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De liturgias a leyendas de Semana Santa

Tratar temas en relación con las cofradías penitenciales, supone exponerse a caer en reiteración. Referencias nutridas y crónicas se publican sobre su historia y actividades cada año. Pero el carácter local y de divulgación con que se tratan no ha de ser obstáculo para que también nos descubran perfiles más o menos trascendentes. En este artículo tratamos de remover un mantillo superficial para romper el substrato que ha alimentado y transformado este vivero de fronda que llamamos cofradías. Intentando relacionar ambos factores de religiosidad y piedad (tradiciones, costumbres, prácticas, etc.), nos servimos de algunos de los medios escritos que nos han dejado mayor constancia de su evolución. La Semana Santa aglutina ambos, pero limitamos el tiempo a los que no excedan una generación, dado que las innovaciones adoptadas desde 1957 supusieron desechar normas y costumbres seculares. Los preceptos oficiales litúrgicos han condicionado, cuando no fomentado la participación y manifestaciones de la piedad de los fieles, según intentamos probar. Los libros litúrgicos, de manera especial el misal desde los siglos medievales (misal plenario), ha sido el mayor difusor de los actos de la Semana Santa. El descubrimiento de la imprenta en el siglo XV contribuyó a su unificación y difusión. Permaneció invariable en lo fundamental desde la primera edición de 1570 (misal tridentino), pero las ceremonias de la Semana Santa se modificaron profundamente a partir del año 1957 y las posteriores al Concilio Vaticano II. Llegaron a popularizarse los ejemplares privados entre las clases nobles (libros de horas); el ejemplar de Isabel la Católica es notable. Pero nunca estuvieron tan extendidos y accesibles como en la segunda mitad del siglo XX por las razones expuestas y otras de tipo socio-religioso. Una joven ataviada discretamente, cubierta con velo negro, portando un misal (en latín y castellano) y rosario camino de la iglesia, hoy resultaría una imagen insólita. Más aún, si tenemos en cuenta que el libro se convirtió en un complemento de lujo por su encuadernación, cantos dorados y cierres en bronce. Grabados en xilografía calcografía, litografía y posteriores técnicas de impresión fueron portadoras de reproducciones de imágenes de la Semana Santa. Hasta el siglo XIX una parte de los fieles aún no sabían leer y la imagen servía para inculcar ideas; efecto similar al que se ha atribuido tantas veces a las esculturas y relieves de los pórticos medievales.

En 1957 se impuso una reforma de la Vigilia de Pascua y Rito de la Semana Santa con el nombre original de “Ordo Sanctae Hebdamadae instauratus 19551956”. Muchos de estos ritos se remontaban a la Edad Media. Habían calado en el pueblo profundamente, tanto por su carga simbólica como por constituir un patrimonio heredado; citamos algunos de los suprimidos. El primer domingo de pasión aparecían todas las imágenes (santos) de los retablos cubiertas con un paño morado que no se retiraba hasta el canto de Gloria del día de Pascua. El domingo de Ramos nos llamaba profundamente la atención que al volver de la procesión de los ramos las puertas del templo estaban cerradas y no se abrían hasta que el oficiante desde fuera y un coro desde dentro concluían un himno en latín, al final del cual el cura presionaba con el astil de la cruz procesional la puerta. Nunca se nos explicó el simbolismo que contenía. En miércoles santo, el interior de la iglesia se transformaba al instalarse el monumento en la parte del presbiterio, que representaba sobre grandes paneles escenas o personajes de la Pasión; lo más parecido a un escenario. Las celebraciones vespertinas del triduo sacro y el ayuno. Novedad del jueves era la instalación del altar provisional, repleto de velas de cera de abeja que impregnaban de olor a colmena todo el templo. El lavatorio de los pies se celebraba al final de la misa. Se retiraban todos los manteles de los altares, que no se reponían plenamente hasta el domingo de Pascua. La breve

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“misa” del acto litúrgico del viernes, que no permitía la comunión de los fieles, el color negro de los ornamentos, la eliminación de cualquier instrumento musical (la campanilla se sustituía por una carraca durante todo el triduo), se completaba con otros signos de luto en el exterior: cierre de cines, lugares de diversión, hasta parecía que el bullicio callejero disminuía.

Paralelos a los misales oficiales existieron los eucologios cuyo contenido se limita a los oficios de los domingos y fiestas, si bien su origen se remonta a siglos. Ambos libros permitían a los fieles seguir el texto completo de la misa, costumbre que se suprimió desde la citada reforma. Hoy día se ofertan estos libros en tiendas de viejo o en la red como antigüedad o vintage.

Fueron dos tipos de libros los que más contribuyeron a la implantación y fomento de las devociones a que aludimos: Los manuales de meditaciones y los sermonarios, ambos específicos de la Semana Santa. Los primeros porque llegaban directamente a los fieles, los segundos por ser utilizados reiteradamente en actos litúrgicos oficiales. Múltiples ediciones tuvo “Meditaciones para los días de la Semana Santa”, de Fray Luis de Granada (1505-1588). La antigüedad de estos métodos nos la ratifica una obra moderna que recopila “Meditaciones para Cuaresma, Semana Santa y Tiempo Pascual, entresacados de las obras de Santo Tomás”, del dominico Z. Mezar. Roberto Belarmino, “Sobre las siete palabras pronunciadas en la cruz (1542-1621)”. Alfonso María de Ligorio, “Meditaciones sobre la pasión de Cristo”. Tomás Moro, “Agonía de Cristo (1478-1535)”. Su lectura nos transporta a tiempos y mentalidades que hoy nos sorprenden y admiran, incluso la proliferación de sus ediciones.

Los sermonarios han sido uno de los recursos más aplicados en la Semana Santa por cuanto las formas de panegírico se asocian mejor con sus celebraciones. (Sermón de la Soledad) Si bien su estilo se ha modificado a lo largo de la historia, no han perdido el efecto directo, persuasivo y moralizante, propios de la oratoria. San Vicente Ferrer (1349-1419) predicó sobre la devoción de la Santa Cruz; su esquema comprendía procesión, sermón y penitencia. Predicador eximio, pues no se limitó a España, Castilla incluida, sino a varias regiones de Europa. Algunos de sus sermones antisemitas siguen la línea de los del leonés Santo Martino (siglo XII) en su “Apología antijudía”. Sin embargo, las reformas aludidas suprimieron el término “pérfidos”, aplicado a los judíos en una de las oraciones del oficio de Viernes Santo. El sistema de recurrir a los ejemplos (exempla de la Edad Media) contribuyó a que en los sermonarios se adujeran milagros, devoción a las reliquias, leyendas, etc.; los lemas en latín con que se inician algunos de la Semana Santa, hoy nos resultan apocalípticos. Varios ejemplares se conservan en la Catedral, desde el siglo X: San Gregorio papa, San Agustín, Beda, así como un ejemplar del siglo XV en romance de la biblioteca de San Isidoro (manuscrito 40); del siglo XIX y primera mitad del XX, se localizan numerosos en bibliotecas locales compuestas de fondos antiguos.

Siempre fueron las órdenes mendicantes quienes cultivaron con más fervor este género (titulado desde los tiempos medievales como ars predicandi), y las que tuvieron mayor aceptación en el pueblo. Así sucedió en León, que los propios sermones de la Catedral se encargaban a un predicador benedictino, dominico, descalzo, franciscano o jesuita. Gozaban de gran poder de convocatoria, dado que a algunos actos de Semana Santa asistía el cabildo municipal. Se fomentaron las dotaciones locales entre los fieles para dotar de estipendio a los predicadores de estos conventos. El siglo XIX significó la desaparición de la figura del predicador invitado junto con los conventos, celosos custodios de reliquias; las de la pasión fueron las más numerosas y que recibieron mayor culto y devoción. Ha sido una de las aberraciones de la Iglesia (aún no rehusadas actualmente). >

> Los libros litúrgicos, de manera especial el misal desde los siglos medievales (misal plenario), ha sido el mayor difusor de los actos de la Semana Santa. > Hasta el siglo XIX una parte de los fieles aún no sabían leer y la imagen servía para inculcar ideas > Paralelos a los misales oficiales existieron los eucologios cuyo contenido se limita a los oficios de los domingos y fiestas > Fueron dos tipos de libros los que más contribuyeron a la implantación y fomento de las devociones a que aludimos: Los manuales de meditaciones y los sermonarios Los textos de las anteriores leyendas o actas sirvieron de inspiración a escritores y a la tradición popular

De la representación primitiva de cuatro símbolos de Cristo difundidos en los tres primeros siglos (pez, cordero, vid y buen pastor), se llegó al embuste en favor de un mercantilismo sin límites. La aspiración por fundamentar una devoción exacerbada llegó a imaginar un “retrato” de Cristo; al final se aduce una leyenda sobre dicho tema.

Nos referimos a la devoción en otro tercer grado o nivel: los legendarios medievales. Tuvieron su origen en las descripciones de los martirios de los primeros cristianos o “pasión”. Sobre este particular es cita obligada el calagurritano Prudencio que en el siglo IV escribió en latín el “Peristephano”, composición poética dedicada a exaltar a los mártires. A nivel local existen las actas del martirio de San Marcelo y las narraciones de las de sus hijos Acisclo y Victoria, Facundo y Primitivo, del siglo III. Las persecuciones de los primeros siglos se renovaron durante el emirato cordobés, ocasión de relatos de actas y leyendas, incluidas las de niños mártires crucificados

Los textos de las anteriores leyendas o actas sirvieron de inspiración a escritores y a la tradición popular. No fueron sistematizadas hasta que el dominico y obispo de Génova Jacobo de Verazze (de la Vorágine- 1280-1298) las compiló bajo el título unificado de “Leyenda Dorada”. Se mantuvieron en la tradición manuscrita bajo la forma de dos versiones distintas. Todas estas leyendas y sus versiones sirvieron a la fe popular que las modificó y adaptó a sus creencias. A finales del siglo XV, debido a la implantación de la imprenta, los fieles consiguieron acceder a esta literatura. En el espacio de dos siglos y medio de tradición manuscrita se consolidaron en dos direcciones, una más popular y primitiva como “Leyenda de los santos”, otra posterior con el nombre de “Flos Sanctorum”. Fuentes que adaptaron Alonso de Villegas y Pedro de Revadeneyra para sus ediciones en castellano. Perdurarían hasta que en el siglo XVIII el leonés Padre Isla tradujo la versión de J. Croisset. Desde esta edición y posteriores de los siglos XIX y XX se conoció la compilación como “Año Cristiano”. Ejemplares que se localizan en muchas bibliotecas familiares en inventarios de particiones hereditarias, representando la máxima difusión de este tipo de literatura a nivel privado. Los exempla de los santos pasaron a formar parte del legado familiar. Por ejemplo, Gonzalo de Berceo en “El duelo que fizo la Virgen María el día de la pasión”, implica a los ”moros” en la pasión de Cristo.

La Literatura también ha encontrado inspiración en estas leyendas a distintos niveles. Desde el más culto, sea sacro o seglar, al de carácter folclórico. Los templos fueron el origen de las primeras representaciones que dieron origen al teatro con motivo de los dos ciclos de la Navidad y Semana Santa. Muchas manifestaciones que aparecieron agregadas a las piezas litúrgicas medievales bajo la denominación de tropos (literatura cantada) reflejaban el sentimiento religioso popular llegando a convertirse en narraciones de diversos momentos de la pasión; muchos fueron suprimidos por el Concilio de Trento. Algunos han sobrevivido en misales pretridentrinos y se pueden rastrear huellas a través de actos tan presentes como celebraciones de vigilias, adoraciones, el sermón del encuentro, el pregón del viernes santo, el simbólico descendimiento o desenclavo, el Exultet o pregón pascual del sábado santo. En un estrato inferior encontramos las manifestaciones de origen popular en torno > Los legendarios a la pasión, los Pasos medievales. (animados) de Semana Tuvieron su Santa y las narraciones origen en las cantadas de los días de descripciones de la semana; letras de vía los martirios de los crucis como en el recuprimeros cristianos perado por la Cofradía o “pasión” de la Expiación y del Silencio. Leyendas populares que asocian a seres o fenómenos de la naturaleza con la pasión. Las golondrinas que arrancan las espinas de la corona, la explicación simbólica de la flor de la pasión o pasiflora, la rosa de Jericó o el cornejo, reflejan la espontánea sensibilidad piadosa del pueblo. En León, a pesar de su reclamo legendario popular, no han florecido las leyendas de pasión. El P. Albano recogió en Leyendas Leonesas la de La Cruz que todos los años crecía. Otra asociada, de carácter

profano, no merece citarla siquiera, no tanto por su enfoque heterodoxo o irreverente, sino por el contenido y ceremonial grotesco y soez. De las primeras, se echa de menos una recuperación en la provincia. El periódico, desde el siglo XIX, fue también un medio escrito que sirvió para difundir leyendas. A continuación se transcribe una localizada recientemente en forma de cédula, que creemos se repartiera como copias múltiples manuscritas:

-Noticia curiosa acerca de la fisonomía de Jesucristo, El periódico titulado El Católico, de 28 de abril de 1848 (nº 2841) copia del Centinela, periódico progresista de Sevilla, lo siguiente:-”En las excavaciones hechas en la Itálica, bajo la dirección de Don Yvo de la Cortina, fue encontrado en un tubo de plomo un pergamino que concluye el parte que Publio Léntulo, gobernador de Judea, dio al senador romano de la aparición de Jesús, predicando la divina doctrina, y cuando su fama principiaba a extenderse, por toda la tierra; en el mismo parte pone la filiación del salvador en los términos que trasladamos a nuestros lectores: Jesucristo, hombre de una virtud singular, los judíos le creen profeta, y sus discípulos lo adoran como descendiente de los dioses inmortales: resucita a los muertos y cura a los enfermos con una palabra y con tocarlos solamente. Es de cumplida estatura, bien formado y de un aspecto dulce, y venerable a un tiempo; su cabello de un color que no se puede definir, dividido en dos parte como lo llevan los nazarenos, cae formando graciosos bucles sobre los hombros y ¡las espaldas, su frente es pura y espaciosa, sus mejillas delicadamente sonrojadas, la nariz y su boca igualmente perfectas y guardan admirable simetría. La barba partida y bien poblada, tendrá una pulgada de largo de un color semejante a los cabellos, sus ojos son brillantes, claros y serenos. Responde con majestad, exhorta con dulzura y todas sus acciones están llenas de elegancia y verdad. Jamás se le ha visto reír, pero ha llorado muchas veces; es afable, modesto y muy sabio. En fin es un hombre que por su hermosura y sus perfecciones morales es superior a todos los conocidos”.- Cuya copia trasladé siendo alcalde de Villanueva de Jamuz el 12 de febrero de 1949. Escrito por Patricio Flórez, natural de Verdiago”-. (Yvo de la Cortina, prestigioso arqueólogo que excavó en Itálica en 1839-1840. El Católico, periódico de afiliación carlista, publicado en Madrid desde 1840).

Los viajeros del siglo XVIII y XIX nos han transmitido sus impresiones sobre el particular, de las devociones y procesiones. Una genérica se la debemos al difusor de Biblias George Barrow, que califica a los leoneses en un pasaje de su viaje como “carlistas furibundos, y ciegos e ignaros, secuaces de la vieja iglesia papal”. Otro viajero enjuicia a un cirujano de San Miguel de las Dueñas: “Sobre sus libros ha puesto una estampa de Nuestra Señora de los Siete Dolores, que representa a la Virgen atravesada por siete espadas, mientras sostiene a Cristo muerto en su regazo”. Alude a una oración (que trascribe) que se reza al santo sudario “que representa la imagen de Cristo” y que sirve para sacar cada vez un alma del purgatorio, según disposición de Clemente VIII.

Solamente hemos mencionado algunos resortes de religiosidad y devoción de la Semana Santa, acentuando su transformación y/o adaptación. No sabemos si conseguimos el propósito que anunciábamos al principio, contraponiendo religión y piedad. Los enunciamos y ponemos en consideración también en este año que se cumplen los quinientos de la reforma protestante. Deberían servir para valorar y sopesar cuanto ha intentado mantener de trascendente y auténtico una y otra confesión. Sin duda, que entre rechazar la menor sospecha de cualquier veneración de reliquia y su aceptación o exaltación, debe existir un término medio. O entre una celebración protestante de la Semana Santa acompañada de himnos y corales y la representación de un Paso ante un retablo católico del siglo XVIII, existe una afinidad innegable, contra lo que pueda parecer. Ambas proponen encarar al hombre con el misterio, que sigue haciéndose preguntas aún no siempre.•

Taurino BURÓN CASTRO

BIBLIOGRAFÍA CONSULTADA: • Ángela Franco Mata, Flandes y

Burgos. Iconografía Pasional, liturgia y devociones. https://dialnet.unirioja. es/servlet/articulo?codigo=84726 • Juan luque caravaca, Pasos de

Semana Santa, Málaga, 1947.

• rosendo Álvarez gastón, La religiosidad popular o la piedad popular, Bilbao, 2004.

Hermandad de Santa Marta y de la Sagrada Cena

Fotografía: Mª Edén Fernández Suárez

Año de fundación:

1945

Presidente:

Antonio Sarmiento Villar

Templo:

Parroquia de San Marcelo

Hermanos: 900

Indumentaria: Túnica de lana blanca, con cuellos, bocamangas y botones en terciopelo de color sangre. Ceñidor- fajín de terciopelo rojo sangre. Los hermanos de la Junta Directiva llevan capa de lana blanca con vueltas de terciopelo rojo sangre.

Emblema: Escena de una de las visitas de Jesús a Betania.

Aparecen: Jesús, Marta y María. Lleva inscrito el lema “Unum est necessarium” (sólo una cosa es necesaria), que responde Jesús a Marta cuando ésta le recuerda que María no colabora en las tareas del hogar. Lo necesario es escuchar la palabra de Dios. Lc, 10,41-42

Erigida canónicamente el 11 de diciembre de 1945, vinculada al gremio de hostelería de la capital leonesa. Tras un debate en torno a la adquisición del primer paso, la hermandad decide el proyecto más ambicioso, embarcándose en el encargo del paso de la Sagrada Cena. La obra sale a la calle por primera vez el 6 de abril del año 1950. En el año 1965 la hermandad cuenta, por fin, con un local propio, en el número 42 de la calle San Marcos (actual Virgen Blanca). En 1969 se hizo realidad el segundo sueño de la hermandad: contar con un grupo escultórico propio de Santa Marta, también conocido como Jesús en Betania o la Casa de Betania.

Tras la Semana Santa de 1983, se acuerda la restauración del paso de la Sagrada Cena. El 5 de marzo de 1995, se decide el cambio del nombre de la hermandad, que en lugar de Hermandad de Santa Marta, pasa a denominarse Hermandad de Santa Marta y de la Sagrada Cena.

IMAGINERÍA

• Sagrada Cena. Víctor de los Ríos. 1950. • La casa de Betania. Víctor de los Ríos. 1969. Compuesta de tres figuras (Marta, María y Jesús). • El Lavatorio. José Ajenjo Vega,1998.

Representa la escena en la que

Jesús lava los pies a Pedro en presencia de Juan. • Unción en Betania. José Ajenjo, 1983.

ACTOS PECULIARES

Acto de admisión: Los nuevos miembros juran en la sede de la Cofradía, iglesia de San Marcelo, y se bendicen las túnicas. Este rito tiene lugar unos días antes del comienzo de la Semana Santa. Organiza la festividad de Santa Marta, el 29 de julio. Como hermandad eucarística, desfila en el Corpus Christi, portando la imagen de Santa Marta que se encuentra en la iglesia de San Marcelo, obra del imaginero Víctor de los Ríos del año 1947. •••

PROCESIONES

• Lunes Santo:

Rosario de Pasión.

• Jueves Santo:

La Sagrada Cena.

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