AGOSTO 2022 | NÚMERO 9
Agosto 2022 / Número 9
En la raíz de aquello que proferimos —oscilación de una llama intermedia, lo escrito— se encuentra la música del eco que se recupera, porque leer no es otra cosa que despertar el corazón del silencio, traspasar el umbral que es cada libro, escuchar el origen en la voz de los muertos...
Vale la pena citar a Carlos Mongar a profundidad: “Los dioses y los humanos se encuentran vinculados profundamente, existe una necesidad mutua, teniendo a la poesía como garante de su unión. Los dioses son debidamente celebrados gracias a los poetas, quienes los afirman frente a los demás humanos con sus poemas; por lo mismo, el poeta necesita que los pueblos lean, canten y declamen sus poemas. Si los pueblos leen y dicen las palabras de los poetas, y los dioses viven en armonía con nosotros, la comunidad de los hombres y los dioses, se enriquecerá dialécticamente y una religión del pueblo (Volksreligion) podrá ser edificada”.
En el silencio, las palabras: la reverberación de los sentidos. En los sentidos, todavía el frescor reverberante de la copa poética. Así, los alfabetos tienen el desorden de las estrellas en el océano, y con ellas, los marinos —argonautas del Cosmos— se emborrachan en su lectura polar.
R.S.
Director General Arturo López Juan
Director de Información Enhoc Santoyo Cid
Director Editorial Gerardo Sánchez García
Gerente Administrativo Alfredo Tapia Burgoin
Coordinadora de Publicidad Ma. Del Socorro Encarnación Osuna
Coordinadora de El Vigía Digital Sandra Ibarra Anaya
Editor PALABRA Rael Salvador Corrector Manuel Quintero
Diseño Editorial Arturo Corpus Fotograf ía Enrique Botello
Friedrich Hölderlin, la divinidad poetizada / Carlos Mongar págs. 3 a 7
Jürgen Habermas o el devenir de la reflexión social / Fernando Mancillas págs. 8 a 10 Jean Meslier, Testamento / Cony Sigüenza págs. 11 a 13 ¿Hay futuro? / Sergio Gómez Montero págs. 14 y 15
La palabra libertad / Martín Caparrós pág. 16 Tiempo y sueños en la plástica de Julieta Valdez / Enrique Avilez pág. 17 La tristeza de todos tan temida / Fernando Reyes Trinid pág. 18 Jazzamoart o el jaque mate perfecto / Francisco Moreno pág. 19 Anthony Bourdain o el saber arder en cualquier cocina / Iliana Hernández pág. 20
Pulsiones para la creación / Enrique Botello págs. 21 Qué sí es la crítica, y cuándo y dónde cabe su ejercicio / Carlos-Blas Galindo págs. 22 y 23 El arte de los cielos / Rael Salvador pág. 24
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Colaboradores
Carlos Mongar, Sergio Gómez Montero, Gabriel Trujillo Muñoz, Federico Campbell (†), Daniel Salinas Basave, Leobardo Sarabia, Santiago M. Zarria, Arnulfo Estrada R., Manuel Quintero, Enrique Botello, Héctor García M. , Óscar Ángeles R., Fernando Mancillas T., Benjamín Pacheco L., Iliana Hernández P., Cony Mollet-Sigüenza, Jazmín Félix, Herandy Rojas, Francisco Moreno, Fernando Reyes Trinid, Joatam de Basabe, Iván Gutiérrez, Rubén Rivera, Lauro Acevedo, Miguel Lozano, Carlos-Blas Galindo, Alberto Manguel, Enrique Avilez y Martín Caparrós.
Corresponsales en el extranjero
Ferdinando Scianna (Italia); Cony Mollet-Sigüenza (Francia); Ramón Ángel Acevedo, “Rakar” (Chile); Patrick Liotta (Argentina); Héctor García Mejía (Los Ángeles).
Corresponsal
en Tijuana Enrique A. Velasco Santana
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Friedrich Hölderlin, la divinidad poetizada
POR CARLOS MONGAR*
Johann Christian Friedrich Hölderlin, poeta-filósofo, nace en Lauffen, Württemberg, Alemania, el 20 de marzo de 1770. Su biografía ha sido contada de múltiples formas, por lo que, aquí, sólo apuntaré algunos datos notables al respecto.
Cursó los estudios precisos para convertirse en pastor protestante, por influencia materna, de 1784 a 1793, obteniendo este último año su licencia que le permitía ejercer su carrera como ministro evangélico, profesión que nunca ejerció, dado que para entonces, Hölderlin, ya había decidido consagrar su vida a la poesía.
En el seminario de Tubinga, en su época de estudiante, conoció y convivió estrechamente con Friedrich Wilhelm Josef Schelling y Georg Wilhelm Friedrich Hegel, quienes llegarían a ser filósofos de dimensiones colosales. A los tres amigos los unía el amor por la Hélade (la Grecia antigua), el estudio de la filosofía crítica (Spinoza, Kant, Fichte y Rousseau, entre otros) y la Revolución Francesa con su resplandor de libertad y cambio.
En 1795, al parecer, por mediación de su amigo Isaac von Sinclair, Hölderlin ingresa como preceptor de los hijos del banquero Jakob Gontard y su esposa, Susette Gontard (Susette Brokenstein, nombre de soltera), en Frankfurt. Susette y Hölderlin encarnaron y vivieron una tragedia de amor-pasión romántico. Un amor correspondido pero condenado al fracaso. En la cercanía de la familia Gontard, el poeta terminó su prodigiosa obra literaria Hiperión o el eremita en Grecia, transfigurando a su amada Susette en la heroína de su novela: Diotima En septiembre de 1798 su estan-
cia en la casa de los Gontard se vuelve insostenible y se aleja para siempre.
De 1789 a 1804, aproximadamente, desarrolla una portentosa, febril y vertiginosa actividad creativa. Escribe varias obras maestras de la poesía: El Archipiélago, El Rin, El Único, Pan y vino, Patmos y la tragedia inconclusa Empédocles, entre otras no menos grandiosas; y, comienza el viaje sin retorno hacia sí mismo, hacia la confrontación con la divinidad, tal vez, más allá de la poesía, más allá de la palabra.
Después de una corta estancia forzada, dolorosa y traumática en el hospital psiquiátrico de Tubinga en 1806, es declarado “incurable” Y, ante la imposibilidad de su familia de brindarle los cuidados necesarios, lo llevan con el ebanista Ernst Friedrich Zimmer, en 1807; Friedrich era gran admirador de la obra poética de Hölderlin, particularmente de su Hiperión, quien lo acogió e instaló en una torre de su casa; en una habitación con una bella vista al río Neckar Allí, Friedrich Hölderlin, pasó treinta y seis años habitando su soledad junto a la divinidad poetizada, y buscando el lenguaje que “expresara”, “comunicara” lo innombrable e innominado; por lo que dejó de ser sólo Hölderlin, para ser también Scardanelli, Buonarroti, Salvator Rosa, Kilalusimeno o una nota “impronunciable”, salida de su piano sin cuerdas y teclado infinito.
El siete de junio de 1843, Friedrich Hölderlin, el poeta del poeta, el poeta más grandioso de la modernidad, dejó de poetizar la vida y de señalar la esencia de la poesía, y con ello, la presencia ausente de lo sagrado. Su legado poético, como un faro, sigue iluminando nuestro viaje en tiempos de indigencia.
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Uno de los grandes temas, entre otros, que Hölderlin expone y del que se vale para desarrollar sus “certezas” poéticas y da unidad a su obra, en particular, la elegía Pan y vino, es la presencia de lo divino. Se trata de una presencia “sutil”, “tenue” y de cierta forma, transparente, que se manifiesta en el presente como si no lo integrara y que remite ya sea hacia la nostalgia del pasado, o hacia la esperanza futura de dioses por venir Según la visión de Hölderlin, los dioses parecen ser “presencias” temporales de lo sagrado, de lo que está compuesta la realidad que forma y expone la naturaleza como divinidad; transmutándose en formas mediadoras entre los hombres y el Todo. En Aclaraciones a la poesía de Hölderlin [APH], Martin Heidegger señala: «La naturaleza es anterior a todo lo real y a todo obrar, también anterior a los dioses [...] Lo sagrado no es sagrado por ser divino, sino que lo divino es divino por ser “sagrado” a su manera». La experiencia poética de lo divino, no teológica poética, señala, una cuestión semejante a la que plantea la experiencia mística: en tanto que se presente únicamente como experiencia individual y no pretenda legitimarse fuera de sí mismas, serán innegables, indiscutibles. Las dificultades surgen, casi siempre, cuando se intenta comunicar, “explicar” la “realidad” de dichas vivencias desde otros saberes.
Arriba señalamos que Heidegger en sus Aclaraciones... [APH], indica que, «Lo sagrado, no es sagrado por ser divino, sino que los divino es divino por ser “sagrado” a su manera». Y, ¿qué es lo sagrado? El mismo Heidegger indica en sus Aclaraciones... [APH] que, lo sagrado es «lo inmediato que nunca es comunicado pero es el principio de toda posibilidad de comunicación». El “ahora-preciso” no se puede decir, porque en su inmediatez, es imposible, dado que siempre será pasado o “no-sido”, en un posible futuro en el tiempo cronológico. Para Hölderlin lo sagrado es la noche sagrada (heiliger Nacht). En Pan y vino (Brot und Wein), parece indicar que lo sagrado es la noche, que es sagrada; pero en realidad, lo sagrado es el día, día presente en la noche cuando Todo parece dormir. Cuando Todo parece dormir en la noche, está presente el día anterior al día; está sin estar. Por eso, “parece” que el poeta ve “mejor” de noche que en el día, de día. Entendemos y expresamos en nuestra coti-
«Dejó de ser sólo Hölderlin, para ser también Scardanelli, Buonarroti, Salvator Rosa, Kilalusimeno o una nota “impronunciable”, salida de su piano sin cuerdas y teclado infinito»
dianidad que el día consta de veinticuatro horas, digamos, convencionalmente, doce horas de luz (día) y doce horas de noche que, aunque noche, sigue “siendo” día comprendida en las veinticuatro horas que constituyen un día. La luz está en todas partes, pero la mayoría de las veces no la vemos. De manera análoga, el poeta, Hölderlin, es siempre “anterior” a sí mismo, dado que el poeta como vate, a la vez, es profeta y vaticina, profetiza y adivina la presencia del Todo.
En tiempos de la Hélade, era costumbre que una Πόλις (Polis) enviara a un representante a una ciudad donde se realizaban importantes festividades; estas personas eran conocidas como θεωροὶ (theoroi), embajadores sagrados que presenciaban y participaban en dichos acontecimientos. Al regresar a su ciudad de origen, le contaban a los habitantes de su Πόλις sus experiencias y vivencias de lo que habían visto y cómo habían participado. De alguna forma, las vivencias de ese viaje habían “cambiado” al mensajero, para
sus conciudadanos ya no era el mismo. Era el mismo, pero a la vez se había convertido en una especie de “extranjero” en su propia Πόλις.
Coincidimos con el filósofo Kevin Hart: «Para Hölderlin, la poesía que debe ser escrita por él precede a la composición, ya que es el misterio silencioso de la naturaleza el que debe ser reunido con arte en poemas individuales. Al mismo tiempo, el poeta vive adelantado a sí mismo por fuerza de aquello de lo que ha sido testigo. Vive ahora para ser el hombre que habrá escrito aquellos poemas testimoniando así el misterio silencioso que le fue revelado. Como nota Heidegger, esta poesía será el himno de lo sagrado, y, porque lo sagrado es el Todo, puede dar a luz poemas sin fin si el poeta es lo suficientemente fuerte como para escribirlos».
El poeta lleva la carga de una tarea pesada: no decir lo sagrado directamente, porque éste se anularía al perder su inmediatez, sino preservar el indecible misterio de lo sagrado usando sus propias palabras que hablan de los fenómenos. Al hablar de cosas concretas y cotidianas —las
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Fo tos: Cortesí a
vides y las tormentas, las montañas y los campos, los ríos y la patria— el poeta debe también permitir que lo sagrado se comunique inmediatamente debajo, dentro y alrededor de esas mismas palabras. Podemos decir, tomando posición, que el poeta debe sacrificarse a sí mismo, incluyendo sus temas personales como poeta, para permitir que lo sagrado hable silenciosamente a través de sus poemas. La poesía, será orientada hacia la θεωροὶ (theoroi), la absorta contemplación del Todo, y será ofrecida a la comunidad a la que el poeta pertenece. En Hölderlin, los dioses y los humanos se encuentran vinculados profundamente, existe una necesidad mutua, teniendo a la poesía como garante de su unión. Los dioses son debidamente celebrados gracias a los poetas, quienes los afirman frente a los demás humanos con sus poemas; por lo mismo, el poeta necesita que los pueblos lean, canten y declamen sus poemas. Si los pueblos leen y dicen las palabras de los poetas, y los dioses viven en armonía con nosotros, la comunidad de los hombres y los dioses, se enriquecerá dialécticamente y una religión del pueblo (Volksreligion) podrá ser edificada. Asimismo, si se quebranta la unidad entre dioses y humanos, nosotros quedaremos en la orfandad, sin dioses —los dioses idos pierden su credibilidad y los nuevos dioses, aún, no se han revelado—. Por lo mismo, los hombres no dirán las palabras de los poetas, y los poetas no podrán celebrar a los dioses. De este desamparo surgen los tiempos de indigencia que, el autor de Hiperión, alude en su elegía Pan y vino (Brot und Wein), tiempos de indigencia que también son los nuestros; y que llevó a Hölderlin a la pregunta, en ese mismo poema: ¿Y para qué poetas en tiempos de indigencia? (und wozu Dichter in dürftiger Zeit?)
Contamos en la actualidad con elementos filosófico, literarios, hermenéuticos, entre otros saberes, para reconocer a los poetas que habitan la casa del ser. Pero es pertinente recordar lo señalado por Paul de Man en «Modelos de temporalidad en Wie wenn am Feiertage de Friedrich Hölderlin»: “No porque haya visto al Ser, es el poeta capaz de nombrarlo; su palabra ruega y pide la parusía pero no la establece. No puede establecerla porque la palabra al pronunciarse destruye lo inmediato y descubre que, en vez de expresar el Ser, sólo puede expresar la mediación”.
Al poeta sólo le cabe esperar, como un faro, como el vigía de lo sagrado en tiempos de indigencia, un cambio entre los mortales.
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PAN Y VINO
A Heinze
En torno reposa la ciudad; tranquila queda la calle iluminada, y adornados con antorchas, se alejan ruidosos los carruajes. Saciados de los goces del día, se retiran a descansar los humanos y alguna cabeza sensata sopesa ganancia y pérdidas en la paz del hogar Vacío de uvas y flores y de labores humanas descansa el laborioso mercado. Mas vibran cuerdas desde lejanos jardines, acaso las pulse allá un amante, o un hombre solitario recordando amigos lejanos, o en la juventud; y las fuentes inagotables y frescas susurran junto a aromáticas flores. En el aire crepuscular, tañen lentas campanas y atento un sereno pregona las horas. Ahora incluso llega un soplo y sacude las copas del bosque, ¡Mira! Y la imagen en sombras de nuestra Tierra, la Luna, sale en secreto también; la inspirada noche, viene cubierta de estrellas y poco preocupada por nosotros, ahí brilla la asombrosa, la extraña entre los hombres, sobre la cima de cordilleras, triste y prodigiosa.
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The Po et ’s D re am, John Fa ed (
1819–1902)
Maravilloso es el favor de la sublime y nadie sabe de dónde viene ni qué le debemos.
Así, ella, mueve el mundo y el alma esperanzada de los humanos, ni el sabio entiende lo que trama, pues así lo quiere el supremo dios que te ama tanto, y por eso prefiere, más que la noche, la luminosidad del día.
Pero a veces ama también las sombras la vista clara e intenta por placer el sueño antes de hora. También el hombre leal se deleita contemplando la noche. Conviene, sí, dedicarle coronas y canto, porque está consagrada a los perturbados y a los muertos, aunque ella perdura eterna en el espíritu más libre. Y también para que tengamos algún asidero en el desasosiego y en la tiniebla, es preciso que ella nos conceda el olvido y la sagrada embriaguez la palabra fluida que como amantes, sea insomne y copa rebosante y una vida más atrevida, también sagrada memoria, para en la noche velar.
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Inútilmente ocultamos el corazón en el pecho, en vano contemplamos el ánimo nosotros, maestros y alumnos, pues, ¿quién lo impedirá y quién habría de prohibirnos el gozo?
Un fuego divino nos impulsa de día y de noche a seguir avanzando. ¡Ven pues! Para que veamos lo abierto, busquemos lo propio donde quiera que esté.
Una cosa es segura: ya sea mediodía, o llegue la medianoche, siempre existe una medida común para todos, pero también una propia de cada uno, y hacia ella van y vienen todos en tanto pueden.
¿Así es! Que una alborozada locura se burle de la burla cuando en la noche sagrada se apodera de repente del cantor ¡Vamos al Istmo! Allá donde brama la mar abierta, junto al Parnaso y la nieve brilla en torno de rocas délficas allá en la tierra del Olimpo en la cima del Citerón, entre los pinos y viñedos, donde Tebas yace e Ismenos murmura en tierra de Cadmo, de allí viene y hacia allá señala el dios esperado.
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¿Bendita Grecia, morada de todos los celestes!
¿Es cierto entonces lo que oímos en la juventud? ¡Sala de fiestas! ¡Suelo es el mar y mesas las montañas; de cierto construida desde muy antaño para solemnes ritos! Pero ¿dónde están los tronos, dónde los templos y las copas llenas de néctar, donde el canto para agradar a los dioses?
¿Dónde brillan las palabras certeras que alcanzan la lejanía? Delfos dormita, ¿dónde resuena el gran destino?
¿Dónde, el veloz? ¿Donde rompe, lleno de fortuna omnipresente, tronando desde el aire más sereno sobre los ojos?
¿Padre Éter! Ese clamor de lengua en lengua volaba mil veces, para que ninguno resistiera la vida en soledad, compartido alegra tal bien e intercambiar, con extranjeros,
y se convierte en júbilo, y durmiendo crece el poder de la palabra, ¡Sereno padre! Y se hace eco vasto el antiguo signo legado de los antepasados, eficaz y creador. Así regresan los celestiales, así desciende su luz desde las sombras, sacudiendo, a los humanos.
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Inadvertidos llegan al principio, los niños se rebelan Contra ellos, pues es demasiado luminosa y resplandeciente les parece /la felicidad.
El hombre teme a los dioses, apenas un semidios podría decir los nombres de los que se acercan con dádivas. Pero son magnánimos, le llenan el corazón con alegría, y él no sabe qué hacer con tantos presentes, crea, malgasta y casi se le vuelve sagrado lo profano, que toca con su mano que bendice, insensata e indulgente. Toleran esto los inmortales en lo posible, pero luego aparecen en verdad, y los hombres se acostumbran a la felicidad y a la luz, y a ver las Revelaciones, el rostro de aquellos que, de tiempo atrás llamaban Uno y Todo, llenaron a fondo el pecho callado con libre suficiencia y solos, primero, cualquier deseo colmaron. Así es el hombre; cuando hay abundancia y dádivas y un dios en persona lo sustenta, él no lo ve ni lo entiende. Esto tuvo que padecerlo antes; para luego nombrarlo amadísimo y ahora entonces brotarán las palabras como flores.
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Y ahora quiere venerar seriamente a los dioses benditos, todo tiene que proclamar su real y verdadera alabanza. Que nada vea la luz que no agrade a los de arriba, frente al Éter no se admiten intentos vanos.
Por eso, hay que ser digno en presencia de los celestiales, los pueblos se levantan en majestuosas huestes y construyen hermosos templos y ciudades sólidas y nobles, en las orillas de las aguas.
Mas ¿dónde están?, ¿dónde florecen las célebres, las coronas de la fiesta? Tebas marchita, y Atenas, ¿ya no suenan las armas en Olimpia, ni los carros áureos en el torneo, ni se decoran más, las naves de Corinto?
¿Por qué callan también los antiguos teatros sagrados?
¿Por qué no se regocija la danza sagrada?
¿Por qué un dios ya no señala la frente de un hombre, ni marca como antes al señalado?
O acudía él mismo, con figura humana, a completar y concluir, consolador, la fiesta celestial.
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¡Llegamos tarde, amigo! Sí viven los dioses, pero, más allá, arriba de nuestra cabeza, en otro mundo; allá actúan sin cesar y parecen cuidarse poco de nuestra vida, de tanto como nos cuidan ellos.
Pues no siempre puede contenerlos un recipiente frágil, sólo a veces soporta lo humano la plenitud divina.
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Del sueño de ellos surge la vida. Pero el extravío ayuda, así como el dormir, la angustia y la noche fortalecen, hasta que los héroes crezcan lo suficiente en cunas de bronce, igual en valor a los dioses, como solía ser. Llegarán retumbando. Entretanto a veces me parece mejor dormir que estar así sin compañeros, aguardando, ¿y mientras tanto, no sé qué hacer? ¿Qué decir? No lo sé. ¿Y para qué poetas en tiempos de indigencia? Pero tú dices que son como los santos sacerdotes del dios del vino que iban de tierra en tierra por la noche sagrada. 8
Cuando hace algún tiempo, que ahora nos parece lejano, ascendieron todos los que hacen la vida feliz, cuando el padre apartó de los humanos su mirada y la tristeza empezó, con razón, sobre la tierra, cuando por fin apareció un genio silencioso y celestialmente consolador, que anunció el final del día y desapareció, dejó como señal de su presencia y de que habría de retornar, el coro divino y algunos dones, de los que humanamente podríamos disfrutar como antes, pues para alegrarse con el espíritu era excesivo lo supremo entre los humanos, y faltan, aún faltan los fuertes para las más altas alegrías, si bien permanece, en silencio alguna gratitud. El pan es el fruto de la tierra y está bendecido por la luz, y del dios tonante viene la alegría del vino. Por eso si pensamos en los celestes que antes vivieron entre nosotros y volverán a su tiempo, por eso cantan solemnes, los poetas, al dios del vino, y no escucha vanidosa, el antiguo dios, la alabanza.
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Sí, tienen razón al decirlo, él reconcilia el día y la noche, que guía a los astros eternos del cielo, salir y ponerse. Dichoso siempre, como el follaje del pino siempre verde y que él ama, como la corona que quiso de hiedra, porque permanece y hasta la huella de los dioses huidos trae a quienes no los tiene, abajo, en las tinieblas. Lo que predijo el canto de los antiguos sobre los hijos de Dios, ¡Velo! ¡Somos nosotros, el fruto de las Hespérides! Maravilloso y exacto se consuma en los humanos, ¡lo cree quien lo ha probado! Pero por mucho que acontezca nada nos afecta, pues somos cual sombras sin corazón, hasta que el padre éter reconozca a cada uno y a todos pertenezca. Entretanto viene blandiendo la antorcha entre las sombras, el Hijo del Supremo, el Sirio. Lo ven los sabios benditos y se ilumina una sonrisa del alma cautiva, se abren sus ojos a la luz. Duerme y sueña plácidamente en brazos de la Tierra, el Titán, Y aun el envidioso, aun el Cerbero bebe y duerme.
Traducción del alemán: Carlos Mongar mongar66@hotmail.com
*Poeta y ensayista, autor de Fragmentos sin fondo
“El poeta como vate, a la vez, es profeta y vaticina, profetiza y adivina la presencia del Todo”
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Jürgen Habermas
o el devenir de la reflexión social
POR FERNANDO MANCILLAS TREVIÑO *
Através de diversas fuentes a Jürgen Habermas se le ha denominado como: “Paladín de la modernidad”, “el maestro de la comunicación”, “conciencia moral pública de la cultura política”, “el Hegel de Alemania”, “el polemista de Frankfurt”, “el filósofo alemán más influyente desde Marx, Nietzsche y Heidegger”.
Por la profundidad y exuberante expansión de su obra, Habermas es reconocido como uno de los pensadores y teóricos sociales contemporáneos más importantes de los siglos XX y XXI, entre ellos: Edmund Husserl (1859-1938), Ludwig Wittgenstein (1889-1951), Martin Heidegger (1889-1976), Walter Benjamin (1892-1940), Theodor W. Adorno (1903-1969), Jean-Paul Sartre (1905-1980), Michel Foucault (1926-1984), Niklas Luhmann (1927-1998), Pierre Bourdieu (1930-2002).
De su ingente obra George Lichtheim señala: “No es nada fácil valorar el trabajo de un erudito cuya competencia profesional se extiende desde la lógica de la ciencia a la sociología del conocimiento, vía Marx, Hegel y las fuentes más recónditas de la tradición metafísica europea… En una época en la que casi todos sus colegas han conseguido controlar con mucho esfuerzo una parte del campo, él se ha adueñado de la totalidad, tanto en lo referente a la profundidad como a la amplitud. No hay nada que se le escape, ni tampoco evade ningún tipo de dificultades o la enunciación espúrea de conclusiones que no estén apoyadas por la investigación: tanto si refuta a Popper, examina minuciosamente el pragmatismo de Charles Peirce, investiga los antecedentes medievales de la metafísica de Schelling, o pone al día la sociología marxista, existe siempre el mismo dominio misterioso de las fuentes, unido a un envidiable talento para aclarar los complicados problemas lógicos. Parece haber
nacido con una facultad para digerir el tipo de material más difícil y transformarlo después en totalidades ordenadas”.
Justa y simbólicamente en 1929 —el año en que el escritor alemán Thomas Mann (18751955) es laureado con el Premio Nobel de Literatura y también cuando se desata la gran crisis económica mundial— nace Jürgen Habermas el 18 de junio, en Düsseldorf, Alemania.
De sus primeros años en la escuela de educación básica, Habermas recuerda “cuando en el aula y en el patio de la escuela me tuve que hacer entender con una nasalización y con una articulación distorsionada, de las que yo mismo apenas era consciente”. De ahí, que su biógrafo señala: “Resulta fácil imaginar que a causa de su discapacidad lingüística se burlarían de él y lo discriminarían. Como Habermas explicó más tarde, estas experiencias tempranas de discriminación le sensibilizaron moralmente para toda forma de marginación y conformaron de modo no irrelevante su pensamiento político”
El verano de 1949 se inscribe en la Universidad de Gotinga donde estudió filosofía, historia, filología, psicología y economía. En ese tiempo es un asiduo lector de George Büchner, Bertolt Brecht, Arthur Miller, Franz Kafka, Thomas Mann y Herman Hesse, así como aficionado al cine de Carol Reed, Marcel Carné, Jean Cocteau, entre otros. Después de un interludio de un semestre en la Universidad de Zúrich, en otoño de 1950 estudia en la Universidad de Bonn, incursionando en el pensamiento de los presocráticos, Wilhelm Dilthey, Humboldt, Edmund Husserl y Martin Heidegger, entre otros.
Decisiva será en Bonn la influencia de Karl-Otto Apel (1922-2017), tan solo siete años mayor que él, por su contribución al estudio de la filosofía del lenguaje y la comunicación, en una perspectiva de crítica hermenéutica que los llevó a una amistad duradera. En 1954 presenta su tesis doctoral en la Universidad de Bonn: Lo absoluto y la historia. Sobre la discrepancia en el pensamiento de Schelling
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Entre 1954 y 1956, Habermas trabaja como periodista autónomo en varios diarios y revistas culturales, publicando más de 70 artículos, sobresaliendo su documento “Pensando con Heidegger contra Heidegger”, en el Frankfurter Allgemenie Zeitung del 25 de julio de 1953, donde se pregunta: “¿Puede interpretarse también el asesinato planificado de millones de hombres, del que hoy ya no ignoramos nada, como un error que nos fue deparado como un destino en el contexto de historia del Ser? ¿No es la principal tarea de los que se dedican al oficio del pensamiento la de arrojar luz sobre los crímenes que se cometieron en el pasado y mantener despierta la conciencia de ellos?”
De 1956 a 1959, Habermas ocupa el puesto de ayudante en el Instituto de Investigación Social en Frankfurt, así como el de primer ayudante personal de Theodor W. Adorno, desarrollando en consecuencia un extraordinario proceso de aprendizaje. Tuvo el privilegio de experimentar la fuerza de expresión de su maestro en el discurrir de su filosofar. De esta manera: “Los pensamientos de Adorno —recuerda— no se los podía observar mientras se estaban gestando: por así decirlo, salían de él ya terminados […]; no podía interrumpir ni por un momento la tensión de su pensamiento. Todo el tiempo que uno estaba junto a Adorno, se estaba en el movimiento del pensar”. Además, colaboró en varios proyectos de investigación empírica en el Instituto, como el de Estudiante y Política (1961) donde se analizaba la conciencia política de los estudiantes alemanes.
En el periodo de 1961 a 1964 ejerce como profesor de filosofía en la Universidad de Heidelberg, en donde se encuentra con el gran fun-
dador de la escuela hermenéutica Hans-Georg Gadamer (1900-2002) y admiró su obra esencial Verdad y método. Fundamentos de una hermenéutica filosófica (1960). Para Habermas, Gadamer convirtió Heidelberg en el centro filosófico de Alemania durante más de dos décadas. Asimismo, Habermas publicó Historia y crítica de opinión pública (1962), Teoría y praxis. Estudios de filosofía social (1963).
En el verano de 1964 es nombrado catedrático de filosofía y sociología en la Universidad de Frankfurt, como sucesor de Max Horkeimer (1895-1973). Producto de sus arduas investigaciones publica en 1968 Ciencia y técnica como “ideología”, Respuestas a Marcuse, Conocimiento e interés —obra que le da reconocimiento internacional— y posteriormente Sobre la Lógica de las Ciencias Sociales en 1970.
De 1967 a 1968 realiza una estancia como profesor invitado con la cátedra “Theodor Heuss”, por la New School for Social Research de Nueva York, con el objetivo de “tener en Nueva York a un representante célebre de la sociología alemana”. Ahí conoce al sociólogo Daniel Bell y a la filósofa Hannah Arendt. Con la invitación del Instituto Goethe en Nueva York, Habermas imparte una conferencia sobre el movimiento estudiantil, en ese momento en auge, donde señala que esa generación se opone a que “la vida del individuo singular, a pesar del alto nivel de desarrollo tecnológico, siga estando determinada por la ética del rendimiento competitivo, por la presión de la competencia por alcanzar un estatus y por los valores de posesión cosificante y de las satisfacciones sucedáneas que se ofrecen”. En el desarrollo de esa dirección reflexiva se publica, Movimientos de protesta y reforma universitaria (1969).
social, como marco teórico de referencia que se publica en su obra Problemas de legitimación en el capitalismo tardío (1973).
Obtiene el Premio Hegel de la ciudad de Stuttgart en 1974 y es nombrado profesor honorario de filosofía en la Universidad de Frankfurt en 1975. Publica la Reconstrucción del Materialismo Histórico (1976) y recibe el Premio Sigmund Freud de prosa científica otorgado por la Academia Alemana de Lengua y Literatura en 1976. Asimismo, recibe el Premio Theodor W, Adorno de la ciudad de Frankfurt en 1980. La New School for Social Research de Nueva York le otorga el doctorado Honoris causa.
“No hay nada que se le escape, ni tampoco evade ningún tipo de dificultades o la enunciación espúrea de conclusiones que no estén apoyadas por la investigación…”
En febrero y marzo de 1971 es profesor invitado por la Universidad de Princeton para exponer su teoría de las competencias comunicativas y la teoría de la sociedad en la teoría del lenguaje, con un giro que va desde la filosofía de la conciencia a la pragmática del lenguaje. Entre 1971 y 1981 fue director del prestigiado Instituto Max Planck para la Investigación de las Condiciones de Vida del Mundo Científico y Técnico, en Starnberg, Alemania. Ahí Habermas fundamenta una perspectiva argumentativa para un conjunto de proyectos interdisciplinarios de investigación
Después de una estancia en 1980 como profesor invitado en la Universidad de Berkeley y la Universidad de Yale, en 1981 obtiene la cátedra de filosofía social y filosofía de la historia en la Universidad Johann Wolfgang Goethe, de Frankfurt. También publica su obra más célebre: Teoría de la acción comunicativa (1981), de más de mil páginas, en dos volúmenes, con un tiraje de 10,000 ejemplares que se agotó rápidamente. Se establece así, como “un marco dentro del cual puede retomarse aquel proyecto de estudios interdisciplinares sobre la pauta selectiva de racionalización que representa la modernización capitalista. Si reunimos sus explicaciones del concepto de lenguaje y del concepto de razón, de los conceptos de acción y sistema, así como de la dialéctica de la racionalización social y sus patologías, este conjunto representa el fundamento conceptual sobre el que se puede establecerse una teoría de la modernidad. Por lo tanto, significa “el cambio de paradigma de una acción estratégicamente orientada e instrumental a una acción orientada al mutuo entendimiento y a la comunicación. Eleva el mutuo entendimiento a la categoría de genuina forma racional comunicativa, que apunta al reconocimiento intersubjetivo con pretensiones de validez criticables”. En marzo de 1983 imparte conferencias en el Collège de France, en París.
Aparece El discurso filosófico de la modernidad (1985), donde debate con la crítica neoestructuralista francesa de la razón y la “posmodernidad”, estableciendo un diálogo hacia una reconstrucción de un “proyecto inacabado” de modernidad en un horizonte de expectativas que va desde Schiller, Hegel y Nietzsche, hasta
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Bataille, Derrida, Castoriadis, Heidegger, Foucault, Horkheimer, Adorno, Luhmann. Asimismo, participa en la “Disputa de los historiadores” donde Habermas enfatiza la responsabilidad colectiva de los alemanes por los crímenes del nacionalsocialismo. En 1986 recibe el premio Gottfried Wilhelm Leibniz. En la primavera de 1988 es miembro de la Academia Europea de Londres y en abril es invitado por el Centro de Desarrollo Humano de la Universidad de Harvard, para impartir una conferencia sobre la filosofía moral americana y la psicología del desarrollo de Lawrence Kohlberg. En otoño de 1992 aparece su estudio de filosofía de derecho Facticidad y validez (696 páginas), que examina la interconexión entre las esferas del derecho y la moral como requerimiento necesario para la legitimación de las normas jurídicas y su obser vancia de manera vinculante en el Estado moderno.
En su análisis de la globalización como constelación posnacional asimétrica, Jürgen Habermas señala: “Con el término ‘globalización’ designamos los procesos orientados hacia la expansión mundial del comercio y la producción, de los mercados de bienes y capitales, de las modas, los medios y programas, las noticias y las redes de comunicación, los transportes y los movimientos migratorios, los riesgos de la gran tecnología, los daños medioambientales y las epidemias, el crimen organizado y el terrorismo. En estos procesos, los Estados nacionales se ven involucrados en una sociedad mundial cada vez más interdependiente y de la que ellos mismo dependen; una sociedad mundial cuya especificación funcional prosigue sin reparar en absoluto en fronteras territoriales” De ahí los riesgos de una desregulación de los mercados financieros y de capitales productivos, que tienen repercusiones en la esfera pública de los países, afectando los procesos de legitimación del Estado nacional.
En octubre de 2003 recibe el Premio Príncipe de Asturias de Ciencias Sociales y, en 2004, el Premio Kioto en Arte y Filosofía. Entre naturalismo y religión se publica el verano de 2005, ampliando más su análisis de la religión en la modernidad tardía con Mundo de la vida, política y religión (2012). Aparece en 2013 En la espiral de la tecnocracia en una necesaria autocomprensión del proceso de formación pública de la opinión. Participando en el debate conti-
nental escribe La crisis de la Unión Europea: Una respuesta (2014). En 2019 se publica en alemán (hasta ahora inédito en español) Una historia de la filosofía, en dos volúmenes.
“Con el término ‘globalización’ designamos los procesos orientados hacia la expansión mundial del comercio y la producción, de los mercados de bienes y capitales, de las modas, los medios y programas, las noticias y las redes de comunicación”
Su última obra editada en español es: Refugiados, migrantes e integración, Tecnos, 2022.
A sus 93 años, Jürgen Habermas nos sigue legando sus contribuciones al conocimiento del ser humano, como su reflexión sobre la singularización del ser social en la definición del yo, como individuo en la modernidad posmetaf ísica: “En la medida en que el adulto asume su propia biografía responsabilizándose de ella, puede volver sobre sí mismo recorriendo las huellas, recuperadas narrativamente, de sus propias interacciones. Sólo quien asume su propia vida y se hace cargo de ella responsabilizándose de ella puede ver en ella la realización de sí mismo. Hacerse cargo de la propia vida responsabilizándose de ella significa tener claro quién quiere uno ser, y desde de este horizonte considerar las
huellas de las propias interacciones como si fueran sedimentos de las acciones de un autor dueño de sus actos, de un sujeto, por tanto, que ha actuado sobre la base de una relación reflexiva consigo mismo” Esto como base del imperativo vital del individuo moderno en su necesidad de autocercioramiento.
Se han escrito diversas biografías de Habermas, cito algunas: Rolf Wiggershaus, Jürgen Habermas, Reinbak, Hamburgo, 2004; Stefan Müller-Doohm, Jürgen Habermas. Leben, Werke, Wirkung, Frankfurt del Meno, 2008; Matthew G. Specter, An Intellectual Biography, Cambridge University Press, 2010 (en español: Habermas: una biografía intelectual, Madrid, Ed. Avarigani, 2013); Luca Corchia, Jürgen Habermas. A Biography: Works and Studies, Pisa, 2013.
Stefan Müller-Doohm, Jürgen Habermas. Una biografía, Madrid, Ed. Trotta, 2020, 642 páginas.
*Profesor-Investigador de la Universidad de Sonora
fernamancillas@yahoo.com
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Jean Meslier, Testamento...
SIGÜENZA*
La primera vez que escuché hablar de Jean Meslier fue en la tele, en la presentación del Tratado de ateología de Michel Onfray, cuya publicación había desatado odios y amores y donde habla de este cura ateo haciéndolo parecer simpático.
En El espejismo de Dios (The God Delusion) Richard Dawkins menciona a Meslier como el primer autor en Europa que se declara ateo en su obra El testamento de Jean Meslier. Es seguramente gracias a la obra de Dawkins y tal vez en menor medida a la de Onfray, que he encontrado, en este siglo, varios artículos que hablan de Jean Meslier en internet, en varios idiomas. Antes, pocos se acordaban de Jean Meslier e incluso, se ignoraba la existencia de su obra, y yo me contaba entre esos ignorantes.
He visto en memes una frase que podría ser suya, dice algo así como “El hombre sólo será libre cuando el último rey sea ahorcado con las tripas del último sacerdote” Una frase similar se encuentra en su obra, pero él dice haberla escuchado decir a otra persona; de cualquier modo, cuando se lee su obra, es evidente que aunque no sea con esas palabras, la idea sí está allí, sin embargo, es muy frecuente que en los memes se adjudique esta idea a Diderot o incluso a Voltaire y no es de ninguno de ellos, aunque hay
quienes dicen que muchos de los intelectuales de la época le copiaron ideas a Jean Meslier.
El párrafo que da contexto a la frase, que me atreví a traducir del francés antiguo, dice lo siguiente: “¡Ah!, mis queridos amigos, si conocieran la vanidad y la locura de las mentiras que les dicen con el pretexto de la religión y si supieran cuán injusta e indignamente se ha abusado de la autoridad que les han usurpado a ustedes mismos con el pretexto de gobernarlos, lo único que ustedes sentirían sería desprecio por lo que les han hecho adorar y respetar y sólo sentirían odio e indignación por aquellos que abusan de ustedes, por los que los gobiernan tan mal y los maltratan tan indignamente”.
En el siguiente párrafo, nos da la famosa frase, diciendo que la escuchó de alguien cuyo nombre no cita: “Al respecto, me acuerdo de un deseo que expresó un hombre que no tenía ni ciencia ni estudios, pero que, según las apariencias, no carecía de buen sentido para juzgar sanamente todos los detestables abusos y ceremonias que denuncio aquí (…). Él deseaba (…) que todos los grandes de la tierra y que todos los nobles fueran colgados y estrangulados con las tripas de los curas”
¡Encantador! ¿No les parece?
Aunque seguramente no fue el primer ateo, sí fue el primero que lo gritó a los cuatro vientos, aun si lo hizo después de muerto; desde luego, estamos hablando desde nuestro reducido mundo occidental; debió haber ateos entre los filósofos chinos antiguos o incluso entre los filósofos griegos o latinos y, desde luego, entre los filósofos y escritores de la llamada Ilustración, pero el peligro de la hoguera pesaba sobre algunos de estos últimos, a tal punto que tenían que desterrarse e incluso morir fuera de sus países a causa de la amenaza de la iglesia católica.
A veces no era siquiera cuestión de declararse ateo, el sólo describir el mundo de una manera que sugiriera que se dudaba de lo dicho en la Biblia era suficiente para ganarse la condena de la iglesia; Galileo fue condenado en 1633 por defender la idea de que la Tierra gira alrededor del Sol; Descartes, que estaba terminando su obra El mundo, o Tratado de la luz, donde defendía el heliocentrismo, al enterarse, decidió que era muy riesgoso publicarlo, su tratado fue publicado hasta 1664, varios años después de su muerte.
POR CO NY
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A pesar de la importancia de sus ideas, la primera biografía de Meslier apareció en 1965, escrita por un comunista, Maurice Dommanget, lo que explica el título: El cura Meslier, ateo, comunista y revolucionario durante el reinado de Luis XIV, de esta obra y de la versión del “Testamento” publicado en Holanda por el conde Rudolf Carel d’Ablaing van Giessenburg —quien aparece en la portada como Rudolf Charles— librero y editor holandés (de él tomo algunos de los párrafos que traduje e incluyo en este texto).
Jean Meslier nació en 1664 en Mazerny, en las Ardenas, su familia era pequeño burguesa, Jean fue educado dentro de la religión católica;
se mostró brillante en sus primeros estudios, lo enviaron al seminario a continuar sus estudios y más tarde entró en el sacerdocio. Fue sacerdote durante 40 años en Étrépigny, un pequeño pueblo cerca de Champagne. Según documentos existentes en la arquidiócesis, cuando contaba con 25 años, sus superiores le reprocharon tener una sirvienta de 18 años, cabe aclarar que estaba establecido en el canon de la iglesia católica que la edad, llamada “edad canónica”, de una mujer para trabajar al servicio de la iglesia era de 40 años. Esto se repitió c uando Meslier ya tenía 50 años, en esta ocasión la “sirvienta” contaba con 23 años y Meslier se defendió diciendo que era su sobrina y no una mujer con la que tuviera relación marital, pero seguramente sus superiores no le creyeron, ya que el obispo lo envió a un retiro de un mes en un monasterio en Reims. Michel Onfray menciona esto sugiriendo que tenía mujer y que no seguía al pie de la letra las obligaciones de sus votos religiosos.
Se dice que, si bien tenía buenas relaciones con sus parroquianos, su relación con el señor local no era tan buena; en esa época los párrocos con frecuencia dependían de un noble dueño de un castillo y de las tierras que lo rodeaban en el cual trabajaban, o más bien, eran explotados los parroquianos. A Meslier le indignaba el trato que “Anthoine de Touilly, caballero, señor de Cléry, Saint-Martinsur-Barre y Pouilly”, daba a sus campesinos y se dice que habría expresado de manera sutil su descontento durante alguna misa, pidiendo “ que Dios lo perdone y que le conceda la gracia de expiar en el otro mundo los malos tratos que les hace sufrir a los pobres y la conducta sospechosa que ha tenido hacia los huérfanos”. La expresión frecuente de su descontento hacia el señor del pueblo en el púlpito le valió tremendas repri-
mendas por parte del obispo. Dejó de expresar su descontento en el púlpito para concentrarse en expresarlo en el papel.
Pasó los últimos diez años de su existencia escribiendo su tratado contra la religión y los poderosos, murió enfermo y agotado a los 65 años. En su obra nos dice: “Las lágrimas de los justos afligidos y las miserias de tanta gente tiránicamente oprimida por los ricos y grandes de la Tierra, me dieron, como a Salomón, tanta repugnancia y desprecio por la vida, que como él, he considerado la condición de los muertos, mucho más feliz que la de los vivos, y la de los no nacidos, mil veces más feliz que la de los que gimen aún en tan grande miseria”
“A pesar de la importancia de sus ideas, la primera biografía de Meslier apareció en 1965, escrita por un comunista, Maurice Dommanget”
A diferencia de ateos como mi papá, y de algunos pseudo ateos que conozco, que lo que tienen son cuentas pendientes con su dios, Meslier era un erudito, en su biblioteca se encontraban obras en varios idiomas, de autores recientes y antiguos, muchas de estas obras estaban cubiertas de anotaciones. Es interesante el caso de la obra de Fénelon, Demostración de la existencia de Dios y de sus atributos que estaba cubierta de anotaciones al margen en una caligrafía extremadamente clara y fina. Sus acertados comentarios eran tan apreciados, que la obra, anotada al margen, fue reproducida y circulaba entre otros eruditos de la época que la apreciaban aún más que la original.
Su obra es a veces conocida como “Testamento”, a pesar de que ese término no se encontraba en el título original, según parece, fue Voltaire quien dijo que había leído el término dentro de la obra, aún si esto es inexacto, es útil por ser conciso ya que el título original era: Memorias de los pensamientos y sentimientos, con el
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siguiente subtítulo: Sobre una parte de los abusos y los errores de conducta y del gobierno de los hombres, en los que vemos claras y evidentes demostraciones de la vanidad y de la falsedad de todas las divinidades y de todas las religiones del mundo, dirigidas a sus parroquianos después de su muerte para que les sirva de testimonio a ellos y a todos sus semejantes.
Algunos dirán que fue un cobarde y que no hizo públicas sus ideas en vida, es posible que tengan razón, pero de hacerlo, tal vez habría sido quemado en la hoguera junto con sus escritos y no podríamos leerlos hoy día. Como disculpa nos dice que se veía obligado a instruir al pueblo en la religión, y agrega: “confieso el desagrado de verme en esta necesidad de actuar y hablar completamente contra mis sentimientos, de tener el disgusto de mantener tantos errores estúpidos y vanas supersticiones que odio, condeno y detesto con todo el corazón, pero les juro que no fue sin pena y con una extrema repugnancia que lo hice,
odiaba grandemente todas las vanas funciones de mi ministerio y en particular todas esas celebraciones idolátricas y supersticiosas que son las misas y esos vanos y ridículos suministros que son los sacramentos y que estaba obligado a ofrecer”.
Él se daba cuenta de que estaba abusando de la fe de sus parroquianos y que, por tanto, era digno de culpa y reproche, y nos dice que “más de cien veces estuve a punto de hacer explotar públicamente mi indignación, sin embargo, me contuve y seguiré haciéndolo hasta el fin de mis días porque no quiero verme expuesto a la indignación de los curas y a la crueldad de los tiranos, quienes no encontrarán suplicios lo suficientemente vigorosos para castigar tal pretendida temeridad”. Y termina diciendo: “Estoy bien contento, mis queridos amigos, de morir tan apaciblemente como he vivido, jamás les di razones para desearme algún mal (…) no creo que los haga felices verme perseguido y tiranizado por esta razón, es por eso que decidí guardar silencio”.
“Meslier dejó de expresar su descontento en el púlpito para concentrarse en expresarlo en el papel”
Seis años después de la muerte de Meslier, Voltaire se entera de la existencia de los manuscritos por una carta de su amigo Claude Thiriot. En el medio de los enciclopedistas, y otros intelectuales, circulaban discretamente copias manuscritas del documento, y fue 27 años más tarde que Voltaire realizó lo que llamó un “Extracto”, que no es solo un extracto, ya que, en lugar de ateo, hace de él un deísta y por eso no soy fan de Voltaire —quien era anticlerical, pero deísta— y explicó que las modificaciones fueron hechas porque la obra estaba muy mal escrita; afortunadamente, otras copias sobrevivieron, de las cuales existen varias versiones más o menos modificadas según quién se haya encargado de publicarlas.
Cuando lee uno sobre los suplicios infligidos a los acusados por la inquisición a gente a la que se le adjudican cosas tan ridículas como el “pecado de filosofía”, como relata el escribano del Parlamento de Toulouse acerca de Julio César Vanini: “Es notorio que el acusado tiene inclinación por el pecado de Gomorra, fue arrestado varias veces (…) y conducido ante los magistrados; a estas acusaciones respondió, riendo, que era filósofo, de lo que se deduce que cometió el pecado de filosofía”; mi adorado Vanini fue asesinado por el parlamento de Toulouse, le arrancaron la lengua, lo estrangularon y luego lo lanzaron a la hoguera, por ser homosexual y biólogo, entre otras cualidades.
No he leído el extracto que hizo Voltaire, pero los comunistas han dicho que no sólo hizo de la obra de Meslier una obra deísta, también le quitó lo comunista y revolucionaria, es decir, eliminó la crítica contra los ricos, nobles y poderosos de la época. Sin embargo, algo que le podemos agradecer a Voltaire es que, al publicar y propagar este extracto de los sentimientos anticristianos de Jean Meslier —aún si era una versión manipulada, censurada y modificada— daba a conocer al cura apóstata a la clientela habitual de los escritos filosóficos, los cuales no eran solamente filósofos o eruditos. Como Voltaire representaba una garantía de calidad, se puede decir que, sin la ayuda de él, el cura Meslier tal vez nunca hubiera acaparado la atención del público. conysiguenza@wanadoo.fr
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Ilus tr aciones: Ar chivo/ Pa labr a
*Corresponsal de Palabra en Francia y traductora de Michel Onfray al castellano
¿Hay futuro?
POR SERGIO GÓMEZ MONTERO*
Apuntes iniciales
Quizá la pregunta del título está mal formulada. Lo correcto sería: ¿Qué futuro es el que les espera a quienes dentro de cinco o diez años les toque vivir en este mundo, si es que el capitalismo continúa explotando al mundo como lo viene haciendo hasta hoy? ¿Respuesta política o humana? Es decir, en la contemporaneidad se dificulta definir, para diferenciar, cada vez más lo político de lo genérico, porque hoy la lucha por la vida se ha convertido en una lucha cotidiana por el poder…, el poder vivir sólo en el presente, pero sobre todo en el futuro, de ahí entonces que nuestra vida diaria —la lucha por la vida— es cada vez más una contienda política de gran trascendencia y envergadura. No se puede, ya, dejar eso de lado.
Estas notas dan cuenta, un poco, de esa cruda realidad.
En efecto, así, hasta hace aproximadamente cinco o diez años la ONU puso en marcha un término —el Antropoceno— para referirse a la acción destructiva que los hombres (así, en general) llevaban a cabo en contra de su medio ambiente. Pero luego, al poco tiempo, ese término fue sustituido por otro (el “capitaloceno”) que trataba de precisar que no era el hombre en general el que llevaba a cabo la destrucción de su medioambiente, sino que era el hombre organizado dentro el capitalismo el que llevaba a cabo esa destrucción (Jason Moore, El capitalismo en la trama de la vida), y era adecuado hacer la precisión de Moore porque el hombre en general no era el responsable de la destrucción salvaje que está sufriendo nuestro medioambiente (y que, entre otras cosas, explica la rabia furibunda conque hoy se están propiciando los viajes extraterrestres patrocinados por los más ricos del mundo preparando así su huida eventual del Planeta Azul , en lugar de aplicar parte de sus fortunas para paliar los daños que está sufriendo en general el mundo en que hoy se vive).
Desde luego, el capitaloceno —casi— no vislumbra futuro para el mundo, a menos que, claro, tal forma de organización social (el capitalismo) termine pronto por sucumbir, entendiendo que ello llegará a suceder cuando una nueva generación de humanos decida ponerle fin a la organización social depredadora de hoy e impulse otra forma de organización social, la cual una de cuyas prioridades sea, precisamente, entre otras cosas, un cuidado riguroso del medio ambiente, en un contexto en donde la justicia prevalezca.
La lucha por el futuro no es así, hoy, una lucha en balde.
Primero la destrucción: del antropoceno al capitaloceno
En cualquiera de sus dos variantes (antropoceno y capitaloceno) las teorías de la destrucción del medioambiente (y que ello implica, en sí, la destrucción del género humano como especie de este planeta) anulan ambas, por principio, al futuro como tiempo posible para vivir Dramáticas pues, en esencia, en ellas no se contempla la posibilidad de visualizar al hombre organizándose socialmente de una manera diferente a la actual, para vencer así las catástrofes que ya hoy están llevando al mundo y al género humano a su destrucción fatal, y que no es posible escapar de ese, dramático y catastrófico futuro, como si ello fuera parte ineludible del destino que nosotros mismos, como especie (humana), hemos construido. Apostarle a la destrucción sería, así, nuestro destino. ¿No tenemos ninguna otra opción?
¿Qué tan cierto e ineludible es lo anterior?
La respuesta no es fácil, sin duda. En particular en el libro de Moore (cuyo análisis de las contradicciones capitalistas que han llevado al mundo al filo del abismo son muy sólidas y sustentadas, aunque la mayoría giran en torno a la destrucción del medio ambiente) el destino trágico del género humano, si no se actúa con premura y radicalmente, se va a cumplir en un plazo de tiempo muy corto (lo vemos ahora, por ejemplo, entre otros muchos signos fatales, en la cri-
sis del agua, en el desgajamiento de los glaciares del Ártico o en el cambio climático acelerado). A lo anterior, hoy, habría que añadir la enfermedad pandémica (Covid-19) y la guerra (Rusia vs Ucrania), que conforma lo que Carlos Mongar llama “pesimismo escatológico” (Benjamin, historia y apocalipsis, Palabra, número 8, julio 2022), en donde ese pesimismo parece no dejar títere con cabeza. Pero, ¿cuál es el significado de esa cancelación del futuro que conllevan tanto el antropoceno como el capitaloceno?
Quizá, con objeto de acotar la interrogación, lo primero a precisar debiera ser que ese fin del futuro es tal, sólo si, eventualmente, se mantiene vigente como organización mundial dominante el capitalismo y el conjunto de contradicciones —cada vez más agudizadas— que a él lo acompañan y entre las que se pueden mencionar, como subordinadas, entre otras, el problema de las migraciones, los nacionalismos crecientes (indigenismo) y la discriminación y el racismo, la feminización también creciente (que está obligando a una nueva rutinización de la vida diaria), un crecimiento desmesurado de la financiación, que provoca una polarización mayúscula de la riqueza y la exacerbación del consumo son algunas de las contradicciones que en esta etapa del capitalismo se están manifestando y le dan vida, así, a la cotidianidad, aunque sin dejar de ser contradicciones subordinadas frente a la principal: la contradicción entre capital y trabajo.
El desarrollo desigual y combinado del capitalismo los años últimos (ya más de cincuenta) ha provocado el que, en la actualidad, el juego entre contradicción principal y subordinadas tienda a ser un juego complejo que, entre otras cosas, ha desdibujado, en el análisis, el carácter (cambiante, sí) de la contradicción principal, toda vez que el carácter de la clase obrera (en los últimos cincuenta años mencionados) ha sufrido transformaciones radicales al pasar la producción principal de las fábricas a las oficinas y al desplazar el capital financiero al capital fabril como principal fuente de acumulación de recursos del capital.
Mientras, de nuevo, la contradicción principal no imponga sus premisas sobre las subordinadas —la dictadura del proletariado— será difícil establecer un fin pronto del capitalismo, el que así podrá imponer sus premisas y lograr que muy pronto nuestra vida se quede sin futuro en este mundo (el concepto de poli-crisis en Edgar Morin ayuda a entender lo aquí expuesto, leer
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ENTRETELONES
La vía para el futuro de la humanidad, Paidós, 2011).
No es pesimismo excesivo el implícito en el planteo anterior, es atender sólo a las previsiones formuladas, indistintamente, por el antropoceno y el capitaloceno, que a su vez están sustentadas en estudios rigurosos del comportamiento humano y sus efectos destructivos sobre el medio ambiente, que de manera irrefutable conducen a un mundo en el cual los habitantes humanos del entorno actual muy pronto ya no lo podremos ser si no frenamos la destrucción que hoy estamos llevando a cabo de ese nuestro entorno. Así de simple y de sencillo.
“Campañas de odio, guerras sucias, uso faccioso de los medios, golpes blandos son ejemplos, entre otros, de la manera en que los defensores del capitalismo hoy operan ”
cómodo porque no te exige razonar” (El País, 3-VII-22), y es así que, por esa razón sencilla, muchos se inclinan por la reacción. Haciendo uso cada vez más de esa aparente sencillez que implica el no razonar, las potencias que se benefician con el desarrollo del capitalismo cada vez más salvaje al que —ni los organismos multinacionales ni ningún otro— nadie parece ponerle freno, bien sea porque sus seguidores aún son muchos o porque amenazan continuamente con su poderío militar: campañas de odio, guerras sucias, uso faccioso de los medios, golpes blandos son ejemplos, entre otros, de la manera en que los defensores del capitalismo hoy operan.
pio pensamiento universal. En ese sentido, junto con el nuevo marxismo, hoy en lo particular se hace necesario volver a leer los Manuscritos, La ideología alemana o las notas del VI inédito.
La guerra de las ideologías y las culturas Hoy, en ese juego actual por el futuro se entrevera, también, una lucha profunda de ideas y de culturas, cuyo desenlace hasta el momento se desconoce, de la misma manera que se desconoce aún si habrá o no futuro.
Es decir que atrás de las propuestas anteriores hay, ni dudarlo, una lluvia de nociones diversas, las que, unas, se inclinan por considerar que las tendencias que apuntan a la anulación del futuro son hoy las correctas y ellas se inclinan, de muy diversas maneras y por diferentes vías, por defender sus propuestas no por la brillantez de sus ideas sino, casi siempre, por las campañas de odio en que se sustentan. Oliviero Toscani lo dice de manera brutal: “El fascismo resulta muy
Por el otro lado, las ideas del “otro” bando tienen una fuente claramente identificable: el marxismo, que las alimenta de muy diferentes maneras. Un marxismo tanto tradicional y ortodoxo, como un marxismo continuamente renovado —que a veces linda con el revisionismo—, pero que, en la vía de los hechos, no ha logrado vencer lo que en la realidad está sucediendo: la avasallante destrucción del futuro. Aunque sus quejas, por diferentes vías, expresan hoy un pesimismo salvaje (Zizek o Byung-Hul Chan) o no tienen todavía el peso suficiente para que, en la vía de los hechos, las masas adquieran la conciencia suficiente para poner un alto definitivo a esa destrucción del mundo que se está llevando a cabo. Aunque, por ejemplo, la lucidez extrema de los integrantes de la Escuela de Frankfurt es un aporte valioso no sólo al marxismo, sino al pro-
Así, de manera paralela a lo anterior, se registra una contienda por la cultura también altamente significativa, pues es allí en donde con mayor claridad se vislumbra, hoy, en qué consiste esa lucha entre cancelar el futuro y, por el contrario, apostarle todo a que ese futuro (otro) persista, y que, a través de pequeñas organizaciones (partidarias unas, otras definitivamente no), impulsan, básicamente aunque no sólo, la lucha en el terreno de las contradicciones subordinadas (feminismo, indigenismo, defensa del medio ambiente, etc.), en tanto que muy pocas dan cada vez más la lucha por la defensa de los derechos obreros y sindicales y hacen así posible vislumbrar que no todo está perdido ante la avalancha que hoy representa la cancelación del futuro en la Tierra (nuestro Planeta Azul) por parte del capitalismo salvaje que merodea por todas partes del mundo, como recién acaba de suceder con la reunión de la OTAN en Madrid, en donde el militarismo a ultranza lució de una manera absurda para así defender la “democracia guerrera” de esa asociación que, a toda costa, defiende a ultranza al capitalismo salvaje de esta época, mientras, en todo el mundo, miles de asociaciones ciudadanas se oponían al cinismo de quienes se reunieron en Madrid para hacerles sentir que la rebeldía del mundo no está vencida ni mucho menos. Necios, con oídos sordos (“Crecimiento: nadie escuchó las alarmas” de Irmi Seidl y Angelika Zahrnt, Nueva Sociedad, 6 julio 2022), hasta hoy nos negamos a escuchar los clarines del apocalipsis.
En consecuencia, la tarea que se mantiene pendiente es el diseño de lo que será la sociedad del futuro una vez que, al fin, termine el predominio del capitalismo. No se logra visualizar aún, con claridad, cuáles serán las características de ese mundo nuevo. Nadie hay aún que trabaje en eso.
Es decir, hoy la batalla por el mundo, por su futuro, está en su pleno apogeo.
*Sólo estructurador de historias cotidianas Profesor jubilado de la UPN/Ensenada
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gomeboka@yahoo.com.mx
Fo to: Archivo/ Pa labr a
La palabra libertad
POR MARTÍN CAPARRÓS*
Es un hecho: nos la están bando. Les quedaba por robar y ahora se roban una de nuestras mejores palabras. Y nosotros —¿quiénes somos nosotros?— vamos enmudeciendo poco a poco: nos vamos quedando sin palabras.
Y más en estos días. Estamos, dicen, en vacaciones —esa palabra que no admite singular Es el momento de la libertad: en estos días ejercemos la libertad extrema de no trabajar tres o cuatro semanas y meter los piecitos en el mar o la marcha o la maleza y ligar —los que pueden— como quien se desliga y beber o tomar algo más, deshacernos de las obligaciones habituales, deshacernos. Todas libertades sancionadas por el comité de libertades veraniegas, todas con el sello habilitante: todo un set de libertades tan cautivas.
Libertad se ha vuelto una palabra muy confusa. Hubo tiempos en que estaba clara: ser libre era no ser esclavo. Hace unos siglos, cuando aquello de la esclavitud empezó a quedar mal, libertad tomó dos caminos: podía ser la condición de quienes no estaban presos y la de quienes no estaban oprimidos, quienes no estaban encerrados por un Estado en una cárcel o quienes no estaban encerrados en un Estado que parecía una cárcel.
Esta libertad se transformó en una aspiración y empezó a aparecer en las revueltas, los himnos, las conciencias. La libertad por excelencia condujo la primera gran revolución ciudadana, liberté, égalité, fraternité, para decir que no querían que un rey les dijera lo que podían y no po-
dían hacer. La libertad se volvió un grito, miles y miles pelearon por ella, murieron por ella, la impusieron. Pulularon poetastros que la consideraron la palabra más bonita, le cantaron versos repetidos, le hicieron la pelota en cien idiomas —salvo una que, amarga, desafiante, justo antes de perder la cabeza le gritó “Libertad, ¡cuántos crímenes se cometen en tu nombre!”
Con el tiempo, la paradoja de Madame Roland se volvió demasiado común: en los regímenes soviéticos, los monstruos de la razón se cargaron cualquier libertad. Lo hicieron, faltaba más, en nombre del bien: para que el Estado impidiera que unos pocos se aprovecharan de la mayoría.
Pero, para eso, instalaron Estados policiales y abusaron de su poder y se aprovecharon de la mayoría como toda dictadura.
Mientras tanto, los países del capitalismo triunfante se definieron como estructuras destinadas a conservar la libertad de sus ciudadanos, a asegurar que no tuvieran que obedecer a ningún tirano, que pudieran hacer —dentro de la ley— lo que quisieran. Así que nuestros mundos se consideran un santuario de libertades —y rebosan de ellas: libertad de circulación, libertad de expresión, libertad de comercio, libertad de culto, libertad de prensa, libertad de empresa, libertad condicional, aquella estatua. Y libertad, por supuesto, de trabajar mucho más que lo que uno querría por mucho menos que lo que uno merece para que algún patrón se beneficie —pero con vacaciones.
La palabra libertad ya estaba capada, neutralizada. Nosotros los privilegiados vivimos colmados de esas libertades liberales que liberan muy poco: que contribuyen a sostener la pantomima. Florece, entre ellas, la libertad de usar a los demás, de privarlos de lo más necesario, de vivir tanto mejor y educarnos tanto mejor y curarnos tanto mejor y morirnos tanto después que ellos porque papá hizo algún dinero, o el tatarabuelo.
Ya así era triste, pero la palabra libertad siguió cayendo. Hace poco recordábamos cómo cierta derecha se había apoderado de la palabra cambio; la tiene colgada en el salón de la finca, entre sus cuernos, justo al lado de la palabra libertad. Libertad supo ser la expresión de quienes querían sacudirse reyes, jefes, cruces, explotaciones varias; ahora es el padre nuestro de los que reivindican su derecho a beber como se les cante, a imponernos sus usos y costumbres y credos y créditos, a comprar y vender según la ley de la selva del libre mercado, a explotar según la misma ley, a infectarnos, a despreciar a los que se toman la libertad de no ser como ellos.
Otra vez, por otras razones, la frase de Madame Roland se llena de sentidos: “Libertad, cuántos crímenes” Otra vez, si no la recuperamos, si no la recargamos, seguiremos siendo lo que somos: pertinaces perdedores de palabras, un silencio más y más ruidoso, muditos de la mente.
y periodista argentino, autor de El hambre y Ñamérica
@martin_caparros
LIVING SUR
: Rich L am 16
*Escritor
“Les quedaba poco por robar y ahora se roban una de nuestras mejores palabras”
Tiempo y sueños en la plástica de Julieta Valdez
POR ENRIQUE AVILEZ*
La obra pictórica de Julieta Valdez es vibración… Visualmente tiene peso y profundidad, de ahí que el espectador puede entrar en el cuadro y sentir la atmósfera; existe movimiento, estados de ánimo diferentes para cada espectador y, entonces, cabe una pregunta: si cada obra puede ser interpretada —traducida de muchas formas—, ¿es esa la idea original que tenía el artista en mente o el artista es también un espectador de su propia obra?
Julieta Valdez nace de una familia fundadora de Ensenada, entre artistas y emprendedores. Desde temprana edad se inclina por la pintura, disciplina que ha perfeccionado. Su deseo de aprender más la llevó a estudiar en Italia —no en una debilidad temporal, sino en una obsesión de intentarlo de muchas formas, con infinitas variantes—; la experiencia particular de la artista es la suma de múltiples trazos, color sobre color, la transformación de algo que empieza como un boceto y evoluciona alimentándose de la vida de su creador, estableciendo así una simbiosis febril al vivir una profesión que siempre se ha de renovar. La vida del artista son fragmentos, momentos únicos plasmados sobre el lienzo. Cada cuadro es una lectura, tiene historias y su permanencia en la memoria es fugaz como el tiempo y como los sueños.
La experiencia onírica y la obra de arte son una riqueza del subconsciente colectivo; Carl Gustav Jung nos ha heredado mucho en este campo del análisis de la idea y el conocimiento de las particularidades. Por otra parte, en los últimos tiempos las reglas del arte han cambiado mucho, con movimientos como el impresionismo, expresionismo, los fauvistas, arte abstracto y muchas otras nuevas tendencias que nacieron para dar libertad a los
artistas actuales, brindando una mayor vitalidad y una fuerte libertad que se respira en la obra de Julieta Valdez; su pintura tiene la fuerza ancestral del arte rupestre y su incansable encuentro con el arte moderno. Un vistazo a uno de sus cuadros deja en el espectador memorias como fijar la vista al Sol: un rojo rojizo, pasión, composiciones dentro de otras composiciones, los colores se mueven en una constelación de rojos abstractos, expresionistas.
La exposición retrospectiva de Julieta Valdez se podrá apreciar a partir del 9 de septiembre de 2022, en el Museo del Vino del Valle de Guadalupe, Ensenada, B. C. México
Julieta Valdez extiende su vista por el paisaje, sonríe y conversa: «He tenido grandes satisfacciones y grandes experiencias… En mi familia hay artistas, mi hermano Juan, de carrera, y mi hermana Yolanda, que tiene una trayectoria muy importante; nosotros, los hermanos, tenemos ese antecedente, ese espíritu artístico. El 12 de febrero del 2022 expuse mi obra en el Grand Palais de París por segunda vez; la primera vez fue en 2019. Aquí en el Valle todo hay, la gente es buena, es sencilla… Ahora con la pandemia pensé, “yo quiero hacer algo en el Museo del Vino, a ver si me permiten”; se me ocurrió la idea de hacer algo innovador, de realizar un corredor de
arte, que estuviese en el pasillo para que toda la gente lo apreciara… Ha sido un éxito, con el tema de “Pintando El Valle”. Cada día es una aventura que me inspira a transmitir el arte con una vivencia que puedo dejar a través de una pincelada».
El acto de ver la obra más reciente de Julieta Valdez, ese primer encuentro en donde los sentidos reciben inesperada recompensa, es el placer de la contemplación que provoca recurrencia y establece conexiones emocionales con el arte, lo artificial o el artefacto. En este punto, viene a mi conciencia, Mario Perniola, con su libro “Sex Appeal de lo inorgánico”. El arte tiene vida propia, paralela a la humanidad, refleja una época, forma parte medular de la cultura, seduce, transforma y cada obra de arte es única, porque provoca experiencias subjetivas, es decir, totalmente personales para cada espectador: esto es lo que los científicos llaman “Qualia”, que, dicho de otra forma, es la alegre fusión de la belleza de una idea y la idea de la belleza.
*Artista plástico y director de arte en escultura y relieve
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escueladeartepublico@hotmail.com
Fo to: Cortesía
La tristeza de todos tan temida
POR FERNANDO REYES TRINID*
“El niño que se alimentaba de pesadillas” es el primer capítulo de la serie surcoreana Está bien sentirse bien, que me lleva a una mis películas favoritas con respecto a la sanación de improntas acaecidas durante la niñez Un monstruo viene a me Yo también tengo mi texto al respecto: niño curaba monstruos. En uno de los capítulos transcribo una conferencia intitulada “Estigmas y paradigmas del mal en la literatura y la psicoterapia”, donde rescato el lado luminoso de monstruos, desde Frankenstein y Drácula hasta Shrek y Monster, Inc Uno de esos monstruos radigmáticos para nuestra sociedad contemporánea es la tristeza.
En el contexto de la “happycracia”, tendemos negar nuestros sentimientos de tristeza, desánimo, melancolía, nostalgia; grandes temas, por ciento, de la música, la pintura y la literatura. En el mandato superyoico del hedonismo, nos avergüenza decir que estamos tristes, que andamos alicaídos. En su lugar tenemos respuestas evasivas y deflectivas: “Estoy cansado”, “tengo mucho trabajo”, “ando estresado”, “es que no dormí bien”, “me siento resfriado”, “todo bien”, “no pasa nada” y más. Otro surcoreano dice que no nos damos tiempo para detenernos y reflexionar, hacer una pausa y observar, quizá eso nos pueda llevar a un estado de introspección; miraremos hacia adentro y tal vez podamos ponernos melancólicos. Es mejor la distracción, el ruido, mil sabores, mil colores, mil sonidos antes que la reflexión. Tanto escándalo, tanta alharaca, tanta diversión cansa, tanta información, tantas imágenes nos saturan, dice el filósofo. Nos diversificamos a más no poder para no escucharnos, para no mirar hacia adentro, podríamos descubrir cosas, podría doler.
“¿Qué podría entristecernos? Desde la guerra, la muerte por pandemia, el desempleo o la carestía hasta un abandono, la partida de un ser amado, la vejez y la enfermedad”
se juzga una emoción, como buena o mala, positiva o negativa. Llamar adaptativa o no adaptativa a una emoción resulta más benéfico e incluyente. Recordemos el personaje de Tristeza en Intensamente, la película que evolucionó el cine para niños. Qué importante es hablar de gestiones emocionales durante los primeros años de vida. Cuántos de nosotros nos obligaban a reír, jugar o saludar con buena cara cuando era lo último que queríamos. Alguien que siempre habla de lo que le entristece es un drama queen, si se queja una y otra vez de lo mismo es una persona tóxica y si se atreve a decir abiertamente lo que quiere es un intenso
miscuidad, consumo de alcohol (agrego, manías de ejercicio, consumismo feroz, adicción al trabajo), lo cual —a su vez— lleva a sentimientos de superioridad, delirios de grandeza, poder e invulnerabilidad.
En el final del primer capítulo de la serie referida, escribe la escritora infantil protagonista: “Sólo aquellos que guardan en su corazón los recuerdos hirientes y dolorosos, los recuerdos de arrepentimientos profundos, los recuerdos de herir o ser herido, de ser abandonados, son aquellos que se harán fuertes, apasionados, flexibles emocionalmente, sólo aquellos podrán alcanzar la felicidad. Si no lo superas siempre serás un niño, con el alma estancada”.
¿Qué podría entristecernos? Desde la guerra, la muerte por pandemia, el desempleo o la carestía hasta un abandono, la partida de un ser amado, la vejez y la enfermedad. ¿Por qué no sentir tristeza? La invalidación emocional es cuando
Maya Tamir en El lado oscuro de la felicidad dice que hay situaciones y momentos inapropiados para la felicidad. Una emoción desmesurada puede causar desequilibrio físico, por ejemplo cuando por demandas sociales aparentamos felicidad en vez de enojo, miedo o tristeza. El exceso de manifestaciones de emociones positivas provocan un detrimento en la salud física y psicológica: atracones, abuso de sustancias, pro-
Dostoyevsky fue aún más allá, como en toda su obra, implacable: “El dolor es obligatorio para los corazones profundos. Los hombres verdaderamente grandes deben, al parecer, experimentar en la tierra una gran tristeza”, Crimen y castigo
*Docente, estudió Letras Hispánicas y Psicología
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ferreyes2004@yahoo.com.mx
DE MENTE
LITERATURA
Fo to: Archivo/ Pa labr a
Jazzamoart o el jaque mate perfecto
POR FRANCISCO MORENO*
Es intenso el aroma que desprende un lienzo terminado, inunda la atmósfera; de las telas brota un halo invisible de fragancias. Los muros del taller sostienen obras de gran formato cual partituras de colores en atriles de madera; descalzo mis ojos para verlas y mis pies se impregnan de pigmento. Hay pintura sobre el piso y en los caballetes; percibo una inflexión de ritmos, gama de rojos y amarillos, ocres acentuados, azules profundos que no son cielo ni agua, marrones terrosos, verdes naturales; pinceladas y jirones, texturas, volutas incandescentes, matices y emociones evaporadas, el universo de trazos, formas que muestran los maduros brochazos que vierte el pintor sobre la tela. Soy testigo silencioso en su taller
No sabemos el origen de ese impulso, cuando se impone nada lo detiene, él lo deja salir, dibuja, pinta. De qué sirve indagar en el inconsciente si los resultados son evidentes, algo lo inspira, lo hace sentir El pintor hace caso y toma entre sus dedos el grafito, mira el papel y su entorno, imagina, no busca imitar, representa, describe, narra y nos cuenta sus historias en cada obra de arte. Hace una línea, un contorno, profundidad; juega con la punta y la inclina, achurado del que brotan sombras, volumen. A Javier nada lo detiene, reconoce la conexión con sus manos y experimenta el hambre, esa que percibe el estómago y cala el espíritu, y entonces anda con tozudez sobre el asfalto; es necio, se atreve y ofrece cual dádivas de oro sus dibujos. Quien los mira se anima, cede a su oferta; él vive del arte, su arte.
“Descalzo mis ojos para verlas y mis pies se impregnan de pigmento…”
briagado aspira a que el círculo se cierre, desea que el otro posea sus sueños, sus obras. Esperan desesperados, impaciencia que raya en la locura, anda el pintor sobre la brecha, recorre el tiempo laborando, ara la tierra y siembra, nacen minúsculos brotes, recibe lisonjas imperceptibles, pierde la brújula y no sabe hacia dónde debe ir. Entonces arrecia sus pinceladas y persevera, se amarra a los tobillos la persistencia y pinta, pinta, pinta y, en un arrebato declara: “Al carajo el éxito”.
obras de este pintor anuncian el jaque, con la tenacidad de largas décadas aplica el mate, triunfa y sabe que aún hay miles de combinaciones que podría hacer
Hace años que un mito recorre las calles, el amor al arte ha extasiado el anhelo de muchos; desolados ven caer sus deseos y se debilitan, beben absenta y poesía, una ilusa imagen acecha y ésta se rompe frente a sus ojos. El pintor em-
Jazzamoart lleva tantos años usando los pinceles y sus obras abarcan una amplia legión de alfiles y caballos, torres y peones; las reinas empoderadas triunfan, protegen al rey, todas sus piezas juegan una partida maestra de ajedrez. El jugador contrario cede, no tiene escapatoria, las
El pintor que persiste llega, el pintor que cae se levanta, el pintor que confía logra, Jazzamoart no lo sabía; pero hoy, después de practicar su oficio, ha logrado no el éxito que todos anhelan, sino el que él reconoce como madurez frente al lienzo. Hoy sabe que sus obras poseen el esmero de quien dibuja, la voluntad de quien pinta, la huella del que sabe. Jazzamoart cumple cinco décadas de pintar, y es tan sabio, que sin necesidad de mover demasiadas piezas, aplica un jaque mate en cada obra que crea.
franciscomorenovaluador@gmail.com
*Escritor y crítico de arte
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Fo to: Ro gelio Cuella r
Anthony Bourdain o el saber arder en cualquier cocina
POR ILIANA HERNÁNDEZ PA R TIDA*
En la novela Fahrenheit 451, escrita en 1953, Ray Bradbury escribe sobre una sociedad censora que ha ido perdiendo su memoria y la rellena con mensajes electrónicos prefabricados para embrutecer cualquier vestigio de asombro o cuestionamiento de la realidad.
Las personas en Fahrenheit 451 llevan la vida como contenedores de información inútil, lo peor de todo es que han olvidado cómo ser felices. No son malos sino herederos de un sistema que los fue resquebrajando al quitarles los libros, la contemplación de la naturaleza, la conversación en comunidad, los pequeños placeres, el disfrute de la lluvia y los atardeceres.
Temperaturas conversan con cenizas El personaje principal es Montag, un bombero, quien por doce años se ha dedicado a quemar libros (y pienso en los colores naranjas, rojos, grises y negros del incendio anunciado en todos los periódicos del mundo hace unos pocos días: “El Museo Nacional de Brasil tenía más de veinte millones de artículos de la historia de Brasil y el mundo. Primero fue casa real, luego residencia imperial y por último el hogar de una de las colecciones más extensas de la historia natural de todo el mundo. A 451 grados fahrenheit ardió la mayor biblioteca científica de Río de Janeiro dentro del museo, sin que ninguna estatua pudiera evitarlo, sin que guardias, policías o bomberos pudieran ahuyentar a las llamas”).
cado municipal de México se unen estos ingredientes en un sabroso taco. El bullicioso escenario del taquito le agrega cierta magia y riesgo a la ingesta de comida callejera, es el mismo peligro del que habla Montag: que los demás no se den cuenta que sientes, que has despertado y saboreas el mundo.
cimiento del espíritu y advirtió de la combustión que padecerían los que despertaran. Bourdain eligió la calle, la vida macerada en cerveza, consumirse a fuego lento pero sintiendo lo agridulce de lo que odiamos y amamos. No era un buen chef, él mismo lo dijo. Era un observador atento del rito en que los platillos son preparados en todas las culturas, el misticismo detrás de un asado, la pobreza como origen de las sopas más entrañables en los pueblos, la historia que cobija a los humildes utensilios para cocinar
Montag se indignó cuando se dio cuenta lo que se perdía con la muerte de los libros, Bourdain comiéndose una tostada de ceviche en Ensenada nos enseñó sobre volver a mirar lo que siempre ha estado ahí: la sopa, el cóctel, el caldo y la salsa para darle sabor a la vida cotidiana, pero de manera crucial nos enseñó a ver de otr a manera a las personas que cocinan, entender lo que les llevó a pasar horas tras una estufa o un brasero.
“Bourdain comiéndose una tostada de ceviche en Ensenada nos enseñó sobre volver a mirar lo que siempre ha estado ahí: la sopa, el cóctel, el caldo y la salsa para darle sabor a la vida cotidiana”
A 482 ˚F se cuece una tortilla sobre un comal, la carne de cerdo hasta que alcance una temperatura interna de 145 ˚F, unos sabrosos tomates acompañados de un par de ajos y cebolla se cuecen en alrededor de 248 ˚F. En la temperatura ideal que ofrece cualquier mer-
Peligro para los que han despertado Montag puede llamarse también Anthony Bourdain, comedor de tacos de carnitas y suadero. Montag-Bourdain era un tipo con la boca grande: para comer y maldecir al mismo tiempo. También, como autor, Bourdain tenía la visión de Bradbury para cuestionar el alimento o las palabras que nos acercan al hogar, daba pasos grandes para encontrar entre los puestos de comida más humildes de Vietnam, los mejores fideos de arroz. Lo vi en incontables cuartuchos de madera tomarse un trago de whisky, sentado en una cocina mugrosa disfrutando de un guiso de puerco, lo vi enseñar sus dientes torcidos cuando le ganaba la carcajada ante comensales de todo el mundo.
¿A qué temperatura arde el alma de un hombre?
Ray Bradbury nos contó en su obra del futuro que ya llegó, apuntó con el índice el entume-
Clarisse dice en Fahrenheit 451: “Pero sobre todo me gusta observar a la gente. A veces me paso el día en el tren subterráneo, y miro y escucho a la gente. Me gusta imaginar quiénes son y qué hacen y a dónde van”.
Se arde por decisión, también uno se consume en pasiones que valen la pena o no, hay temerarios que derraman cera hirviente en la espalda de cualquier hora para sacarle un grito delirante. Estamos ardiendo y consumiéndonos, apuremos la llama o no. Bourdain estiró la mano y sin pensarlo dos veces apagó con sus dedos la vela, cuatro años desde su salto a otros placeres, como los que le cerraban los ojos en la adolescencia, el dormitar por horas. En una habitación de un hotel parisino vino su oscuridad o la lluvia viva que Montag disfrutó sobre su rostro mientras caminaba a solas por la ciudad.
*Es docente y traductora. Escribe artículos, ensayos, cuentos y poesía
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premoniciones@hotmail.com
Sabina Bandera, “La Guerrerense”, y Bourdain
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MI MUSEO FAVORITO
Pulsiones para la creación
De tanta ronda por mi museo favorito, voy conociendo y reconociendo los distintos comportamientos de los vendedores: hay mucha variedad, en general son muy amigables: otros al contrario, cuando entras a su local pareciera que nunca te hubieran conocido.
No todos son dueños del negocio, y se nota, mayormente siguen instrucciones y son inflexibles con los precios. Así, los pocos, ofertan a costos muy accesibles.
Óscar me cuenta que descubrió que tenía habilidades para dibujar y pintar cuando le empezó a ayudar a su vecino a hacer trazos para sus pinturas y se dio cuenta que lo podía hacer mejor, y sí, empezó a ver videos en la plataforma de YouTube sobre tópicos de pintura y ahora domina algunas técnicas de trazos, mezclas, delineados, esfumados y mucho más.
POR ENRIQUE BOTELLO*
De un tiempo para acá, en un pasillo empecé a ver que se pusieron a la venta pinturas, en su mayoría hechas con acrílicos, de reproducciones de escenas de naturaleza, animales, caricaturas, super héroes y otros temas. Primero en un local y luego en otro, pude distinguir que ese otro, tenía piezas con características diferentes, a pesar de manejar temáticas diferentes.
De vez en vez, pasaba a ese local, se llama “El wicho”, ahí recuerdo compré unos sartenes franceses de cobre con revestimiento de níquel y también una cámara Nikon, una F, con un lente 50 mm de apertura 1.4, ¡una joya!
Marbella empezó a secundar a su marido y fue más allá: empezó a intervenir cuadros ya hechos, pero su sentido de la estética se va moldeando poco a poco, me cuenta que la elección de los cuadros a intervenir no es casual… sólo a los que les ve potencial.
Lo que me parece muy valioso, son las pulsiones que llevan a este matrimonio a la creación de estas piezas. No son obras de arte, carecen de muchas cosas, pero tienen un elemento muy importante: la pasión al hacerlas.
“Estas pulsiones las envidiarían muchos egresados de las escuelas de arte que a veces, se pierden en la academia”
En un principio, lo atendía su dueño, Óscar y, eventualmente, su hijo; al parecer es ciclista, pues siempre tienen algunos artículos relacionados al ciclismo. Hace poco tiempo, noté que lo atendía una chica, Marbella, esposa de Óscar, siempre sonriente y atenta igual que el resto, se nota pues que es un negocio familiar
Recientemente, al entrar, veo que Marbella está pintando sobre un lienzo, es un bastidor sobre el que está impreso un mapa estilo vinsobre éste, pinta figura de ickey
Me comparten con emoción, lo que han aprendido, la intención de lo que están trabajando y como, gozan hacerlo. Estas pulsiones las envidiarían muchos egresados de las escuelas de arte que, a veces, se pierden en la academia. No debe ser necesariamente el camino en el proceso de creación artística, pero sí encontrar motivaciones que no necesariamente encuentras en la escuela.
Seguramente Óscar y Marbella serían y tienen la posibilidad, de ser creadores con un buen nivel de manufactura y contenido, mientras tanto Marbella me cuenta: “Aquí nada tiramos, con todo se puede crear: cuadros rotos, decoraciones, plantas, cajas, discos cassettes, collares. Cualquier cosa puede volver a vivir”. chocorrol_@hotmail.com
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*Fotógrafo y docente de la Facultad de Artes (UABC)
Qué sí es la crítica, y cuándo y dónde cabe su ejercicio
POR CARLOS-BLAS GALINDO*
Me precio de haber esclarecido —para mí, inicialmente, y espero que lo haya logrado asimismo para quienes lean mis escritos— desde el ocaso de la década de los años 80 de la pasada centuria, qué es lo que considero como lo específico de mi quehacer como crítico de obras de arte plásticas, visuales y conceptuales. Esto no siempre fue así ya que, al inicio de mi trayectoria —y claro está que antes de tener tal claridad—, cometí unos cuantos yerros al respecto, mismos que estoy seguro de haber remontado aun cuando, en varios casos, sus secuelas aún permanezcan. Rememoro, a manera de ejemplos, dos situaciones aciagas. En 1988 se me encomendó el prólogo para las imágenes que se incluirían en el volumen colectivo intitulado Entretejedura que coeditaron el gobierno de la capital de nuestro país y la Universidad Autónoma Metropolitana (UAM). En ese libro se reunieron textos literarios, así como ilustraciones o viñetas, materiales acerca de los cuales habríamos de referirnos dos prologuistas. Óscar Oliva (1938, Premio Nacional de Artes y Literatura 2021) realizó el prólogo para la parte escrita; siempre generoso y comprensivo, él cumplió sobradamente con su encomienda de comentar los textos incluidos. Yo, por el contrario, sometí a un severo escrutinio las imágenes a las cuales se me pedía referirme, pues estaba estrenando mi método para la crítica. Entre otros resultados llegué a la conclusión de que uno de los autores de imágenes no contaba con la solvencia mínima indispensable para publicarlas. Y dado que las presentó como dibujante (siendo, como lo es, un espléndido autor de obras post es-
cultóricas, escultóricas, de intervención y de instalación, así como de obras de arte público para sitios específicos fuera de nuestro país, amén de practicar el performance y de ser un espléndido serigrafista e impresor) el resultado fue que, a partir de entonces, y hasta el momento de escribir este texto, el responsable de aquellos trazos (con quien cultivo una estrecha y fructífera relación de amistad) no ha vuelto a enviar dibujos de su autoría a certámenes o procesos de selección por posibles juicios que resulten similares, en importancia, a los de aquella edición.
También en 1988 se me encomendó el texto de presentación para una muestra individual de una artista visual que había nacido en Polonia y que era docente tanto en la Universidad Iberoamericana como en la unidad Xochimilco de la UAM. Cuando estuve en presencia de los huecograbados que ella exhibiría resulté gratamente impactado por la elocuencia, por las soluciones temáticas, así como por el esmero técnico, cromático y formal con el que había trabajado e impreso esas estampas. Se trataba de una exposición muy completa de grabados con los que ella había viajado desde su país natal. En mi escrito la conminé a retomar en México su carrera en el campo de la gráfica, pues me resultaba claro que ésta se anticipaba por demás promisoria; lo hice un poco a manera de invitación para que dejara de exponer únicamente obras de fechas anteriores a 1980, año en el que trasladó su lugar de residencia a nuestro país. Su reacción fue la de declarar que no exhibiría de nueva cuenta aquellos grabados, pero lo más lamentable fue
que también externó su decisión de dar por concluida su trayectoria como grabadora a partir de entonces. Nunca nos distanciamos; sin embargo, no he tenido oportunidad de verificar si cumplió sus amenazas, pues en los datos biográficos que de esta artista visual son consultables en la red se consignan varias exposiciones individuales suyas posteriores a aquélla, sólo que no se aclara si mostró grabados o no, puesto que también practicó la pintura y trabajó con solvencia con técnicas de elaboración de obras de papel con procedimientos tradicionales japoneses. Años después, esa profesora de diseño y autora de una espléndida publicación sobre el cartel polaco realizado entre 1945 y 2006 y yo retomamos e intensificamos nuestros vínculos amistosos. Nos reunimos para comer juntos varias veces. Acudí a la presentación de su libro sobre el cartel polaco de la segunda mitad del siglo XX. Tuve el placer de recibirla en mi oficina. Hicimos planes editoriales. Ella, mi amiga, desafortunadamente ya no vive.
“Tengo para mí que el propósito primordial de la actividad crítica es el de poner en valor el grado de importancia con el que cuente una obra o un conjunto de obras para impulsar el desarrollo de la cultura artística”
Debe haber sido en aquel 1988 cuando entendí que el ejercicio crítico no tiene cabida en el prólogo de un volumen en el que se incluyan ilustraciones o viñetas a las cuales haya que referirse, así como tampoco la tiene en un texto de presentación para un catálogo o en un texto de sala para una muestra de arte. Y no por las consecuencias que los dos escritos referidos a manera de ejemplos hayan tenido, sino porque el terreno de la crítica está en lo periodístico: en las hoy casi inexistentes secciones de cultura de los diarios, en las revistas culturales como lo es Palabra, en las publicaciones especializadas y, hoy por hoy, en las llamadas redes sociales. Lo que nunca pasó por mi mente, al fungir como orador en la ceremonia de premiación de algún concurso de artes plásticas, visuales o conceptuales — lo cual he hecho en múltiples ocasiones, antes y después de 1988—, fue pronunciar un discurso crítico en detrimento de la persona que hubiera resultado galardonada y, menos todavía, recomendarle a esa persona ganadora cómo debió haber hecho la obra con la que ya había sido premiada por un jurado. Cometí los errores que ya reseñé cuando tenía 33 años ( joven, pero no tanto, y 34 años antes de
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que fuera yo designado académico de número de la Academia de Artes). Empero Felipe Garrido, tallerista, autor de textos breves, exservidor público, exeditor e integrante de la Academia Mexicana de la Lengua (a la cual ingresó en 2004) acaba de protagonizar, a sus 80 años, un muy vergonzoso incidente derivado, entre otras cosas, de su falta de claridad respecto a qué sí es la crítica, y cuándo y dónde cabe su ejercicio. Como se sabe, Garrido fue orador durante la entrega del Premio Xavier Villaurrutia 2021 de Escritores para Escritores, mismo que otorgan el Instituto Nacional de Bellas Artes y la Sociedad Alfonsina Internacional (con sede en la capital mexicana y de la cual Garrido es presidente). La galardonada fue Cristina Rivera Garza por su libro El invencible verano de Liliana (Penguin Random House, 2021). En su alocución, durante la ceremonia efectuada en la sala Manuel M. Ponce del Palacio de Bellas Artes en la Ciudad de México el martes 5 de julio del presente 2022, Garrido desdeñó la gravedad de los feminicidios impunes (que son la mayoría), los consideró aburridos como temas literarios y se atrevió a reconvenir a la galardonada por no haber hecho lo que a él le pareció que ella debió haber hecho al escribir su libro, por el que ya había sido premiada, lamentando que no le hubiera dado relevancia al feminicida. Hizo, pues, una apología del delito, lo cual es indigno.
Tengo para mí que el propósito primordial de la actividad crítica es el de poner en valor el grado de importancia con el que cuente una obra o un conjunto de obras para impulsar el desarrollo de la cultura artística o para intervenir directamente en ese proceso. La crítica, además, satisface por ella misma necesidades culturales por lo cual, como consecuencia de su ejercicio, se llega a contar con un ámbito en el que resulte propiciado el mencionado desarrollo cultural. Y tengo claro que, en mi práctica cotidiana como crítico, no he de ocuparme de señalar con saña lo que pudiera considerar como un defecto en alguna obra o en cierta exposición (si bien es cierto que, en una crítica, es posible aludir a las carencias que sean detectables); tampoco he de dedicarme
a indicarle a la persona responsable de la autoría de una obra o de varias de ellas, qué es lo que a mi parecer debiera realizar como parte de su producción (aun cuando en algún texto crítico sea factible incluir recomendaciones) y mucho menos escribo para agredir a algún artista o a alguna artista haciendo escarnio del resultado de su labor profesional, incluso en los casos en los que considere que tal resultado sea fallido.
He hecho mención de que utilizo un método para fundamentar mi quehacer crítico. Así es. Y me precio de ser el único integrante de mi generación de personas dedicadas a la crítica de artes plásticas, visuales y conceptuales que tiene una metodología publicada referente a su ejercicio profesional. Es probable que, entre mis colegas, haya quienes también cuenten con un procedimiento sistematizado sobre el cual sustentan su labor; sólo que, hasta donde he sabido, no lo han divulgado. Si bien es cierto que mi sistema data de 1988, lo publiqué por primera vez en 1993 con el título de “Metodología para la crítica de las artes visuales” en el número 15-16 de la Revista de la Escuela Nacional de Artes Plásticas, de la Universidad Nacional Autónoma de México. En 2005, mediante una coedición entre el Instituto Nacional de Bellas Artes y Literatura, vía el Centro Nacional de Investigación, Documentación e Información de Artes Plásticas, en conjunto con el Centro Nacional de las Artes y la editorial Estampa Artes Gráficas publiqué nuevamente mi método; esta vez como parte de la colección Abrevian ensayos, la cual coordinó con esmero, inteligencia y sensibilidad la investigadora Eréndira Meléndez Torres. Su título: Elementos estéticos, temáticos y artísticos: un método para la crítica de las artes visuales. Quienes deseen conocerlo y, ojalá, aplicarlo, pueden descargar la versión digital de este c uadernillo en la dirección http://cenidiap.net/biblioteca/abrevian/1abrev-carlosblasgalindo.pdf.
carlosblasgalindo@yahoo.com
*Profesor-investigador de arte, crítico de arte, curador independiente, artista visual y conceptual
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El arte de los cielos
POR RAEL SALVADOR*
Los sueños son como las estrellas, cuando los observamos vemos un mundo antiguo Juan Arnaut
Después de soportar un poco el calor de mediodía —la “Hora de Zaratustra”, cuando hasta las sombras se guardan—, la tarde se vuelve un elogio a la frescura, un agradable suspiro entre las diversas novedades editoriales en los estantes de TECNILIBROS.
Estoy aquí, intentando que la templanza oculte mi deseo de leerlo todo, o casi todo... pues, como Borges, siempre “memorioso” contra el olvido, recuerdo aquello que Gustave Flaubert, a manera de consuelo, solía referir: “Hay que leer lo malo y lo sublime, lo mediocre no”.
La sección de biografías, filosofía, mística, astronomía, entre otros apartados, tienen su nicho en el segundo piso del local —una librería elegante, con oferta editorial diversa y suscrita como la representativa de Ensenada—, y ahí voy a dar cuando la comodidad de cierta altura —unos cuantos escalones hacia los astros— me exige observar la producción libresca de la ciencia y su divulgación.
En su elocuencia —por su singularidad, mítica—, la portada llama mi atención: Noche estrellada sobre el Rodano Al abrir el libro, en una premura dadaísta —tentaciones del azar—, éste refrenda la intención con un epígrafe: “No conozco nada con certeza, sólo
sé que la visión de las estrellas me hace soñar”.
Se trata de una observación de Vicent van Gogh, el pintor neerlandés que —como los antiguos pensiderales (pensadores del cielo)— hizo de la noche también su oráculo.
Me llevo el libro, lo empiezo a leer en el transcurso a todas partes; lo dejo, levanto otros títulos impacientes El Cosmos, de Manuel Toharia o Las entidades oscuras, de Cristiano Galbiati—; lo retomo, lo disfruto, lo comento…
Me gustaría decir —suscribiendo un poco a Ken Wilber— que el libro de Joaquín Bohigas Bosch, El descubrimiento de las estrellas (2020), es una breve historia de todas las “causas”
Y, como las cosas y las causas del firmamento, El descubrimiento de las estrellas tiene su origen en Génesis y transfiguración de las estrellas (1989, con diversas ediciones), cuando a la Secretaría de Educación Pública, al Fondo de Cultura Económica y al Consejo Nacional de Ciencia y Tecnología les preocu-
Visítanos:
Av.Ruiz,
paba la divulgación fehaciente de las Ciencias Naturales y las Matemáticas.
Las páginas de Joaquín Bohigas —formado por la UNAM (investigador por 40 años en la sede de Ensenada) como por la Universidad de Oxford— son el telón de fondo de una escenografía de estrellas donde la astronomía —trasmutada ya por el alambique de las ecuaciones— sustituye sombras inherentes al Universo con la brillantez certificada de las palabras.
Bajo las sombras de las estrellas muertas —música en la regla de Pitágoras—, la atemporalidad es luz que asoma en el abismo de los lectores.
¿Por qué me parece importante que El descubrimiento de las estrellas (más de 280 páginas, tipografía legible, dividido en nueve capítulos) se encuentre en librerías? Porque ofrece la oportunidad de que la divulgación de ciertos temas —una historia del todo, en su sentido más ecléctico— alcance el nivel de calle.
En uno de los párrafos deslumbrantes —un puñado de luceros esparcido en el cielo de una de sus páginas—, Bohigas Bosch arremete con lo que podría ser una oportuna declaración de principios: «Desde siempre, los astrónomos hemos sido una élite privilegiada y en todas las civilizaciones ha habido instituciones para observar y estudiar los astros. En aquellos tiempos, los astrónomos eran influyentes funcionarios estatales, con importantes tareas prácticas y esotéricas: contar el tiempo y anunciar la hora; medir las posiciones aparentes de las estrellas y planetas, describir e intentar predecir eclipses; registrar eventos extraordinarios, como cometas o estrellas “nuevas”, planear y realizar rituales religiosos; interpretar fenómenos celestes; adivinar el futuro; buscar fechas propicias para sembrar, casarse o saquear una ciudad; intentar explicar la personalidad y el comportamiento de las personas; justificar el origen divino y los caprichosos mandatos de reyes y emperadores. La astrología, el lado supersticioso de la astronomía primitiva, probablemente fue la actividad que más ganancia y prestigio les dio».
Si la filosofía despierta en los amantes la gracia del saber, sin lugar a dudas —en su amor a la luz— la astronomía aviva ese fuego con su abanico de constelaciones infinitas.
raelart@hotmail.com
*Escritor y editor
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