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Ciudad Rodrigo. Del origen de las fortificaciones. Por Ángel de Luis Calabuig
CIUDAD RODRIGO. DEL ORIGEN DE LAS FORTIFICACIONES
Ángel de Luis Calabuig Centro de Estudios Mirobrigenses
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Sánchez Cabañas dedica los capítulos del sexto al noveno del libro segundo de la Historia Civitatense a la fundación del Ciudad Rodrigo por el conde don Rodrigo González Girón, especulando si fue por mandato de Alfonso VI o de Fernando II y los misterios que encierran esa historia o leyenda y que forman parte del acervo cultural mirobrigense. Es probable que como se indica en algunas de las hipótesis fuera repoblada en tiempos de Alfonso VI y repoblada de nuevo por Fernando II tras el difícil período de las acometidas de los almorávides.
Hemos descrito, en numerosas ocasiones, las murallas de Ciudad Rodrigo, detallado y estudiado los diversos elementos para definir sus características y designarlas lo mejor posible. También, evaluado y comparado con fortificaciones afines y diferentes para resaltar sus peculiaridades. Hemos revisado sus puestas a prueba y eficacia a lo largo de los siglos y recorrido su evolución desde sus principios hasta el presente. La arqueología y las fuentes de documentación custodiadas en archivos nos han mostrado muchos de los secretos y detalles ocultos o perdidos. Con todo, podemos conocer gran parte de la historia referente a la arquitectura y a la implicación de las murallas en la vida de la ciudad y su territorio.
Tenemos, no obstante, la sensación de que apenas hemos prestado atención al origen mismo y las causas por las que se decidió llevar a cabo esa fortificación. Podría parecer que se hubiera construido como rutina, como un elemento más de una aglomeración urbana que, por si acaso, debiera disponer de algo tan característico y generalizado como son unas paredes que encierran un conjunto de edificaciones al igual que el cerramiento de una casa con una tapia o una cerca delimita el espacio de la propiedad.
En parte sí, pues limita, protege y guarda de los individuos ajenos a la ciudad, en busca de una mayor paz y progreso. Pero también hay ciudades y poblaciones abiertas, sin murallas, que han subsistido a lo largo de los siglos.
Detalle de una de las imágenes de los Beatos, códices bellamente ilustrados de la Edad Media.
Alfonso VI, a lo largo de sus reinados, de 1065 a 1072 y de 1072 a 1109, va acumulando a la corona de León, las de sus adversarios o vasallos y expandiendo su territorio.
Hay pues, aparte de las probables consideraciones generales, de la posible previsión de injerencias foráneas, de la mayor seguridad, del mejor control en los intercambios comerciales, capacidad para albergar tropas e incluso control de los habitantes por parte de la autoridad, entre otras muchas causas, otras particulares o específicas, circunstancias especiales y propias que pudieron hacer necesaria la construcción del recinto amurallado.
O bien esas mismas consideraciones generales, pero agudizadas por una situación histórica determinada.
En el siglo XI, se produce una expansión del reino de León, desde el río Duero hasta las montañas del Sistema Central y desde éstas hasta el Tajo a costa de los reinos islámicos en un territorio prácticamente desértico o muy escasamente poblado. Los enfrentamientos bélicos entre las dos comunidades se desarrollaban en esa tierra de nadie llevando a ellas desolación y abandono.
Fijar población para defender ese espacio y hacerlo productivo para su mantenimiento será totalmente necesario y se precisan las fortificaciones que puedan resguardar a esos habitantes. Se produce durante los siglos XI y XII la repoblación y creación de nuevos asentamientos.
Alfonso VI, a lo largo de sus reinados, de 1065 a 1072 y de 1072 a 1109, va acumulando a la corona de León, las de sus adversarios o vasallos y expandiendo su territorio. Galicia, el Condado Portucalense, Castilla, Álava, Vizcaya y parte de Guipuzcoa y la Rioja del Reino de Navarra y hasta el Tajo, con Toledo, en la frontera con la taifa musulmana. Obtendrá, además, las parias de varios reinos de taifas. Con todo se intitula Imperator totius Hispaniae. Dará un gran impulso a la reconquista. Con la llegada de los almorávides, en auxilio de los reinos de taifas musulmanes, perderá una buena parte de sus conquistas. A partir de ese momento las fronteras oscilan entre cristianos y musulmanes con períodos alternativos, más o menos extensos.
En la Extremadura o tierra fronteriza se requiere fijar la población para fortalecer la posesión del territorio y evitar retrocesos en el avance de la Reconquista. El proceso viene ya de lejos, de siglos antes, algo más al norte, sobretodo con Ramiro II y Alfonso III. Alfonso VI lo intentará de nuevo para consolidar sus conquistas. Tras un periodo convulso durante el reinado de Urraca I (hija de Alfonso VI), Alfonso I de Aragón (esposo de Urraca) domina el sur del Duero, pero Alfonso VII (hijo de Urraca y nieto de Alfonso VI), que será rey de León y Castilla recuperará su control. Éste, Alfonso VII, El Emperador, mantiene la lucha por la reconquista, interviene en la lucha entre almorávides y almohades, mientras alarga la posesión de las tierras reconquistadas.
A Alfonso VII suceden Fernando II en León y en Castilla, Sancho III y, después, Alfonso VIII. Castilla y León se enzarzan en luchas fronterizas. Por el oeste de León surge el nuevo reino de Portugal.
Ya antes, el conde Enrique de Borgoña por sus grandes servicios y ayuda a la reconquista exige a su rey Alfonso VI recompensas y privilegios. Siendo yerno del rey por su casamiento con Teresa de León, hija de Alfonso VI, va consiguiendo poder y autonomía. Y siguiendo la misma táctica, Alfonso Enriquez, hijo de Enrique de Borgoña y segundo conde Portucalense decide erigirse rey de Portugal e intenta liberarse de la dependencia feudal de León.
Miniatura de las Cantigas. Una batalla entre moros y cristianos.
El reino de León se ve entonces aprisionado entre Portugal y Castilla en su proyecto de expansión por la reconquista contra los reinos islámicos. Han de llegar a treguas y acuerdos para no pisarse el terreno y repartir el espacio para cada uno de ellos. Y sostenerlo mediante la erección de fortificaciones. Una consecuencia será que Fernando II repuebla Ciudad Rodrigo y la fortifica.
Las luchas entre los reinos de León y Castilla, durante el reinado de Fernando II, se suceden con alternancia de victorias y derrotas, toma y pérdida de fortificaciones por ambos bandos y en consecuencia fluctuaciones de las fronteras entre ambos reinos. Las alianzas de cada reino con otros, Portugal, Navarra, Aragón e incluso reinos de taifas musulmanes ponen en alerta a los reinos por entero. La amenaza en Ciudad Rodrigo que representa el reino de Castilla aparece lejana, si bien al aliarse Castilla con Portugal la amenaza se torna próxima e inmediata.
Además, los portugueses ven en la fortificación de Ciudad Rodrigo no solo su capacidad defensiva, sino la de ser la base de futuros ataques en su contra, recelando de ella y convirtiendo a la plaza en objetivo estratégico y táctico en posibles futuros enfrentamientos.
Tendrán lugar varios enfrentamientos entre Alfonso I Enriquez y Fernando II con la toma de plazas en Galicia y Extremadura. En 1168 Sancho, infante y futuro rey de Portugal, ataca Ciudad Rodrigo y es vencido por Fernando II y tiene que retirarse. Vemos ya como el primer rey de Portugal, Alfonso I y el que será el segundo rey, Sancho I, le disputan a León la plaza de Ciudad Rodrigo. Es decir que la amenaza no es solo teórica, sino real.
El reino de León en sus inicios y en su expansión busca por otro lado en el estamento clerical, factor tan importante en el mundo medieval, la legitimidad del trono a partir del legado gótico y se intenta reconquistar las sedes episcopales y restablecer las antiguas diócesis, como forma también del asentamiento, gestión y control del territorio. Fernando II, además de fortificar Ciudad Rodrigo, restituye en ella (1161-1175) la antigua diócesis de Caliabria. En el ajuste de la distribución de las nuevas divisiones administrativas, a los salmantinos no les agrada demasiado que surja una competencia que les reste poder e influencia. La tensión es evidente y se llega al enfrentamiento bélico, teniendo que intervenir el rey. En 1162 se da la batalla del Arroyo de la Valmuza entre las huestes del alfoz de Salamanca apoyadas por las de Ávila y Fernando II que las derrota.
Las invasiones y permanencia de los almorávides en la península (aproximadamente entre 1090 y 1147) y de los almohades (de 1148 hasta 1212 – Batalla de Las Navas de Tolosa-) tuvieron un gran impacto. Por la parte de la actual Extremadura y provincia de Salamanca, los primeros alcanzarían el Duero y los almohades, conquistarían Coria y, ya fundada, llegarían hasta Ciudad Rodrigo (1174), aún sin fortificar. Fernando II acudió en auxilio de la población y la libró de su toma. Razón para acometer o completar su fortificación de forma inmediata.
La muralla construida de planta irregular, ovalada, de cal y canto, con tapias superpuestas en todo su perímetro es la principal o muralla real de las fortificaciones mirobrigenses. Se muestra aún en nuestros días por su trasdós o cara externa. Se aprecian perfectamente las bandas del aparejo de esos cantos rodados o gorrones fijados con la argamasa de cal.
Casi 900 años después de su construcción podemos acariciar aquellas piedras y sentir el latido del tiempo y de la historia. La muralla medieval sigue ahí. En numerosos puntos exhibe sus cicatrices (reparos o reconstrucciones en aparejos diferentes de piedra, -mampostería, sillares y sillarejo-) huella de los muchos sitios y batallas sufridas.
Reparación con sillares de lo que fue la puerta de San Pelayo. Imagen de los años 80 del siglo XX.
Cierre de la falsabraga sobre la muralla principal por el poniente de la fortificación. Se aprecian las bandas o tapias de la fábrica de cal y canto de la muralla real. Imagen de los años 80 del siglo XX.
Siglos después, en el XVIII, fue ensanchada por su cara interna toda la pared y el adarve medieval que quedaron embutidos, por el interior y por arriba, en el terraplén moderno, tras perder en la parte superior el almenaje. Circunvalando gran parte de la muralla principal se construyó la segunda muralla o falsabraga, más baja, irregular y abaluartada. Pero esa es otra historia, que corresponde a tiempos de la Edad Moderna.
Respondiendo al ¿cómo?,¿cuándo?, ¿dónde? y ¿por qué?, nos faltaría el dónde.
En un cruce de caminos de la Meseta a Portugal y del Duero a Extremadura, este-oeste y norte sur. Junto a un puente (romano) o zona vadeable del Águeda y en la Raya Seca al sur de los difíciles pasos por las Arribes del Duero y del Águeda y en línea con el puerto de Perales para salvar las sierras del Sistema Central. Es una zona de paso ancestral, prehistórica, como nos cuentan los técnicos del yacimiento de Siega Verde, a un paso de Ciudad Rodrigo. Además, junto al río, en una colina y dominando el valle fluvial del Águeda y con algunas características defensivas naturales (la escarpa natural sobre el río).
Muy probablemente en un asentamiento anterior, romano o pre-romano, e incluso pudiera ser que hasta con algún tipo de fortificación.
De todo esto nos dan cuenta los historiadores pretéritos y actuales, si bien en un contexto narrativo mucho más amplio, por lo que nos podría resultar más difícil de apreciar. Con esta reflexión no hemos hecho más que intentar sintetizar, resumir y aplicar aquello que concierne al origen de las murallas y sus causas. En esquema:
a) Expansión del reino de León en la Reconquista. b) Repoblación de las tierras conquistadas. c) Reacciones de los reinos islámicos. d) Surgimiento del reino de Portugal. e) Instauración de la diócesis de Ciudad Rodrigo. f) Creciente feudalización de la sociedad.
La defensa de los derechos del concejo frente a los señores feudales, civiles o clericales y el intento de preservar posesiones y privilegios del poder real reclamados por alianzas, herencias, enlaces matrimoniales u otras por las que estaban en juego la posesión de las plazas no serían ajenas a la ciudad y estarían presentes a lo largo de los siglos. La existencia de unos muros fuertes, un castillo, un fiel alcaide y una guarnición capaz serían durante siglos la garantía de la pervivencia de la ciudad y sus habitantes.
Cruce de caminos de la Meseta a Portugal y del Duero a Extremadura, este-oeste y norte sur. Junto a un puente (romano) o zona vadeable del Águeda y en la Raya Seca al sur de los difíciles pasos por las Arribes del Duero y del Águeda y en línea con el puerto de Perales para salvar las sierras del Sistema Central.