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El Cristo del Socorro “La grandeza de la sencillez”

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Formación Cofrade

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¡Es el Cristo del Socorro!, Cofradía pobre y bella; pobre por sus gentes, bella por su pureza. Es largo el Vía Crucis y los pies descalzos se agrietan. (Juan Jorquera Del Valle, poeta y refundador de la Cofradía) y Hermano Mayor perpetuo.

La sencillez puede ser grande y solemne. Diría que en el caso que nos ocupa, hasta magistral. Aquella expresión moderna del ‘menos es más’ se cumple muchas veces y tenemos un ejemplo claro en La Semana Santa de Cartagena. La esencia no está en los adornos, ni tampoco en la riqueza y tenemos con la cofradía del Cristo del Socorro un ejemplo perfecto. La espiritualidad supera ampliamente la estética que tampoco está exenta de belleza, dicho sea de paso, aunque luego veremos parte de un gran patrimonio.

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La salida del Cristo del Socorro, popularmente conocido como el Cristo moreno, y de la Virgen de la Soledad del Consuelo a las calles de Cartagena es la primera expresión de la Pasión de la Semana Santa en todo el país y lo hace con todo el esplendor de la sencillez más bella y callada.

Todo el mundo lo sabe. Está magistralmente reflejado en publicaciones a las que poco más se puede aportar. Por eso, atrevidamente intentaremos reflejar el sentimiento que despierta en sus hermanos y a quienes deciden salir con ellos a la calle, a pesar de la austeridad que identifica a la cofradía. Cumplir la tradición es las más tradicional de las señas de identidad.

No es una procesión al uso, ni falta que le hace. Es una procesión Vía Crucis, que supone el inicio de los diez días en los que más bella está una de las grandes joyas del Mediterráneo, a la que contemplan más de tres mil años de historia y parte de ese legado está formado por sus procesiones, que una vez más volverán a salir a las calles en el mes de abril. Así lo han decidido las cuatro cofradías en sus cabildos y así lo anunciaron para regocijo de cartageneros y turistas que volverán a disfrutar del recorrido de los desfiles y de todo lo que entraña la Semana Santa, que es mucho.

Humildad y sentimiento

La del Cristo del Socorro es única en su humildad y en su intenso sentimiento. Conocer su historia es saber, que quizás ha vivido a la sombra durante años, pero en ese segundo plano destacan todavía más los detalles que pellizcan el corazón de los que esperan con devoción su salida en las primeras horas del Viernes de Dolores en una Semana Santa de interés turístico internacional. Resplandece en la noche y aún más de día en su llegada. Llena de peculiaridades, pero extremadamente sencilla y cargada de emoción.

No le sobra nada. No necesita más, porque la expresión del sentimiento impregna las calles de la ciudad en una madrugada que hace salir a los cartageneros para arrancar bien temprano el día grande para honrar a la Patrona. Esa noche, pocos duermen porque cumplirán con la ‘jefa’ al terminar de recogerse.

No le hace falta una explosión de color. Tampoco una banda sonora, que rompa un silencio acompañado del tambor con sordina y solo interrumpido magistralmente por las saetas, que al paso de la Virgen de la Soledad del Consuelo y del titular y en puntos clave reciben en el día de la Muy Devota, Venerable e Ilustrísima Cofradía de la Hermandad de Caballeros del Santísimo y Real Cristo del Socorro. La primera, a cargo de Lola Cayuela, en la propia plaza de San Ginés. PriCOFRADÍA DEL SANTÍSIMO Y REAL CRISTO DEL SOCORRO

mer momento de total sacudida emocional de los muchos que se suceden a lo largo de las catorce estaciones y que remueven el alma de quienes acompañan al Cristo y a la Virgen de la Soledad del Consuelo.

Peculiaridades que dan más belleza

Tan especial y bella en su diferencia, que es la única ocasión de ver en Cartagena que es la Virgen la que abre el imponente cortejo y el titular el que la cierra con la misma sobriedad y emoción. No ocurre en ninguna procesión más.

Al igual que la Virgen de la Soledad del Consuelo es la única imagen sedente en solitario. La imagen, sentada sobre una roca, lleva una corona de espinas y el paño de pureza. Belleza especial e impactante como lo es todo en la cofradía.

Hace tres años ya, que la procesión Vía Crucis sale con la Semana Santa ya pregonada. Demanda histórica que ha ordenado un poco más la grandeza de los desfiles pasionales de la bella Cartagena. Inmejorables e inigualables. Incomparables. Pocas o ninguna le parecen y eso hace tan difícil que el cartagenero salga de la ciudad y hacen que los que permanecen fuera lloren especialmente en esos días una ausencia que se multiplica y las ven por la televisión, aunque no sea lo mismo que palpar ese sentimiento a flor de piel en los recorridos que ya conocen todos los cartageneros de palmo a palmo.

La cofradía solo cuenta con dos agrupaciones, pero en ellas curiosamente se puede encontrar entre sus filas a hermanos de las restantes cofradías que tomarán el paso que deje el Cristo del Socorro. Aunque en su mayoría sus miembros han heredado el amor al Cristo y a la Virgen y solamente sacan a la calle su procesión.

No solo no es excluyente, sino que suma y mucho al sentimiento de una Semana Santa que atrapa desde su inicio. Va más allá de los colores y acoge a todos quienes sienten suyo ese afecto que estremece y que luego compartirán sus hermanos en sus salidas con el resto de las cofradías. La ventaja de iniciar los cortejos, es difrutar del trabajo en las calle del resto de los hermanos cofrades, porque el Cristo suma a cuanto pueda mejorar la Semana Santa.

Una especial escolta

Insisto en que la sencillez es belleza desde que unos días antes, el cuerpo de bomberos participe de la bajada del Cristo de la capilla al altar para que el titular esté listo para el triduo (26, 27 y 28 de marzo en este año) y la misa solemne (día 29, a las 21.00 horas) y es que los actos litúrgicos de la Cuaresma tienen casi tanta importancia para los hermanos de la cofradía como la que tendrá la posterior salida a las calles.

Por cierto, que los cinco bomberos hacen de escolta del titular en el gran día de la cofradía. Tres delante y dos detrás cerrando el cortejo. Forman parte de un todo que pierde sentido sin cada uno de sus elementos.

Siguiendo las tradiciones, antes de la salida se bendicen los escapularios que se entregan a las personas que saldrán por primera vez o a los que han recibido este año los nombramientos de mayordomos y hermanos de honor.

Se hace antes de recorrer la ciudad y vivir momentos mágicos como el que se experimenta con el Cristo y la Soledad del Consuelo en el interior de la Caridad. Es la única oportunidad de ver que todo el cortejo que forma parte de la cofradía está dentro de la Basílica.

Los dos tronos, los portapasos, los alumbrantes, las damas… todos se introducen junto al Cristo y la Virgen. Momento sin igual, aunque no el único de una jornada llena de bellas instantáneas que guardar para el recuerdo, pero sobre todo para interiorizar. Allí se asiste a la primera misa en honor a la Patrona. Son las seis de la mañana y la Reina de Cartagena recibe su primer homenaje.

Todo sencillo, todo imperdible. La cofradía se rige por esa misma austeridad y minimalismo, sin olvidar sus orígenes y por tanto homenajeando cada año a su refundador Juan Jorquera.

Se le ofrece cada año un ramo de flores y también se deposita en el busto en su honor, situado en la Calle San Juan, una corona de laurel. COFRADÍA DEL SANTÍSIMO Y REAL CRISTO DEL SOCORRO

El símbolo de los poetas para el refundador.

El acto se hace por la tarde, a las 19.30 horas. Es jueves. Los hermanos se preparan para salir a la calle, pero no olvidan la cita. También de forma sencilla se traslada el Cristo hasta el punto de salida en la calle Sepulcro. Allí arrancará la magia que ya desprende su historia.

Una cita que aglutina lo especial de una cofradía fraguada entre milagros que le dan el punto de encanto que no se ve, ni se toca. Pero está. Se siente. Es magia sin artificio desde su origen, cargado de emotividad y de misterio, y que orgullosos transmiten los hermanos a quienes quieren conocer más sobre la austera cofradía, que da inicio al orgullo de todos los cartageneros y a quienes se han enamorado ya de la gran fiesta de la trimilenaria.

Los orígenes

Porque ya el frío besa los faroles con su escarcha, y el viernes va con su rayo de terciopelo, porque ya la vida huye entre mil serpientes blancas y una sed exacta clama esperanza, caridad y cielo.

Despertad ruiseñores y palomas, andad a su paso poetas y toreros, que está llorando Cartagena en los ojos del Consuelo. Simón Hernández Aguado.

Un 13 de marzo de 1689 tuvo lugar la milagrosa sanación de un niño, de nombre Manuel y pocos meses de edad, tras implorar su padre, el Duque de Veragua, a un Cristo Moreno que pasaba por delante de su balcón. cretamente y descendiente en línea directa de Cristóbal Colón. Merece la pena leer la versión de Manuel González y Federico Casal, que recoge el libro de la propia cofradía.

Pedro Manuel Colón de Portugal, séptimo duque de Veragua más conHablan de una enfermedad aguda en el niño de ocho meses, que le llevaba irremediablemente a la muerte. Angustiado, el duque elevó una plegaria a ese Cristo y al volver al lecho de su hijo había vuelto la esperanza.

Este bello e impactante capítulo desembocó en la constitución de la Cofradía del Cristo del Socorro. Fue el propio Duque, el que agradecido fundó la cofradía para ese Cristo que ya existía y recibía culto en la Catedral. Mandó eso sí, construir la capilla en el año 1691.

Un azulejo conmemorativo luce en la citada calle desde el 325 aniversario de aquel día. Está en la plaza de San Ginés, donde residían los duques de Nájera. El año pasado, el descendiente directo y Duque actual, Cristóbal Colón De Carvajal y Gorosábel ha visitado la ciudad haciendo más latente esa historia que nadie olvida y que orgullosos narran arrancado un escalofrío de los que tardan en pasar. COFRADÍA DEL SANTÍSIMO Y REAL CRISTO DEL SOCORRO

Recibió el título de Hermano de Honor de la cofradía.

Cada uno elige su lugar especial de un recorrido, aunque uno de esos puntos que tienen su encanto especial es la zona del Bar Sol. Se acumula mucha gente, por lo bonito del desarrollo del Vía Crucis que se impregna en los hermanos que completan el primer recorrido de la Semana Santa cartagenera.

Miran atrás y cada vez saca a más gente de la cama para cumplir con las estaciones del Vía Crucis, que como dice el acta fundacional arranca antes de la primera estación con el rezo por la paz en el mundo. Tanta falta hace que es la mejor forma de iniciar unas estaciones en las que participan varios sacerdotes.

La sencillez era tan grande, que en el año 1977 salieron a las calles con la Virgen de la Soledad del Calvario y solo siete alumbrantes. En 1978 desfila por primera vez la talla hecha para la cofradía por Antonio García Mengual.

La Virgen del Rosell

Volviendo al día de la salida de la procesión Vía Crucis, queda mucho por contar. De entre los momentos de mayor emotividad destaca la estación de penitencia a la Virgen del Rosell, patrona cuya imagen está en el dintel de la fachada Santa María y a la que le cantan una Salve emocionante. Entre las curiosidades que se pueden desconocer, la citada Virgen aparece el reverso de la medalla. En el anverso está el Cristo.

La entrada en la Basílica de la Caridad (alrededor de las seis de la madrugada), citada anteriormente, es otro de los momentos imborrables aunque cada estación, cada instante…es especial, distinto y emocionante. Estremece a cada paso, reconforta en cada rezo.

El atractivo minimalismo hace que su vocación social les haga volcarse con los que menos tienen y se cuenten por decenas las buenas causas a las que destinan un 30% de los ingresos que consiguen. Entregas de alimentos, atención a los que sufren… reencarnan en cada persona necesitada los milagros que alumbraron su nacimiento. El Cristo ayuda a todos, socorre a todos.

Entre las curiosidades que en estos días absorbo de quienes llevan el sentimiento a flor de piel, me llama la atención que la Virgen estuvo en la capilla de la plaza de toros y allí recibía el culto y ante su magia se rindieron varios toreros en su día.

Acogedor y familiar

Salir de madrugada y no contar con nazarenos, como el resto de cofradías, no evita el que se produzca un natural relevo generacional. El sentimiento se traslada de forma casi genética de padres a hijos y algunos, desde muy pequeños, empiezan a salir en la previa del día grande la Patrona, en una madrugada que estremece. Primero acompañan, a los 18 años pasan a portapasos de un Cristo que portan unos 70 hermanos o de la Virgen.

La ternura se hace adulta propagando esa emoción de generación en generación y cuando ya no pueden cargar con el peso lo hacen como hermanos soga, algo que junto a los alumbrantes también supone una peculiaridad con respeto al resto de los desfiles que están por venir.

Goza la cofradía de buena salud y las dos agrupaciones tienen lista de espera para poder cumplir su deseo de salir a las calles de Cartagena en una de ellas y es que el magnetismo de la procesión Vía Crucis está por encima de muchos de los aspectos, que sí podría encontrar en otras.

Cristo Socorro

Aún no se ha escuchado el Cohete, pero ya se huele. Los hermanos se saludan, se manifiestan sus sentimientos.

Los nervios de los primeros, la alegría de los veteranos, acompañando a su Cristo. Otro año.

Poco a poco, cada uno se coloca dónde debe. La Virgen se levanta primero, no quiere ver el sufrimiento de su hijo.

El crucificado, gracias a la fuerza de sus cofrades, se alza al vuelo y recorre las calles de la Pasionaria Cartagena.

La primera es sencilla. Sin estampados ni oros, Larga y dura para los cartageneros, pero el recorrido y la visita a sus madres, la hace más real y más sentida.

El tambor es lo único que se escucha en esta devota noche, cada paso es sentido, cada paso es rezado. El claro golpe de los hachotes lleva una esperanza, una súplica, una promesa…

El redoble marca el son de todos los que desean. Por ello se sacrifican y piden al Moreno su Socorro.

No lucir bordados o no cambiar cada año demasiados aspectos, no deslucen el recorrido del Cristo del Socorro, que tiene en su nombre la respuesta a la sensación de arraigo y de pertenencia, porque todo el que lo necesite tendrá su hogar en un Cristo que tiene más de los 33 corazones fundacionales.

Son muchos más los latidos que une. Desde ese primer cohete anunciador, mientras dejan atrás las inmediaciones de la Catedral antigua y el juego de luces junto al Teatro Romano crean el ambiente idóneo, hay ya muchos corazones latiendo de una forma diferente. Lo hacen interiorizando la

Alberto Carralero

oración camino de cada una de las catorce estaciones que conforman el Vía Crucis y que arrancan en la condena a muerte de Jesús y terminan con Jesús sepultado.

Hay leyendas varias incluso sobre el origen del propio Cristo y cuenta la historia que tuvieron en tiempos de guerra que venir de fuera para quemarlo ante el miedo que generaba en los milicianos de la zona, que hablaban incluso de que le crecían las uñas, como reflejan en su libro José Luis Carralero y Jorge Espín en el que cuentan la historia de la cofradía de una forma que atrapa y que la muestran todavía más enigmática, a la par que sencilla.

“¿No eres el Cristo del Socorro?. Pues baja sálvate a ti mismo”, cuentan que le dijo antes de emprenderla contra él y contra el patrimonio de aquella capilla.

La gran familia que es la cofradía deja también momentos sobrecogedores en la recogida. Quitado el Cristo del Trono, es portado por las mujeres y los hermanos demasiado mayores para sacarlo en procesión, que ya no pueden salir con el trono al hombro. El Cristo es de todos y la cofradía cumple con ellos. Todos quieren venerarlo. Todos quieren ese momento personal de intimidad con el titular.

Un Cristo de Manuel Ardil Pagán, que terminó el encargo que a su padre le había hecho Juan Jorquera y que desfiló por primera vez en el 1965. Costó unas 60.000 pesetas. Y como todo empezó unos días antes, el retén de bomberos vuelve a depositarlo en su capilla y la cuenta atrás vuelve a empezar. Listos para volver a embriagar con máxima ligereza el corazón de los cartageneros que seguirán disfrutando de una Semana Santa sin igual hasta el Domingo de Resurrección.

Maite Fernández Tornell

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