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de la Semana Santa de Osuna

Nuestra Señora de la Piedad: la Dolorosa ausente de la Semana Santa de Osuna

La jornada del Miércoles Santo se libra como una batalla de las flores en cada uno de nuestros templos. Claveles, lirios, liliums, rosas y especies cada vez más exóticas son dispuestas con maestría en pasos y monumentos entre el trajín de los cofrades, languideciendo la tarde por el cansancio y el nerviosismo ante los días grandes venideros. El silencio nocturno, que impera en las calles por las horas del sueño, se interrumpe excepcionalmente por el redoble de un triste tambor que marca el paso de los costaleros del soberbio Crucificado de Juan de Mesa.

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El silencio acalla las palabras y en el caso de Osuna las transforma u olvida. “El silencio” era uno de los apelativos con los que popularmente se conocía a la Cofradía de la Misericordia, ante la ausencia de una banda de música en su cortejo. En diciembre de 1948, al elegirse como hermano mayor a don Francisco Olid Maysounave, abogado y catedrático de Geografía e Historia, se incorporaron un gran número de estudiantes del instituto de bachillerato Rodríguez Marín, de donde fue director. De este modo, se empezó a conocer como “los Estudiantes” y siguió el modelo de la homónima sevillana1. En este sentido, fue nombrado hermano mayor honorario el Magnífico y Excelentísimo Señor Rector de la Universidad hispalense2. Desde los últimos años del siglo XX y hasta nuestros días ha imperado la denominación de “la Misericordia”, en alusión al titular cristífero con el que realiza estación de penitencia, consolidándose a partir del Jubileo de la Misericordia convocado por el papa Francisco entre 2015 y 2016. En este ir y venir de apelativos quedó, absolutamente olvidado, el de Nuestra Señora de la Piedad, la advocación y la escultura de la titular mariana de la cofradía que nos ocupa.

El diccionario de la Real Academia Española recoge cuatro acepciones para definir la palabra piedad:

- Virtud que inspira, por el amor a Dios, tierna devoción a las cosas santas y, por el amor al prójimo, actos de amor y compasión. Amor entrañable que se consagra a los padres y a objetos venerados.

- Lástima, misericordia, conmiseración.

- Representación en pintura o escultura del dolor de la Virgen María al sostener el cadáver de Jesucristo descendido de la cruz.

Ante la primera y segunda definición, viene a colación la cita de la Epístola de los Gálatas 3, 26.28: pues todos sois hijos de Dios por la fe en Cristo Jesús; porque todos los que habéis sido bautizados en Cristo, de Cristo estáis revestidos. Ya no hay judío

Misterio de Nuestra Señora de la Piedad con San Juan Evangelista y María Magdalena

ni griego; no hay esclavo ni libre; no hay varón ni mujer; porque todos vosotros sois uno en Cristo Jesús. Este sentimiento de filiación divina y de hermandad cristiana, que se manifiesta con fuerza en los Evangelios, se expresó en latín con el término pietas, una virtud, derivada de la virtud cardinal de la justicia, por la que el hombre reverencia a Dios con filial afecto y extiende ese amor, no sólo a padres y superiores, sino también a los hermanos. La piedad nos hará vivir con toda confianza en la providencia del Padre: Él conoce nuestras necesidades y cuida de nosotros. No debemos, pues, inquietarnos por nada: los paganos andan tras todas estas cosas (comer, beber, ropa), pero el Padre celestial sabe que ustedes las necesitan. Más bien, busquen primeramente el reino de Dios y su justicia, y todas estas cosas les serán añadidas (Mt 6,32-34). El vicio contrario a la virtud de piedad es la dureza de corazón, que procede de un desordenado amor a sí mismo. El don de piedad, por el contrario, perfecciona el ejercicio de la caridad, y sacando al hombre de su propio egoísmo, lo orienta continuamente hacia Dios y a los hermanos por el amor como medio de perfección humana. >

1.- PASTOR TORRES, Álvaro: “Cofradía del Santísimo Cristo de la Misericordia, Nuestra Señora de la Piedad y San Juan Evangelista”, en Crucificados de Sevilla IV, Sevilla, 2002, pp. 160-162. 2.- RIVERA ÁVALOS, Juan J., “Programa de la Semana Santa de Osuna de 1950”. El Defensor. Folleto de información local. 22, abril 1950, p. 4.

El Santísimo Cristo de la Misericordia procesionando la tarde del Viernes Santo

Atendiendo a la cuarta acepción, la advocación mariana de la Piedad no se corresponde con un solo modelo iconográfico sino que representa diversas tipologías de la Mater Dolorosa. El nombre con el que la historiografía artística suele referirse al tema de la Piedad es el italiano de Pietà, debido a la popularidad que han adquirido algunos ejemplos de la más alta cualificación estética, como la universal obra de Miguel Ángel en la basílica de San Pedro del Vaticano. En la escultura procesional, con frecuencia nos encontramos con vírgenes de la Piedad, las Angustias o de la Quinta Angustia sosteniendo el cadáver de su hijo, en soledad o acompañada de las Marías, San Juan y los Santos Varones; o de pie y sollozantes desfilando bajo palio3 .

Al hilo de estas variantes iconográficas caben citar algunos ejemplos: el misterio de la Virgen con el cuerpo de Jesús muerto en su regazo recibe el nombre de Quinta Angustia o Angustias en Osuna, Estepa y Córdoba (portentosos conjuntos escultóricos de José de Media y Juan de Mesa los dos últimos); mientras que en Málaga (la del Molinillo) y Sevilla son la Piedad (Baratillo en soledad y junto al resto de los personajes de la Pasión la de la Mortaja). También en Córdoba, Jerez de la Frontera, Antequera y Marchena procesiona la Virgen de la Piedad como escultura de candelero erguida bajo palio, mientras que la noche del Viernes Santo en Écija acoge los dos tipos: Piedad bajo palio de la hermandad de la Exaltación y Piedad formando un misterio en la Mortaja. Un caso singular supone la Virgen de la Piedad de Albaida del Aljarafe: aparece en su paso de palio tras el Cristo de la Vera Cruz, el Viernes Santo, y como Virgen gloriosa rodeada de ráfaga en torno al 14 de septiembre, por la fiesta de la Santa Cruz.

La primera estación de penitencia de la Misericordia se efectuó el Viernes Santo de 19304, el paso se estrenó al año siguiente al igual que tres imágenes que acompañarían al Crucificado hasta 1947. Se trataba de un clásico Calvario se colocaron junto al Cristo, delante y a cada lado, Nuestra Señora de la Piedad a la derecha y San Juan Evangelista a la izquierda, y en la trasera María Magdalena arrodillada. En mi opinión, la configuración de este paso de misterio, único en nuestra villa, pudo seguir como modelo el excepcional lienzo de Expiración de Cristo (El Calvario) pintado por José de Ribera para la III duquesa de Osuna, Catalina Enríquez de Ribera, entre 1617 y 16185, ubicado en la Colegiata donde esta cofradía tiene su sede.

La llegada de la Virgen de la Piedad a Osuna se produjo casi a la par de la proclamación de la II República española, un periodo agitado (en 1932 y 1933 nuestras cofradías no realizaron su estación de penitencia6) que coincidió con la lógica estrechez económica por la que pasaría la recién fundada cofradía. El auge y aceptación que habían logrado las esculturas salidas de los talleres de la ciudad gerundense de Olot, a partir de la decana industria El Arte Cristiano fundada en 1880 por los hermanos Joaquín y María Vayreda y Vila7 , hizo que sus cofrades adquirieran en la citada ciudad el grupo de la Virgen, San Juan y la Magdalena.

Los hermanos Vayreda conocieron en París un estilo denominado de San Sulpicio que implantaron en su taller, pues desde 1840 en el área de la rue Saint Jacques y de la iglesia de Saint-Sulpice proliferaron establecimientos de producción y venta de objetos religiosos para el culto doméstico y eclesiástico. Sus características impactaron entre los críticos de arte y, en 1935, Jacques Maritain definió el arte sulpiciano como error artístico de fines del siglo XIX y comienzos del XX: pegajoso, sentimental, producido en masa, de material barato. En efecto, la industria de El Arte Cristiano introdujo en el panorama escultórico español un nuevo material y una nueva técnica, la pasta cartón madera, que suponía menos tiempo de modelaje y más ligereza de las piezas, lo que permitió

Expiración de Cristo, José de Ribera, 1617-1618. Foto: Fondo Gráfico del Instituto Andaluz de Patrimonio Histórico

3.- RODA PEÑA, José: “Los orígenes iconográficos de la Virgen de las Angustias de Estepa: el modelo de la Piedad”, en Actas Congreso Andaluz sobre Patrimonio Histórico 2,

Estepa, 2010, pp. 9-30. 4.- El Paleto, nº 1.248, 20, marzo, 1930. 5.- FINALDI, Gabriele: “Pinturas de Ribera para el III duque de Osuna”, en Italia en Osuna, catálogo de la exposición, Patronato de Arte de Osuna-Amigos de los Museos, 2018, p. 87. 6.- ESPUNY RODRÍGUEZ, Víctor: “Semana Santa en la Historia”, en Semana Santa Osuna 2005. Consejo Local de Hermandades y Cofradías, Osuna, 2005, pp. 24 y 25. 7.- LORITE CRUZ, Pablo Jesús: “Un tema olvidado en imaginería religiosa, Olot”, en Revista de Claseshistoria, publicación digital de Historia y Ciencias Sociales, artículo nº 302, 2012.

el desarrollo de un sistema de producción en cadena. Sus modelos iconográficos, si bien beben del barroco, están muy tamizados por el academicismo decimonónico, por lo que muestran un aplomo y comedido movimiento en sus posiciones, a veces estáticas; y alejadas totalmente del realismo barroco en cuánto a sus expresiones, mostrando semblantes serenos y amables. El suave colorido de las policromías ayuda a proporcionar un aspecto dulzón a estas esculturas. En consecuencia, se generaron una cantidad inmensa de imágenes que, con unos precios más o menos asequibles según el tipo de terminado escogido, se extendieron por toda nuestra geografía ante la fácil conexión devocional que suscitaban.

El conjunto que procesionó con el Cristo de la Misericordia participa de estos rasgos. Nuestra Señora de la Piedad es una escultura de pie, en pasta de madera, con la cabeza girada a la izquierda y levemente elevada, apoyando sus manos sobre el pecho a la vez que con ellas recoge el plegado manto. Se cubre con un ceñido rostrillo, que solo deja libre el óvalo facial, y se rodea por una toca blanca. Su manto azul y su vestido rojo, que remiten con sus colores a su pureza virginal, se decoran en sus perímetros con unas sencillas flores doradas. Las facciones de su rostro son de una mujer joven, comedida en su dolor manifiesto en la boca abierta y en la mirada alzada hacia su Hijo, en el que apenas se observan un par de lágrimas. Contó entonces con una aureola y un puñal de metal sobre su pecho. Su aspecto en general y detalles como las ajustadas mangas y la amplia toca cual novicia, rezuman un aire historicista que recuerda a las pinturas de Domingo Valdivieso, Antonio Gisbert, Isidoro Lozano, Francisco Pradilla o Edmund Blair.

La escultura de San Juan le hace juego por su posición direccionada opuestamente para converger, también, en la figura del Crucificado. Con los colores propios de su iconografía, túnica verde y manto rojo abrochado al pecho como capa, aparece sereno, jovencísimo e imberbe. A pesar de extender hacia abajo su brazo derecho, la posición del izquierdo, la disposición y el plegado del manto y la túnica de ambas imágenes evidencian el uso de un molde parecido para su fabricación. Por su parte, María Magdalena con los labios cerrados y su mirada perdida trasmite una melancólica tristeza. Se encuentra arrodillada, con los brazos en paralelo al cuerpo y las manos entrecruzadas apoyadas sobre la pierna izquierda, vestida con túnica anaranjada y manto parduzco sobre el que cae una frondosa cabellera rubia. Su posición en el paso de misterio la hacían difícil de encajar pues su punto de vista quedaba por debajo de los pies del Cristo. Las vestiduras de San Juan y la Magdalena también cuentan con dibujos florales dorados y poseyeron nimbos metálicos.

La escasa calidad artística del misterio frente a la impresionante talla del Cristo de la Misericordia, obra documentada de Juan de Mesa en 1623, y su reorganización como cofradía de los Estudiantes a partir de 1948, como se indicó más arriba, supusieron la supresión de las esculturas de Olot y acabar con la devoción a Nuestra Señora de la Piedad puesto que no se sustituyó por otra de mayor calidad.

En general, los grupos escultóricos de talla completa escasamente se difundieron en la Semana Santa de Andalucía como sí ocurre en la de Castilla y León. Exceptuando las portentosas esculturas marianas de talla completa barrocas que en contadas ocasiones aparecen en la Semana Santa andaluza (Angustias de Cádiz, Dolores de los Servitas de Osuna, la ya citada de las Angustias de Estepa, Mayor Dolor de Antequera, Angustias de Jaén y Santa María de la Alhambra y la Soledad de Santa Ana de Granada), la iconografía de la Virgen dolorosa tallada, de estética historicista y exenta de estofados no recibió la aceptación de los cofrades y devotos. Por ello, también son poquísimas las obras ejecutadas que intentan apartarse del neobarroquismo imperante y que, curiosamente, confluyen en Málaga: la Piedad del Molinillo de Francisco Palma Burgos en 1941, la malentendida Virgen de la Soledad del escultor Juan de Ávalos en 1975 para la cofradía de Mena y Nuestra Purísima Madre del Buen Camino de José María Ruiz Montes en 2017 para el Colegio de Gamarra.

De la primera cofradía de la Misericordia apenas quedan los vivos colores de la bandera en raso morado y rojo, de aquella incipiente devoción a Nuestra Señora de la Piedad una mención durante el rezo del ejercicio del triduo y en la casa hermandad las tres esculturas del misterio. Si vago es el recuerdo de la advocación mariana de la Piedad, no existe conciencia ni identificación entre dicha denominación y la escultura de Olot. Sin embargo, si destacamos ahora la tercera definición que la Real Academia Española ofrece de la palabra piedad (lástima, misericordia, conmiseración) y recordamos a las palabras del Santo Padre pronunciadas

en la audiencia el 14 de mayo de 2016: la piedad verdadera es manifestación de la misericordia de Dios y uno de los siete dones del Espíritu Santo, que el Señor da a sus discípulos para que sean dóciles y sigan sus inspiraciones divinas. Por tanto, se comprueba como Misericordia y Piedad son dos advocaciones que casan perfectamente y fueron cuidadosamente escogidas por los fundadores de la cofradía.

Con la perspectiva, a medio plazo, de la conmemoración del primer centenario fundacional en el año 2028, sería buen momento para inculcar y difundir la devoción a Nuestra Señora de la Piedad y, por qué no, adoptar como titular a la bellísima escultura de la Dolorosa, atribuida al granadino Torcuato Ruiz del Peral, expuesta en la colección museográfica de la iglesia de Santo Domingo, que iguala en calidad artística al Cristo de la Misericordia y enriquecería sobradamente nuestra Semana Santa.

Antonio Morón Carmona

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