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barroca de las cofradías de Osuna • Nuestra Señora de la Piedad: la Dolorosa ausente

Montajes efímeros para la muerte: simulacros mortuorios en la escenografía fúnebre barroca de las cofradías de Osuna

Una de las principales funciones asistenciales de las cofradías a lo largo de su historia, hasta bien entrado el siglo XX, estuvo relacionada con la muerte de sus hermanos. En sus reglas quedaba perfectamente pautado el protocolo a seguir cuando acontecía el deceso de uno de sus cofrades. Allá se establecía que, una vez se conociera la noticia del fallecimiento, de su entierro se encargaría el muñidor, un personaje común en las cofradías, que con la insignia en el pecho iría tañendo la campana o la doble esquila para anunciar la noticia e informar de la hora del entierro. Los hermanos se trasladarían de inmediato a la casa del difunto y, en andas, lo portarían hasta el sepelio con el paño mortuorio de la cofradía cubriendo el féretro. El cortejo fúnebre sería acompañado con cera, en cantidad proporcional al tipo de entierro, y la insignia de la hermandad. También se fijaba en los estatutos la misa que se oficiaría antes de dar sepultura al fallecido y las posteriores exequiales o de réquiem que se le dirían por el sufragio de su alma.

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Ana Heylan, Túmulo de Isabel de Borbón en la Capilla Real de la catedral de Granada, 1644 / Juan Ruiz Luengo, Túmulo de Luis XX, Delfín de Francia, 1712 / Juan Ruiz Luengo, Túmulo de Luis XX, Delfín de Francia, 1712 / Manuel Jurado, Túmulo del rey don Carlos III, 1789.

La memoria de la muerte: túmulos y catafalcos

En los solmenes oficios de la liturgia de difuntos que celebraban las cofradías en novenarios, aniversarios y sobre todo en el día de las ánimas, el 2 de noviembre, era donde se propiciaba con mayor boato y ceremonial toda una parafernalia cargada de simbolismo en torno a la muerte, en consonancia con la mentalidad barroca que la propiciaba. La ausencia del cadáver en el interior del templo durante las exequias dio origen a una práctica de carácter formalista y ritual inspirada en las ceremonias que se hacían en recuerdo de grandes personajes de la realeza, por extensión de la nobleza, y del clero. Una muestra de ello la tenemos en las honras fúnebres que consagraba el cabildo de la Colegiata por la muerte del pontífice, algún miembro de la familia real o de los duques de Osuna. En ocasiones incluso se ordenaba desde el Arzobispado de Sevilla que se celebraran en todas las iglesias de su jurisdicción.

Paño fúnebre de los duques de Osuna, Museo de Arte Sacro de la Colegiata (Fotografía de Oscar González Molero).

Para la ocasión se transformaba el templo con elementos efímeros de gran vistosidad y un lenguaje impactante. Todo el espacio sacro se decoraba con colgaduras y se iluminaba profusamente con hachas, cirios y velas para acoger en el centro, delante de las gradas del presbiterio o en la capilla mayor, al elemento esencial de la escenografía fúnebre, el túmulo o catafalco de ánimas, un armazón funerario que venía a ocupar y representar a todos los efectos al féretro y al cadáver del difunto. El simulacro mortuorio se disponía cubierto de luto, lleno de gasas, flores y coronas y rodeado de candeleros. En su máxima expresión se convertía en un enorme catafalco de tres cuerpos lleno de luces, estandartes, crespones y representaciones figurativas. El conjunto se hallaba plagado de mensajes, más o menos crípticos y simbólicos, con los que se sugestionaba al creyente con recuerdos emotivos de la muerte, asociada a la idea de la fugacidad de la vida y la incertidumbre sobre el Más Allá, pero también con interpelaciones a la esperanza en la Resurrección. Los miembros de la congregación que organizaba la ceremonia se situaban junto al simulacro y entonaban el Liberame Domine de viis inferni1 .

El sonido lúgubre de las campanas, el fúnebre aparato de la iglesia cubierta de luto, las pinturas de la tenebrosa cárcel del Purgatorio, el túmulo fúnebre colocado en el centro de la iglesia, el canto patético de los responsos o la voz imponente del pre-

1.- RIQUELME GÓMEZ, Emilio Antonio: “Catafalcos de Ánimas. Arquitectura efímera de difuntos, en la Región de Murcia: el caso de la villa de Abanilla”, El mundo de los difuntos: culto, cofradías y tradiciones, San Lorenzo del Escorial, 2014, pp. 293-295.

dicador, creaban una atmósfera que ejercía sobre el sobrecogido y conmovido ánimo de los fieles un irremediable sentimiento de culpa y compasión que removía sus conciencias. Todo ello provocaba el caldo de cultivo emocional necesario para que Paño fúnebre de Consolación (Fotografía de José Antonio Morón el feligrés quedara fuertemente impactado. Haría bien por tanto Carmona). el común de los mortales en situarse bajo el estandarte de una cofradía, especialmente de ánimas, en la que, dentro de un marco de reciprocidades generalizada como forma de intercambio efectivo y simbólico, recibirían el selectivo beneficio y auxilio espiritual necesario para sobrellevar la pesadez de un Purgatorio pintado demasiado terrible por el imaginario popular. Con tal panorama, salvar a las ánimas se convirtió en cuestión de conciencia. Este espíritu de ayuda, cuando no de necesidad recíproca o auxilio mutuo, se encontraba en el origen de las hermandades de ánimas. Se trataba de una especie de pacto entre partes en un círculo vicioso en el que los vivos buscaban salvar las almas de los que estaban en el Purgatorio con misas y oraciones y, a cambio, aquellas, que en muchas ocasiones se consideraban santas al menos en potencia, una vez salvadas de las llamas purificantes, intercedían por los mortales desde el Cielo. Hay que recordar que eran muchas las personas que veían en aquellos pecadores que moraban el Purgatorio a valiosos intermediarios a la hora de obtener determinados favores. Se hallaba muy extendida la convicción de que las almas purgantes constituían un recurso privilegiado para casos especialmente difíciles. Los prodigios que supuestamente obraban venían subrayados incluso por los mismos tratadistas. Aquella fue una ceremonia común en las cofradías de ánimas, que detectamos a lo largo de la geografía española, en lugares tan dispares como las parroquias de Castrillo de los Polvazares (León), Santo Domingo de Miranda de Avilés (Asturias), San Isidoro el Real de Oviedo, Villanueva del Río Segura (Murcia), o de Sandoval de la Reina (Burgos)2. Se han localizado catafalcos o restos de ellos en diversos lugares de España como, entre otros, las Islas Canarias, las dos Castillas, o Galicia. Por lo general han recibido poca atención mediática salvo algunas excepciones como el de la cofradía de las ánimas del Purgatorio de la parroquia de la villa de Atienza. Una obra que por su complejo programa decorativo de tipo barroco, con textos, cartelas y personajes en trampantojo, y algunos detalles de

Paño fúnebre de la cofradía de la Santa Caridad, monasterio de la Encarnación (Fotografía de Pedro Jaime Moreno de Soto). las representaciones, se fecha entre finales del siglo XVII y el siglo XVIII3 .

En Andalucía también están registradas este tipo de ceremonias. Desde finales del siglo XVII está documentado que la cofradía de las ánimas del Purgatorio del compás del San Francisco de Sevilla celebraba honras generales en la octava del día de los difuntos, con túmulo, vigilia, misa cantada, sermón y procesión, a las que seguían 30 misas rezadas4. En Cádiz hay constancia >

Cruz alzada procesional, taller toledano. 1571. Monasterio de San Pedro (Fotografía de Pedro Jaime Moreno de Soto).

Cruz alzada de difuntos de la cofradía de la Santa Caridad, Pósito del Doctor Alonso Navarro de Figueroa (Fotografía de Oscar González Molero).

2.- CAMPOS Y FERNÁNDEZ DE SEVILLA, Francisco Javier: “Religiosidad popular en las Reglas y Constituciones de Cofradías de Ánimas del Mundo Hispánico”, El mundo de los difuntos: culto, cofradías y tradiciones, San Lorenzo del Escorial 2014, pp. 1095-1096, 1102, 1105, 1107-1108, 1111-1113 y 1115. 3.- RODRÍGUEZ ARBETETA, Benito: “Nemini Parco: el catafalco y la Cofradía de Ánimas de Atienza”, El mundo de los difuntos: culto, cofradías y tradiciones, San Lorenzo del Escorial, 2014, pp. 318 y 303-326. 4.- BEJARANO PELLICER, Clara: “El culto a los difuntos en la Sevilla de la Edad Moderna: la campanilla de ánimas del purgatorio”, El mundo de los difuntos: culto, cofradías y tradiciones,

San Lorenzo del Escorial 2014, p. 89.

también en la hermandad de San Nicolás de Tolentino, del convento de San Agustín, que fue fundada en 1655. Varios capítulos de sus reglas ofrecen aspectos sobre este particular. En uno de ellos se dictaminaba que en el lunes siguiente al día de Todos los Difuntos se celebrase aniversario por las almas del Purgatorio, poniendo en la iglesia un túmulo elevado cubierto por el paño de la hermandad, que estaba obligada a asistir al oficio, misa, responso y procesión con velas blancas y su insignia5. Otro caso lo encontramos en la novena que por los fieles difuntos celebraba la cofradía de ánimas benditas del Purgatorio de la localidad jienense de Cambil. Al parecer era un acto que causaba pavor en los espíritus de todos los asistentes. El escenario ayudaba, en gran manera, a mantener en vilo a las pobres almas de los que allá concurrían. La música y los cantos religiosos contribuían al recogimiento y a la meditación sobre la muerte. En medio de la iglesia, sin luz apenas y con los cirios encendidos, se disponía un gran catafalco con un paño negro coronado por una tétrica y auténtica calavera6. En Granada, señala Miguel Luis López Muñoz, algunas constituciones de cofradías de ánimas lo explicitan con detalle. La función principal de la hermandad de Animas del Sagrario consistía en una vigilia cantada en la tarde del día de Todos los Santos y, al día siguiente, la celebración de una misa cantada en la que no faltaba la simbología funeraria en forma de tumba. Los excesos y abusos en este tipo de representaciones llevaron a la jerarquía eclesiástica a intervenir para ordenar algunas prácticas poco decorosas. En 1787 el arzobispo Jorge y Galbán llegó a prohibir incluso el montaje de lujosos túmulos “con armas y adamas de vanidad”, por parte de cofradías y particulares, extremo que solo se reservaría a personas reales7 .

El caso de Osuna

En nuestra localidad todavía se conservan algunos testimonios materiales, antiguos o recuperados hace años, que resultan evocadores de aquellos cultos y ceremoniales en torno a la muerte, ya fuera para el entierro de los difuntos o para las misas exequiales. Caso paradigmático son los paños de difuntos, todos ellos negros, entre los que nos encontramos con una pieza excepcional, el de los duques de Osuna, pieza extraordinaria creada para las grandes solemnidades fúnebres cargada de tétricas calaveras y tibias y enormes escudos ducales bordados en oro y plata. Esta obra, que se conserva en el Museo de Arte Sacro de la Colegiata, fue realizada por la Real Fábrica de Tapices hacia el primer tercio del siglo XVIII. La VII duquesa de Osuna, doña Francisca Bibiana Pérez de Guzmán el Bueno, la donó el 4 de julio de 1736 con motivo del traslado de los restos mortales de su marido, don José Téllez Girón, en cuyas exequias se utilizó por primera vez8. Más sencillos son los que se guardan en las iglesias de Consolación, con algunos elementos bordados en oro, en San Agustín, liso, o el perteneciente a la cofradía de la Santa Caridad, con una cruz verde en el centro, que se custodia en el monasterio de la Encarnación, donde se conserva otro más, también muy simple.

Cruz alzada de la cofradía de las ánimas benditas del Purgatorio de la Colegiata (adverso y reverso) (Fotografía de Oscar González Molero).

Por otra parte, contamos además con las antiguas cruces alzadas de difuntos que se usaban en los enterramientos para encabezar la comitiva. Una obra de considerable valía es la cruz de plata de procedencia toledana, fechada en 1571, del monasterio carmelita de San Pedro. La presea fue legada, junto a otras piezas de ajuar litúrgico, al primitivo monasterio de Santa Isabel por Isabel Méndez de Sotomayor, su fundadora, según dejó registrado en su testamento, fechado el 16 de diciembre

8. Cruces alzadas de difuntos de las parroquias de la Asunción (Fotografía Arte & Restauración. Conservación y Restauración de Bienes Culturales) y la Victoria (Fotografía de Pedro Jaime Moreno de Soto).

5.- SIGÜENZA MARTÍN, Raquel y COLLANTES GONZÁLEZ, José María: “La devoción a las ánimas del Purgatorio en Cádiz: dos hermandades para su estudio”, Trocadero, n.º 26 (2014), pp. 20-21. 6.- OZÁEZ ALMAGRO, Julián: “La Cofradía de las Ánimas Benditas del Purgatorio (Su influencia en la vida social del pueblo de Cambil)”, Sumuntán, n.º 18 (2003), p. 93. 7.- LÓPEZ MUÑOZ, Miguel Luis: “Consideraciones sobre la muerte en las cofradías de ánimas de la ciudad de Granada”, L. C. Álvarez Santaló, y C. M.ª Cremades Griñán, (eds.), Mentalidad e ideología en el Antiguo Régimen. II Reunión Científica de la Asociación Española de Historia Moderna, vol. II, Murcia, 1992, pp. 298 y 302. 8.- RODRÍGUEZ-BUZÓN CALLE, Manuel: La Colegiata de Osuna, Arte Hispalense, n.º 28, Sevilla, 1982, pp. 90-91.

de 1580. La donación de la que fuera camarera de la I duquesa de Osuna está decorada por ambas caras con un labrado de escaso relieve que reproduce elementos de candelieri muy sencillos, atributos de la Pasión y calaveras y tibias cruzadas, en alusión a su uso funerario para los entierros o misas de exequias de las monjas9. Otras cruces alzadas de difuntos, realizadas en madera, encontramos en las parroquias de la Victoria y la Asunción. Las dos presentan imágenes pintadas de Cristo en el frente y, en el caso de la segunda, el anagrama de María en la cruceta trasera. Otra obra destacable es la que se encuentra en el pósito del Doctor Alonso Navarro de Figueroa, perteneciente a la cofradía de la Santa Caridad, pieza de siglo XVII con decoración vegetal dorada en los extremos, ráfagas y el lema “DIOS ES CARIDAD” en la trasera. Junto a todas estas, sobresale la de la cofradía de las ánimas benditas del Purgatorio de la Colegiata, con perfil mixtilíneo y realizada en madera pintada en negro con elementos decorativos dorados y ráfagas. En los óvalos centrales tiene pintado un Crucificado en el adverso y dos ánimas adorando a la Cruz en el reverso. Un ejemplo reciente que recupera aquella antigua tradición, según modelo característico del siglo XVII, lo encontramos en la cruz alzada de la Vera-Cruz, obra realizada en 2011.

Idéntica función tenían algunos estandartes en los que se ha reconocido un uso relacionado con los entierros de hermanos, como los de las hermandades de Jesús Nazareno, Virgen de los Dolores o Dulce Nombre10. Está documentado también el de la Vera-Cruz. En este apartado debemos hacer referencia además a la campana del muñidor que recuperó hace años la hermandad de la Quinta Angustia. Una reliquia del pasado relacionada con este mundo de la muerte es el féretro con dos travesaños horizontales que se conserva en Santo Domingo y que se usaba para el entierro de los pobres.

Paralelamente, contamos con referencias documentales que dan testimonio de montajes efímeros en las misas de difuntos, en una hermandad de ánima, la del monasterio de San Pedro, y otra de Pasión, la de Jesús Nazareno.

La congregación de las ánimas benditas del Purgatorio del monasterio carmelita de San Pedro

Esta congregación se fundó en 1709 y sus reglas, que se conservan en el archivo en su sede canónica original, se fechan en 172111. Los hermanos dieron comienzo a aquella “benefica, y S.ta Obra” en la iglesia del San Pedro apóstol del monasterio de religiosas carmelitas calzadas, donde empezaron a dar culto a la “Sagrada Ymagen de Maria Santissima N Sra con el Titulo del Socorro; a cuia imitacion, como hijos de tal Madre, y Patrona” procuraban “Imitar”. El espíritu fundacional que animó a sus hermanos y el universo religioso en el que se gestó la congregación se pone de manifiesto en sus reglas, donde manifestaban que los hermanos determinaron “unanimes, y conformes” formar una congregación, al considerar “lo agradable” que sería al “Criador, y Redemptor, la memoria, y piedad misericordiosa que se exercita por su Amor, con las Animas benditas, que por la satisfn de sus culpas estan penando en las carzeles rigorosas del Purgatorio, a donde no logran mas aliuio en sus Penas, y congojas, que el q sus Devotos, y Bienechores les imbian por medio de sus oraciones, y exercicios”. Su único instituto sería pues el de “hazer quanto bien pudiersen” por ellas, de manera que todo su cuidado lo emplearían en alentar a los fieles “á esta obra tan piadosa, en que todos somos tan interesados, partisipantes”, adquiriendo limosnas “para que dellas, y en nombre de sus bien hechores, se les embie el socorro que logran por medio de los sacrificios de missas, nouenas, vigilias, comuniones, aiunos, limonas & c.a” por la “remission, y descanso en sus penas”. >

Cruz alzada de la cofradía de la Santa Vera-Cruz, iglesia de San Agustín (Fotografía de Oscar González Molero).

9.- ROMERO TORRES, José Luis y MORENO DE SOTO, Pedro Jaime: “Cruz alzada procesional”, A imagen y semejanza. Escultura de pequeño formato en el patrimonio artístico de Osuna,

Osuna, 2014, p. 79. 10.- MORÓN CARMONA, Antonio: “Similitudes artísticas entre las Hdades. de Jesús Nazareno y Ntra. Madre y Sra. de los Dolores”, Semana Santa de Osuna, 2019, p. 40; “Sobre los estandartes de nuestras hdades. de Penitencia”, Semana Santa de Osuna, 2010, pp. 38-39; “Una figura olvidada del cortejo procesional de Osuna: la medalla o pedidor”, Semana Santa de Osuna, 2017, p. 16. 11.- Sobre la congregación véase MORENO DE SOTO, Pedro Jaime: “Retablos y esculturas”, FVGA MUNDI: Clausuras de Osuna. I. El monasterio carmelita de San Pedro, P. J. Moreno de

Soto (ed.), Osuna, 2014, pp. 260-266.

Estandarte de la Asociación de las ánimas de la iglesia de la Compañía.

La congregación la formaban solo 12 hermanos, y “no mas”, de manera que no se admitiría a nadie hasta que hubiera vacante por fallecimiento de uno de ellos. En tal caso se aceptaría al candidato, siempre que a los hermanos les constará que era “christiano limpio de toda mala rasa, virtuoso, y de buena fama, y costumbres, y de igual calidad que los congregados”. Pero sobre todo, que se conociera “en el feruoroso, y ensendido deseo del bien, y devocion de las Animas Benditas del Purgatorio, y asiduidad en la Agencia, y solicitud de su aliuio”.

La celebración principal de la congregación era la novena y aniversario, “con su vigilia, y missas, por las Animas Benditas del Purgatorio” que, desde el día de San Andrés, se organizaba a finales noviembre. A la novena debían asistir todos los hermanos “juntos y congregados”. Previamente los hermanos habrían confesado “para maior edificacion, y exemplo del Pueblo”. Llegarían “por su orden” con cirios encendidos a la “soberaba Mesa del Altar”, para servir “el Sagrado Cuerpo de Nuestro Criador, y Redemptor Jesuchristo”, a quien darían “las deuidas Gracias”, suplicándole se dignase “admitir sus S.tos Sacrificios, y oraciones, por las Animas Benditas de Purgatorio”. Aunque nada más se refiere en las reglas sobre la celebración de la novena, en el legajo donde se insertan se anexaron una serie de registros alusivos a la economía de la congregación en los que encontramos varias referencias a pagos por clavos y cuerdas del túmulo o para su montaje, lo que podría remitirnos a composiciones efímeras de carácter funerario vinculadas a un tipo de ceremonia bien documentada que bien pudieran extrapolarse a los oficios de la congregación ursaonense.

La cofradía de Jesús Nazareno

El sufragio de las ánimas estaba muy presente también en las cofradías de penitencia. En la Santa Vera-Cruz, además de celebrarse las misas por los hermanos difuntos, se oficiaba un aniversario de ocho días en que se decían misas rezadas por las ánimas del Purgatorio12. Un testimonio de enorme valor sobre este particular lo aportan las reglas de 1635 de la hermandad de Jesús Nazareno. En el capítulo décimo se ordenaba que en la tarde del primer domingo después del día de los difuntos se celebrase una vigilia general por todos los hermanos difuntos de la cofradía. El lunes siguiente se oficiaría una misa cantada, con diácono, subdiácono y sermón, y luego otras seis rezadas, con sus responsos, por todos los hermanos difuntos. Para la celebración de dichas exequias los mayordomos habrían montado en la capilla un túmulo cubierto de negro rodeado de hachas de cera, sobre el que se dispondrían dos candeleros con dos velas de cera y en medio una cruz pequeña, y en la delantera un crucero con una cruz alta. Las velas permanecerían encendidas mientras se celebraran las misas. El responso de la misa cantada sería entonado por todos los frailes mínimos, que se dispondrían en torno al túmulo. Finalmente, se ordenaba que de ninguna manera se dejara de hacer “tan santa obra”. La limosna que se diese por ello sería sufragada por la cofradía y, en caso de que no tuviera, se haría repartimiento entre todos los cofrades “porque no se dexe de hacer tan santa obra”13 .

12.- Archivo General del Arzobispado de Sevilla. Sección Gobierno. Serie Visitas. Leg. 1.370. Resulta de la Visita Celebrada en la Villa de Ossuna y sus Aldeas hasta Diciembre de 1728;

SÁNCHEZ HERRERO, José: “Osuna. La villa y su gobierno ducal. La Iglesia y su religiosidad (1695-1739)”, Osuna entre los tiempos medievales y modernos (XIII-XVIII), J. J. Iglesias

Rodríguez y M. García Fernández (eds.), Sevilla, 1995, p. 383. 13.- Archivo de la Hermandad de Jesús Nazareno de Osuna. Sección Gobierno. Reglas de los hermanos y fundadores del cirio de Iesus Nazareno fundado en el convento de nra Señora de la Vitoria, 1635, ff. 9r.-9v.

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