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Erase una vez un río. Por Felipe de la Fuente

ÉRASE UNA VEZ UN RÍO

FELIPE DE LA FUENTE

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…En cuyas claras aguas nacía la vida cada día y en sus verdes riberas la vida pasaba cada día, desde hacía muchos días.

Plantaciones de chopos, paleras silvestres, prados, pastos y cultivos; ovejas y vacas, hombres, mujeres y niños visitaban sus márgenes. ¡A lavar al río!, gritaba la señora María “la Francesa”, para responder al señor Justino sobre sus quehaceres en esa mañana.

Era verano y pronto los primeros bañistas se acercarían al río, los mayores en “La Isla”, a cruzar la manga a nado, ir y volver sin parar, si sabías nadar. Los pequeños abajo, en el pico arriba, pero abajo y más tarde en el pico abajo, pero arriba.

También los rebaños acudían al río para dar buena cuenta de sus pastos y de sus frescas veredas de sombra fresquísima entre las choperas, junto a pescadores que vienen y vuelven, son muchas las truchas, los barbos y bogas y también “los pintos” y quizás las sardas.

Muchos también son los vecinos que siembran “los arrotos” que hay en trambasaguas para cultivar las mejores patatas que la fértil tierra, oscura y sin piedras, nos pueden brindar, patata ribereña, de la buena la mejor.

Y cerca, muy cerca, el mosto ya corría por los lagares para convertir en vino la uva recién vendimiada. Vino recio de la tierra, a veces más tinto, a veces clarete, mezcla almibarada de reflejos pardos.

Y cuándo el Otoño asomaba su faz y un manto infinito de infinitas hojas de colores ocres y pastel cubría sus riberas, era ya el tiempo de pisar el manto

y disfrutar a carreras toda esa abundancia, todo ese colchón donde caer sin “mancarse”, donde divertirse hasta que la noche era ya cerrada.

Ya luego en invierno, era pista de hielo donde patinar, teniendo cuidado que no resquebraje y nos deje aislados en medio del agua helada. En más de una ocasión eso sucedió y tocó llegar a casa empapado, tiritando y sin que te vieran cambiarte de ropa y “aquí no ha pasado nada”, pero el resfriado y la calentura al fin te delataba y nadie te libraba de unas buenas friegas con “vicks vaporub”.

Pronto será de nuevo primavera, los árboles se cubrirán de nuevo con su “traje” verde y pronto también el manto verde cubrirá de vida sus frescas veredas. Llegarán de nuevo, nuevos otros animales, ágiles y torpes, que de todo habrá.

Y por fin con el correr de los años, el río se quedará solo, casi triste, casi mudo, porque ya serán pocos los que se acerquen a disfrutar de su compañía; algún pescador recalcitrante, algún paseante ideando un poema, tal vez un bañista solitario al fin. Ahora la vida transcurre en el pueblo alto muy lejos de él. Los hombres modernos prefieren cómodas piscinas, antes que sus aguas que ya no son claras y la sombra triste de tristes sombrillas, antes que las frescas y verdes praderas de maleza llenas. ¿Qué es lo que ha pasado, que nadie se admira jugando en mis aguas, por qué se me ha ido la vida allá arriba, por qué nadie baja a llenar sus redes y regar sus campos? se pregunta el río. Esto es el progreso, es la evolución, el agua del riego ya canalizada, los campos inmensos de maíz, de trigo, cebada y alfalfa. Todo sucede arriba, lejos, tan lejos…se responde él mismo. Y aquí en mis riberas queda solo olvido, susurros del viento, recuerdos de un tiempo que no volverá.

Pero la vida sigue mi querido río, mi querido ÓRBIGO tan lindo y lejano. Te pido perdón, en nombre de un pueblo, el de Valcabado, que te ha abandonado. Sé fuerte !!!

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