La Roda Fiestas 2019

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Discurso del Mantenedor de la LXXVI Gala Literaria de La Roda

Al principio existía la Palabra, y la Palabra estaba junto a Dios, y la Palabra era Dios. Al principio estaba junto a Dios. Todas las cosas fueron hechas por medio de la Palabra y sin ella no se hizo nada de todo lo que existe. En ella estaba la vida, y la vida era la luz de los hombres.” (Juan 1, 1-4).

Así comienza el Evangelio de San Juan, y así también he querido yo comenzar esta noche, no solo por mis raíces cristianas y en homenaje a ellas, sino porque esta cita de raíz teológica, encierra, tal vez sin pretenderlo, un reconocimiento a uno de los instrumentos más poderosos y preciosos que Dios ha regalado a los hombres: La palabra. Sea mi discurso un reconocimiento a tan increíble herramienta que sirvió para crear el mundo y darle forma, que sirve para comunicarse y transmitir el conocimiento, que es la cadena que une a una generación y las siguientes. Dicho esto, Señor Alcalde, autoridades, poetas premiados, Reina María y su bella Corte de Honor, rodenses: ¡Buenas noches! Ante de comenzar, déjenme que agradezca al Excelentísimo Ayuntamiento de La Roda por confiar en mí para pronunciar el Discurso de Mantenedor de la LXXVI Gala Literaria de La Roda, y que agradezca a mi amiga Carmen María sus generosas palabras, nacidas desde el cariño menos imparcial que subyace a la antigua y profunda amistad que me une a esta maravillosa mujer, más bella aún por dentro, si cabe, que por fuera. Cuando me enfrenté por primera vez a la pantalla en blanco de mi ordenador para escribir este discurso, se me vinieron a la cabeza las palabras de ánimo y felicitación que muchos familiares, amigos y vecinos me dedicaron en los días posteriores a la publicación de la noticia de mi elección. Pero en particular se me hicieron presentes unas que me permitirán que les relate, pues fueron las que dieron en el clavo del hilo conductor de mi discurso. Cierto sábado de mayo, saliendo de la iglesia del Cristo, me interpeló el viejo y querido maestro D. José Blasco y me hizo varias recomendaciones sobre lo que podrían versar mis palabras, todas ellas orientadas a la rabiosa actualidad local. Poco duraron las citadas recomendaciones, pues con la rapidez y la sensatez que caracteriza a las mujeres manchegas, enseguida terció su esposa Angelita, diciendo: “Calla, calla, de lo que tiene que hablar es de las Letras y La Roda.” Así, con las palabras de Angelita García Ramírez flotando en mi cabeza me planteé cual podría ser la espina dorsal de mi discurso, siempre con el temor que lo hacemos todos los que nos hemos subido aquí, y parafraseando a mi amiga Delfina Molina Muñoz en su pregón pasional de 2015 pensé: “Qué puedo decir yo, que no se haya dicho este atril antes, con la impresionante pléyade de hombres y mujeres de letras que me han precedido”. Así pues, como hizo en su Pregón de Semana Santa de 1997 mi admirado amigo Ángel Aroca Lara, me encomendé a Nuestra Patrona y a esos santos patronos laicos de las letras rodenses que son, entre otros, D. Tomás Navarro Tomás y el Doctor D. Agustín Alarcón Santón, y les pedí inspiración para trazar mi intervención. Así, me di cuenta que si bien yo no era un poeta como el único Carrasco de mi familia que ha intervenido en las Galas pretéritas, el abogado D. Alfredo Atienza Carrasco, a la sazón primo hermano de mi abuelo Faustino, bien podría considerarme lo que Arturo Pérez Reverte definió una vez como un “juntador de letras”. Extendidos todos los citados mimbres sobre la amplitud de mi mesa, comencé a tejerlos con la idea de que, tal vez, mi aportación sobre lo que mejor podría versar era sobre mi experiencia con las letras y mi pueblo, relatando mi vivencia con la palabra a lo largo de mis treinta y ocho años de existencia. De esta manera, como si fuera un zahorí en busca de agua, me puse a pasear por mis recuerdos buscando aquellos en los que las letras tenían un papel destacado, para poco a poco ir sumando los ingredientes que deberían trufar mi discurso. Mi historia, que seguramente podría ser la de cualquiera que esta noche me escucha, es la de un rodense enamorado de su villa, su historia y su literatura, las nuestras. Si existen dos herramientas en mi vida que me han ayudado a crecer y progresar han sido sin duda la fe y la palabra, pero esta noche solo me voy a centrar en la segunda, aquella que tras llegar mis oídos por primera vez se iría haciendo hueco en mi cabeza, para ser el vehículo de todo lo que sé y siento. Las primeras de las que tengo recuerdo llegaron a mi mente en boca de mis mayores, fundamentalmente a través de los cuentos con los que mi abuela Remedios, mi Lala, conseguía amansar a sus nietos o enseñarnos algo, pues sus cuentos, como los de mi madre, siempre iban encaminados a educarnos, a la vez que divertirnos, como todos los que las abuelas y madres han contado a sus pequeños a través de los tiempos, como todos los que ustedes han escuchado de los labios de sus mayores. Cuentos de fantasía, cuentos de personajes conocidos y relatos de historias familiares que despejaban, a veces en forma tragicómica, las raíces de mi árbol familiar, por las que se despertó en mí una curiosidad voraz, que con los años florecerían en mi pasión por la historia local y la universal.

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