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• El árbol paremiológico de los nombres tradicionales y los santos venerados en el entorno mirobrigense con más renombre en el refranero español (II): san Sebastián. Por Ángel Iglesias Ovejero
El árbol paremiológico de los nombres tradicionales y los santos venerados en el entorno mirobrigense con más renombre en el refranero español (II): San Sebastián
Ángel Iglesias Ovejero. Centro de Estudios Mirobrigenses.
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En el panorama sacro-profano de las fiestas invernales era un hito señalado en la tradición popular el día san Sebastián (20 de enero). De sus ritos y festejos en Ciudad Rodrigo y su entorno, además de la inevitable Reseña de Casiano Sánchez, se ocupó posteriormente Eugenio Cid Cebrián (1987). Otros investigadores habrán estudiado estos y otros aspectos que nosotros mismos hemos evocado (1996). Sin embargo, ahora solamente interesan en la medida en que se relacionan con su nombre en el Refranero y con las formas tradicionales de expresión breve (Iglesias 2019). Son patrimonio colectivo del ancho mundo hispanohablante en el cual tienen cabida las particularidades locales y regionales comprobadas aquí.
La etimología greco-latina de Sebastián no ofrece mayores dificultades (lat. Sebastianus, en gr. Sebastianós, de sebastós ‘augusto, honrado’). Dicha forma y la del femenino Sebastiana presentan en esta zona un polimorfismo peculiar (aunque no exclusivo), con un hipocorístico Chan (fem. Chana) formado sobre una doble aféresis (Sebastián > Bastián > Chan), que supone también una palatalización expresiva. Este último fenómeno principalmente atañe a los grupos formados por consonantes dentales o interdentales y semiconsonante del fonema /i/, fonéticamente (sj, tj, dj, θj), así como al sonido (s): Ascensión, Asunción, Concepción, etc. > Chon, Jesús > Chús, José > Ché, Leocadio > Cayo, Santiago > Chago, entre otros (Iglesias 1982: pár. 148 y 317).
San Sebastián (Ciudad Rodrigo). Foto: cortesía de Fernando Domínguez.
Su empleo como nombre de pila obedece a una referencia hagiográfica que se refleja en el refranero. San Sebastián (h. 256288) fue un soldado del ejército romano, nacido en Narbona y criado en Milán. Llegó a ser jefe de una cohorte de la guardia pretoriana del emperador Diocleciano. Fue denunciado como propagador del cristianismo, y por ello fue asaetado desnudo, y finalmente azotado hasta la muerte. En su iconografía se han retenido los motivos del arco y la flecha, que lo asocian con Apolo, la divinidad solar por excelencia, hasta convertirlo en dechado de belleza (“el Apolo cristiano”). A esto ha contribuido la desnudez, que ha permitido a los artistas, chicos y grandes (Botticelli, A. Berruguete, El Greco, Rafael, Rubens, etc.), poner de relieve una anatomía juvenil y no >
muy marcadamente masculina. Su imagen es de las más asiduas y fáciles de reconocer en los retablos de iglesias y capillas, las cuales a menudo le están dedicadas. Por su condición de soldado lo festejaban en primer lugar los quintos y aspirantes a serlo. En una población tan belicosa y rumbona como Ciudad Rodrigo, que lo tiene por patrón, la subida del santo de su sede (en la parroquia de San Cristóbal) a la catedral daba ocasión a manifestaciones espontáneas de ardor guerrero. La chiquillería y los mozalbetes del centro urbano, según cuentan, recibían a los del barrio de abajo a la altura de la muralla, donde, a falta de saetas, los obsequiaban con una lluvia de piedras, antes > Entre sus milagros se de tomar el relevo de las andas. atribuye a san Sebastián haber librado Roma de los Entre sus milagros se atribuye a san Sebastián haber librado estragos de una epidemia en el siglo VII, lo que daría pie a su abogacía contra la Roma de los estragos de una epidemia en el siglo VII, lo que daría pie a su abogacía contra la peste, en competencia con san Roque, faceta que no deja huellas en el refranero. Sin duda la desnudez del santo en su martirio era un estímulo para combatir el frío propio de peste, en competencia con los días de su conmemoración litúrgica, compartida con san Fabián, san Roque, faceta que no y por ello conocida por los Santos Mártires, mencionada entre deja huellas en el refranero. los llamados santiños de gorra en algunos sitios. De ello dimana el epíteto de friolero aplicado al santo soldado, como si fuera el responsable de las bajas temperaturas. Este motivo le daba una poco envidiable primacía entre los santos de invierno, que en definitiva se endosa a san Antón en variantes dialogísticas de un refrán algo confusas (1, 4), pues dicha estación empieza un mes antes. La brevedad del solsticio invernal se recuerda en el mismo refranero con el sobrenombre de la conmemoración del apóstol Tomás (21 de diciembre): Santo Thomé el chiquito, o el Leñador, porque los concejos daban lotes de leña, según F. Rosal (IO 1987: pár. 510).
El hecho de que el léxico español no distinga entre tiempo atmosférico (medido con el termómetro y otros aparatos) y el tiempo que pasa (medido con el cronómetro) puede contribuir a ciertas amalgamas. Lo evidente es que el frío era un duro enemigo por las fechas en cuestión, tanto que en El Rebollar se aconsejaba el confinamiento casero, aunque fuera a costa del ayuno (10). Pero allí mismo y en otros lugares, los que no eran viejos o no tenían sangre de horchata lo combatían a su manera. Los más valientes, en Abusejo, hasta salían a la calle en mangas de camisa, aunque quizá con chaleco, para lucir cuellos y botones charros, pues de nada servía tenerlos si eran invisibles (los ricos de la Ciudad exhibían atributos vestimentarios más lujosos y de más abrigo, capas, manteos y atuendos valiosos). Los mozos se arrimaban a sus parejas en el baile, y en nombre de san Sebastián sacaban a pasear a las mozas que san Antón había metido en el rincón (8). En varios lugares, además del recurso a la ingesta etílica, ellos y ellas se calentaban con las hogueras de los capazos, avivadas con leña menuda, por encima de las cuales algunos atrevidos saltaban. La costumbre, se dice en la sierra cacereña, remontaría a la quema de filtros aceitosos de los molinos y enseres inservibles en ofrenda al Santo por su ayuda en alguna epidemia. A mediados del siglo XX también se corrían gallos, aunque de un modo menos truculento que hasta entonces. En vez de cortar o arrancar la cabeza de los reyes del corral, se echaba mano de algún sucedáneo. En Robleda consistía en pasar una varita por una argolla colgada de una soga atada frontalmente a las pértigas de dos carros. Los árbitros se repartían entre ambos sojáus (cajas). Si se ponían en la parte trasera, la soga se tensaba hasta resultar inalcanzable, pues al pasar los jinetes quedaba por encima del “ojo del campanario”, que contemplaba la escena. Así que los mozos se encaramaban de tres en tres encima del caballo, y el del medio trataba de izarse sobre los otros dos para conseguir el trofeo. El ejercicio ecuestre se convertía así en una arriesgada e imprevista payasada, acorde con los tiempos del Carnaval que por aquellos días se iniciaba y, como supervivencia de una cultura milenaria, implícitamente representaba el fin y la renovación del ciclo vital.
Así pues, a través de la fecha invernal de su conmemoración, el santo se vincula con referencias climáticas e incluso labores agrícolas, relacionadas con el crecimiento de la jornada diurna, que afectan al caminante: Por san Sebastián, ya lo ve el recuero en el andar, en el refranero del siglo XVI (FDHLE); y al rendimiento de la huebra, con el consiguiente esfuerzo del gañán y los animales de trabajo, según el refranero de época posterior: Por los Reyes ya lo conocen los bueyes y por san Sebastián, ya lo conoce el gañán. Estos refranes no interesan aquí, por referirse al calendario agrícola, pero la dimensión temporal se imbrica en la representación del santo, dado que a escala humana el paso del tiempo define la edad. Y en esta dinámica hasta la citada contraposición entre san Sebastián y san Antón corresponde a una visión simbólica de “las edades del hombre”, respectivamente ‘el hombre joven’ (casi lampiño) y ‘el hombre viejo’ (barbudo), a manera de recuerdo de la celebración del Año Nuevo y de la Nochevieja y preludio de la Pascua y la Cuaresma. Por otro lado, la familiaridad con los motivos iconográficos suele conllevar un tratamiento lúdico, perceptible en la citada aplicación al santo del sambenito friolero, y la alusión irónica al falso milagro de que el icono soporta el frío en cueros (5), por ser de madera o escayola, llega a la irreverencia cuando se insinúa que en esa tesitura forzosamente dejará ver el hojalatero, posible sucedáneo eufemístico de trasero (infra).
Este tratamiento lúdico de los motivos iconográficos afecta al mismo antropónimo y su polimorfismo (supra). Hablando en clave taurina, por mimetismo urbano, la gente de por aquí, en vez de decapitar el nombre Sebastián (aféresis), ahora prefieren cortarle el rabo (apócope). A los homónimos del santo quizá les parezca más fino y moderno hacerse llamar Sebas que Chan, pero esta forma de martirizar la forma plena (Sebastián) no siempre surte el efecto deseado. Las connotaciones que adhieren a los sonidos constitutivos de los nombres no dependen de quienes los llevan, sino principalmente de quienes los oyen, cuya estética se rige por criterios poco objetivos (lo cual no quiere decir que no existan). Para los hablantes que no creen en la significación de los nombres propios, Chan no significará nada (pero tendrían que demostrarlo); para algunos oyentes es un constituyente onomatopéyico evocador de los sonidos producidos por el timbal (chan chan), que se reconoce, en Chan Chan, el compañero de Juanica en un conocido son de Compay Segundo (3); para otros, tendrá resonancias caninas, bíblicas o animistas por analogía (can, Cam, chamán), y así sucesivamente. No es menos sugestivo y extraño Sebas, que, además de su obligada acentuación grave (pronunciado Sébas y no Sebás), no distingue los “géneros” humanos (recientemente descubiertos en el español mediático), por su empleo común (para él y para ella, como sucede con Cípri, Jóse, Sánti, etc.), y su espectro en paronomasia no es forzosamente meliorativo (sebo, sebosos, antiguo epíteto denigrante de los vecinos portugueses, por su derretido sentimiento amoroso). Ni uno ni otro hipocorístico igualan la expresividad de Sebastián, por su magnitud y sonoridad, debida a la aliteración vocálica y consonántica, cuya anterioridad en la articulación es evocadora de luminosidad.
Esta configuración sonora no ha bastado para darle mucha presencia en las expresiones estrictamente paremiológicas. En un enunciado sentencioso, calcado sobre un aforismo latino, se contrapone a Juan, un nombre muy proverbial: Por lo que hizo Juan, no se castiga a Sebastián (7). Prueba al menos su arraigo en un registro culto, pero su empleo en la expresión, así como el valor pronominal que conlleva (‘cualquier hombre’), está condicionado por lo que la terminología castiza llama “la fuerza del consonante” (rima); un caso muy extendido de atracción analógica formal.
En la literatura paremiológica, en cambio, hay espacio para comprobar la doble faceta que en la tradición popular tienen los antropónimos en un movimiento pendular: entre el respeto a la referencia modélica y su inversión lúdica. En la liturgia y las procesiones con la imagen, se pedía la intercesión del santo para obtener favores (“Glorioso san Sebastián”). En el cancionero esta plegaria, puesta en boca de un casado algo misógino, pide gracias espirituales para su propia alma y deja las saetas para el cuerpo de la suegra (6). Carácter festivo tienen una variante del refrán sobre la primacía de los santos frioleros. >
Lógicamente, en ella se da la preferencia a san Canuto, que se festeja un día antes (19 de enero), sin que este homenaje vaya muy en serio, porque este hagiónimo tiene connotaciones animalescas por sus analogías formales. Aparte de una áspera rima con bruto, semeja un derivado de can y, por sinonimia, genera un estrambótico personaje animalesco en el cancionero infantil de El Rebollar: el perru Canutu, que cagó tres pelotas. Por si fuera poco, a consecuencia de la homonimia con canuto ‘porro’, en el habla marginal, de un tiempo a esta parte se acogen lúdicamente a su patrocinio los universitarios para las libaciones, humaredas y escatologías de sus botellones, en una innovadora carnavalada (al parecer descubierta en la Universidad Autónoma de Madrid) que precede a la travesía del segundo semestre en el curso académico. En estas resbaladizas andaduras se inscribe un refrán aludido que describe a san Sebastián de Vizcaya, con ribetes de vizcainada antigua y parodia hagiográfica moderna: criado entre los gacheros, sin calzones y mostrando el hojalatero (9). Es disparate apócrifo, más bien de origen meridional, > donde gachero, probable derivado de gacho ‘inclinado hacia abajo’, se ha empleado en la metalurgia para referirse a la escoria de los hornos o el agujero por donde sale en ellos, o bien como adjetivo aplicado a las ramas bajeras de árboles o arbustos (FDHLE: gachero).
En la tradición paremiológica coexisten, pues, la devoción al santo y la burla sobre la ambigüedad en las formas externas del culto, acompañadas de peticiones extravagantes. En una situación de pandemia, el refranero aconsejaría a los orantes pedir a san Sebastián la salud, haciendo ellos mismos el milagro de evitar el contagio.
EXPRESIONES ALUSIVAS A SAN SEBASTIÁN Y SU NOMBRE
(1) A veinte de enero, / san Sebastián primero. / –Detente, varón, / que primero es san Antón; o detente, bruto, / que primero es san Canuto (día 19) (1926 RM: 51). (2) Como los de Abusejo: san Sebastián y en mangas de camisa (Cabrillas, 1991). (3) Cuando Juanica y Chan Chan / en el mar cernían arena / como sacudía el jibe / a Chan Chan le daba pena (1984, Francisco Repilado, “Compay Segundo”). (4) De los santos frioleros, / san Sebatián el primero. / –Detente, varón, / que el primero es san Antón (1926 RM: 118). Variante: De los santos de invierno, / san Sebastián el primero. (5) El veinte de enero, / san Sebastián en cueros, / y entra el aire / por los agujeros. (6) Glorioso san Sebastián / todo lleno de saetas, / como tu alma, mi alma, / como tu cuerpo mi suegra (http:/fundjdiaz.net./almanaque/2020). (7) Por lo que hizo Juan / no se castiga a Sebastián (1926 RM: 374, Glosa: lat. Factum unius alteri obesse non debet; S-P: 54, IO: 548). (8) San Antón mete a las mozas en un rincón / y san Sebastián las saca a pasear. (9) San Sebastián de Vizcaya, / criado entre los gacheros, / como no tiene calzones, / se le ve el hojalatero (FDHLE: gachero). (10) San Sebastián y los santus martis, que no salgas de casa anque no te jartis (Robleda, 1971).
REFERENCIAS
CID CEBRIÁN, Eugenio (1987), “San Sebastián: ritos y celebraciones”, Carnaval 87, 123-126. FDHLE: Fichero del Diccionario histórico de la lengua española (Real Academia). IGLESIAS OVEJERO, Ángel (1982a), El habla de El Rebollar (Salamanca). Descripción, Salamanca, Universidad - Diputación; (1987), Onomantique: motivation et typification du nom propre (proverbial et populaire) en espagnol, Paris IV-Sorbonne, thèse de Doctorat d'Etat (abreviatura: IO); (1996d), “Santos y diablos en los pagos del Carnaval”, Ciudad Rodrigo, Carnaval, 317-324; (2020a), “El árbol paremiológico de los nombres tradicionales y los santos del entorno mirobrigense con más renombre en el refranero español (I): san Antón”, Ciudad Rodrigo, Carnaval, 485-490. MORO MATEOS, M., MATEOS GRIVA, R. (1952), “Costumbres en las fiestas de los santiños de gorra”, Hoja folklórica, 27. ROSAL, Francisco del (1975 [s. XVI-XVII]), La razón de algunos refranes, London, Tamesis Book.