La procesión
La música, el patrimonio artístico olvidado
A
finales del siglo XVI, la celebración del Concilio de Trento dio paso a una nueva configuración de la Semana Santa, tanto en la liturgia como en la actividad de las cofradías. Las procesiones tendrán a partir de entonces una mayor relevancia, que dará paso a un nuevo discurso, a una puesta en escena que nace en el contexto artístico predominante en aquellos tiempos: el Barroco. Se creó así una estética, una manera de procesionar, que encontró su propia personalidad en cada lugar de España. Y aunque la mayor parte de las cofradías hoy existentes tienen un origen mucho más cercano en el tiempo, se mantuvo una imagen que, tradicionalmente, sigue considerándose nacida en aquellos tiempos de la Contrarreforma. Lo cierto es que ha habido una lenta pero constante evolución en la estética procesional. Los recorridos, el marco urbano de las procesiones, son hoy muy distintos, pues aunque se mantuvieran las calles, la estética de éstas es hoy muy diferente. Los tejidos de los hábitos nazarenos tampoco son los mismos, como no lo son los elementos de orfebrería, las mismas imágenes o los tronos, que han ido cambiando lentamente con el paso de los años. Con todo, existe una lógica tendencia a valorar lo antiguo como un elemento a destacar, como una referencia que debemos seguir para mantener la esencia y la personalidad de nuestras procesiones. Sin embargo, esta máxima, que aplicamos sin dudar a la iconografía y por tanto a las imágenes, a su disposición y vestimenta, al hábito nazareno, al andar o a costumbres como el reparto de caramelos, ha ido dejando
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de lado, inexplicablemente, un elemento que en su momento constituyó una seña de identidad de la Murcia nazarena: la música procesional. Al margen del característico sonido de las bocinas y tambores de la burla, mantenido aunque no lo suficientemente estudiado, preservado y difundido, las procesiones murcianas contienen otros sonidos, los de las marchas procesionales que hoy son una peculiar amalgama de piezas foráneas, en las que además, y en detrimento de las bandas de música, va ganando presencia un género nacido
en Málaga hace unas décadas y rápidamente extendido por toda Andalucía, como las cornetas y tambores. La marcha procesional no formaba parte de las procesiones barrocas. En ellas predominaba la interpretación vocal, los misereres y otras piezas que se cantaban acompañando a los pasos. Pero esto cambió de forma más que notable durante el siglo XIX, cuando a partir de la invención de la válvula de pistones por los alemanes Heinrich Stölzel y Friedrich Blühmel (en torno a 1815) se comienzan a crear nuevos instrumentos musi-