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De los días y las horas en la Cofradía del Nazareno
La conmemoración de la Pasión, Muerte, y Resurrección de Jesucristo tiene en Cartagena sus días y sus horas. Desde su entrada en Jerusalén el Domingo de Ramos la ciudad asiste, en sus días y en sus horas, a la Pasión de Cristo, del Jesús de Nazaret, representada en unos desfiles procesionales que desde siglos encarnan en esta tierra la singular manifestación de fe y religiosidad popular adornada y envuelta en la personal configuración con la que a lo largo de este tiempo se fue gestando. Procesiones que hoy son la inequívoca seña de identidad de Cartagena y que constituyen un maravilloso conjunto patrimonial, exquisito artificio de arte y cultura, dispuesto cada año llegada la primavera para acercarnos la tradición de nuestra Semana Santa.
En la Cofradía Marraja y en sus primitivos cortejos de Viernes Santo que tenían lugar ya en el siglo XVII se encuentra el origen de la celebración pasionaria de la ciudad. Y en una pasionaria cartagenera inigualable tiene la Cofradía del Nazareno sus días y sus horas. Porque con el discurrir del tiempo a partir del domingo nos encontraremos en el primer día de la semana con un Lunes Santo de color morado. Lunes Santo de Piedad desde que en 1930 se convirtió en procesión el inicial traslado de entonces para su posterior salida en la noche del Viernes Santo, y que así formara parte del relato de esas horas, del grupo escultórico que recoge la escena de la Madre con el Hijo muerto en su regazo. Lunes de Piedad, de promesa, y de devoción. Lunes de procesión marraja por encima de cualquier otra consideración para que sus horas, en el tiempo durante el cual navega esa noche majestuosa la Virgen de la Piedad sobre el inmenso mar de cariño y de miles de promesas de un pueblo que la sigue, siempre sepan a poco y transcurran en un suspiro.
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Los días y las horas pasaran vertiginosos en Cartagena, y después de revivir en clave encarnada el drama de Jesús Prendido, el relato pasionario del sufrimiento de Cristo traicionado, condenado, humillado, flagelado, y coronado de espinas al que sigue y acompaña su Madre la Virgen del Primero Dolor, nos encontraremos con el Viernes Santo y de nuevo con la Cofradía del Nazareno. La Semana Santa de los marrajos avanza así y cumple día a día con su programa pasionario cincelado en el tiempo. Y en este día y en sus horas, en este Viernes de Pasión, los dos desfiles procesionales más antiguos de nuestra ciudad que conforman la representación del Vía Crucis que desde 1663 los marrajos ponen cada año en sus calles. El primero de ellos narrará hoy como antaño el “doloroso trance de Jesús en la calle de la Amargura” en la procesión del Encuentro cuando el día apenas ha comenzado a despuntar, y el protagonismo absoluto en esa madrugada mágica para la figura de Nuestro Padre Jesús Nazareno que deja el barrio de Santa Lucia en su salida procesional y es conducido entrando en la ciudad camino del Encuentro con su Madre Dolorosa. Madrugada de Viernes Santo que gira toda alrededor del epicentro de la ciudad al que los marrajos, hace ya más de doscientos cincuenta años, damos anualmente su sitio y le otorgamos su grandeza como escenario paradigmático de la representación pasionaria en Cartagena: la plaza de la Merced. La “teatralización barroca del escenario urbano mediante la solemnidad religiosa” como elemento clave para entender el discurso pasionario en este caso de la Cofradía Marraja, añade en el desfile que nos ocupa el principal de su configuración y su puesta en escena, y lo sitúa en esta plaza entrañable de la ciudad.
La segunda función de este viernes al que le faltarán siempre horas, la del “Desclavamiento y Entierro de Cristo” que corresponde a la procesión del Santo Entierro llegará al caer la noche. Segundo acto y segunda parte esencial de la fantástica representación del Viernes Santo en este cortejo heredero de aquel otro inicial, manteniendo el mismo hilo conductor y la continuidad narrativa y cronológica que es consustancial a la Pasión según los Marrajos. Espléndido desfile procesional en clave marraja donde los perfiles habituales definitorios de nuestra pasionaria, la luz, el orden, la flor, la música, parecen atemperarse y envolver el conjunto solemnizando si cabe aún más, arropando de la mejor manera, la culminación de la Pasión que esta noche se revive y se representa. Partiendo de la Cruz donde agoniza y muere Cristo, el mensaje principal de todo el conjunto: la Soledad, la inmensa soledad de la Virgen acompañando finalmente al Hijo muerto, al Cristo Yacente.
Y en estos días y estas horas de la Cofradía del Nazareno en la Semana Santa de Cartagena un cuarto cortejo cierra el ciclo de su Pasión. Procesión de la Vera Cruz medida, austera, sencilla, recogida, contrapunto radical a la magnificencia del desfile tan impresionante que vivimos la noche anterior en el Santo Entierro. Desfile en el Sábado Santo que tras adornarse al inicio con la luz del atardecer del día, busca la compañía de una tenue iluminación de cera en tronos y hachotes, y el singular tintineo del cristal aunando el paso invitando a la meditación sincera. Procesión de duelo frente a la muerte y de esperanza en la Resurrección donde la cruz desnuda testimonia que todo se ha consumado, y que se cerrará con la más íntima, y la más contenida manifestación del abandono y la pérdida; la soledad de soledades, la Madre rota y exhausta encarnada en la maravillosa imagen de la Virgen de la Soledad de los Pobres.
Pedro María Ferrández García Cronista de la Cofradía Marraja