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El toro y los sacrificios en el antiguo Israel. Por Jesús García Burillo

El toro y los sacrificios en el antiguo Israel

Jesús García Burillo. Administrador Apostólico de Ciudad Rodrigo.

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Me es grato responder a la invitación del Sr. Alcalde para colaborar en este libro con el presente escrito de carácter bíblico, que relaciona nuestra fiesta taurina con algunos aspectos de la vida del antiguo Israel, donde la muerte de toros, carneros, corderos y otros animales fueron una realidad que llenaba una parte importante de la vida de aquel pueblo. El sacrificio del toro y otros sacrificios pueden ser considerados bajo significados diversos, como queda expuesto en estas líneas.

Antes de nada, digamos que el toro, desde épocas prehistóricas, ocupó un lugar preferente en la vida de la humanidad. El toro convive junto a los grupos humanos tanto nómadas como sedentarios y de él dependen su búsqueda de sentido y su supervivencia. Cuando un animal o un objeto sagrado es considerado como tal, es porque participan del sentido último de sus expectativas.

El ganado vacuno en Israel

Mons. Jesús García Burillo, Administrador Apostólico de Ciudad Rodrigo.

En hebreo al ganado vacuno en general se le llama baqar y sor. En griego la palabra bous se aplica a un toro o a una vaca. El ganado vacuno, así como los asnos y camellos pertenecen al ganado mayor y en el mundo bíblico constituyen una de las principales riquezas que dan sustento a la vida del pueblo: el Faraón trató bien, por causa de su mujer, a Abrahám, que tuvo ovejas, vacas, asnos, siervos y siervas, asnas y camellos (Gn 12,16).

Fundamentalmente el ganado vacuno se criaba, más que para obtener productos lácteos en la alimentación, para producir la carne necesaria. Este tipo de ganado tenía también otros variados fines, uno y muy importante, el de ser la materia de los sacrificios: en caso de que su ofrenda sea un sacrificio de comunión, si lo que se ofrece es vacuno, macho o hembra, ofrecerá ante el Señor una res sin defecto (Lv 4,35). A Dios solo podían ofrecerse becerros cebados, animales machos, pero sin defecto alguno. El ganado vacuno también servía naturalmente como ayuda a la agricultura, para la labranza y la trilla, y a veces como bestias de cargo o de tiro: No pondrás bozal al buey que trilla (Dt 25,4). El alimento principal para este tipo de ganado era la hierba y el heno.

Pero el toro y la vaca no solo son útiles para el trabajo y la carne, sino que adquieren otros significados. Así, dada su fortaleza y voracidad, el toro es símbolo de los enemigos: novillos innumerables me devoran, acosanme los toros de Basán (Ps 22,13) y de la fuerza viril: Dios hace salir a Israel de Egipto, es para él como cuernos de búfalo (Nm 24,8). Por esta razón varios de los dioses del antiguo oriente llevaban el sobrenombre de “toro”. Por ejemplo, los dioses de Babilonia Luna y Marduk, los dioses de Egipto Tot y Osiris, y en Fenicia el Dios El se significaban por la imagen de un toro. Los egipcios veneraban a ciertas >

personas como “toros vivos”, que eran consideradas como dioses encarnados. Para los babilonios y arameos, el toro era un animal sagrado, dios de la fecundidad y de la tempestad unida a la lluvia. Por esta razón algunos israelitas, cuyos antepasados veneraron “otros dioses”, también representaron a Yavé con la imagen de un toro. Jeroboán, primer rey del reino del norte, puso en los santuarios de Betel y Dan imágenes de un toro con el fin de que sus súbditos no subieran al templo oficial de Jerusalén: hizo dos becerros de oro y dijo al pueblo: basta de subir a Jerusalén. Este es tu Dios, Israel, el que te hizo subir de la tierra de Egipto. Colocó uno en Betel y el pueblo fue con el otro hasta Dan (1Re 12,28-30).

Pero los profetas Oseas y Amós, en nombre de Dios, condenaron aquel culto a los toros. Oseas se burla de aquellos que besan becerros y veneran imágenes que ellos mismos han fabricado: mi pueblo consulta a su madero (ídolo), y su pueblo le adoctrina, porque un espíritu de prostitución le tiene extraviado, y se prostituyen sacudiéndose de su Dios Cabeza de toro, detalle de la crujía occidental del claustro de la Catedral de Ciudad Rodrigo (siglo XIV). (Os 4,12). La ironía del culto al toro se evidencia en el relato del becerro de oro que Aarón, en marcha hacia la tierra prometida, fabricó con los pendientes de oro de las mujeres. Pretendía hacer un toro, símbolo de un dios, pero solo le salió un “becerro”, un toro joven que podía suscitar la risa: cuando Moisés vio el becerro que habían hecho, lo quemó y lo molió hasta reducirlo a polvo (Gn 32,20).

El toro es también uno de los cuatro seres vivientes que están cerca del trono de Dios, donde los animales son representados como servidores y mensajeros de Dios: En medio del trono y en torno al trono hay cuatro Seres llenos de ojos por delante y por detrás (Ap 4,7s). Estos mismos animales, león, toro, hombre y águila, se convirtieron en símbolos de los cuatro evangelistas, entre los que el toro representa a san Lucas.

La cría del ganado > El toro es también uno de los cuatro seres vivientes que están cerca del trono de Dios, donde los animales son representados como servidores y mensajeros de Dios.

Comencemos por decir que la cría del ganado, junto con la agricultura, han sido la principal fuente de recursos económicos de Palestina. A los bienes en general se les denominaba “riqueza en ganado”, “cabaña” (miqueh). La cría del ganado extensiva se dio sobre todo en la Transjordania, en el territorio de Moab y en el país de Us, en territorio arameo. En la Cisjordania este tipo de cría se practicaba en el Negueb y en los límites del desierto de Judá. Los rebaños se desplazaban por los terrenos cultivados, zonas que tenían una cantidad de lluvia anual entre los 250 y los 500 milímetros (mm). En Ciudad Rodrigo la precipitación anual de 656 mm. Los ganados, que iban de

un sitio a otro buscando el agua principalmente en pozos, contaban con varios miles de cabezas, sobre todo de ganado menor. Así Nabal poseía tres mil ovejas y mil cabras (1Sm 25,2) y Job era dueño de siete mil ovejas, mil cabras, tres mil camellos, quinientos pares de bueyes y quinientas asnas (Job 1,3). Eran números propios del hombre más rico de Oriente. Se trataba de rebaños trashumantes, formados por varias especies de ganado mayor y menor. Así, encontramos que Jacob tomó de lo que tenía a mano para hacer un regalo a su hermano Esaú, a quien había suplantado con la bendición paterna, consistente en doscientas cabras y veinte machos cabríos, doscientas ovejas y veinte carneros, treinta camellas criando, junto con sus crías, cuarenta vacas y diez toros, veinte asnas y diez garañones (Gn 32,13-16).

La cría de ganados, acompañada de la trashumancia, era la primera actividad de los primeros israelitas en el siglo XX antes de Cristo, cuando todavía vivían en tiendas. Así, los bienes de Abrahám eran asnos, asnas, camellos, siervos y siervas. Lo mismo que los de Lot e Isaac. Raquel era una pastora que conducía su rebaño al pozo, igual que sus hijas. Jacob se ganaba la vida para sí y sus esposas como pastor de Labán, empleando las técnicas de la época para apacentar su rebaño, que utilizaba >

> La cría de ganados, acompañada de la trashumancia, era la primera actividad de los primeros israelitas en el siglo XX antes de Cristo, cuando todavía vivían en tiendas.

Misericordia con representación de un perro mordiendo la oreja a un toro, Rodrigo Alemán y taller, Sillería del Coro de la Catedral de Ciudad Rodrigo (principios del siglo XVI).

Entrepaño con representación de cabezas de toros, Rodrigo Alemán y taller, Sillería del Coro de la Catedral de Ciudad Rodrigo (principios del siglo XVI).

en beneficio propio: Jacob se procuró unas varas verdes de álamo, de almendro y de plátano, y labró en ellas unas muescas blancas, e hincó las varas así labradas en pilas o abrevaderos donde venían las reses a beber, con lo que estas se calentaban al acercarse a beber. O sea que se calentaban a la vista de las varas, y así parían crías listadas, pintas o manchadas (Gn 30, 37-43). La técnica de Jacob consistía en aparear las cabras ante varas listadas de blanco, cuya vista se suponía influir en la formación del embrión, mientras hacía que las ovejas se apareasen mirando a las cabras negras del rebaño, eligiendo para estas operaciones a los machos más vigorosos. Los hijos de Jacob pastoreaban el rebaño de su padre y cuando viajaron a Egipto lo hicieron como pastores que, desde su juventud, se ocupaban del ganado. El mismo Moisés apacentaba los corderos de su suegro Jetró y el futuro rey David pastoreaba las ovejas de su padre cuando Saúl se entrevistó con su padre Jesé: Todavía falta el más pequeño, que está guardando el rebaño (1Sm 16,11).

En la época real, a partir del siglo X antes de Cristo, la cría de ganado seguía siendo una fuente económica muy importante. Los buenos reyes, como Salomón y Ezequías, se esforzaban por promocionarla. Este último poseía toda clase de ganados y apriscos para los rebaños. El ganado menor producía leche y lana

y los pastores hacían fiesta a la llegada del esquileo de los corderos (2 Sm 13,23s.). Además del ganado mayor y menor, en oriente se dio también la cría de gallinas, palomas, tórtolas y abejas.

En definitiva, el pastor tiene un papel preponderante en la Biblia: Abel, pastor, es preferido por Dios a Caín, que es agricultor. Cada año, a partir de la salida de Egipto, se celebraba la pascua mediante el sacrificio de un cordero que se sacrificaba y comía en familia. Los ganaderos ofrecían en el templo las primicias de su ganado y tanto los reyes como Dios mismo se mostraban bajo la imagen de un pastor. Más tarde, Jesús también presentó como un pastor: Yo soy el buen pastor, el buen pastor da su vida por las ovejas, pero el asalariado, que no es pastor, abandona las ovejas y huye (cuando viene el lobo) porque no le importan las ovejas (Jn 10). > El sacrificio es un rito que consiste en entregar a Dios un bien que pertenece a la persona oferente, con objeto de dar gracias, expiar pecados o establecer una alianza.

Sacrificios en el templo

El sacrificio es un rito que consiste en entregar a Dios un bien que pertenece a la persona oferente, con objeto de dar gracias, expiar pecados o establecer una alianza. Los sacrificios en Israel eran de diversos tipos, pero en la mayor parte de ellos se ofrecían cabezas de ganado mayor o menor. Cada día en el templo de Jerusalén se ofrecían dos sacrificios, uno al amanecer y otro al atardecer, era el ritual cotidiano. Además de una ofrenda de harina amasada en aceite y una libación de vino.

El holocausto, sacrificio en el que la víctima se consumía totalmente, es un sacrificio muy antiguo en Israel. El primer sacrificio lo hizo Noé, quien al salir del arca tomó toda clase de animales y los ofreció en holocausto sobre un altar (Gn 8,20). Cuando se ofrecía una res, un animal de ganado mayor, había de ser macho sin defecto. El sacerdote imponía su mano sobre la cabeza de la víctima e inmolaba el novillo delante de Yavé. A continuación, los sacerdotes y levitas ofrecían la sangre y la derramaban sobre el altar. Luego desollaban la víctima y la despedazaban en porciones que eran quemadas sobre el altar (Lv 1,3-9). Otros sacrificios en que se seguía un ritual semejante eran la oblación, el rito de comunión, el sacrificio por el pecado y el de reparación.

Con antelación a la existencia del templo ya se dieron en Israel continuos sacrificios. Así, Moisés, el día que acabó de montar la Morada, una tienda para el encuentro con Dios, hizo la ofrenda de las Carretas y la ofrenda de la Dedicación. La ofrenda de la Dedicación duró doce días, uno por cada tribu de Israel. Cada día se ofrecían un novillo, un carnero y un cordero para el holocausto; un chivo para el sacrificio por el pecado; y para el sacrificio de comunión se ofrecían dos bueyes, cinco carneros, cinco machos cabríos y cinco corderos de un año (Nm 7).

Moisés dio también una serie de normas sobre los sacrificios: habría un sacrificio diario con un cordero por la mañana y otro por la tarde; los primeros días del mes se ofrecerían dos novillos, un carnero y siete corderos de un año sin tacha. El día 14 del primer mes del año se celebraba la Pascua del Señor en memoria de la liberación de Egipto. En cada familia se sacrificaba un cordero que comían ritualmente. En una de aquellas celebraciones tuvo lugar la última cena de Jesús con sus discípulos. Además, en el templo se ofrecían dos novillos, un carnero y siete corderos sin defecto. Estos mismos sacrificios se repetían en la fiesta de las Semanas, en la fiesta de los Clamores y en el día de la Expiación, así como en la fiesta de las Tiendas, que duraba ocho días. Cada uno de estos ocho días se sacrificaban trece novillos, dos carneros y catorce corderos de un año sin defecto. La cantidad de novillos iba menguando diariamente hasta llegar a un solo novillo el día octavo (Nm 28-29). >

Ante esta abundancia de sacrificios, gran parte de ellos, los de ganado mayor, muy costosos económicamente, los profetas defendieron a la gente más pobre y resaltaron la inutilidad de tal ostentación en los sacrificios, si no se practicaba la justicia y el derecho. Destacaron en este sentido Isaías (1,11-17), Jeremías (6,18-20), Oseas (6,6-10), Amós (5,21-25) y Miqueas (6,6-8).

Dice Isaías: ¿A mí qué, tanto sacrificio vuestro? -dice el Señor-. Estoy harto de holocaustos de carneros y de sebo de cebones; y sangre de novillos y machos cabríos no me agrada desistid de hacer el mal, aprended a hacer el bien, buscad lo justo, dad sus derechos al oprimido, haced justicia al huérfano, abogad por la viuda.

Jesús mismo, entrando en el templo, volcó las mesas de los cambistas y los puestos de los que vendían palomas y les dijo: está escrito: Mi casa se llamará casa de oración. Pero vosotros la habéis convertido en una cueva de bandidos (Mt 21,12-13).

En el Nuevo Testamento (NT), la carta a los Hebreos presenta la muerte de Jesús como el sacrificio por excelencia. Afirma que los sacrificios judíos de toros y machos cabríos son externos e ineficaces para la conciencia. Mientras que el sacrificio de Jesús es una ofrenda personal y existencial. Su muerte es una ofrenda que nos purifica y santifica, establece una nueva alianza y es un sacrificio único, de una vez para siempre. Se realiza en virtud de la obediencia con que Cristo se entrega al Padre. Ahora, dice san Pablo, también los cristianos somos invitados a ofrecernos, como sacrificio vivo y santo y agradable a Dios (Rm 12,1).

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