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No a la guerra

A la oscuridad de la guerra, que suele ser cuando se encienden las luces del sufrimiento, las zozobras y los miedos, escribimos. Sólo a través de la razón se levantan las dudas y las preocupaciones.

Lo leemos en la prensa, lo escuchamos en la radio y lo vemos en la televisión. Rusia, sin atender a razones, sigue ciega con la idea de la guerra. Desde Ucrania, que vive tiempos de agonía, llegan noticias muy duras, allí está fija nuestra mirada.

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Aunque estemos de celebraciones y buenas noticias en lo cultural y participativo, no hay que olvidar que la guerra de Ucrania sigue ahí, como un feo nubarrón negro. El mundo entero ha acogido a millones de personas procedentes de ese país. Es nuestra obligación brindar a todos los ucranianos las atenciones que necesiten, para que se sientan lo mejor posible a pesar del dolor.

Y como nos gustaría encontrar un rayo de esperanza entre los escombros de la guerra, queremos desde aquí hacer de la libertad un poema y de la justicia un monumento. ¡Paz! ¡Paz! ¡Paz! ¡Dejadnos en Paz!

La brutal invasión rusa en tierras ucranianas, como no podía ser de otra manera, ha causado un hondo pesar en el mundo entero. Sólo personas enfermas de odio o ignorancia pueden defender algo semejante. Ante la barbarie, la respuesta es unánime: reflexión en estos momentos, casi seis meses después de iniciarse la tragedia, conmocionados por el horror, el dolor y la ira, que debe conducirnos a la unión y solidaridad entre todos.

Y aunque la realidad la sepamos dolorosa, queremos que también la reconozcamos rebelde, valiente, solidaria, encaprichada en que era y es posible vivir en un mundo más justo, cuya memoria colectiva nos ayude como pueblo a vernos reflejados en otro espejo.

Nos vais a permitir que esta sección sea distinta a como debería corresponder a la naturaleza de esta publicación. Lo hacemos movidos por el dolor y el horror que como mazazos retumban en nuestra conciencia, cuando la masacre del pueblo ucraniano, que se desangra, sitúa al mundo en un momento decisivo de su historia, cuando el estupor y la rabia son nuestros compañeros en el amanecer de cada día.

Pero no nos quedemos en el dolor y en el llanto. No nos quedemos en la rabia ni en el olvido, vayamos más allá. Comprometámonos a reaccionar todos los días, no esperemos guerras para demostrar lo que valemos, lo que podemos todos juntos. No le demos la mano al miedo, sino al compromiso valiente. No ofrezcamos nuestra fuerza a quienes nos golpean. La mejor arma que tiene Rusia no son las pistolas, ni las bombas, es el miedo del mundo. Abramos los ojos y situémonos en el lado correcto de la historia, allí donde Occidente presume de ser Occidente por sus principios y sus valores. Allí donde la democracia supera a los regímenes autoritarios.

Seguramente hace falta combatir por una causa justa frente a quien está dinamitando el derecho internacional y destrozando miles de vidas inocentes. Quizá contra una guerra no basten las buenas palabras, ésas que tanto nos sobran a los que escribimos esta revista. Ojalá quienes entren en el mundo de nuestras palabras sientan, en estos momentos difíciles para la paz, un último regazo desesperado con sabor a esperanza.

Desde febrero hasta ahora, ha habido jornadas especialmente dolorosas. ¿Cuántas víctimas ha habido en Ucrania, miles? Miles de víctimas son miles de familias que sufren. Son muchas lágrimas, de ancianos, mujeres, hombres y niños. Son muchas soledades, de enfermos, de viudas, de huérfanos... Miles de víctimas es mucha desesperanza.

Sin olvidar que esta guerra nos mantiene el corazón encogido, muchos son los gestos positivos que tratan de arrojar algo de luz sobre la oscuridad. ¿Por qué sólo el dolor nos hace conmovernos y reaccionar, sacando lo más hermoso de cada uno y eliminando diferencias? De Ucrania nos siguen llegando historias llenas de humanidad y el movimiento solidario con el pueblo ucraniano está en marcha en todo el mundo, donde hay miles de manos tendidas para prestar ayuda y es permanente en quienes pusieron sus ideales a disposición de construir una sociedad más justa y solidaria.

De estos meses, nos quedamos con los millones de personas de todo el mundo que han estado ahí cuando ha sido necesario. Nos quedamos con la buena gente. Con los voluntarios, con los anónimos ciudadanos que entregaban mantas, café, ternura, sus oídos, sus manos, su corazón asustado. Con los médicos y enfermeras. Con los bomberos, con los hoteles que cedían sus camas, con los taxistas que no cobraban. Nos quedamos con la inmensa gratitud por la solidaria respuesta humana, unida en lo esencial. Cada uno desde su identidad, todos estamos en Ucrania.

Ojalá y esta tragedia sea el principio de la libertad en el mundo y el final de la malignidad y el horror. Y de nuevo, el fin del clamor del “No a la guerra” del pueblo ucraniano, al que le han pisado el corazón. Y aunque la esperanza sigue en vilo, en este mundo de ilusiones donde lo efímero es lo que perdura, todas las personas de bien queremos que el grito contra la guerra no deje de escucharse nunca. ¡Paz y no guerra! •

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