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DANIEL OSCAR VEGA | OTRA VISIÓN
Kchyqzmat RODRIGO AROCHA
eder digital
Versión 1.0 © 2016, Rodrigo Arocha © 2016, Daniel Oscar Vega de la imagen de tapa Editorial eder Pavón 1923, 7.° 4, Ciudad Autónoma de Buenos Aires editorialeder@gmail.com www.editorialeder.net
Kchyqzmat
Cuando llegan a Kchyqzmat, no imaginan encontrarse en una ciudad habitada exclusivamente por pasajeros de vuelos desaparecidos. Al arribar, el dulce sonido de unas flautas los recibe, y luego se recuestan sobre el jardín atravesado por un arroyo con pequeñas cascadas, lugar donde permanecen hasta la noche. A la mañana siguiente, a cada uno de ellos les viene solicitado elegir entre dos senderos: uno se interna en las sierras y el otro acompaña el cauce del arroyo hasta perderse en el horizonte. Sin importar la opción que cada uno elija, los caminos conducen siempre a los mismos lugares: 3
a los hombres hacia ranchos alejados de toda civilización, mientras que las mujeres son remitidas al pueblo, donde se les ofrecerá una casa, un empleo y la posibilidad de integrarse a la estimulante vida social y a sus diversiones. Sin conocer el destino de los demás, cada ex pasajero acepta el que le ha tocado. Pasado algún tiempo, el día de la veneración a Potenemius, dios de la promiscuidad, los varones son llevados en micros hasta los pueblos con el pretexto de realizar tareas comunitarias. Durante los meses transcurridos en sus ranchos, han esculpido sus cuerpos con vigorosos músculos. Las mujeres, por su parte, desfilan a lo largo de toda la jornada por la catedral y después del pago de una razonable tarifa se les permite acceder al culto en el templo. Allí las aguardan los hombres, desnudos; los verán pasar y podrán palpar todo lo que consideren necesario antes de tomar la decisión. Es 4
menester que el ritual de la iniciación se lleve a cabo dentro de un tiempo prudencial. Antes de la apertura se realiza una última inspección, controlando el suministro de sales, jabones y toallas con los cuales los iniciadores podrán higienizarse. No todas las mujeres se presentan en las mismas condiciones; no faltan las que se profesan en clara oposición al ritual al cual se ven obligadas a tomar parte. La mayoría, en señal de disconformidad, acude en condiciones lastimosas, con pelos que asoman debajo de las axilas y un aliento repulsivo. Los hombres las aguardan en silencio, acatando la estricta prohibición de entablar vínculos con sus pares, debiendo ser amables, serviciales y cumplidores con todas las iniciadas. Pocos saben que si alguna de ellas se enamorara durante el acto, pasarían a ser el elegido, se verían obligados a contraer matrimonio y sus sueños de libertad acabarían en años de 5
encierro en la morada, cuidando de sus hijos. Por otra parte, son conscientes de que basta una sola denuncia de incumplimiento o insatisfacción para ser juzgados por el Tribunal Superior. Varios fueron los acusados, posteriormente absueltos, que resultaron blanco de atroces venganzas de parte de las doncellas. La última víctima fue encontrada en la bañadera de su departamento, con el cráneo desfigurado producto de varios golpes con machete y un evidente ensañamiento. Cuando llegaron los médicos, el rostro se encontraba desfigurado y el cuerpo ya no presentaba signos vitales. Las pericias confirmaron que antes de ser asesinado, el hombre sufrió una violación. Pocos días después, una segunda autopsia ordenada por la fiscal de la causa comprobó que sus genitales fueron quemados y desmenuzados, y posteriormente introducidos en la boca de la víctima, lo cual provocó asfixia y 6
un deceso acelerado. Se aseveró también espasmo cadavérico. A pesar de las elocuentes pruebas, la fiscal archivó el expediente valiéndose del mismo recurso de siempre: la total ausencia de testigos. El ritual de iniciación comienza con una sesión de cunnilingus, luego la mujer se recompone en la cama aterciopelada y observa como el hombre se acuclilla sobre una vasija de metal y orina delante de ella. Luego ella toma la vasija y repite la acción, quitándose las prendas desde el vientre hasta los pies. Se acerca hasta él, quién se mantuvo arrodillado, y se frota en su cara, en la nuca y en la lengua al alcance de la eyección. Al culminar se procede a la circunscripción del miembro con estrechas cadenas y a gemidos de excitación producto del sudor axilar. Si se encontrara dentro de las preferencias de la iniciada, la ceremonia podría incluir zoofilia. 7
Pasado el día de la veneración a Potenemius y luego de haber servido en los rituales de iniciación, los hombres son trasladados nuevamente a los ranchos y abandonados a su soledad hasta la siguiente convocatoria. Alexandre arribó a Kchyqzmat a través del Boeing 707 correspondiente al vuelo de la compañía Varig, que despegó la noche del 30 de enero de 1979 desde el aeropuerto de Narita, en Japón, y cuyo destino era Río de Janeiro, previas escalas en Los Ángeles y Panamá. El avión nunca llegó a destino. En octubre de aquel mismo año, Alexandre se vio envuelto en un escándalo público por rehusarse a la iniciación de la hija del alcalde, aduciendo que la dama había concurrido con prominente vello, símil bigote. El caso tuvo como destino el Tribunal Superior solo por tratarse de una figura emblemática; de lo contrario no hubiera trascendido a mayores y el caso hubie8
ra sido archivado, como es habitual. Si el Tribunal Superior lo hallaba culpable de algún cargo, Alexandre sería arrojado en los arrabales de las rechazadas, quienes podrían desquitarse dando rienda suelta a las más variadas y humillantes escenas lascivas con carne y cuerpo del condenado. En definitiva, si han llegado hasta allí es porque se lo han buscado. La mañana del 14 de noviembre de 1980 se realizó la audiencia final. El jurado estaba compuesto íntegramente por bellas y distinguidas señoritas. La sentencia fue implacable. Alexandre fue condenado a exhibición pública en la plaza de Kchyqzmat. El sábado 14 de febrero de 1981 la plaza estaba colmada, repleta de almas deseosas de justicia y expectantes de venganza. Alexandre se levantó del cadalso, se quitó el ambo, y dejándolo a un lado expuso sus abdominales. Por último, siguiendo al pie de la letra el ma9
nual de estilo de los condenados, retiró las blancas telas que envolvían el vientre y quedó inmóvil, de frente a la multitud. En silencio. Carraspeó para tomar aire como si estuviera haciendo tiempo para inventar de la nada una historia convincente, capaz de exculparlo y salvarlo de la muerte. Las doncellas del jurado se miraron impacientes, justo cuando Alexandre pronunció sus últimas palabras en tono timorato: me dijo que tenía quince años y que la habían obligado a mentir con la edad para poder iniciarse. Y se largó a llorar. Mátenme si he de cumplir con la condena.
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