De regreso al oasis equilibrio sea diferente: miles de camiones hacia el norte repletos de sobrante y miles hacia el sur igualmente cargados. Eso es equilibrio y no las soluciones de “estamentos europeos” que están demasiado lejos para ser capaces de MATIZAR sobrantes y excesos de producción. Son mentes frías y analistas de mercado, ahí no hay sentimientos. Debemos conseguir entendernos entre “plebeyos” y huir de la siempre lenta burocracia.
Ocho horas escasas y todo cambia, sin cambiar nada. Pasas de reojo al cielo del ganadero norteño para saber cuándo parará de caer, (porque pudrirá la hierba que debe ser almacenada para el invierno) al miedo del agricultor del secano, que en una simple nube ve una amenaza para su vendimia. ¿Todo cambia? Al final todos “reojan” hacia arriba. Dos mundos, dos planetas casi. De la selva al oasis en ocho horas. También es cierto que, en ese tiempo, utilizando un avión cambias de continente... y de contenido. Escuchas conversaciones sobre exceso de producción de leche, de carbón innecesario, pero tras haber dejado atrás miles de líneas discontinuas solo cambia el nombre del producto “sobreproducido”…uva, aceite, cereal, etc. Sería perfecto que lo que falta allí fuera “trucado” (de trueque) por lo que escasea aquí. Eliminando intermediarios, de tú a tú, las Cooperativas, Asociaciones de agricultores. Desconozco el tema, pero sí sé que las alcantarillas están tragando demasiado productos de excelente calidad. Dicen que de esa forma se equilibra y mantiene el mercado, ante la temida caída de precios. Sueño con que ese
Fiestas en honor de San Bartolomé Apostol
Y escuchas, y miras, y al final cambia todo, sin cambiar nada –repito-. Analizas y observas unas oportunidades de negocio bestiales, pero claro...la palabra ILEGAL siempre aparece y resulta que una cooperativa del oasis no puede vender aceite en comunidades determinadas y una central lechera no puede abastecer a necesitados de su producto. ¿Dónde quedó la lógica?..., el final está más cerca que ayer y mañana, aún más. ¡Mentalízate, que estás de vacaciones, chico, disfruta, volviste al oasis temporalmente, relájate y cambia el chip de tu cerebro!-se escuchó en la estancia-. Las “tijeretas” de las cepas se convierten en agujas que se introducen en las venas de tus piernas el suero del “no te marches, quédate”, mientras pruebas las uvas, y según el color del grano calculas la fecha de vendimia, los olivos saludan y se dicen entre ellos “ese, de joven corría por aquí, ahora solo camina y observa” ,las palmeras piden vientos del nordeste que eyaculan antes de llegar a estas latitudes sureñas, las cepas abren sus carnes para mostrarte su bendito útero plagado de hijos, orgullosas, las caras conocidas de cuando aún no te afeitabas sonríen en un saludo amistoso que siempre termina con la misma frase, las miles de estrellas te reprochan los miles de días en que no las miras, pero...¿cómo explicas que no las ves?, los silencios también son respuestas y las respuestas repetidas acaban aburriendo, más que a nadie a quien las pronuncia.
Las estrellas de ocho puntas de la plaza que gobierna el oasis te recuerdan que cuando eras niño te dieron cobijo, que supieron de tu llegada a la vida, de tus flacas piernas sin vello pisoteándolas con cariño y tus primeros amores, ellas fueron testigos de casi todo, hasta que iniciaste aquel viaje con un saco verde al hombro, en el que pensabas que el camino que querías seguir era el del humo que despedía aquella vieja locomotora, y no el nuevo mundo al que te conducía. Te creías un hombre hecho, pero solo eras un niño al que la vida haría. Un trozo de mármol por esculpir. Los paseos nocturnos, cuando todos descansan, se convierten en un placer que antes desconocías, las calles también saludan con sus silencios, llevan cientos de años haciéndolo. Nosotros nos sucedemos, ellas permanecen...y lo saben. Lucen orgullosas sus casas señoriales, escudos de apellidos que tuvieron sus quince minutos de gloria o quizás un poco más en el Tele 5 de la época, pero se saben dueñas y señoras. El oasis siempre abraza a quien llega a él para buscar refugio. El enemigo, los problemas, el día a día del visitante quedan fuera de él, el reloj se para hasta que marches de la protección de las palmeras. Y a cambio de eso, siempre el implacablemente, cuando estás cargando el camello para iniciar el camino de regreso, te llega la frase desde algún lugar cercano a la puesta de sol. ¿Estás seguro de que quieres salir del límite de mis palmeras? Piénsalo bien. Y cada año que pasa la respuesta es más difícil, es por eso que prefieres no contestar. Pero en la última casa encalada, a la salida del oasis, encuentras escrito con rojo almagre, el color de estas tierras, la sentencia escrita para ti... ¡VOLVERÁS! Buena feria, sean felices. Paco Borlado Milla
33