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Viernes Santo

Todos los años seguimos la misma liturgia. Mi padre se levantará temprano, se pondrá el traje de chaqueta, la corbata, su colonia y su medalla. Iremos a San Sebastián y estarán preparados los pasos, con las flores y los faldones colocados. Subiremos al Púlpito para ver el monte de lirios. Saludaremos a nuestros hermanos de Jesús y a Simón de Cirene, y cumpliremos, como mandan los cánones, con las tasas, que es justo y necesario. Ya habrá hermanas velando a Jesús, estarán dispuestas las insignias, la bandera y las velas, y se escuchará algún acento catalán preguntando cuánto valen las estampas de los titulares y los lacitos morados. Lo encontraremos todo extraordinario. Alegre la mañana que nos habla de Ti, salimos de la noche, celebramos la aurora, Alegre la mañana.

A mediodía, continuaremos con nuestro vía crucis en el bar de Kiko o en el Salón. Alguno estará en los bares más tiempo de la cuenta y la procesión se le hará larga. Perdona a tu pueblo Señor, no estés eternamente enojado.

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Vendrá después la ceremonia de ponerse la túnica de penitente. Como somos muchos en la casa, conviene estar listo para no quedarse con el peor cordón, sin medalla o sin guantes, o confundirse de capillo y pasar toda la procesión con los ojos a la virulé, no sería la primera vez. En el ruido, me parecerá oír la voz de mi abuelo, Rafael Rodríguez, “muchachos, haya paz, que hoy no se discute, que es Viernes Santo”. Y saldremos a la calle con el corazón alegre: Hoy Señor te damos gracias, por la vida, la tierra y el sol.

Antes de que el capataz haga sonar el aldabón, cada uno buscará su lugar en la fila, como en la vida misma. Los niños, y los que vamos con Jesús, delante. Llevaré de la mano a Guillermo, y Antonio querrá ir por su cuenta, que ya tiene doce años. Se abrirán las puertas de la Iglesia y saldrá la Cruz de Guía. En la estación de penitencia, habrá alguna conversación entrecortada, no faltará alguna broma con nuestros hermanos nazarenos, y habrá también silencio y nostalgia, que como es sabido, junto a la Estepa visible y carnal, hay otra Estepa invisible formada por los que se fueron, que está especialmente de vigilia el viernes Santo. Hacia ti, morada santa, hacia ti, tierra de salvación, peregrinos, caminantes, vamos hacia ti.

Como hijos de Estepa, andaremos gozosos por la calle Nueva, la plaza de los Remedios, Castillejos, los Vitos, Médico Ruiz, Valdeabades, calle Baja, Santa Ana, el Carmen y Padre Alfonso. Encontraremos en el recorrido casas que estuvieron llenas de vida y hoy languidecen abandonadas, añorando una mano de cal, testigos mudos de hechos y personas que cayeron en el olvido; y encontraremos también casas que rejuvenecieron con nuevos moradores, restauradas con nuevas emociones y alegrías; son casas magníficas que dialogan con respeto con su memoria, y proclaman que hay Estepa para rato.

No recomiendo ninguna esquina, ningún balcón, ninguna puerta para verlo pasar. Como es natural en Estepa, hay que acompañar a Jesús, ponerse detrás del Cirineo y andar despacio, formando parte de su cofradía.

Ya de madrugada, cuando entre el Palio, con el capirote en la mano y la túnica puesta, repetiremos las mismas jaculatorias de siempre: que mal organizados íbamos, la fila de nazarenos ha sido el desastre de Cavite, cuantos parones…, pero que bien iba el paso de Jesús, mejor que nunca. Y con la Cruz en el Calvario, seguiremos la homilía en la casa de Hermandad con los hermanos costaleros. Señor, ten piedad.

Mamá, no te preocupes si este año no puedes estar en la plazuela de San Sebastián a las seis de la tarde, con tus hermanas Pepa y Lucía. No seas tan nerviosa. Sobre las nueve de la noche, cuando el sol se oculte detrás de la Sierra, cuando la luna llena se intuya en el cielo de Estepa y los nazarenos empiecen a encender las velas, Jesús pasará por los Mesones y bendecirá cada rincón de tu casa. Acércate a la cancela cuando oigas los tambores para poder darle las gracias por todo lo que nos ha dado.

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