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Arte y Cristianismo Primitivo

La comunidad cristiana otorgó, desde sus inicios, una enorme importancia a la celebración de los denominados misterios de la fe. Mediante la recepción del bautismo, hombres y mujeres, procedentes del judaísmo y, posteriormente, de la gentilidad, irán integrando la primitiva ekklesía (Hch. 2, 4147). La conmemoración semanal del misterio pascual de Jesucristo se consolidará, muy rápidamente, entre ellos como práctica cultual; la cual encontramos atestiguada tanto en la literatura neotestamentaria (Hch. 2, 42) como en la extrabíblica. Así lo encontramos reflejado, por ejemplo, en las famosas Cartas de Plinio el Joven al emperador Trajano: “[los cristianos] se reúnen un día fijo, antes del alba, para cantar a coro un himno a Cristo como a un dios, obligándose recíprocamente bajo juramento…a no faltar a la fe… Después de esto tienen por costumbre el separarse y volverse a reunir para tomar alimento…”.

El proceso de rutinización de la confesión del mysterium paschatis Christi, en el marco celebrativo de la liturgia, donde la eucarística (conmemoración incruenta del sacrificio redentor de Cristo en la cruz, dentro del banquete de la fracción del pan, y de la proclamación de textos del Antiguo y Nuevo Testamento) se convertirá en su centro neurálgico, hará emerger la cuestión teológica acerca de la conveniencia o inconveniencia del establecimiento de espacios sagrados destinados propiamente al culto cristiano.

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La tendencia aniconista judía (creencia y práctica que rechaza la producción de imágenes de seres divinos) muy presente en pasajes del A. Testamento, especialmente en el Pentateuco (“no te harás escultura ni imagen alguna de cuanto hay arriba en el cielo, ni abajo en la tierra, ni de lo que hay en las aguas debajo de la tierra” Ex. 20, 4), pervivirá en el cristianismo primitivo. Y, a la vez, se mantendrá en tenso equilibrio respecto a otros pasajes de ese mismo Testamento que justifican el mandato revelado por Dios, al pueblo de Israel, acerca de la construcción de espacios y lugares dedicados específicamente a lo sagrado.

Desde el arca de Noé, símbolo de salvación para aquellos que se mantuvieron fieles a Yahvé (donde algunos teólogos han visto prefigurada la inspiración de lo que será posteriormente el templo cristiano) pasando por la Tienda del Encuentro (Ex. 25, 140), levantada para albergar el arca de la Alianza (cuyo diseño será también revelado, con máxima precisión, por Dios a Moisés, según el relato de Gn. 6, 1415), hasta la construcción, en piedra y materiales nobles, del magno Templo de Jerusalén, por mandato del rey Salomón, de acuerdo a

la revelación manifestada a su padre David (Sb. 9, 89. 13, 1517), mostrarán el reconocimiento de la arquitectura como un arte especialmente ordenado al culto divino. Un arte donde la gloria celeste de Dios parece haber encontrado su privilegiado lugar de reposo terrenal. Si la escultura y pintura supondrán para los judíos una fuerte tentación idolátrica, la arquitectura, literatura y música serán contempladas como artes consagradas a la alabanza divina. Para los judíos, especialmente para los de origen palestinense, que fueron los primeros en convertirse al cristianismo, no supondrá ningún problema ni seguir acudiendo a la sinagoga ni al Templo de Jerusalén, para la oración diaria, como venía siendo su costumbre: “acudían al templo todos los días con perseverancia y con un mismo espíritu partían el pan por las casas y tomaban el alimento con alegría y sencillez de corazón” (Hch. 2, 46).

Dentro del ámbito de la gentilidad pagana, convertida al cristianismo, va a existir un recelo inicial respecto al cultivo de las artes; precisamente, por la tendencia idolátrica a la que éstas podían conducir. La hegemonía de la cultura helenística había conseguido situar al arte griego clásico, desde el punto de vista del dominio de la técnica y de la forma, en un grado de máxima excelencia; pero, a la vez, mostraba un claro agotamiento en lo referido al ámbito de la inspiración y de la temática. Para muchos artistas paganos el contenido filosóficoteológico que acompañaba al emerger de una nueva religión, la fe cristiana, dentro del panorama cultural grecorromano, fue contemplado como un elemento inspirador para la tan anhelada renovación artística.

Los paganos convertidos al cristianismo reaccionarán mostrando un fuerte rechazo no sólo hacia la escultura y pintura sino también hacia la arquitectura. El esplendor arquitectónico de templos dedicados a los dioses paganos como, por ejemplo, el de Artemis, en Éfeso, y de tantos otros de la zona de Asia Menor, junto a la lógica necesidad psicológica de romper con

los arquetipos de la religión pagana que habían abandonado, vino a justificar, en parte, este posicionamiento. Además, para mayor abundamiento, este grupo apelará con insistencia a pasajes neotestamentarios, tales como“nosotros > “La comunidad no tenemos templos” cristiana otorgó, (Hech. 17, 24), “acercándesde sus inicios, doos a Cristo, piedra viva… una enorme desechada por los homimportancia a la bres pero elegida, preciocelebración de sa ante Dios…también volos denominados sotros, cual piedras vivas, misterios de la entrad en la construcción fe. Mediante de un edificio espiritual la recepción (1P. 2, 46), “el cristiadel bautismo, no es templo del Espíritu hombres Santo” (1Cor. 6, 1920), y mujeres, “estáis edificados sobre procedentes el cimiento de los apóstodel judaísmo y, les y profetas, y el mismo posteriormente, Cristo es la piedra angude la gentilidad, lar. Por Él todo el edificio irán integrando la queda ensamblado, y se va primitiva ekklesía” levantando hasta formar a un templo consagrado al Señor. Por Él también vosotros os vais integrando en la construcción, para ser morada de Dios, por el Espíritu” (Ef. 2, 1922) o al netamente evangélico: “donde están dos o más congregados en mi nombre allí estoy yo, en medio de ellos” (Mt, 18, 20). Por tanto, para éstos, había brotado una nueva sacralidad que residía en la condición espiritual, interna, de los bautizados, hijos de Dios y miembros de la ekklesía, frente a la referida a espacios físicos concretos, como era la consideración que los paganos atribuían a sus templos.

Esta tensión artística presente en el cristianismo primitivo desembocó, finalmente, en un fructífero dialógico teológico que conllevó la revisión de todas las artes. En el caso de la arquitectura se resolvió de manera más bien positiva; pues se concluyó que no existía incompatibilidad entre el templo espiritual, que reside en el interior de cada cristiano, donde Dios es adorado en espíritu y verdad, y el físico donde habrá de tener lugar la celebración litúrgica de los misterios de la fe. >

Fotografía: Marta Cayón Si bien Dios no necesita de ningún lugar específico para comunicarse con el hombre, éste siempre se ve ayudado por la existencia de un espacio físico que favorezca el encuentro con Él. Algunos autores han apuntado la hipótesis centrada en el cambio experimentado respecto de la denominación clásica de templo que se habría visto sustituida por el de iglesia (en sentido que hoy utilizamos) para lograr así una clara distinción, de matiz pedagógico, entre el viejo espacio dedicado al culto pagano y el nuevo ordenado al cristiano. Con la escultura el problema se tornó más complejo. Orígenes, uno de los más famosos autores de los conocidos como Escritores Eclesiásticos (s. IIIII), dirá al respecto: “las imágenes que convienen a Dios no son las fabricadas por artesanos, sino las que labra y modela en nosotros el Logos de Dios (=Jesucristo). Respecto a la pintura existirán también reticencias, aunque de menor calado; si bien nos encontramos aún en el siglo IV, en el Concilio hispano regional de Elvira (305), ciudad localizada en la actual provincia de Granada, con un canon que afirma: “que no se pinte en las paredes de las iglesias lo que se venera y adora”. Sin embargo, tanto la asimilación del programa de pintura elaborado por Plotino, como modelo para la ejecución de las pinturas de las catacumbas, como la profundización en aspectos teológicos referidos al misterio de la Encarnación de Cristo (Hijo de Dios nacido de una mujer virgen), a partir de este mismo siglo, contribuirán, decisivamente, a la validación del arte pictórico; sobre todo en el oriente cristiano, dando lugar a la creación y culto de los iconos.

Finalmente las sospechas acerca de que la pintura y, muy especialmente, la escultura puedan ser vehículo directo de idolatría no se verán nunca erradicadas; pasando a ser el núcleo de las controversias iconoclastas de los siglos VIIVIII, alcanzando a la reforma protestante del siglo XVI, y con eficaces réplicas en los siglos posteriores, aún constatables en muchos edificios actuales dedicados al culto católico. •••

106 “ > Esta tensión artística presente en el cristianismo primitivo desembocó, finalmente, en un fructífero dialógico teológico que conllevó la revisión de todas las artes. “

Prof. Dr. Francisco Bueno

Universidad Francisco de Vitoria

Cofradía Santo Cristo del Perdón

Fotografía: María Edén Fernández Suárez

HISTORIA

La Cofradía del Santo Cristo del Perdón se funda el 3 de diciembre de 1964, por iniciativa de su primer abad, el ferroviario leonés Angel Benavente Valencia, cuya intención era rememorar la pasión y muerte de Cristo durante la Semana Santa. Fue deseo de los fundadores que la cofradía tuviese un carácter penitencial, donde imperase la disciplina y el orden. La cofradía está vinculada a los barrios de La Vega y de El Crucero, marcados por el paso del ferrocarril. La inquietud por la ayuda a los más necesitados se materializa en donativos al asilo de ancianos de San José, así como con los trámites necesarios para conseguir el indulto de un penado en la prisión provincial de León. Esta tradición se interrumpió en 1972 y fue recuperada en 1998 gracias a la intercesión del entonces senador leonés Alfredo Prada Presa y al interés del alcalde de León, a la sazón, Mario Amilivia González. Este año tendrá lugar un nuevo indulto.

ACTOS PECULIARES

• Acto del Perdón. Ante la fachada principal de la Catedral, en el Locus Appellationis,

lugar de la justicia en el medievo, el abad de la Cofradía proclama la solicitud de misericordia para un recluso, ante la imagen del Cristo del Perdón; de concederse, ya en libertad, el preso se reincorpora al acto penitencial reanudándose la procesión por el itinerario establecido hasta la Iglesia Parroquial, sede canónica de la cofradía. Jornadas culturales. Organización en Cuaresma de jornadas culturales sobre temas alusivos a la Pasión. • Domingo de Ramos. Organiza la Procesión de los Ramos, en la parroquia de San

Francisco de la Vega. • Miércoles Santo. Realiza un Viacrucis en esta parroquia. Edita el Boletín informativo “El Farol” de carácter trimestral.

IMAGINERÍA

• Santo Cristo del Perdón.

Ángel Estrada. 1966. • Cristo de la Esperanza.

Anónimo. 1960. • Madre de la Paz.

Amado Fernández. 1984.

• La Condena de Cristo.

Manuel López Bécker. 2005/2006

Año de

fundación: 1965

Abad: José Luis Cabada Fernández

Templo:

San Francisco de la Vega

Hermanos: 850

Indumentaria: túnica marrón, ceñida con fajín blanco de algodón, capirote de la misma tela que la túnica, sandalias o zapatos marrones y guantes de cuero del mismo color. Los hermanos llevan colgada una cruz al cuello de madera con cadena de aluminio. Todos los hermanos de fila portan en sus manos un farol con dispositivo de alumbrado eléctrico, con luz blanca los jóvenes y roja el resto.

Emblema: Cruz en perspectiva rodeada por un cíngulo.

Condiciones de admisión:

cristianos/as bautizados.

PROCESIONES

• Martes Santo:

Procesión del Perdón.

• Miércoles Santo:

Viacrucis.

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