30años a las puertas de una caseta Y con ese bagaje Pepe El Borujo, como muchos andaluces, emprende la huida de una Andalucía sin expectativas, dependiente y convertida en bolsa de mano de obra barata de los grandes centros industriales del norte o centro de España. La familia de Pepe toma la maleta de madera y emigra a Barcelona donde vivirán una serie de años hasta que, de nuevo, la desgracia se ceba con ellos; su hermano Francisco fallece en accidente laboral en los albañiles y la familia inicia el retorno hacia la Andalucía agraria en la que parece haberse detenido el tiempo. Vuelve para ser jornalero pero también para casarse con Carmen Bejarano y hacer de su familia y su barriada de La Veracruz la razón de ser de su vida.
Pepe y sus nietos.
C
ometemos una gran injusticia cuando no somos capaces de crear a lo largo de la historia de los pueblos las semblanzas de sus gentes, sus idiosincrasias, cuando invisibilizamos a la gente común y al papel que desarrollaron a lo largo de sus vidas.
Sevillista convencido, durante el tiempo libre se convierte en entrenador del equipo de su barrio. Un equipo que no es casualidad que tomase como seña de identidad la bandera de Andalucía y vistiese de blanco y verde. La bandera andaluza es en aquel tiempo de transición política el exponente de la recuperación y garantía de derechos de un pueblo que
OSUNA
Las agrociudades suelen ahondar sus épocas doradas en torno a la figura de tal o cual señor, un duque, un marqués o un conde son numerosas veces el principio y el fin de la historia escrita de un pueblo. Nada de sus gentes humildes, parece como si la historia fuese dominio y propiedad sólo de los señores. ¿Cómo explicar la historia de la Andalucía de campiña sin explicar la vida de subsistencia de sus gentes jornaleras? Pues así lo hemos hecho durante años en estos pueblos con espíritu de rey en el exilio, como bien dijo el escritor Antonio Gala. A la gente humilde les sobra el don bajo el que tantas injusticias se han silenciado. En los pueblos somos cercanos y por eso si yo les cuento la vida de José Domínguez Rodríguez, vecino de “La Barriada”, quizás no sepan de quién hablo. La realidad me obliga a hablar de “Pepe El Borujo”, una persona que encarna el espíritu de esa gente sencilla nacida en la triste postguerra española en el seno de las familias humildes. Unas familias que parecían tener marcado en su ADN el esfuerzo, la penuria y la susbsistencia a duras penas con el trabajo del campo desde muy pequeños. Porque con apenas siete años y ya huérfano de Josefa, su madre, y con un hermano fallecido sin alcanzar los tres años, Pepe trabaja en cortijos guardando cochinos junto a sus otros dos hermanos y su padre. Santa Teresa, el cortijo Puro, La Beata, La Albina… son los escenarios agrarios de la vida dura y terrible de un niño de postguerra obligado a trabajar por la comida, si acaso, y condenado al analfabetismo como sello de identidad de familia jornalera, sello de identidad de la Andalucía olvidada y socialmente segregada. Y es que entonces importaba poco si el hijo de un jornalero no sabía ni leer, ni escribir; la cultura era espacio vedado para la gente humilde y la clase trabajadora.
FERIA DE OSUNA • del 16 al 19 de Mayo de 2019
Pepe y su mujer, Carmen.
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