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El sentido de la túnica de nazareno (VI
Cuando amablemente fui invitado a continuar la serie de artículos que, sobre El sentido de la túnica en nuestras Hermandades, se vienen publicando en la revista Semana Santa de Osuna y se mencionaba mi experiencia continuada como nazareno de la Vera-Cruz, tuve pocos argumentos para no aceptar la invitación y mucho menos después de que siempre me he manifestado crítico con la poca información que tradicionalmente hemos ofrecido a nuestros nazarenos sobre el hábito cofrade y su utilización; y de haberme esforzado durante años en contribuir a mejorar la imagen pública de nuestros desfiles procesionales, que desgraciadamente no siempre fueron ejemplares. Creo que, con carácter general, no hemos prestado la suficiente atención en dar a conocer a nuestros nazarenos la importancia de portar la túnica con el necesario respeto y dignidad. Para tal efecto, solo basta recordar las imágenes de nazarenos en las calles con los rostros sin cubrir, permaneciendo revestidos incluso en bares u otros lugares inadecuados. Aunque ahora la situación ha cambiado considerablemente, insisto en mi persistencia en una actitud crítica y en demandar una catequesis permanente de cómo debe ser el comportamiento del nazareno desde que sale de casa para el desfile procesional, durante su permanencia en las calles a lo largo del recorrido y hasta el regreso a casa.
Creo que en todas las Reglas, Reglamentos u Ordenanzas de las Hermandades, se establecen las características de las túnicas y el respeto con que el nazareno debe portarlas; sinceramente pienso que no son muchos los nazarenos que conocen bien las normativas de su propia Hermandad. Me ha llamado la atención que en las Reglas de la Hermandad de la Macarena, no se recoge ninguna referencia a las características de sus túnicas, ni al rigor con el que los nazarenos deben llevarlas, aunque naturalmente sí se regula este importante tema en su “Reglamento de régimen interno sobre los cultos externos”. Insisto en que sorprende que, dada su importancia, el texto principal no dedique una sola línea al tema.
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Las Reglas de la Vera Cruz, después de determinar el color de las túnicas de sus nazarenos, dicen: “El acto de pe-
nitencia comienza en el domicilio del hermano al revestirse del hábito procesional. Deberá cuidarse de no dejar en su atuendo señal alguna que lo singularice, tales como alhajas, reloj, etc., excepto la alianza. Con la mayor presteza, cubierto el rostro por el antifaz y sin hablar, se dirigirá al templo en el que esperará en el sitio que se le designe, para la organización de la
estación de penitencia”. También echo de menos una regulación destinada a la participación de los pequeños en los desfiles procesionales. En determinadas cofradías sevillanas, modelo en tantas cosas para las nuestras, se reservan los primeros tramos para ellos, que desfilan con la túnica sin capirote y, por supuesto, sin cirio que representa siempre un peligro cierto, que se sustituye por unas cestitas en las que llevan estampitas de los titulares y también caramelos. A este respecto, recuerdo ahora la anécdota que me comentaba, mi inolvidable amigo Adolfo López, muy indignado y con razón, sobre la costumbre en la Semana Santa murciana de los nazarenos regalar huevos duros a la concurrencia.
Desde mis más de sesenta años participando ininterrumpidamente en las salidas de la Vera-Cruz, casi en la mitad de ocasiones me ocupé en las tareas de ordenación de los nazarenos de nuestra Virgen, labor en la que me acompañó siempre con entusiasmo, mi querido amigo José María Rueda, pero tengo que reconocer que, a pesar de nuestro empeño y dedicación, no alcanzamos mucho éxito en nuestro cometido. Hoy afortunadamente, la situación ha cambiado de manera sustancial, pero queda aún camino por recorrer. En este sentido, quiero aquí dejar constancia de mi admiración por la Hermandad de la Quinta Angustia, que siempre, incluso en las épocas difíciles, ha sido modelo de dignidad y orden en sus desfiles procesionales.
Por otra parte, haciendo un poco de historia, debo hablar también con sentido crítico de las modificaciones que, en tiempos no demasiado lejanos, se han introducido en las características de las túnicas en nuestro pueblo, afectando a su estructura y colores. Estos cambios, en ocasiones, se debieron a la situación económica reinante y, en otras, simplemente a tratar de mejorar, en la mayoría de los casos sin conseguirlo, la estética de las mismas.
Fue quizás la Vera-Cruz la que efectuó cambios motivados por la grave situación
Expresiva foto de Manuel Cruz Romero, elegida por la Hermandad de Vera-Cruz para el primer cartel de su conocido Concurso de Saetas Carmen Torres
económica que padecían, tanto la Hermandad como el barrio que la había acogido tras el obligado traslado motivado por el hundimiento de su primitiva sede en el Convento de San Francisco, y que la obligó al triste abandono de su entorno, teniendo que dejar en el éxodo parte de su rico patrimonio. De entre estas pérdidas debo recordar el importante retablo del siglo XVII, ahora en la Iglesia de la Compañía. Hubo que empezar de nuevo en un barrio al que había que atraérselo e integrarse en él.
Recuerdo al respecto que, cuando en los años cincuenta del pasado siglo, un grupo de jóvenes capitaneados por mi hermano Manuel, llegábamos a la Hermandad de la Vera-Cruz para tratar de revitalizarla y conseguir evitar lo que venía ocurriendo con mucha más frecuencia de lo deseado: que la hermandad, por motivos exclusivamente económicos, no podía procesionar el Viernes Santo, situación a la que se había llegado paradójicamente al convertirse, de hecho, la obra de misericordia de enterrar a los muertos, en una especie de seguro de deceso que, con cuotas de muy poco dinero, cubrían los sepelios. La supresión no fue fácil de aceptar por una parte de la Cofradía, aunque era evidente que, de haber continuado la situación, no se podría haber evitado por mucho tiempo la desaparición de la Hermandad. En aquellos tiempos, nuestra túnica era de color crema con capirote verde para los nazarenos de los dos pasos. Aprovechando que la Hermandad de la Humildad acordó modificar su hábito procesional que, con acierto recuperaría nuevamente pasados algunos años, la Vera-Cruz decide sustituir en los nazarenos del Cristo su túnica de siempre por la túnica negra con cinturón ancho de pita, tratando con ello de ofrecer una vestimenta bastante más económica que convenía mucho mejor a las débiles economías de los nazarenos del nuevo barrio, facilitando por otra parte, con una menos inversión, la creación de lo que podríamos denominarun banco de túnicas, para ayudar a los cofrades de escasos recursos económicos y que se nutría de donativos finalistas y fondos de la Hermandad. Por aquella época e incluso después, hubo también, a mi juicio, desafortunados cambios en las túnicas de otras cofradías.
Cuando las Hermandades van consolidando su situación económica y el nivel de vida en general mejora considerablemente, aparecen las capas en gran parte de los atuendos nazarenos del pueblo, modificaciones que sirvieron, en mi opinión muy positivamente, para brindar una visión más solemne de nuestros cortejos procesionales.
Quiero finalizar estas ideas, insistiendo nuevamente y hasta la saciedad, en la necesidad de que nuestros nazarenos, antes de vestir la túnica, conozcan perfectamente las Reglas de la Hermandad en lo que hace referencia al significado de la misma y a la absoluta necesidad de ser portadas con humildad, dignidad y comportamiento ejemplar desde la salida de casa hasta su regreso. Debe regularse todo lo referente a la participación de los pequeños en los desfiles procesionales, ya que actualmente producen, en ocasiones, episodios de desorganización. Para ayudar a conseguir este buen comportamiento de todos, la Hermandad también debe limitar las horas de permanencia de la cofradía fuera del templo y evitar los retrasos no justificados.
Por último, entiendo que las modificaciones de túnicas y otros distintivos de las Cofradías, deben ser solo por motivos extraordinarios y reglados, conservándose en lo posible tradiciones de siglos, y huyendo de modas circunstanciales que al final siempre tienen escaso recorrido.
Foto: Luis de Sola Mazuelos