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Sócrates, el que no escribió / Carlos Mongar pág. 3 y
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“Al parecer Sócrates no escribió porque creía que cada individuo debía activar y perfeccionar sus propias ideas. Esto, considero, no se sostiene ni ante un parvulario”
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obra del filósofo francés Jacques Derrida, “De la gramatología”, da inicio una de las más portentosas aventuras del pensamiento humano. Aquí, Derrida realiza una crítica muy similar a la que, en su momento, realizó Friedrich Nietzsche, frente a la metafísica y cultura occidental, con estrategias y argumentos admirables y novedosos. Derrida plantea de manera precisa y sorprendente la represión de la escritura en la filosofía occidental y para convencernos de que la filosofía y el pensamiento occidental en general realmente han manipulado y operado como represores de la escritura, Derrida rastrea detectivescamente en Platón, Rousseau, de Saussure y Hussel, entre otros, los elementos casi imperceptibles, “ocultos”, de esta jerarquización; esto coloca al autor de “De la gramatología”, como un pensador polémico e influyente y, por lo mismo, una de las principales figuras de las corrientes “deconstruccionistas” en el ámbito de la crítica literaria y filosófica universal. Analiza de manera exhaustiva a Rousseau para descubrir y señalar cómo en el discurso de este pensador la escritura es confinada y sentenciada en términos filosóficos, dado que la escritura se considera en él, como un peligro letal de corrupción.
“Sócrates, el que no escribió”; a lo largo de la historia de la filosofía, a excepción de algunos pensadores modernos, como Nietzsche, en primer término, Foucault, Deleuze, Derrida, Onfray, entre otros, no se ha dado mucha importancia a este hecho, pero que masivamente se ha aceptado desde siempre como verdad de perogrullo. “Sócrates, que no escribió”, descubrió el elemen-
Fo tos: Archivo Pa labr a
to o punto axial que constituiría el motor filosófico de su sistema como inscripción y no como oralidad: “Conócete a ti mismo”; se dice que Sócrates leyó esta frase inscrita en el templo de Delfos; y la frase completa indicaba: “Conócete a ti mismo y conocerás a los demás”. Esta imperceptible minucia, “convertida de pronto en asombro –como agudamente señala el filósofo Chileno Mario Villalobos–, es precisamente la pregunta que Jacques Derrida ha enarbolado a la vez como sospecha y programa filosófico, dejando deslizar provocativamente la idea de que tal vez la filosofía no ha sido sino un antiquísimo juego literario-escritural de Occidente, cuyos jugadores, llamados filósofos, no han querido nunca verse a sí mismos ni ante los demás como –¿simples?– literatos o escribanos”. Pero... todo esto ¿no se había ya planteado con anterioridad por escrito; y, al parecer no fue leído y menos escuchado? Quizás, “el más antiguo programa del idealismo alemán” ¿sólo fue el testimonio escritural de un poeta loco: Friedrich Hölderlin y sus amigos Schelling y Hegel? O ¿el grito en el vacío del lenguaje esquizofrénico de la modernidad en ruinas?
Al parecer Sócrates no escribió porque creía que cada individuo debía activar y perfeccionar sus propias ideas. Esto, considero, no se sostiene ni ante un parvulario. Con la escritura, se ha fundado la tradición filosófica y, con ella, se ha constituido la Historia de la filosofía. Se escribe para dejar testimonio de ideas y razonamientos que el pensador/escritor considera importante registrar.
Aún hay muchas preguntas qué plantear y ventilar. Se me ocurre una, siniestra y venenosa, de proporciones y consecuencias monstruosas: ¿Y si Sócrates hubiera escrito algunas notas, fragmentos o aforismos de escasas líneas...? Bueno, diría el “coro”, da lo mismo; dejémonos de conjeturas, el legado de Platón acredita a Sócrates como “padre” de la filosofía occidental, lo cual por sus implicaciones epistemológicas, éticas, políticas y demás... Sólo me quedaría decir que, la Historia, así dibujada, sería una irrisión.
mongar66@hotmail.com
*Poeta y ensayista, autor de Fragmentos sin fondo
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Consideraciones sobre el estoicismo
POR FERNANDO MANCILLAS TREVIÑO*
¿Q ué tal si toda nuestra ansiedad y angustia emocional no sólo dependiera de nuestro entorno social, sino principalmente de nuestra forma de pensar y observar el mundo?, se preguntaba la filosofía estoica.
Ante la eterna insatisfacción existencial del ser humano, tres grandes filósofos de la antigua Roma: Epicteto (Hierápolis 55-Nicópolis,135), Séneca (Corduba, 4 a.C.-Roma, 65 d.C.) y Marco Aurelio (Roma, Italia, 121 d.C.-180 d.C.), acometieron su respuesta en su obra considerando la filosofía como una terapia para nuestra mente, antes de que existiera la psicología como disciplina autónoma.
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En esta perspectiva estoica se podría indicar la búsqueda por la posibilidad de una verdadera vida placentera, a través de cuatro vías: 1.- Tratar de ubicar nuestro lugar en el mundo; 2.- Cómo poder afrontar las adversidades en nuestro mundo de la vida; 3.- Cómo controlar nuestros sentimientos y emociones; 4.- Cómo guiarnos en nuestras relaciones con los otros.
A fines del siglo I de nuestra era, Epicteto, un antiguo esclavo liberado, afirmaba el rol del filósofo como el de un médico y la escuela donde imparte sus conocimientos, un hospital, un hospital de almas. El alma considerada, en este sentido como la mente, las creencias y los pensamientos. Por lo tanto, la calidad de vida del ser humano estaría determinada por la atención y el cuidado del alma.
El cuidado del alma significa para los estoicos el desarrollo de cuatro virtudes: 1.- Ser sabio; 2.- Ser justo; 3.- Ser valiente; 4.- Ser moderado.
La filosofía-medicina, en esta corriente, nos enseña a vivir en armonía con el mundo externo, natural y social, así como con nuestra propia naturaleza humana.
En el Manual de vida Epicteto establece una distinción entre lo que podemos controlar y lo que no está en nuestras manos controlar. Así, nuestros impulsos, deseos y juicios podemos controlarlos. Todo los demás: nuestro cuerpo, nuestras posesiones, nuestro éxito en la vida, nuestra reputación, no puede ser controlada.
Para Epicteto la infelicidad es precisamente la falsa creencia de que podemos controlar aspectos de nuestra vida que rebasan nuestras posibilidades y no podemos controlar. Lo que sí podemos controlar son nuestros juicios, lo que pensamos y evaluamos sobre nuestro acontecer. No deben ser los deseos ni los impulsos lo que esté detrás de nuestro comportamiento, sino nuestros juicios que nos permitan evaluar si nuestros anhelos son pertinentes o impertinentes en la procura de alcanzarlos.
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La premura en nuestros juicios nos conduce al error al no meditar profunda y extensamente la viabilidad de nuestras oportunidades. Nuestra felicidad, para Epicteto, depende completamente de nosotros, al determinar nuestros juicios, por medio de la práctica y la reflexión que nos impida juzgar sin pensar. Ser dueños de nuestros propios juicios nos posibilita la dirección sobre el curso de nuestro devenir. Decidir lo que es importante en nuestra vida y lo que no lo es. Qué es lo que debemos desear y lo que es inútil anhelar. De qué manera conducirnos coherentemente en nuestro entorno social.
En consecuencia, si “tu idea del bienestar está ligada a cosas como una relación romántica, una ambición profesional, las posesiones materiales o el aspecto físico, serán otros factores y otras personas, los que manejen a su capricho tu felicidad. Y eso no es muy recomendable. Si crees que tienes control sobre cosas que en realidad no controlas, la frustración y el desengaño están casi garantizados”.
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Al comprender la filosofía como una práctica diaria y un modo de vivir —en sus Meditaciones—, Marco Aurelio considera la naturaleza como un proceso continuo de cambio, donde nada es estable, situaciones en que no podemos hacer nada para evitar, sino aceptar lo que acontece y esforzarnos en lo que sí puede estar bajo nuestro control. Nuestro carácter se beneficiaría si podemos acceder a lo que Zenón denominaba “el plácido fluir de la vida”.
Muchos siglos antes del paradigma de la “inteligencia emocional”, Epicteto y los estoicos consideraban que las emociones no deberían gobernar nuestras vidas. Somos seres humanos acosados permanentemente por nuestras emociones. No vivimos sin ellas. Sin embargo, con nuestros juicios podemos establecer lo que es deseable o no, lo que en nuestro comportamiento es apropiado o no. No otorgarles un sitio prioritario que nos vuelva sus esclavos. Claro, no es sencillo llegar a ello. No obstante, con la reflexión y meditación filosófica —señalan los estoicos—, podríamos abrir una brecha en el camino hacia su realización.
En lo que generalmente no se hace, Séneca sugiere no reaccionar impulsivamente ante lo que nos acontece. Es importante la calma y reflexión detenida sobre lo sucedido antes de juzgarlo apresuradamente.
La vida de todo mundo a lo largo del tiempo está llena de contingencias y adversidades. Para los estoicos es menester afrontarlas y resolverlas adecuadamente. Séneca tuvo que lidiar con la muerte de su hijo y de un amigo íntimo, además de un exilio por diez años en Córcega. No obstante, Séneca afirma en su trabajo Sobre la providencia que “no debemos tomar por una desgracia lo que parece, sino que debemos acogerla como algo beneficioso. Para los buenos, la adversidad es un entrenamiento”. A decir de Sellars “Séneca traza una analogía con un luchador que se beneficia de enfrentarse a rivales duros y que se atrofia y pierde sus habilidades si los desafíos a los que se enfrenta son de poca monta. El luchador sólo pone a prueba su habilidad cuando pelea con un verdadero adversario, y un combate difícil no es más que un entrenamiento para desarrollar sus capacidades. Las adversidades de la vida funcionan de un modo parecido; nos permiten desplegar nuestras virtudes y las curten para que mejoremos”. De manera coincidente Nietzsche (Röcken, Lützen, Alemania,1844-Weimar, Alemania,1900) señaló: “De la escuela de la guerra de la vida: lo que no me mata, me hace más fuerte”. Las innumerables adversidades que se nos presentan en la vida, para Séneca serán oportunidades de aprender algo de nosotros mismos y de perfeccionar nuestro carácter. Enfrentar la adversidad será el auspicio de un carácter virtuoso.
Mientras Epicteto acentuaba su atención en torno al control interno en nosotros, Marco Aurelio, en sus Meditaciones dirige su atención hacia lo externo que nos sobrepasa abrumadoramente. Sin embargo, subraya que nuestras decisiones y acciones pueden modificar el curso de los acontecimientos: “El destino actúa a través de nosotros. Nosotros mismos contribuimos al destino y formamos parte del inmenso mundo natural gobernado por él”.
Para Séneca el propósito en el transcurrir de nuestra vida no debe girar en torno a su longevidad, sino a disfrutarla y aprovecharla verdaderamente, en cada uno de sus momentos. En los estoicos el aprender de la vida, con ella, en ella y por ella, genera entusiasmo y placer en el individuo que sabe apreciarla de manera incomparable. Así concluye: “La naturaleza ha hecho que para vivir bien no haya necesidad de grandes preparativos: cada cual puede hacerse feliz a sí mismo. La importancia de las circunstancias externas es poca y tal que no tiene gran influencia en ninguno de los dos sentidos: ni las favorables encumbran al sabio ni las adversas lo abaten. En efecto, siempre se ha esforzado por depender lo más posible de sí mismo, por esperar de sí mismo todas las satisfacciones”.
El retorno autorreflexivo de los estoicos hacia el fortalecimiento del interior de los individuos no implica su aislamiento social, sino por el contrario, a través del control de sus emociones y sentimientos, el cultivo de la virtud y generosidad del carácter, logre la ataraxia y una mejor convivencia en las diversas comunidades que habita.
“El alma considerada, en este sentido, como la mente, las creencias y los pensamientos”
John Sellars (Farnham, Surrey, Reino Unido, 50 años), es un profesor británico de Filosofía en la Royal Holloway, de la Universidad de Londres, miembro del Wolson College, de Oxford y Visiting Research Fellow, en el King’s College de Londres. Entre sus publicaciones se encuentran: Hellenistic Philosophy, Oxford University Press, 2018, Marcus Aurelius (Philosophy in the Roman World), Routledge, 2021 y Lecciones de epicureísmo. El arte de la felicidad, Taurus, 2021.
John Sellars, Lecciones de estoicismo. Filosofía antigua para la vida moderna, México, Ed. Taurus, 2021.
fernamancillas@yahoo.com *Profesor-Investigador de la Universidad de Sonora
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