Hacendera nº6_2017

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ÉRASE UNA VEZ UN RÍO FELIPE DE LA FUENTE …En cuyas claras aguas nacía la vida cada día y en sus verdes riberas la vida pasaba cada día, desde hacía muchos días. Plantaciones de chopos, paleras silvestres, prados, pastos y cultivos; ovejas y vacas, hombres, mujeres y niños visitaban sus márgenes. ¡A lavar al río!, gritaba la señora María “la Francesa”, para responder al señor Justino sobre sus quehaceres en esa mañana. Era verano y pronto los primeros bañistas se acercarían al río, los mayores en “La Isla”, a cruzar la manga a nado, ir y

volver sin parar, si sabías nadar. Los pequeños abajo, en el pico arriba, pero abajo y más tarde en el pico abajo, pero arriba.

cultivar las mejores patatas que la fértil tierra, oscura y sin piedras, nos pueden brindar, patata ribereña, de la buena la mejor.

También los rebaños acudían al río para dar buena cuenta de sus pastos y de sus frescas veredas de sombra fresquísima entre las choperas, junto a pescadores que vienen y vuelven, son muchas las truchas, los barbos y bogas y también “los pintos” y quizás las sardas.

Y cerca, muy cerca, el mosto ya corría por los lagares para convertir en vino la uva recién vendimiada. Vino recio de la tierra, a veces más tinto, a veces clarete, mezcla almibarada de reflejos pardos.

Muchos también son los vecinos que siembran “los arrotos” que hay en trambasaguas para

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Y cuándo el Otoño asomaba su faz y un manto infinito de infinitas hojas de colores ocres y pastel cubría sus riberas, era ya el tiempo de pisar el manto


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