Puede adoptar la forma de: • iluminación cómoda para la circulación segura de peatones, compradores y automovilistas, haciendo visibles los obstáculos (escalones, rampas y similares) para evitar lesiones; • mejora de la iluminación que crea una sensación de seguridad y bienestar en los residentes e inversores, así como una reducción de la delincuencia y del miedo a la misma; • iluminación de los puntos de referencia y de las principales arterias de tráfico para una mejor ayuda visual en la ciudad y facilitar la percepción y orientación a escala urbana; • iluminación para resaltar la personalidad o identidad de la ciudad en general o de un recinto individual; • iluminación para realzar o enfatizar ciertas características naturales, arquitectónicas, patrimoniales o cromáticas dentro del entorno; • iluminación eficaz y estimulante que puede crear una imagen impresionante y digna que sea un atractivo para los visitantes y el mundo de los negocios; en este sentido, la iluminación puede ser una forma eficaz de publicidad cívica o de “marca” de la ciudad; • iluminación que puede revelar la belleza de una escena nocturna y crear nuevas interpretaciones o relaciones visuales, en comparación con las experimentadas durante el día; • iluminación que establece puntos de referencia visuales e iconos que proporcionan orientación a los visitantes y tranquilidad a los residentes; • iluminación que proporciona una imagen acogedora e interesante para los visitantes; • iluminación que crea una atmósfera apropiada y fomenta la interacción social; • arte lumínico, interacción, interactividad. 3. Relación entre urbanismo e iluminación El diseño urbano es importante porque se ocupa del uso, la operatividad y la imagen de las ciudades. Una ciudad que goza de una buena planificación urbana es probable que goce también de una iluminación bien planificada, en forma de un plan de iluminación que debe ser parte esencial de un plan urbano más amplio. Un elemento sustancial de la planificación urbana es la provisión de espacios verdes y abiertos dentro de la ciudad: parques, plazas y bulevares. Se ha dicho que éstos son los “pulmones” de una ciudad. Es en estos espacios donde el alumbrado puede proporcionar no sólo niveles adecuados de iluminación, sino también formar parte del “mobiliario” urbano de día y de noche. Esto puede realizarse tanto a través del soporte físico que se utiliza para proporcionar la iluminación, como son las columnas, bolardos y luminarias, así como mediante la apariencia visual de la luz distribuida a nivel del suelo y en las superficies verticales. En términos más concretos, también hay oportunidades para proporcionar “mobiliario luminoso”, como pueden ser asientos exteriores autoiluminados y refugios. Las ciudades se reconocen por sus activos simbólicos. Pueden ser edificios concretos, como el Partenón de Atenas, la Casa Blanca de Washington o la Ópera de Sídney. También pueden ser estructuras como la Torre Eiffel de París, la Estatua de la Libertad de Nueva York o el puente Golden Gate de San Francisco. Cada uno de estos elementos confiere una identidad indiscutiblemente única y bien establecida a la ciudad en la que se encuentra. En muchos sentidos, la calidad del paisaje nocturno puede convertirse en un activo simbólico más. Un ejemplo de ello es la experiencia nocturna de la ciudad de Lyon en Francia, donde el observador no tiene duda sobre la imagen que la iluminación ha aportado a la ciudad. Lo mismo puede decirse de las zonas de Shanghái que dan a su río principal, Huangpu, como son los barrios Pudong y Bund. Análogamente, el Manhattan nocturno, visto desde el otro lado del río Hudson, se ha configurado deliberadamente como una identidad luminosa colectiva. Pocos discutirían el valor de los símbolos creados por esta iluminación.
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