISBN: 978-84-10469-05-1

Depósito legal: B. 20927-2024

Impreso en China

Todos los derechos reservados. Queda prohibida la reproducción total o parcial de esta obra, sea por medios mecánicos o electrónicos, sin la debida autorización por escrito del editor.

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LA EDAD DE ORO DE LAS PIRÁMIDES

CONTENIDO

PREFACIO 7

PRIMERA PARTE

DE RE DE HELIÓPOLIS A LA PIRÁMIDE ESCALONADA

CAPÍTULO 1

Heliópolis, ciudad de la luz y fuente de la espiritualidad egipcia

CAPÍTULO 2

Y se hizo la luz: el resplandor de Re 13 19 27 45

SEGUNDA PARTE

EL TEMPLO

CAPÍTULO 5

El templo, centro vital

CAPÍTULO 6

La construcción del templo 57 63

TERCERA PARTE LAS CIENCIAS

SAGRADAS

CAPÍTULO 8

Una ciencia diferenciada

CAPÍTULO 9

La ciencia del cielo

CAPÍTULO 10

La magia de heka, ciencia de la energía

CUARTA PARTE

CAPÍTULO 14

La dinastía de los hijos de la luz 151 189

Una nueva edad de oro: la IV dinastía

CAPÍTULO 15

CAPÍTULO 3

III dinastía: Dyoser, Imhotep y la pirámide escalonada

CAPÍTULO 4

Arte ritual y artesanos

CAPÍTULO 7

Los elementos del templo 69

CAPÍTULO 11

Alquimia y transmutación

CAPÍTULO 12

La ciencia del Número

CAPÍTULO 13

Una medicina sin fronteras

CAPÍTULO 16

La revelación suprema: Los Textos de las Pirámides 197

QUINTA PARTE

LUZ DE LA INICIACIÓN

CAPÍTULO 17

La iniciación, valor central y camino hacia el conocimiento

CAPÍTULO 18

Una iniciación para los vivos

CAPÍTULO 19

El ritual iniciático

SEXTA PARTE

CAPÍTULO 20

El viaje celeste

CAPÍTULO 21

El ser de luz (Aj), última etapa de la iniciación

DEL FIN DE LA EDAD DE ORO DE LAS PIRÁMIDES A LA PRIMERA INVASIÓN

CAPÍTULO 22

La VI dinastía: de Teti a Nitocris

CAPÍTULO 23

Una crisis, pero ¿de qué índole?

CAPÍTULO 24

Luces de la XII dinastía

CAPÍTULO 25

La primera invasión: los hicsos

SÉPTIMA PARTE LA CONDICIÓN HUMANA: DE LA EXISTENCIA

A LOS ELEMENTOS ESPIRITUALES DEL SER

CAPÍTULO 26

Naturaleza humana y nacimiento del mal

CAPÍTULO 27

De la existencia humana a la vida divina

CAPÍTULO 28

La condición femenina

EPÍLOGO

REFERENCIAS

Mapas

dinastías

alfabeto jeroglífico

año y las estaciones

CAPÍTULO 29

Los elementos espirituales del ser

CAPÍTULO 30

Un camino de plenitud para los seres humanos

ANEXOS

Principales fuentes utilizadas

Bibliografía básica

Índice

Contenido de:

El Egipto faraónico

Un reino de luz (tomo 1)

Contenido específico

Osiris es el símbolo de la Gran Obra de la alquimia (Alejandría, Museo de Alejandría).

ALQUIMIA Y TRANSMUTACIÓN

La Tierra negra

Egipto se conocía como la «Tierra negra», kemet, y del árabe al-kemet proviene nuestra palabra «alquimia», ciencia misteriosa que se practicó durante mucho tiempo en Occidente.

Los antiguos coinciden en afirmar que la alquimia había sido «inventada» en Egipto, y nosotros vamos a constatar que esta excepcional ciencia de la transmutación ocupaba, en efecto, un lugar preponderante.

Para los egipcios, el color negro no es sinónimo de tinieblas y de duelo sino, al contrario, de fecundidad espiritual y material. Osiris, referencia principal de los alquimistas, puede tener una cara negra, al igual que el dios Min, Osiris resucitado. Una estatua alquímica de Mentuhohtep II ilustra los tres colores de la obra: vestimenta blanca, piel negra y corona roja.

La raíz kem significa «negro», pero también «ser completo, alcanzar repitiendo la creación original», que es uno de los propósitos de la alquimia. En cuanto a una determinada hierba, kimiya, «la negra», poseía la facultad de transformar los metales en oro.

Transmutar es la palabra maestra de la alquimia, tanto espiritual como material. Transmutar un profano en iniciado, un bloque de piedra en estatua vivien -

Templos bajos y altos y calzadas con paredes decoradas con bajorrelieves sublimes, según los escasos restos que escaparon a la destrucción, Dahshur era un vasto dominio rebosante de vida al que las mujeres, que representaban las provincias, llevaban sus riquezas. Con la ayuda de Seshat, la patrona de los constructores, Esnofru edificó los santuarios y celebró allí su fiesta de regeneración. Unos vestigios conmovedores son los trozos de un piramidión que ha podido ser reconstruido y expuesto. Es el único superviviente de la edad de oro en este estado.

Al norte del lugar, «Aquella que aparece brillando», destaca una pirámide lisa con una altura de ciento cuarenta metros, y una pendiente de 46º 34’. Se la conoce como «la Roja», ya que cuando su revestimiento de caliza blanca fue arrancado quedaron a la vista los bloques de este color.

El papel principal de esta pirámide perfecta y deslumbrante es disipar las tinieblas, recoger el brillo del sol resucitado y propagarlo. Situada a una treintena de metros por debajo del suelo, la entrada da acceso a un itinerario interior que discurre por un largo pasillo de ochenta metros. Dos salas con bóvedas falsas parecen ser el corazón de la pirámide; pero este Dos procede de la Unidad, una tercera sala a la que se alcanza al tomar un nuevo pasillo.

La pirámide lisa, conocida como «la Roja» de Esnofru en Dahshur.

La segunda pirámide de Esnofru en Dahshur es un caso único. Conocida como «Romboidal», presenta la particularidad de tener una doble pendiente: 54º 15’ en la parte inferior, y 43º para la superior, con una altura de unos cien metros.

La teoría oficial, todavía muy extendida es el de un lamentable fracaso del maestro de obra. Al llegar a media altura se habría percatado de su error. Entonces, cambió el ángulo de la pendiente para que el edificio no se derrumbara. Y sin embargo, esta pirámide está impregnada de la perfección que Esnofru quería alcanzar. El montaje de las hiladas de piedra demuestra un conocimiento destacable del ensamblaje de los bloques, las uniones son de una finura digna de la Gran Pirámide. En cuanto a la línea de separación de las dos pendientes, es de una horizontalidad rigurosa.

Dos entradas (una al norte, la otra al oeste), dos pasillos que conducen a dos conjuntos de salas, dos cámaras de resurrección, la omnipresencia del Dos en los solados, los rastrillos y las puertas, y finalmente dos pendientes. ¡El maestro de obra realmente no pudo hacer más para encarnar la dualidad creadora en piedra!

Alexandre Varille fue, me parece, el primero en comprender la verdadera naturaleza del edificio. Fue mal visto por sus colegas y no se le consideró creíble. El objetivo de Jacques Vandier, autor de un famoso manual de arqueología egipcia, admite que esta pirámide «en su estructura misma, insiste de una manera más precisa que las otras en la dualidad de la persona real». Jean­Louis de Cenival estima que la pirámide de doble pendiente fue así concebida desde un inicio y que «su forma estaba destinada a añadir la imagen de la piedra de Heliópolis a la de las escaleras de los monumentos anteriores».

La pirámide de doble pendiente de Esnofru, conocida como «Romboidal», en Dahshur.

Izquierda

El «ser perpetuamente regenerado», Osiris, es el soberano de los justos de voz que han accedido a la luz (Valle de los Reyes, tumba de Horemheb).

CAPÍTULO 21

EL SER DE LUZ (AJ), ÚLTIMA ETAPA DE LA INICIACIÓN

Sobre la importancia de la luz

El tema de la luz, como ya hemos constatado, está omnipresente en el pensamiento egipcio, y nos parece pertinente recordarlo. A los ojos de los antiguos egipcios, no se trata de un fenómeno físico, sino metafísico. La luz es espiritual y sobrenatural, antes de volverse corpórea. Nacida de ella misma, aparece en el océano de energía, expresando la fuerza mágica del Creador. Como elemento misterioso que rige el universo, ella contiene el secreto de la vida, conjunto de mutaciones permanentes de la luz, que revelan las Letanías de Re , inscritas en la morada de eternidad de Tutmosis III y en otros textos, como el Libro de las Cavernas .

La luz crea fuerzas divinas que son percibidas por los «maestros de luz». Es ella la que construye al iniciado, es su radiación la que engendra y fecunda. «Oro, plata, lapislázuli, turquesa y piedra- chehenet constituyen la luz creadora, síntesis de todos los minerales», escribe Sydney Hervé Aufrère. «Es la luz en el alba del mundo, aquella en la que se encuentra el germen de toda existencia divina, la de los dioses que evoca la noche estrellada». Geométricamente, la luz alquímica de los minerales y de los metales se concreta bajo la forma de un triángulo, y las pirámides son su culminación arquitectónica.

Las pirámides no eran tumbas, sino matrices de eternidad que han «cansado al tiempo»... Esta revelación esencial de la época de oro de la civilización faraónica es la que nos relata Christian Jacq con su incomparable pluma. En una obra ricamente ilustrada, nos invita a descubrir la extraordinaria aventura de estos constructores que se alimentaban de las ciencias sagradas: la astrología, la magia, la alquimia. Nos explica por qué ningún esclavo trabajó en la edificación de las pirámides o por qué estas últimas no han ocultado nunca un cuerpo mortal, ya que la pirámide es la encarnación de Osiris.

A lo largo de este relato apasionante, Christian Jacq también nos permite percibir el significado profundo y el alcance de los rituales iniciáticos que animaron el alma de los constructores. Nos muestra cómo los antiguos egipcios se enfrentaron a los desafíos de la vida cotidiana y también a la muerte, a la que no temían, porque se abría hacia la eternidad. Christian Jacq nos recuerda lo que afirmaba la primera frase de los Textos de las Pirámides: «El faraón no ha partido muerto, ha partido en vida».

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