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Mística de la Semana Santa
En el siguiente artículo, preceden unas ideas sobre la Semana Santa como referencias místicas, a las que siguen una serie de vivencias que se manifestaron en ambientes de religiosa piedad de la ciudad.
En esta colaboración se dan a conocer aspectos místicos derivados o que tienen relación con las celebraciones de la Semana Santa; como propósito concreto, se exponen manifestaciones que pueden ser tanto actitudes activas como pasivas de este tiempo propicio para celebraciones. En todo caso, expresiones ascéticas o místicas, ambas se deben incluir en el curso de la perfección espiritual. Son experiencias que caben dentro de la interpretación de la Semana Santa desde el rincón de los conventos femeninos de la ciudad. Una celebración de sacrificio, silencio y mortificación como actualmente no nos podemos imaginar. Un espacio y tiempo para miradas interiores, que representan una paradoja evidente con las manifestaciones actuales durante la Semana Santa, inclusive las conventuales. Se compone de retazos de un lenguaje ascético y místico para cuyo análisis y comprensión no creemos sean asequibles ni muy atractivos para las generaciones actuales, dados los tiempos que corren.
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Los textos seleccionados aluden tanto a los cilicios, a los arrobos, como a portentos milagrosos. Se han elegido los que se relacionan con aspectos pasionales, pero que siempre nos llegan circundados de un lenguaje particular. Un lenguaje de Dios, que según el teólogo, místico y maestro alemán Eckhart, “está más allá de todos los nombres y es inefable…hasta donde sales de todas las cosas, entra Dios con todolo suyo…” (Tratados, 4.1) Un lenguaje literario que resulta más vivido que el poético. “No diré cosa que en mí, o por verla en otras, no la tenga por experiencia”, en estos términos se dirigía Santa Teresa a sus hijas reformadas. Eutimio Martino señalaba en la revista nº 4 de Claraboya: “la tergiversación que puede hacer de la poesía una pseudomística rebelde contra Dios, aunque la inspiración sea el feliz concurso de todas las fuerzas espirituales en un momento dichoso; este momento no puede ser identificado con algo divino a modo de gracia o revelación”. > Con un lenguaje específico, se reiteran las visiones, intervenciones del Demonio, predicciones de la propia muerte, por supuesto, frecuentes alusiones a fenómenos sobrenaturales relacionados con la Pasión, a los que nos referimos expresamente
Las frases seleccionadas contienen referencias y comportamientos que se relacionan directa o indirectamente con situaciones de la Pasión, en un ambiente ascético y místico predominantemente franciscano, por oposición al contemplativo.
Evidentemente que no entramos en la valoración de los múltiples y complejos problemas de todo orden, dudas e interpretaciones, que siempre lleva anejo tanto este lenguaje como los estados que describe. Puede plantearse la duda si las descripciones proceden directamente de testimonios personales u obedecen a ficciones; tal vez un esquema o patrón exaltado propuesto para la imitación, tal como proponía el exemplum medieval. Con un lenguaje específico, se reiteran las visiones, intervenciones del Demonio, predicciones de la propia muerte, por supuesto, frecuentes alusiones a fenómenos sobrenaturales relacionados con la Pasión, a los que nos referimos expresamente.
Es característico que son acontecimientos que se sitúan en la mayor parte durante el siglo XVII, estimulados por los tratados y el ambiente
San Francisco de Asís estigmatizado. Siglo XVII. Museo de la Catedral de León
Escuela de Gregorio Fernández. Nazareno. Cofª Dulce Nombre. (Referencia a Juana de San Agustín). Fotografía: Ana Cayón
creado por obras difundidas de Fray Luis de Granada, Luis de la Palma, o las mortificaciones de Juan de Ávila o Pedro de Alcántara.
Convento de la Concepción:
Sor Ana de Cisneros, natural de esta ciudad repudió las conveniencias temporales. Pidió el hábito en este ameno jardín de la Concepción, empleábase día y noche en la profunda consideración de misterios inefables. “La lección que más repasaba en el libro doloroso de su amado Jesús, era cuando se perdió de doce años en Jerusalén, y cuando el Domingo de Ramos no tuviese el Señor donde acogerse, y cuando hecho ludibrio y espectáculo de la crueldad había padecido la noche del Jueves Santo, siendo prisionero por nuestras culpas”.
La venerable madre sor Juana de Quiñones, hija legítima del conde de Luna Don Francisco de Quiñones y sobrina de Fray Francisco de los Ángeles, ministro general de la Orden de los Menores, se hizo en la religión tan extraña de las cosas del mundo, que parecía haber nacido en los abatimientos de la pobreza. De las muchas preciosidades que la dieron sus padres, “hizo empleos dignos de su celo en lámparas, cálices, etc. y la cruz que sirve en las procesiones…”.
Sor Francisca Sánchez, todas las mañanas antes de entrar en la cocina andaba el vía crucis desnudas las rodillas por el suelo, luego oía misa con singular devoción: desde que la comunidad acababa de comer “iba a el coro a orar desde las doce a la una, tendidos en cruz los brazos, a la noche tomaba una rigurosa disciplina, cargaba al hombro una columna de madera que daba bastante que hacer a dos hombres. >
Los viernes particularmente padecía intensos dolores de pies, manos y costado. Llegó a estar tan fatigada con el peso de tanto rigor que pensó acabar con la vida, y apareciéndose nuestro Señor con la Cruz a cuestas, y dándola su bendición la dejó mui fortalecida y sedienta de dolores”.
Sor Isabel Asensio, vecina de esta ciudad, “a una religiosa, estando a los últimos de la vida haciendo sobre ella la señal de la Cruz, se levantó buena repentinamente”.
Convento de Carbajalas:
Sor Casilda Díez. Era natural de Bureba, jurisdicción de la ciudad de Burgos, “Comulgó por primera vez el lunes de Pascua de Resurrección”, y desde entonces comenzó el Señor a hacerla muchos favores mostrándose muchas veces en la Hostia, otras hablándola palabras regaladas, ayunaba miércoles, viernes y sábados. Los días de fiesta iba a vísperas al convento de San Ildefonso o a visitar algún hospital o al Santo Cristo (de Burgos) o se quedaba en casa en oración o leyendo en Fray Luis de Granada o otros libros espirituales. “Considerando un Jueves Santo los azotes que Cristo había llevado, la afligió por espacio de media hora con tan extraño dolor que la parecía que todos los dolores que antes había padecido eran muy pequeños. Añadió a las penitencias a ser seis las disciplinas cada semana, a los cilicios otro más penoso que era una cruz de un geme de largo, y el ancho en proporción con cuatro clavos, que la lastimaban cuando se vejaba: dormía sobre los cordeles de la cama y en la Cuaresma doblaba las penitencias. Estando otro día en oración, la dijo el Señor: si te diera a escoger dos coronas una de oro y de espinas otra, cual tomarás? Respondió con grande afecto, que la que S. M. escogió para sí, que fue la de espinas”; y luego comenzó a sentir señales de haber aceptado Dios la elección, sintiendo un grandísimo dolor de cabeza.
Juan González Arintero (Lugueros 1860-1928) Innovador de la mística.
Convento de Santa Cruz:
En el año 1662 fue el de la venerable madre sor María Bautista, mujer más para anacoreta de los desiertos, que para habitadora de los claustros. “Mereció que el Redentor la hiciese compañera de su cáliz dándosele a beber dos años antes que muriese”.
La venerable sor María de la Cruz fue muy penitente, de oración continua, “todas las noches cargaba con una pesada cruz, las rodillas desnudas por tierra andaba las estaciones hasta que llegando al paso de la crucifixión, acompañaba en la misma postura a su Dueño Jesús”.
Sor Jerónima de los Ángeles, angelical en los privilegios de su virtud. Vivió en carne sin resabios de carne, condescendió con sus deseos la majestad divina e “instantáneamente sintió en el costado derecho un gravísimo dolor, efecto de una llaga que en forma de cruz imprimió la fineza de su Esposo; siete años tuvo abierta esta llaga al cabo de los cuales se le cerró pero perseveró siempre la forma de Cruz. Vio una vez a Jesús cómo en el Calvario le había puesto la ceguedad de los judíos. Fueron muchos los enfermos que cobraron salud solo con tocar el rosario que usaba. Su cuerpo quedó muy hermoso y se registró el costado donde como en campo de terso marfil sobresalía aquella rica venera o roja cruz que la imprimió el amor”.
La venerable madre sor Gregoria, de Villademor, “cargó con la cruz de la mortificación en la edad florida de doce años”.
La venerable madre sor Ángela Gabriela fue de vida muy austera y penitente. Amó tiernamente al Redentor de las almas, “andaba sus pasos desnudas por el suelo las rodillas y con una pesada cruz al hombro”.
Agustinas Recoletas:
Sor María Ana de San Clemente, “guardaron algunas de sus reliquias, para estimación de sus virtudes y entre ellas un canónigo aseguró que una cruz que la venerable madre traía en su pecho aplicándola a diversos enfermos había experimentado en ellos y en sí mismo la eficacia de su virtud”.
“Sor Magdalena de Cristo, estaba en oración delante de un crucifijo, oyó una voz interior que la dijo: sígueme”.
“Sor Gerónima de san Ambrosio, una noche durmiendo la pareció que nuestro Señor en el devotísimo paso del Ecce Homo que tenía en su celda, la decía: Te quiero en el convento de Recoletas de León. Lo regular en las almas es tener la cruz en la desolación y desamparo pero esta Virgen la tenía en la asistencia y favores; a otros da el señor la cruz en las sequedades a esta en las dulzuras a otros en las obscuridades, a esta en las ilustraciones. Andaba el vía crucis con una cruz de hierro sobre sus delicados hombros y en su cabeza una corona”.
De la madre Juana María de san Agustín, profesa en 1647, conocemos otro relato legendario. Que un Jueves Santo la llevó su madre a ver la procesión del “paso del Salvador con la cruz a cuestas
y la soga al cuello”, sintiéndose arrastrada milagrosamente, finalmente “se halló que estaba presa con tres vueltas de soga”.
Una prueba de que los ejemplos anteriores no eran hechos aislados en el siglo XVII, se encuentra en la biografía de Miguel Martínez de Rodrigo. Rompiendo los esquemas tradicionales tanto por ser familia del obispo (J. Aparicio Navarro), pertenecer al clero secular (canónigo) y haber estudiado en Alcalá, se distinguió por cuanto se le atribuyeron comportamientos de asceta consumado y no menos experiencias místicas. Nueve horas de oración, tentaciones del Demonio y de malos espíritus que pululaban en su habitación (a semejanza de los que representan las tentaciones de San Cipriano del museo de la Catedral), constante dedicación a remediar la pobreza, etc. No podían faltar referencias a la Pasión: “aparición de Cristo crucificado, gran devoción a rezar el Stabat Mater, puso el Señor una pesada cruz sobre su hombro, cuando se hallaba en los mayores peligros, cogía un sus manos una cruz…”.
No acertamos a delimitar lo que hay de verdad o de hipérbole en estos relatos, pero si los comparamos con otras manifestaciones y el contexto barroco de la piedad, se encontrarán afinidades, tendencia a la exageración, tanto en lenguaje descriptivo como en las prácticas. Los autores de estos textos debieron ser antes moralistas que predicadores o narradores de la Pasión (al estilo del P. La Palma), Recurriendo a exageraciones bajo la forma de “ejemplos o iconos gráficos” como en siglos anteriores, pretendían emocionar y estremecer tal como lo intentaban los predicadores escatológicos. Hechos inverosímiles como los descritos aquí se encuentran en sermones de misiones populares, por ejemplo, cuando se exponían los “novísimos”. Es revelador igualmente que los testimonios pertenecen todos prácticamente al siglo XVII. Pero siempre quedará patente el sustrato de la influencia preeminente de la Pasión como referencia ascética y mística que la representan tantos pasos o sintetiza la escena de Gregorio Fernández, “Cristo atado a la columna y Santa Teresa”, que se procesiona en Ávila. El mayor teórico moderno de ascética y mística, el leonés Padre Arintero (18601928), aconsejaba en una de sus obras: “La vida sobrenatural, en sentido lato, es la misma vida cristiana, la vida de la gracia”. Su magisterio y mesura en esta materia no han sido superados, tal vez se deba atribuir a su formación teológica y científica, que le permitió compaginar ciencia humana y fe divina. Y que, de este modo, llegó a explicarse el enigma del “El fenómeno humano”, con cuyo título homónimo lo intentara también veinte años después el jesuita, teólogo, científico y místico Tehillard de Chardín, (18811955). Los dos componentes aludidos de exceso o moderación, tanto en las prácticas ascéticas como en las experiencias místicas, se encuentran perfectamente armonizados en ambos autores, como no lo habían sido en el siglo XVII. …
“Tu inteligente cabeza – Que maravillaba al mundo - ¿por qué está tan traspasada – con corona de desdén. – Perla tan cotizada en las nubes del Edén”.
(S. Álvarez, Al Cristo del Desenclavo)
Sarita ÁLVAREZ VALLADARES
Bibliografía:
• Archivo de la Catedral de León.
María del CarMen Pérez Santiago, Historia del convento de Santa Cruz de Franciscanas Clarisas Descalzas. 1605-1994. León 1994.
• Fernando Caldera Freyle, Mística,
Teología y discreción de espíritus.
Madrid 1623. Juan gonzález arintero, La verdadera mística tradicional, 2ª ed., Salamanca 1980. > Sor Ana de Cisneros, natural de esta ciudad repudió las conveniencias temporales.
> La venerable madre sor